Locales
11 de agosto de 2019
No son pocas las cosas que hizo, hace y “sigue haciendo”.
Los valores en los que educó a sus tres hijos, trascienden generaciones y épocas.
Sus acciones mantienen una vigencia única.
Su forma de ser, de entrega y humildad, están en cada pasillo, salón y dirección de los establecimientos educativos por los que pasó.
Su esfuerzo, dedicación, capacidad de gestión y pasión, sobrevuelan tanto el Museo Enrique Squirru como la Casa Ronco.
Sus conocimientos y forma de ser circundan el aire de los pabellones de la Facultad de Agronomía, casa donde una placa –por si hiciera falta- recuerda su paso por esas aulas.
Su generosidad quedó impregnada en cada libro que sus herederos decidimos recientemente donar a bibliotecas públicas de la ciudad para que, en ese ámbito, las publicaciones mantengan la misma “vida” con la que ella los tenía.
Si algo enseñó a quienes la rodeamos es ser agradecido y no temerle a nada, ni siquiera a la muerte; ella enfrentó con fortaleza el cáncer y aún con ese mal en su cuerpo, disfrutó de la proximidad con sus seres queridos, siguió al frente de una clase y viajó por el mundo representando al país en congresos y seminarios para regresar a su casa del barrio San Francisco de Asís, desde hace algunos años prestada y –lamentablemente- jamás reintegrada.
Todo en la vida, hasta el mismo sufrimiento, nos hace crecer. Ella hizo honor a eso y sus colegas “internacionales” siguen pensando en Norma.
Ayer, en vísperas de su cumpleaños, recibí un llamado telefónico pidiendo la autorización de la familia para rendirle homenaje a sus aportes a favor de una de las temáticas que más amó: la museología.
Con orgullo nos adelantamos a agradecer y prestamos conformidad para la publicación en distintos idiomas de escritos ya editados en castellano, que se sumarán a los de otros prestigiosos pensadores y museólogos latinoamericanos.
En el pago chico, vale decirlo, son constantes los encuentros con personas a las que les reconforta haber tenido una profesora como Norma; no sólo por las enseñanzas fácticas sino por ese llamado a pensar y participar, algo que también marcó su recorrido desde lo humano.
Las cosas del destino, esas mismas que hace 15 años nos arrancaron físicamente de ella, no impiden que sigan llegando regalos. Y está bueno que así sea.
Normita, siempre cerca nuestro: felices 80 y por muchos más.
Augusto Meyer
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