UNA MANIFESTACIÓN DEPORTIVA DESDE FINES DEL SIGLO XIX

UNA MANIFESTACIÓN DEPORTIVA DESDE FINES DEL SIGLO XIX

Los primeros equipos de fútbol y una víctima fatal

La Plaza Marte era un verdadero "Stadium". El Atletic Azuleño de 1903. La aparición de nuevos equipos: el Azul Central y el Dublín, en la época del Centenario de la república. La tragedia en el origen del deporte del balompié en nuestra ciudad: ¿Quién fue el primer muerto en un campo de juego?

17 de diciembre de 2022

Corría 1876 y el pueblo de Azul recibía alborozado y vestido de fiesta el primer ferrocarril, que iba a extenderse luego hacia el Sud, trayendo civilización y progreso a la inmensa pampa argentina, que no hacía un año había sufrido las terribles consecuencias del malón desatado por el salvaje, en este centro de población precisamente, incendiando campos y hogares, llevando la destrucción y muerte en medio de enloquecedores alaridos que imponían el pavor a sus habitantes.

Sería el último devastador y sangriento ataque de la indiada al Azul; no transcurriría mucho tiempo y las huestes de Calfucurá eran destruidas por las fuerzas nacionales en San Carlos de Bolívar, iniciándose de tal manera los sucesivos triunfos de las armas nacionales en la Guerra del Desierto.

La gran aldea transformada en pueblo acogió con los brazos abiertos aquellas nuevas manifestaciones del transporte por ferrocarril, cuyos trenes de pasajeros y cargas fueron volcando sobre este rico suelo, gente de todas las naciones; ricas y necesarias mercaderías importadas de importantes países que fueron a surtir el ya creciente comercio, a la par que surgían importantes industrias que florecieron desde entonces.

El Azul proseguía su marcha gallarda y orgulloso de sus hijos que habían sabido luchar sin desmayo contra el infiel, acrecentando la riqueza de su vasta y dilatada campaña. Y fue entonces que recibió de Europa la ayuda, el refuerzo que necesitaba. Vinieron los esforzados inmigrantes de allende los mares, sumándose al nativo; cientos de familias que volcaban en las playas ferroviarias los cotidianos trenes provenientes algunos de la península itálica, otras de la península galaica, sumados a los franceses del Bearn, a los jhonis, galenses e inmigrantes de otras nacionalidades.

Creció el pueblo al extenderse los barrios hacia la Estación del F.C. Sud y un día Azul se transformó en ciudad y brilló por su cultura y por sus deportes, nacida aquella en sus centros sociales; nacidos estos últimos en el culto de la tradición o en la práctica de los que, como el fútbol, fueron importados de la Rubia Albión. El año 90 paseaba su dramática epopeya de luchas por el bienestar de la patria, que culminaría con una revolución a la que se sucedería otra años después, pero eso no era obstáculo para que la floreciente ciudad azuleña desarrollara todas sus actividades a pleno enriquecimiento y la juventud se divirtiera como nunca en las tardes dominicales practicando los deportes de su gusto.

Porque aún cuando algunos suponen que recién en las últimas décadas se crearon los campos de juegos para la recreación de sus cultores y del público adicto, podemos afirmar que a fines del siglo pasado [XIX] el Azul tenía una juventud vigorosa que sobresalía en las más diversas manifestaciones deportivas; como no las hay hoy, porque desapareciendo sus líderes y no fueron capaces los que vinieron de seguir sus huellas. Deportes criollos como las grandes domas, pialadas puerta afuera, el salto de la maroma, las cinchadas a caballo perdido o el enfrentamiento de una docena de mocetones por superarse, y las carreras de sortijas, eran habituales en aquellos tiempos a fines del siglo [XIX] y a todas esas actividades se unió luego importados por los extranjeros, la pelota vasca en cancha abierta, las carreras de caballos con obstáculos, las carreras de bicicleta y el fútbol...

Un buen día, allá por mil ochocientos ochenta y tantos, un inglés arrojó desde un vagón del ferrocarril una pelota futbolera a cascos, importada de Londres en plena Estación de Azul y esa tarde, después del trabajo, se organizó en el amplio terreno anexo, el primer partido que tengamos memoria; la muchachada ferroviaria que ya había oído hablar de este juego de locos (no otra cosa suponía para los legos correr detrás de una pelota), se entreveró en un partido sin reglas ni control, y aquella noche muchos de los participantes curaban con salmuera los golpes y magulladuras recibidas en ese bautismo de juego recio.

La voz sobre tan interesante novedad, producida en forma tal y en tal lugar, corrió rápidamente por los barrios de la ciudad y los muchachitos acudieron con presteza a la Estación para mirar en los atardeceres cómo los ingleses ferroviarios y otros empleados criollos manejaban las piernas en aquel endiablado juego, en que había que poner habilidad para evitar las zancadillas y reciedumbre para aguantar los encontronazos que algunas veces eran brutales.

Y así se fue desarrollando poco a poco el fútbol azuleño, cobrándose el deporte como si hubiera sido un impuesto, un derecho al piso, la primera víctima, el primer mártir que tuvo el viril deporte azuleño. Era el año 1894.


Tribuna del club Alumni, en 1921. FOTO HEMEROTECA J.M. OYHANARTE

Un pelotazo fatal

Se llamaba Robert John Williams y descendía de galeses; sus padres Robert Williams y Jane Ellen Williams, habían venido al suelo patrio con un grupo de inmigrantes todos ellos procedentes del país de Gales, fundando a mediados del siglo [XIX] una colonia en la Patagonia.

Don Roberto, por su práctica, logró ingresar en la empresa del Ferro Carril Sud (hoy Roca), desempeñándose como guardahilos y habitando en el barrio ferroviario una casa que todavía existe frente a la plazoleta de la estación, sobre la calle San Martín. Tuvo varios hijos varones y, entre ellos, Robert John, Elías y John, dedicados desde su juventud en las diversas tareas del riel. De ellos el más aficionado al fútbol era Robert John, quien integraba un team local que entonces enfrentaba a sus rivales de Las Flores y Olavarría. Conviene aclarar que el ferrocarril, a medida que creaba estaciones y avanzaba, también desarrollaba el fútbol. De ello que recordemos a los clubes que por esos años se fundaron marginando las estaciones, como ser Ferro Carril Oeste de la Capital; Ferro Carril Sud; Talleres, Temperley; Quilmes; Ferroviarios de Olavarría, etc.; y como importante centro que era, Azul tenía su equipo. Un buen día, a mediados del año 1894, le llegó el traslado a Las Flores al guardahilos Robert Williams, quien inició los trámites para cumplir la orden. En el ínterin se realizó un match de fútbol en cuyo transcurso Robert John Williams, recibió un furibundo pelotazo en el pecho que lo arrojó desmayado al suelo. Fue auxiliado de inmediato, pero el corazón del infortunado muchacho estaba herido de muerte y poco después dejaba de existir. Era el 28 de agosto de 1894.

La empresa del Ferrocarril, ante tal desgracia, dejó sin efecto el traslado de los Williams a Las Flores, siendo inhumados los restos de la primera víctima del fútbol azuleño en el Cementerio de Disidentes anexo a la necrópolis local. Hace algunos días, visitando ese lugar sagrado, vimos la tumba de la familia. Allí, debajo de blancas lápidas de mármol, se encuentran juntos Robert Williams, su esposa Jane Ellen y Robert John, cubiertas las tumbas por una frondosa enredadera que les da flores. Los padres no quisieron irse de Azul y con los años fueron a reposar junto al hijo querido que pagó su tributo al deporte cuando tenía 25 abriles. Hace de esto 69 años.

Sitios baldíos, potreros

A fines del siglo [XIX], como decimos anteriormente, la juventud azuleña tenía muchos medios y lugares para dar rienda suelta a sus entusiasmos por los más diversos juegos vigorosos y nobles, mientras que la niñez se agrupaba en los "sitios" o "esquinas" predilectas donde se sucedían los trompos a la bolita, la rayuela a la billarda, la pelota a los barriletes en sus diversos tipos: bombas, estrellas, medios mundos, que culminaban con un desafío a los "tajitos", con intervención de grandes y chicos para evitar las "cortadas".

Y esto se fue repitiendo mientras que el fútbol iba "entrando" de a poco al igual que las carreras de bicicletas, que ya para 1900 entusiasmaban a los aficionados.

Los abuelos de hoy recordarán aquellos partidos de fútbol jugados allá por la quinta de Picot o de Pardeilhán, o por el Gas Viejo, el Tiro Federal y tantos otros lugares de las afueras de la ciudad, poniendo en juego una "docena de naranjas" a tantos goles. Había veces que el match se realizaba a naranja por gol, vale decir que hasta que no se marcaban 12 tantos no finalizaba el match, que duraba por tal motivo cuatro o cinco horas hasta el anochecer. Los desafíos eran por cartel. Tal cuadro de la barriada de La Colonia, por ejemplo, desafiaba al de la Estación o al de la Alsina, para el domingo próximo a jugar en tal "baldío", por tantas naranjas y allá iba, en la tarde dominguera, el cuadro seguido de la hinchada, que no pasaban de diez o doce muchachitos; la pelota era por lo general un deshecho, con la cámara llena de parches y el cuero sobresaliente en remiendos, todo un lujo para los jugadores; porque otros en igual trance le compraban al carnicero de la esquina una vejiga de vacuno, la inflaban a boca y la utilizaban en el juego. Era la expresión del interés que ponían los muchachos de entonces carentes de mayores recursos, para desarrollar su naciente afición queriendo "empatar" (como después lo lograron) a los "grandes" del fútbol de nuestra ciudad, allá por el año 1900.

La lucha contra la indiada, trocada en verdadera guerra desde principios del siglo pasado transformó al Azul en una verdadera fortaleza, que servía una excelente guarnición, con efectivos de caballería, infantería y artillería, que en diversas oportunidades comandaron distinguidos jefes del ejército nacional, entre ellos los generales Mitre, Rivas, Leyría, los coroneles Arias, Arredondo, comandantes Acosta, Ocampo, Miñana, Solano, Leal, etc. La guarnición se extendía a orillas del arroyo, desde la calle Guaminí al Sud y allí existía también una compañía de disciplina para castigo de los rebeldes y desertores, llegándose hasta el fusilamiento según la gravedad del delito.

Con el transcurrir de los años y finalizada con el triunfo del ejército expedicionario la campaña desarrollada contra la indiada, las tropas de líneas fueron retirándose de Azul y fue entonces que el amplio terreno comprendido por las calles Colón, General Paz, General Rivas, Rivadavia y Alvear, o sea cuatro hermosas manzanas de tierras, fue transformándose en un hermoso Stadium amplio y bien delineado, en cuya construcción participaron profesionales del ramo y numerosos vecinos con mucho espíritu deportista.

Cancha de fútbol, de polo, pistas de carreras, velódromo, tribunas

Con regocijo se había despedido al siglo [XIX] y bien venido había sido el siglo XX, y en medio de las grandes celebraciones realizadas entre los azuleños, tuvieron destacadas proporciones las justas deportivas realizadas en el Stadium cuyo nombre venido de los tiempos del campamento histórico, tenía un nombre bélico, apropiado: Plaza Marte, plaza guerrera con fusiles, cañones y dianas al amanecer, que alertaban a la tropa. Plaza Marte, el Dios de la guerra...

Y allí, precisamente, el centro de otra lucha sin cuartel, la de esa juventud alegre, empeñada en triunfar en los deportes que ya habían ganado su corazón. De tal manera, transformados esos terrenos en campo propicio para la brega deportiva, se le dio todas las comodidades: al centro sendas canchas de fútbol y polo, bordeada por una pista circular donde se desarrollaban las carreras de caballos con obstáculos, y el todo bordeado por un amplio velódromo, cuyos planos traídos de la Capital Federal, eran similares a los velódromos existentes en Buenos Aires.

Se habían aprovechado bien los 40.000 metros cuadrados de tierra y como un complemento, muy necesario, se levantó la tribuna dando espaldas a la calle Guaminí, de Rivadavia a General Alvear. Posteriormente se construyó otra tribuna de espaldas al arroyo para mayor comodidad del público que, en domingos y feriados, llenaba sus instalaciones y paseaban luego hasta el Vaporcito, un hermoso lugar de recreo, instalado en las inmediaciones del actual Puente Amarillo, donde se practicaba natación, remo y juego a las bochas, realizándose picnic, con asistencia de numerosas familias. Vale decir, que treinta años antes de la inauguración del Parque Sarmiento, aquello era lo más grande de Azul, hablando deportivamente, y centro de atracción de la amplia zona que lo circunda. Quien escriba algún día su historia, mucho es lo que tendrá que contar...

Decíamos, pues, que la práctica del fútbol estaba en todo su apogeo a fines [siglo XIX] y principios de siglo [XX] en esta ciudad, debido al interés que ponían los extranjeros en enseñar sus reglas y modalidades, especialmente los ingleses y sus descendientes, que trabajaban en el ferrocarril o habitaban en diversos establecimientos de campo de nuestro partido y sus alrededores, y recordamos entre otros jugadores a Buchanan, Frers, Drake, Florisch, Grant, Green, verdaderos maestros del fútbol, que tuvieron prontamente buenos discípulos. Estos provenían en su mayor parte de un establecimiento de enseñanza, el Instituto Popular incorporado al Colegio Nacional de La Plata y otros eran alumnos de la Escuela Normal, cada cual tenía su maestro de gimnasia. Corría ya el año 1903 y el fútbol se engrandecía.


Epígrafe original del artículo: "Una antigua fotografía tomada en Plaza Marte, destaca semiborradas por el tiempo, las figuras de Alejo Surce, Iturburu, Agustín J. Carús, Carlos Boaglio, Juan Locotoure, el Negro Pereyra, el francés Vilatte, Pedro Frers y Fabián Bosch, formando cuadro antes de iniciarse un match de fútbol en Plaza Marte. El equipo, al que le faltan dos jugadores (que aún no habían llegado) se halla de espaldas a la Tribuna del Stadium". FOTO EL TIEMPO/HEMEROTECA J.M. OYHANARTE

El Atletic Azuleño

Interesada al máximo mucha gente en el desarrollo el viril deporte formó comisiones que se encargaron de la adquisición de equipos completos para los jugadores, al mismo tiempo que se constituyó un team al que se bautizó con el nombre de Atletic Azuleño y en el que jugaban, entre otros: Alejo Surce, Buchanan, Finé, Frers, el Negro Pereyra, Carlos Boaglio, Agustín J. Carús, Florisch, Iturburu, Vilatte, Palavecino, León Lucas, Locotoure, González y los que escapan a la memoria. En su mayoría eran estudiantes con algunas excepciones, ya que Buchanan era en ese entonces pastor de la Iglesia Evangelista, situada en la calle Necochea y Florisch, alto empleado en la Barraca Dietrich; por su parte, uno de los Frers, dedicado al fútbol y al canto, un día fue enviado por su familia a Roma, la Ciudad Eterna, para que perfeccionara su eximia garganta en el "bel canto", tuvo éxito, pero nunca más volvió.

Encargado del campo de juego y en especial de las tribunas era Mesié Mayet, un buen vecino de origen francés al que le sacaban "canas verdes" los muchachitos de ese entonces cuando se posesionaban de aquella para sus juegos, imponiéndose aquel al grito de "Salguén de la tribuné... ¡Mon dieu...!".

Otros nombres fueron agregándose a los mencionados, aumentándose el plantel de jugadores al unirse a la tanda Liceaga, Claverie, Zone, Barzani, Ippólito, Bosch, Porro, López, Frontini, Vilatte, Pardo, alternándose en la defensa de los prestigios futbolísticos azuleños, frente a los entusiastas equipos de la región. Y lo que aún no ha logrado realizar la institución madre del balompié local, ya lo tenían aquellos equipos de principios de siglo: director técnico y entrenador, siendo Florisch el primero y Buchanan el segundo, mientras que un "fígaro" de apelativo Rovera se encargaba de darle lecciones teóricas de fútbol a los jugadores antes de iniciarse los ensayos o "picot". Tenían pues, los jugadores, una adelantada noción del juego tanto en teoría como en práctica. ¿Cómo entonces no le iban a jugar de igual a igual a conjuntos que venían de La Plata o de la Capital Federal? Transcurrieron los años y, al finalizar la primera década del siglo, los desafíos a los nuestros se sucedían por medio de carteles y publicaciones, pues como no había ligas, ni asociaciones, el reto era de capitán a capitán. Véase una de esas notas: Olavarría, mayo de 1909. Al señor capitán del club Atletic Azuleño. Muy señor mío: queda aceptado su desafío para jugar un match de foot-ball entre nuestros teams, pero para el 16 del corriente. Espero me disculpará la demora en contestarle pues he estado ausente de esta durante varios días y la C.D. de este club recién ayer pudo reunirse y resolver la aceptación. Sin otro particular, saludo al señor capitán con la más atenta consideración. Juan B. Rípoli.

El partido entre los representantes de Azul y Olavarría, jugado en Plaza Marte, culminó con el fácil triunfo de los nuestros, que se impusieron por 3 goles a 1, ante una crecida concurrencia de aficionados que colmaban las instalaciones de Plaza Marte o General Rivas.

Una crónica de ese tiempo decía: "Pocas veces se ha visto tan concurrida la Plaza Gral. Rivas como ayer y muy pocas ocasiones se les ha brindado a nuestras familias un punto de reunión tan ameno como el que resultaba del magnífico espectáculo que se ofrecía a vista de tanto público, el atrayente encuentro de fútbol. Los jugadores azuleños se han hecho acreedores, otra vez, al aplauso que con tanta justicia cosecharon ayer y al que debemos significar por medio de estas líneas".


Tribuna y sector aledaño de Azul Athletic, primeras décadas del siglo XX. FOTO HEMEROTECA J.M. OYHANARTE

El combinado de La Plata empata en Azul

Un año antes del Centenario glorioso, el fútbol desarrollado por los conjuntos de esta ciudad había adquirido fama en la región, como lo prueban los numerosos desafíos y partidos jugados intervecinales y sólo faltaba el espaldarazo que le dio el brillante match que jugaron el 25 de mayo de 1909, en la mencionada Plaza Gral. Rivas o Campo de Marte.

Mediante las gestiones realizadas arduamente se logró que el combinado de la ciudad de La Plata, integrado por prestigiosas figuras del fútbol rioplatense, enfrentara en la fecha patria al Atletic Azuleño a las órdenes del referée Alfredo López, formando los teams de la siguiente forma:

La Plata: O. Henderson; Raúl Díaz, N. Bavio, P. Lauré, J. Ojea. A. Gascón, J. Romano, A. González Lelong, A. Cole, R. Gazcón, M. Villarino, L. Urrasa.

En su mayoría, los nombrados integraban las primeras escuadras de Gimnasia y Esgrima, y Estudiantes de La Plata. Y más tarde, Raúl Díaz fue gobernador de la provincia y Ojea interventor federal.

Atletic Azuleño: J. Ippólito; A. Frers, A. Arce, E. Zone, León Lucas, Juan Bosch, A. Frontini, A. López, Agustín J. Carús, Carlos Boaglio y J. Bonafina.

Referée, A. López; linesman, Julián Bosch y José Cervera.

El partido jugado con gran entusiasmo finalizó con un empate de cero gol por bando y la crónica periodística al reflejar el espectáculo decía: "Prestigiado el match por una numerosísima concurrencia, en la cual brillaba la presencia de las distinguidas niñas azuleñas que engalanaban la fiesta... etc. etc." Su presencia podríamos compendiarla en un solo término en relación a los jugadores: les dio en todo momento estímulo "... Nunca se ha jugado en Azul (se agregaba luego) un partido más brillante y que haya brindado a los espectadores tan soberbias y profundas emociones...".

El Azul Central entra en la liga

Por esa misma época, un núcleo de jóvenes se agrupa en torno de una nueva bandera y queda constituido el Azul Central que, de inmediato, desafía y acepta desafíos; son muchachos de la nueva hornada que siguiendo el ejemplo de aquellos otros del Atletic, van en busca del éxito a la gramilla y lo consiguen.

Enfrentan a Hinojo Fútbol Club, formado de esta manera:

Azul Central: A. Coronel, A. Arce. A. López, J. Derbes, E. Marquestau, Matías Surce, Julián Bosch, Luis Cano, Manolo Derbes, Raúl López y N. Baldovinos. Suplentes, J. Penedo y N. Dorsano.

Hinojo: J. García, Bahs, J. Camiletti, E. Arrailea, N. Crosta, J. Arrigli, P. Lettieri, J. Balcanera, N. Desprat. M. Bennie (capitán), J. Manus y J. Calderón. Suplentes, N. Iguerra y J. Macalusse.

Debutan ganando los azuleños y continúan luego una serie de victorias. Más tarde otro conjunto de nombre Dublín se suma a los anteriores, sorprendiendo el Centenario de 1910 al fútbol azuleño en pleno ascenso, pues a los planteles que practican el viril deporte, se unen hombres nuevos, como los Caputi, Zone, Posse, Bavielo, Campos, Bernaschina, Louge, Polo, Sueldo, Sandroni, Dupuy y muchos otros que integraban los nuevos clubes azuleños de la segunda década del siglo [XX].

Hemos querido en esta breve crónica honrar la memoria de todos aquellos que desde fines del siglo pasado [XIX] y principios del actual [XX], contribuyeron con su entusiasmo y dinamismo a levantar y engrandecer el fútbol en Azul, que fueron muchos y buenos; desmintiendo lo que algunos aún suponen, que antes de 1910 el viril deporte sólo se practicaba en los potreros de esta "futbolera villa" de Azul y San Serapio Mártir.

[Referencias: artículo firmado con el seudónimo Peter Boy. Publicado en El Tiempo en las ediciones de los días 3, 4, 5, 7 y 8 de mayo de 1963. El título original es el que mencionamos en la volanta: "Recuerdos del fútbol de antaño que fue grande". Archivado en Hemeroteca JMO de Azul].

Epífrage del artículo original, de una foto semiborrada del año 1904: "Una nota gráfica [...] nos muestra en el field de Plaza Marte (más tarde Plaza Gral. Rivas), al primer equipo del Atletic Azuleño, con su camiseta negriblanca, su bandera que porta el director técnico y los representantes del team, señora Aquiles Pousegur, Mateo Boado y Arturo López Claro. Integraban el equipo: Frontini, Finé, Frers, Carús, Boaglio, Buchanan, Locature, Eduardo Zone, Alejo Surce, Florisch, Bosch, Palavecino, Pardo y otros que prestigiaron el fútbol azuleño de principios de siglo". FOTO EL TIEMPO/HEMEROTECA J.M. OYHANARTE


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