18 de junio de 2023

COMEDORES EN AZUL: UN PANORAMA QUE DUELE

COMEDORES EN AZUL: UN PANORAMA QUE DUELE . "Ha crecido muchísimo la demanda de alimentos"

Así lo afirmó Julia Rigo, vecina del barrio San Francisco que desde inicios de la pandemia brinda asistencia alimentaria a un grupo de familias y adultos mayores de ese sector de la ciudad. Lo dijo al ser consultada por EL TIEMPO sobre cuál ha sido el impacto de la crisis económica en comedores y merenderos comunitarios. También dialogaron con este diario Paula Vivas, Beto Hourcade, Sara Galeano y Verónica Crisafulli, referentes de diferentes espacios que realizan un trascendental aporte solidario en este contexto.

La profunda crisis económica que atraviesa el país se ve reflejada en diferentes aspectos de la vida diaria. El tratar de llegar a fin de mes se ha vuelto casi una odisea para gran parte de los trabajadores argentinos. "Sobra mucho mes para tan poco sueldo", asegura un empleado estatal mientras afina la lapicera haciendo números para intentar arrimarse al día 30.

Y sí para los laburantes el panorama es complicado, es fácil imaginarse la alarmante situación que deben enfrentar cotidianamente aquellos que dependen de una changa o de un trabajo informal. "Ya no se trata de poder comprarle las zapatillas al pibe para ir a la escuela; ahora el problema está en lograr hacer un mango para poder poner un plato de comida en la mesa", subraya un joven que desde hace tiempo está intentando insertarse en un mercado laboral que hasta el momento le viene siendo esquivo.

Los comedores y los merenderos comunitarios son espejos de una realidad que devuelve imágenes cada vez más dolorosas.

En Azul, en algunos casos, la cantidad de personas que recibe asistencia en estos lugares se ha mantenido, pero en otros ha crecido significativamente.

En este contexto, EL TIEMPO dialogó con los referentes de varios de estos espacios para tomar contacto directo con una realidad que lastima.


"Creció mucho la necesidad de alimentos"

En principio, Julia Rigo, una vecina que comenzó a desarrollar su actividad solidaria en el barrio San Francisco en los albores de la pandemia, destacó que "en mi zona ha crecido mucho en este último tiempo la necesidad de la gente".

"Ahora estoy trabajando mucho con la gente grande, que son los que creo más necesitan actualmente de nuestra ayuda. Los jóvenes salen y trabajan en lo que pueden, y a los chicos en la escuela les entregan una caja de mercadería, que tampoco es mucho pero ayuda. Mientras tanto los abuelos no reciben demasiada colaboración. Algunos tienen su jubilación, la cual les alcanza sólo para sobrevivir algunos días del mes", destacó.

Según explicó Rigo, por estos días está asistiendo alimentariamente a 12 adultos mayores. "Estoy muy enfocada en ellos. A siete les cocino todos los días, almuerzo y cena", contó la vecinal del San Francisco, quien luego acotó que, además, "sigo repartiendo las vianditas. Lo hago yo porque es toda gente de mi barrio. No me extiendo mucho no porque no quiera sino porque no llego con los horarios". "A los abuelos también les preparo bolsitas de mercadería que sigo juntando a través de donaciones de la gente que me da una mano. Muchos compran alimentos y me los traen; sino saco de mi bolsillo y compro. Son bolsitas con 10 o 12 artículos aproximadamente como para que tiren toda la semana", comentó Julia Rigo, para luego resaltar que "realmente

sí ha crecido mucho la demanda, sobre todo después del día 15 de cada mes. A partir de ahí me escribe mucha gente pidiéndome mercadería o para preguntarme si estoy entregando viandas". También dijo que "el tema de los comedores y los merenderos ha crecido bastante y se han extendido por muchísimos barrios de la ciudad. Eso ayuda para paliar un poco la situación". Finalmente, Julia Rigo reiteró que "ha crecido mucho la necesidad de alimentos. Antes por ahí la gente venía a pedirte una mano del día 20 o del 25 en adelante, hasta que cobraban, pero hoy se adelantó muchísimo esa situación".


"Para nosotros la demanda sigue siendo exactamente la misma. Tenemos de 38 a 40 niños, y a veces llegamos a 50. Con eso es lo que trabajamos los sábados", comentó Paula Vivas, del comedor Juan Pablo II. En la foto se observa el estado edilicio. NICOLÁS MURCIA

"Falta contención"

Por su parte, Sara Galeano, referente del comedor Luz y Esperanza, ubicado en Tapalqué Norte 117 -entre De Las Cautivas y Escalada- del barrio Villa Suiza, señaló que "para nosotros la demanda no ha aumentado. Seguimos con la misma cantidad de chicos, más o menos 35. Lo que sí fueron rotando, porque muchos ya se hicieron grandes. Hace 11 años que estamos con este proyecto". "Ahora tenemos niños de 2 a 15 años, siempre y cuando tengan una buena conducta y que sean respetuosos", apuntó Galeano.

Asimismo consideró que "yo creo que falta contención hacia los chicos y nosotros arrancamos por eso".

"Desde hace dos años tenemos un predio, al que queremos ampliar, y en su momento nos preguntamos: ¿Qué podemos hacer? Ya habíamos hecho fútbol, pero queríamos algo diferente. Así fue que se me ocurrió empezar con hockey para chicos de 6 a 14 años", explicó al dar a conocer otro de los proyectos que se desarrollan en el comedor.

En idéntico contexto Sara Galeano describió que "cuando arrancamos no teníamos nada, ni siquiera palos ni bochas. Es más, el predio estaba abierto y nosotros lo cercamos con planchas. Ahora estamos tratando de hacer los arcos. Empezamos con seis nenas y ahora hay 27 en total. Ya han firmado en la Liga, están jugando amistosos y entrenan todos los días, menos los viernes y domingos, porque los sábados suele haber partidos".

Al retomar el hilo de la actividad en el comedor Luz y Esperanza, la vecina de Villa Suiza informó que "la comida la estamos preparando los días sábados y nos enfocamos en gente que realmente lo necesita mucho". "No tenemos para todos, pero a quienes más lo precisan se lo alcanzamos. No creo que sea mayor la demanda, a pesar de que las cosas están aumentando muchísimo. De todas maneras, yo me enfoco más en la contención, que es lo que más necesitan los chicos", opinó Galeano. Y agradeció "a la comunidad de Azul, porque gracias a ella estamos saliendo adelante con todo lo que es hockey: conseguimos los palos, pudimos hacer primero las camisetas y después todo el equipo para las chicas".


Según dijo Sara Galeano, del Comedor Luz y Esperanza: "Seguimos con la misma cantidad de chicos, más o menos 35. Lo que sí fueron rotando, porque muchos ya se hicieron grandes. Hace 11 años que estamos con este proyecto".

"Es real que hay más necesidad, porque la plata no alcanza"

Por otro lado, Paula Vivas, quien está al frente del comedor Juan Pablo II, también del barrio San Francisco -ubicado precisamente en Calle 98 y Falucho- sostuvo que "para nosotros la demanda sigue siendo exactamente la misma. Tenemos de 38 a 40 niños, y a veces llegamos a 50. Con eso es lo que trabajamos los sábados". Pero además, mencionó, "tenemos todo lo que es la comida de los nenes y se ayuda con viandas a familias con niños".

Este espacio funciona desde hace 13 años. "Nosotros estamos en un contexto donde Dios nos mandó. Siempre digo que es un alma, es una vida, es una historia. Hoy por hoy estamos viendo situaciones donde hay mucho consumo y tenemos que ayudar a esas mamás. Trabajamos mucho también desde ese lado, siempre desde el silencio", expresó Vivas.

"Hemos asistido un montón de mujeres y realmente soy súper agradecida de que nos elijan para contarnos sus historias y ver ¿qué se puede hacer? Creo que hoy la vida está muy desvalorada y es como que da todo lo mismo. Por eso es que cuando a otra persona le decís 'tu vida vale', 'vos vales', surgen un montón de cosas buenas y las ganas de salir adelante", afirmó.

Igualmente Vivas dio a conocer que "yo me estoy alejando un poco del comedor porque hay un equipo maravilloso. Es un trabajo mancomunado. Ahora estamos con un proyecto grande que es el de restaurar el techo. Tenemos que conseguir rollos de aislante de cinco centímetros para hacerlo. Si alguien puede colaborar que pase por la sede del comedor. Para nosotros es hermoso recibir a los nenes con la casa linda".

En la misma línea, la referente del comedor Juan Pablo II dejó en claro que la ayuda que reciben de parte de muchos vecinos y de instituciones de la comunidad -como los padrinos del lugar, la agrupación "Quijotes del Camino"- "es invalorable".


EL TIEMPO consultó a referentes de comedores y merenderos comunitarios para saber qué impacto ha tenido la crisis económica actual en este tipo de espacios. En la foto, ayer, Paula Vivas, del comedor Juan Pablo II. NICOLÁS MURCIA

"Somos un comedor, es un espacio que no tiene ninguna bandera política y que sólo trabaja para Dios, quien a veces está como descartado de la sociedad. La iglesia está tan mal vista y -sin embargo- uno lo poco que hace lo hace desde ese lugar", advirtió Vivas. Y agregó: "La iglesia somos todos y por ahí eso no lo estamos sabiendo".

"Ha sido un año difícil para todos. Las cosas están muy caras. De parte del área de Desarrollo Social del Municipio, a cargo de Carlos Peralta, siempre se nos ayudó a los comedores con carne picada, verduras y otros alimentos. Además está la leche que nos entregan desde la Cooperativa Eléctrica. Tenemos un donante de huevos -yo le digo Don Huevero, pero se llama Jorge y es un genio-, y un frutero que nos brindan una gran colaboración. Somos unos agradecidos en ese sentido", declaró.

Al hacer alusión a la situación que atraviesan las familias de los niños que asisten al comedor Vivas manifestó que "es un trabajo arduo, porque hay nenes con mucha violencia y por eso tratamos de estar presentes. Es muy importante que sepan que son alguien, que su vida vale y que la droga no está buena".

"Hablo mucho de la droga porque hay un montón de casos de nenes con sus mamás adictas, y duele mucho eso. Ojalá tuviese un lugar para que vivan en mi casa. De ser así, habría varias camitas y los tendría conmigo", aseveró.

Paula Vivas dejó en claro que su leitmotiv es: "Nada me voy a llevar, sólo voy a dejar huellas".

"La vida es esto. Es no vendarnos los ojos y ver que al lado hay otra persona que la está pasando mal. Quizás yo vengo a mi casa y está recalentito; o ahora, que estoy haciendo un pastel de papas y no sé cuántos nenes tienen para comer. Eso es lo que me remarca un montón. Ayudamos a mucha gente que nos llama o nos envía mensajes. No soy de hacer un cuestionario, porque creo que Dios me los mandó por y para algo. Por esa razón es que se ayuda en todo lo que se pueda, pero se trabaja muchísimo más. Es real que hay más necesidad, porque la plata no está alcanzando", finalizó.

"La situación es de mucha más necesidad que en otros tiempos"

Otro de los que habló con este diario fue, Beto Hourcade, del Comedor Magalí (calles Tandil y Rauch).

Ante la consulta de EL TIEMPO, respondió que "la situación no sólo se incrementó en lo que es la asistencia a los niños sino que también agregamos al grupo familiar durante todas las veces que cocinamos aquí".

"Hoy en día tenemos unas 20 familias directas que vienen a retirar las viandas. Son aproximadamente unas 100 personas, entre niños, adultos y abuelos. Pero a eso hay que sumarle a todos aquellos que vienen a buscar alimentos", observó.

A su vez, Hourcade marcó que "es lamentable pero real. La peleamos diariamente porque a este espacio de solidaridad lo sostienen las personas, las instituciones y las empresas que ven la real necesidad de la gente. Nunca, en nueve años de labor, recibimos ayuda de algún organismo municipal, provincial o nacional. Al comedor sólo lo sostienen los que sienten". "La situación es de mucha más necesidad que en otros tiempos. La gente no llega a cubrir los dos platos del día. Es una triste realidad. Como siempre, tratamos de dar una mano, de estar y acompañar a tantas familias que realmente lo necesitan. El resto es decoración", cerró.


"La situación es de mucha más necesidad que en otros tiempos. La gente

"Las familias a las que asistimos aumentaron en último tiempo"

Verónica Crisafulli, del Merendero Pan del Cielo (sito en Rauch 0521), también fue consultada por este medio. "Las familias a las que asistimos son 15, aumentaron en dos en este último tiempo. Además seguimos ayudando con ropa de invierno y calzado. Actualmente estamos a la espera de frazadas", reflejó en el inicio de la charla.

Y prosiguió: "En cuanto a la alimentación, los chicos reciben en las instituciones educativas la caja que llega del Gobierno Provincial a través del Consejo Escolar".

"La caja se ha ido reduciendo en cuanto a la cantidad de alimentos en comparación con la del año pasado. Inclusive me han comentado que antes venían más cajas de leche y ahora vienen solo bolsitas más pequeñas", remarcó Crisafulli.

A lo anteriormente mencionado agregó: "También podemos decir que es una alimentación deficiente porque nunca pueden recibir lo que el cuerpo necesita para el crecimiento, como las vitaminas que aportan las frutas y las verduras, o las proteínas de las carnes".

En lo que respecta al merendero que tiene a su cargo especificó que "se ha reducido la cantidad de donaciones que teníamos anteriormente, tanto en lo que se refiere a alimentos como así también a ropa y calzado".

"Vamos a cumplir ocho años desde que abrimos las puertas del merendero -recordó Crisafulli- y actualmente notamos que en cada familia se aprovecha más todo lo que sea para los hijos, porque los chicos van recibiendo, obviamente usado, lo que van donando distintas personas. Y en los momentos de crisis económicas -como el que atravesamos hoy en día- la gente usa hasta al máximo cada prenda y calzado".

"Otra cuestión que vemos actualmente -a diferencia de los primeros años del merendero- es que ahora van más mamás y abuelas. O sea, no solamente son los más de 30 chicos que asisten habitualmente sino que se han sumado alrededor de 10 adultos", concluyó.

"Para nosotros la demanda sigue siendo exactamente la misma. Tenemos de 38 a 40 niños, y a veces llegamos a 50. Con eso es lo que trabajamos los sábados", comentó Paula Vivas, del comedor Juan Pablo II. En la foto se observa el estado edilicio. NICOLÁS MURCIA


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