28 de febrero de 2014
Este concepto fue vertido durante la charla que mantuvo con este medio el escritor y periodista Patricio Eleisegui, autor del libro Envenenados, surgido de una investigación cuyo objetivo es demostrar la contaminación proveniente de la utilización de este tipo de sustancias.
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Envenenados es una investigación periodística sobre los efectos nocivos de los agroquímicos que se usan en Argentina. Así lo destaca su autor, el escritor y periodista Patricio Eleisegui.
El trabajo -publicado por editorial Wu Wei- aborda el inicio y la evolución de la estructura productiva que se afianzó en los años 90, y detalla cómo se fue dando el cambio en la matriz y la forma en que sus efectos negativos forman parte de nuestro día a día.
A lo largo de sus 240 páginas, el autor repasa el proceso histórico que culminó en el uso indiscriminado de semillas modificadas genéticamente y pesticidas de diversa índole.
EL TIEMPO, dialogó en exclusiva con Eleisegui, quien se refirió a diferentes aspectos de su trabajo de investigación.
Envenenados
- ¿Cómo surge la investigación que culminó con la publicación de "Envenenados"?
- Envenenados partió de un patrón que fui ubicando a lo largo de meses.
Por mi labor periodística diaria tengo la costumbre de repasar distintos medios del interior del país. Y en repetidas ocasiones me topé con casos de contaminación vinculados al uso de agroquímicos, reportes médicos de zonas fumigadas dando cuentas de un incremento en las malformaciones, los abortos espontáneos y los casos de cáncer, y denuncias concretas de infinidad de personas con inconvenientes de salud por habitar áreas que son pulverizadas a diario con plaguicidas.
Atento a este movimiento, comencé a rastrear y a tomar contacto con afectados directos, organizaciones que siguen de cerca la problemática, y profesionales académicos que han desarrollado estudios al respecto. Todo esto, por mero interés y sin una intención editorial.
Un año y medio después de ese trabajo previo, caí en la cuenta que la recopilación de información, estudios médicos y experiencias negativas denunciadas, me había colocado en la obligación periodística de exponer de forma contundente un problema que afecta a infinidad de personas.
Ese fue el punto de partida de Envenenados. El hecho de que esta catástrofe sanitaria recién esté dando sus primeros pasos y que, de seguro, se volverá más dramática en los próximos años, también me impulsó a escribir el libro cuanto antes.
- ¿Qué son los agroquímicos y cómo se utilizan?
- Son sustancias químicas en muchos casos desarrolladas con fines diferentes a la agricultura y que, por un redireccionamiento en el negocio de sus fabricantes, culminaron siendo volcadas a la producción en el campo.
Una muestra es el 2,4-D, creado como arma en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, aplicado más tarde en el conflicto de Vietnam bajo la forma de Agente Naranja, y luego producido y comercializado como un producto ideal para el agro -ocultándose su precedente histórico- por firmas como Atanor, Dow o Monsanto.
Los agroquímicos más nocivos se presentan bajo la forma de herbicidas o insecticidas. Su rol básico es acabar con las amenazas vivas que compiten con los sembradíos por nutrientes, agua y energía solar, y los insectos que actúan como plagas. Por su nivel de toxicidad en la mayoría de los casos culminan por extinguir toda la biodiversidad presente en los lotes a excepción del cultivo pautado.
Organismos oficiales como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) sostienen que mejoran el rendimiento de cultivos y pastura aunque, reconocen, estas sustancias no son inocuas para el ambiente y suelen tener impactos no deseados sobre el ecosistema, organismos benéficos para la agricultura y para la salud humana.
Por lo general, su aplicación en los campos se realiza hoy a través de pulverizaciones que se llevan a cabo mediante vehículos aéreos y terrestres. Igualmente, abundan todavía los casos en los que los agroquímicos son esparcidos de forma, por decirlo de manera simple, manual; esto es, mediante el accionar de peones dotados con mochilas fumigadoras que operan a palanca.
En ciudades como Buenos Aires se ha detectado y denunciado la aplicación de esta manera de plaguicidas como el glifosato en plazas públicas y vías de tren.
En todos los casos, su resultado es el mismo: extinción de la biodiversidad, con énfasis en la desaparición de la riqueza vegetal.
- ¿Qué riesgos genera el agroquímico sobre el trabajador que está en contacto con él? ¿Y sobre aquellos que consumen los productos?
- Los riesgos son múltiples y, en algunos casos, imposibles de acotar debido a que los agroquímicos operan directamente sobre la cadena de ADN de las personas, por lo que el daño varía entre un individuo y otro. El nivel de contaminación y deterioro físico cambia, también, según el producto con el que se tenga contacto.
De ahí que los inconvenientes van desde los trastornos respiratorios y las alergias hasta el cáncer pasando por neuropatías, los abortos espontáneos o las malformaciones.
En el caso del glifosato, investigaciones como la realizada por el doctor Andrés Carrasco en su rol de profesor de embriología, investigador principal del Conicet y director del Laboratorio de Embriología Molecular de la Universidad de Buenos Aires (UBA), comprobaron que afecta el desarrollo y promueve las malformaciones.
Después, el 2,4-D, como ya mencioné, es directamente un arma bélica. Aunque su uso se encuentra limitado por ley en algunas provincias de la Argentina, lo concreto es que se lo utiliza de forma indiscriminada pese a que a lo largo de la historia se ha comprobado que genera leucemia, malformaciones, problemas severos en la piel y todo tipo de desórdenes metabólicos y cardiovasculares.
Aunque está prohibido, en la Argentina se sigue usando endosulfan, un insecticida causante de miles de casos de cáncer alrededor del mundo.
También se aplican atrazina, de comprobado efecto cancerígeno, dicamba otro componente del Agente Naranja que se aplicó en Vietnam para acabar con las plantaciones y los escondites del Vietcong, cipermetrina que provoca polineuropatías tóxicas y trastornos en el sistema nervioso, como le sucede a Fabián Tomasi, imagen de tapa de Envenenados , o clorpirifos, vinculado a casos de niños afectados con retrasos mentales y físicos en Estados Unidos.
A nivel local, por citar dos casos más, se utilizan compuestos como el paraquat y el dimetoato, que en Asia son sustancias a las que recurrieron miles de personas en los últimos años para suicidarse.
Con relación a los riesgos a nivel consumo, distintas organizaciones han probado la existencia de residuos de agroquímicos en frutas y verduras en, por ejemplo, Mar del Plata y Córdoba. Como los plaguicidas tienen la característica de ser acumulativos, lo cierto es que a través del alimento se están incorporando toxinas al cuerpo todo el tiempo sin que sepamos a ciencia cierta cuáles serán sus consecuencias.
Por supuesto, se da por descontado que el consumo derivará en un número mayor de casos de cáncer. Y a esto responde, en buena medida, que en algunos países de Europa se esté limitando cada vez más el ingreso de productos agrícolas argentinos. En el Viejo Continente se observa con mayor recelo el modo en que se producen los alimentos a nivel local.
El carácter acumulativo de los pesticidas está probado mediante experiencias como la concretada por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) en el último bienio. Un relevamiento concretado entre madres del conurbano bonaerense en período de lactancia arrojó como resultado leche materna contaminada con sustancias como el endosulfan. El agroquímico ingresó al organismo de estas madres a través de la alimentación.
- ¿Hay conciencia en el país sobre el grave riesgo que implica la utilización de agroquímicos?
- La discusión en torno a la utilización masiva de agroquímicos y su efecto en el ámbito sanitario viene ganando lugar en los principales territorios agrícolas del país. El inconveniente es que, hasta el momento, las autoridades sanitarias continúan haciendo caso omiso a las denuncias y las certezas científicas.
Pero el fuerte incremento que muestran los indicadores de cáncer u otras problemáticas de salud de igual envergadura en el interior es evidente. Y, por fortuna, la gente está prestando cada vez más atención a este cambio en la calidad de vida de nuestros pueblos.
Lo que sigue es continuar difundiendo los alcances de una problemática que, como mencioné en otra respuesta, se irá agravando cada vez más.
La conciencia se está generando más allá de los intentos por erradicar cualquier discusión al respecto que impulsan desde los privados beneficiados con este sistema de producción hasta los organismos de gobierno municipal, provincial y nacional que avalan la utilización masiva de químicos y semillas transgénicas por generar amplio rédito económico.
- El rol del Estado es fundamental en este tema. En el escenario actual ¿Es posible una política destinada a actuar sobre este tema?
- Más que posible, es necesario actuar sobre este tema. Las regulaciones en torno a la aplicación de agroquímicos apenas si se ajustan a pautas provinciales que, en la mayoría de los casos, apenas fijan distancias de pulverización que abarcan cientos de metros, mientras que se avala el uso de sustancias prohibidas en gran parte del mundo.
Asimismo, buena parte de los insumos que se utilizan en la actividad agropecuaria vigente -como es el caso de las semillas transgénicas o el glifosato- se han alzado con aprobaciones de uso en la Argentina basadas en estudios de impacto acercados por los mismos fabricantes de estos productos.
En síntesis, el único parámetro que se repite en esta matriz de producción es la irregularidad. Plantear marcos que velen por la seguridad sanitaria de la población frente a la expansión de los agroquímicos debería ser una prioridad para las autoridades tanto a nivel municipal como provincial y nacional.
Sin embargo, la discusión respecto de la necesidad de establecer nuevos criterios jurídicos está totalmente afuera de la agenda política.
- ¿Argentina es un "laboratorio" para las multinacionales en lo que a agroquímicos se refiere?
- Sin lugar a dudas. Una muestra es la semilla de soja resistente a tres herbicidas muy potentes que está a punto de ser aprobada para su venta comercial por el Ministerio de Agricultura. Se trata de un producto que ofrecerá la firma Dow, y que incorpora tecnología genética que le permite sobrevivir a las aplicaciones de 2,4-D, glifosato y glufosinato de amonio. Será la primera vez que un transgénico apto para soportar hasta tres químicos de forma simultánea verá la luz a nivel mundial.
El uso de 2,4-D está prohibido en Noruega, Dinamarca y Suecia, por nombrar algunos países alrededor del mundo, y su aplicación está vetada en diversas zonas de Estados Unidos y Canadá. En Argentina, hasta hace muy pocos meses los fabricantes promovían las fumigaciones con endosulfan, prohibido en más de 60 países, incluido todo el bloque europeo.
En Argentina se fomenta la aplicación de atrazina, cuyo uso se erradicó en toda Europa en el año 2004. En la provincia de Córdoba, durante 2013 Monsanto hizo ensayos sobre soja con dicamba, otro integrante del Agente Naranja que se vertió sobre Vietnam. La empresa estadounidense se encuentra muy cerca de lograr una semilla de la oleaginosa capaz de resistir a ese herbicida.
En paralelo, y para concluir, Monsanto también desarrolló a nivel local una variedad de maíz que incorpora tres alternativas de toxina BT, esto es, una bacteria natural que colocada vía laboratorio en la estructura de la semilla elimina todo tipo de insectos. En otras palabras, se trata de una semilla que genera su propio veneno. Las consecuencias de esta incorporación de sucesivas toxinas BT al maíz son totalmente desconocidas, así como no se sabe qué efectos tendrá en la salud de quienes consuman el producto a futuro.
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