VIAJA POR PUEBLOS BONAERENSES Y LO DIFUNDE EN REDES SOCIALES

VIAJA POR PUEBLOS BONAERENSES Y LO DIFUNDE EN REDES SOCIALES

Iván Engels: un influencer que le roba al olvido historias y paisajes

Hace apenas un par de años, cuando se sabía bastante menos acerca del algoritmo de Facebook, algunos usuarios de esa red social -que rápidamente nos identifica y advierte nuestras afinidades con la pampa húmeda, con su estilo de vida y sus riquezas- recibimos la sugerencia de visitar una página: Viajando por los pueblos de Buenos Aires. Iván Engels es el creador de ese espacio virtual que superó los cien mil seguidores. Desde allí invita a recorrer, a través de fotografías que él mismo capta y relatos de su autoría, el interior más profundo de nuestra provincia.

17 de enero de 2021

Por Adriana Abadie | Especial para EL TIEMPO

La riqueza de Viajando por los pueblos de Buenos Aires reside en un minucioso y sentido relato de las vivencias que registra, de los datos y experiencias que recoge en cada lugar que visita. Testimonios de los habitantes, características distintivas de la localidad o el paraje, singulares sucesos del pasado o curiosidades del presente alternan con descripciones de la naturaleza, de un paisaje panorámico o de los detalles minuciosos que registra en momentos clave, como una tormenta, la caída del sol o la geometría de un grupo de gaviotas siguiendo el trazado de una máquina cosechadora.

Seguramente no imaginó, allá por septiembre del 2015 cuando tuvo esa iniciativa, que llegaría a contar hoy con 119.200 seguidores. Mantener la vigencia y crecer, en una red donde la oferta es amplísima y diversificada, en su caso no es producto de la casualidad ni de la suerte. Porque el sitio no se trata de un compendio azaroso de fotografías. Cada uno de sus posteos refleja un doble juego: por un lado, la presentación de un espacio geográfico determinado; por el otro, un eslabón que da sentido y unidad a todo su trabajo.

El origen de esta cruzada tiene que ver con el trabajo de Iván, en una empresa que se encarga de proveer telefonía a esos sitios remotos, "pueblos olvidados por la clausura del ferrocarril o caminos prácticamente intransitables -define él mismo en la presentación del sitio en Facebook- que generan un mayor aislamiento de estos pueblos".

Descubrir el trabajo de Iván y seguirlo representa una enorme alegría para quienes buscan conocer lugares que a menudo son ignorados por el mundo frenético que se vive en las grandes ciudades. También es un deleite indescriptible la otra posibilidad que ofrece: revisitar sitios conocidos en un antaño que habla de distancias temporales y de cercanías afectivas.

Días pasados Iván Engels estuvo de visita en Colonia Nievas. Su paso por Lo de Pedro quedó registrado con imágenes y relatos que ya subió a su página de Facebook. Aprovechando esa cercanía, creímos oportuno hablar no sólo de su trabajo, sino fundamentalmente de la experiencia que en él viene dejando este abrevar de primera mano en el mundo rural bonaerense del siglo XXI.

-Quienes seguimos tu sitio en Facebook, Viajando por los pueblos de Buenos Aires, recibimos con mucho interés tanto las fotos e historias que publicas, como la manera en que crecen sus seguidores. ¿Alguna vez imaginaste que serías una suerte de influencer de la vida rural bonaerense, cuando nadie usaba esa denominación? ¿Qué significa para vos haber llegado a esto?

- Nunca pensé llegar a tantos seguidores. Principalmente en el 2015 lo cree para que la familia vea en este grupo fotos exclusivas de mis viajes, pero ellos empezaron a invitar a otras personas y así se fueron sumando muchísimos más. Es muy gratificante para mí tener tantos seguidores, pero no a nivel de "orgullo", sino porque veo que hay mucha gente que le pone interés en conocer estos lugares.

- ¿Cuál fue la motivación inicial que te llevó a indagar y conocer lugares y gente de la pampa húmeda profunda? ¿Tenías de chico relaciones con el mundo rural? ¿Coincide el panorama que te encontraste con la imagen que previamente te habías hecho?

- Disfrutaba mucho, de chico, salir a la ruta con mi familia y mirar esas casitas que se veían en el horizonte, bien chiquitas desde la ruta; o esos caminos de tierra que se internaban en el campo, e imaginaba qué habría más allá de eso. Hace 10 años gracias a mi trabajo tuve la posibilidad de empezar a internarme en esos caminos que me apasionaban de chico y poder descubrir qué había más allá de ellos. Llegar a esos pueblos tan aislados, algunos fantasmas, sin población; otros, con solo un habitante. Hoy ejerzo mi profesión con muchas ganas, combino mi pasión de explorar estos lugares con mi hobby de fotógrafo. Mis aventuras arrancan desde la ciudad de Quilmes y me acompañan los testigos de mis viajes que nunca faltan: el mate, la cámara y alfajores Capitán del Espacio.

- ¿Con qué medios de transporte llegás a los pueblos? ¿Automóvil, camioneta, moto...? Según se trate del lugar de destino o el camino, ¿tenés que hacer diferentes opciones?

-Hace cinco años que me traslado con una simple Surán. Nunca me dejó; desde que la tengo le hice casi 300.000 km. Sólo una vez me quedé en el barro pero a los 5 minutos apareció el mismo gaucho que aconsejó ese camino y me ayudó. Hay veces que los caminos se complican por el barro, o busco otro alternativo o tomo coraje y me sumerjo en una aventura de adrenalina.

- ¿Es la pampa bonaerense un solo paisaje, una misma historia que replica en cada población rural... o hay muchas maneras de entender y vivir esos espacios? Dicho de otro modo: ¿es un pueblo igual a todos? ¿O cada uno tiene su identidad y problemática propias?

- La mayoría son muy similares en arquitectura y la gente es amable en todos, pero cada pueblo tiene sus propios colores, olores y horizonte de amaneceres y anocheceres. El canto de diferentes aves de la zona, montes, sierras, lagos, pastura y plantas que le dan aroma al aire, ríos y la soledad le dan ese toque típico a estos lugares.

- ¿Tu recorrido se limita sólo a la provincia de Buenos Aires o has pensado ampliar la experiencia a otros sitios del país?

-Por temas laborales sólo recorro Buenos Aires, aunque también recorrí pueblos de diferentes provincias de las cuales me traje historias, pero no las pongo en el grupo porque una de las reglas del mismo es que sólo se deben poner fotos de Buenos Aires. Mi objetivo principal es llegar a todos los rincones de nuestra provincia.

- Del comienzo de tu registro a la fecha, ¿en qué ha cambiado -si es que cambió- tu visión del mundo rural en la provincia? ¿Crees que es sólo una fórmula que sobrevive del pasado, o existe alguna posibilidad de reflotar estas poblaciones y encontrar en ellas algún proyecto de vida comunitaria, modelo siglo XXI? Si tenés ejemplos de algunos pueblos que le encuentren la vuelta a estos tiempos, sería muy bueno escuchar tu testimonio.

-Sabía que llegaría la pregunta del millón. Cambió mucho mi visión y mi misión. Con cada viaje amo más estos lugares al mismo tiempo que aumentan mis ganas de vivir ahí. Yo no diría que es "una fórmula que sobrevive del pasado"; ahí hay mucha cultura, tradición y costumbres que se transmiten de generación en generación. Muchos de estos pueblos "murieron" por diferentes causas: clausura del ferrocarril, caminos de tierra muy extensos y complicados o por ser zonas inundables. A pesar de esto muchos siguieron adelante y hoy son un ejemplo de los que no pudieron reflotar y se fueron apagando de a poco. Muchos de los que hoy tienen poca población o son "pueblos fantasmas" se les complica resurgir por tener tantos kilómetros de tierra; la gente y los emprendedores buscan accesos de asfaltos y que no estén muy alejados de las grandes ciudades, pero sé que en ellos, si mueven un poco la tierra entre las cenizas, puede hacer una llama que los vuelva a encender. Hay muchos pueblos que son ejemplo para otros donde ves el sello que dice "sí se puede". Quizás me extienda un poco pero Larramendy y Belloq son dos pueblos para usar de modelos.

- De los '90 a la fecha hemos visto, con dolor y como parte de una muerte anunciada, de qué manera muchos pueblos y parajes se fueron apagando cuando dejó de llegar a ellos el ferrocarril. ¿Es ésta una razón que reconocen como el origen de su decadencia los que aún viven allí? ¿O es más complejo encontrar las razones? ¿Qué dicen ellos mismos sobre esta falta de recambio de población y generacional, en los pueblos y en la vida rural bonaerense?

- De mi parte, y coincidiendo con la gente de pueblo, gran parte de ellos fueron desapareciendo con la clausura del ferrocarril. Los primeros ramales se comenzaron a clausurar a fines de la década del 60. A fines de los 70 fue otro golpe más a los ferrocarriles y en los 90, como bien mencionás, fue el golpe final para estos pueblos; la gente se quedó sin trabajo, no tuvo cómo despachar las cosechas o los animales. "La gente joven se va en busca de estudios y trabajo, sólo quedamos los viejos" me cuentan los pocos que se resisten a abandonar estos pueblos.

- ¿Vos crees que sería posible reflotar la actividad en esos sitios si el tren llegara hasta allí? ¿Y qué hay de los caminos rurales? Contanos cómo viven y se comunican esos pobladores que todavía se atreven.

- Es paranoico pero, como digo siempre, lo mismo que hizo que estos pueblos nacieran, los mató. El ferrocarril fue y sigue siendo esencial para estos lugares. La mayoría fueron clausurados por temas políticos y gremiales, pero no me extiendo en estos puntos porque no me gusta hablar de estos temas. Los pocos pueblos que siguen moviendo la economía se manejan con camiones, autos o a dedo. Aunque los días de lluvia se paraliza la comunicación, cosa que no pasaría si a la mercadería la movieran en los trenes.

- ¿En qué estado suelen encontrarse las estaciones de trenes, los andenes, las casas que durante tantos años ocupaba el personal ferroviario? ¿Hay edificios que se han reconvertido en nuevas actividades, o mayormente están abandonados?

-La mayoría están usurpadas; a otras las tomaron los mismos dueños de los campos que cedieron el paso de las vías e ingreso del ferrocarril por sus campos; otras están en el medio de la nada abandonadas, saqueadas, sin techo. Algunos pueblos, sin importar la cantidad de población que tienen, las restauraron y les dan diversos usos: delegación, escuela, destacamento, museo o centro cultural.

- La gente que aún vive en el campo, ¿en líneas generales disfruta esa soledad o manifiestan que preferirían ver sus espacios con mayor desarrollo económico y social?

- La pregunta que les hago a ellos siempre es: ¿si te cambian un piso en pleno centro de CABA por tu rancho, aceptas? Su respuesta es simple y directa: "La paz y tranquilidad no se negocian" Ellos aman su tierra y mientras gocen de salud y trabajo, se quedan ahí.

- Desde las ciudades imaginamos hoy al campo como extensiones casi desiertas, cada vez con menos árboles y fauna, producto de lo que arrasan los agroquímicos. ¿Coincide con lo que vos ves cada vez que llegás a estos pueblos?

- Depende mucho de la zona que recorras. Hay tierras que no son cultivables o son de pastura mala, lo que dificulta su explotación. A ésas sí las podemos imaginar como muchos las imaginan, pero gran parte de la provincia está sembrada y con diferentes animales. Me cruzo con mucha fauna silvestre: víboras, lagartos, mulitas, zorros, liebres e infinidad de aves; cuanto más agreste es la zona, más fauna silvestre encontrás.

- Sabemos que tu tarea tiene que ver con la posibilidad de llevar telefonía y comunicación a los pueblos alejados de la ciudad. ¿Cómo vivís esas experiencias? ¿Seguís sosteniendo esos lazos sociales y humanos con la gente que vas conociendo? ¿Volvés a los mismos lugares, una vez que cumpliste con tu trabajo?

- Me sorprendió desde el primer día que salía al asfalto... perdón, a la tierra, en busca de estos lugares para instalar telefonía, la amabilidad de la gente, que supera a cualquier citadino. El apretón de mano es ley y lo tuve que evitar en cuarentena, ya que ellos te estiraban la mano para el saludo y algunos se ofendían al negar el apretón de mano. Ni hablar si te invitan a comer y no les aceptás. Recuerdo una vez llegando al mediodía al pueblo de Presidente Quintana, en el partido de Alberti: mientras yo trabajaba el gaucho me dice "a comer", como si fuera un miembro más de la familia; le dije "no es necesario", y ya con otra cara me dice "vamos, varón, que se enfría". Al entrar ya estaba mi plato servido y hasta el vaso de vino lleno, aunque el vino se lo tuve que rechazar. Cientos de historias más y obsequios recibidos. Desde el primer día que los conozco, ya forman parte de mi agenda como un amigo más.

- Otra cosa que imaginamos los que vivimos en la ciudad es que el campo tiene sus puntos de intercambio social y crecimiento, básicamente sostenidos en tres pilares: un club social y deportivo, un boliche-almacén de ramos generales, una escuela. Al menos, ésa era la fórmula hasta fines del siglo XX. ¿Sigue siendo una constante o eso también está en extinción?

- Es ley para ellos, terminada la jornada laboral, reunirse en clubes, pulperías o boliches a charlar de lo que sea, jugar una partida de naipes y por qué no una copita. Los jóvenes se juntan en las plazas a charlar y a tomar mate o una gaseosa. En mis viajes largos, donde hago noche en estos lugares para seguir al día siguiente, me sorprende salir a la calle a cenar y con el que te cruzás, te saluda. Poder sentarte en una plaza a las 12 de la noche a tomar un helado y ver los chicos jugando solos y las bicicletas tiradas en el piso sin candado, lo contás en la ciudad y cuesta creerlo.

- Así como los del campo te dicen tajantemente que no cambiarían su vida por un departamento lujoso en la ciudad de Buenos Aires, ¿te has preguntado y le has preguntado a la gente de la ciudad si se animaría a hacer el camino inverso? ¿Cuáles son las respuestas más significativas que te han dado?

-Hay muchísima gente que de la ciudad, se quiere ir a vivir al campo. Pero no es fácil vivir en el campo para quienes están acostumbrados a la ciudad: pensar que tenés caminos de tierra y que cuando llueve no podés salir o te tenés que embarrar; no tenés todo a la mano, como en la ciudad que en cinco minutos estás en una estación de servicio, en un hospital, en una escuela; en el campo hay que caminar, embarrarse... La misma gente del campo te dice que no es fácil estar.

- Además del encuentro virtual con tus seguidores, ¿no has pensado en escribir un libro, en sumar otros lectores con el formato tradicional en papel?

- Sí; ya desde el año pasado estoy escribiendo, tratando de volcar lo que vivo, lo que recorro y las historias de los pueblos, lo que la gente me cuenta de cómo vivió y cómo vive, el tema de los ferrocarriles y su clausura. Voy de a poco volcando todo eso en texto para que acompañe a una foto con la que busco sumergir a la gente en eso que yo vi, de manera tal que sienta que está en ese lugar. Mucha gente no tiene la posibilidad de viajar, por problemas de salud o económicos, por falta de movilidad o por su edad. Pero en los comentarios, muchos dicen que viajan con las fotos; para ellos es un cable a tierra mirar una foto y sentirse ahí. Y me siento orgulloso de que tantos puedan disfrutar a través de mis fotos, de darles una posibilidad. Pensaba en diciembre tener el libro editado, pero todo se complicó. Está en camino; con mi hermano estamos en los pasos finales de la corrección. Mi idea es que a mediados de este año pueda editarlo.

- Cinco años después de esta "cruzada" que emprendiste, tanto presencial como la réplica por las redes sociales, ¿en qué aspectos considerás que ha cambiado tu vida? ¿en qué cuestiones crees que podés haber modificado la vida de otra gente?

- ¡Tantas cosas me cambió y les cambié a la gente...! Por mi parte, al volver a mi ciudad añoro la paz y el trato de la gente. Yo vivo en la ciudad de Quilmes, que tiene unos 600.000 habitantes, así que imagínate lo que es para mí venir de pueblos de 100, 50, 20 ó 1 habitante. Por parte de la gente que está en el grupo, ellos cuando subo las fotos o relatos de pueblos se encuentran con su infancia, "mi pueblo", "donde vivía mi papá", "donde nací", "uhhh... ésa era mi casa", "Doña Chola, qué lindo verla bien"... cientos de estos comentarios. Gente que se ha encontrado en el grupo que eran familiares o vecinos, porque son pueblos tan chicos que no tienen difusión y no se encuentran fotos en internet. Para mí es una gran satisfacción. Son cosas que no tienen precio. Y quisiera cerrar con algo que digo siempre: no dejemos que estos pueblos desaparezcan, difundamos información de ellos, de su ubicación y sus fiestas tradicionales, porque "un pueblo no muere cuando se queda sin habitantes, muere cuando se lo olvida."

El que no y el que sí


Iglesia de Larramendy, abandonada en la inmensidad de la pampa.

Larramendy y Bellocq son dos pueblos que están a 80 km de distancia. Al llegar al primero se comienza a ver la iglesia solitaria, a su lado la escuela. En este pueblo no quedó nada ni nadie, sólo las ruinas de la iglesia con casi 100 años de abandono, la escuela, la estación y sus galpones. Estos campos fueron propiedad de la familia Bellocq. Lo más llamativo es una gran iglesia cuya torre se destaca desde lejos en ese paisaje, aunque en realidad son pocos quienes la ven por tratarse de un lugar muy poco visitado y desconocido. No hay otra cosa en Larramendy; nunca tuvo pueblo y no es sitio habitual de paso para ir hacia otra parte. María Larramendy, viuda de Bellocq, convenció a unos monjes para que emigraran desde otro país y se instalaran en sus tierras. Era su intención que los monjes hicieran misas en memoria de su marido y dieran clases en la escuela para los hijos de la gente de campo. Primeramente construyeron la iglesia en el pueblo Bellocq. Los monjes llegaron en 1914 y se fueron desilusionados en 1916. María Larramendy quiso repetir la experiencia, aunque ahora en sus campos del norte en el actual pueblo Larramendy. De esta forma hizo construir una iglesia y un anexo exactamente iguales a los de Bellocq. Los monjes estuvieron en Larramendy entre 1917 y 1924. Al marcharse, la iglesia y su anexo quedaron abandonados en medio del campo. No encontré por qué se marcharon también de este pueblo, pero calculo que fue por causas similares a las de Bellocq.

En ambos pueblos la clausura del ferrocarril fue el mismo año, pero algo más no resultó en Larramendy a diferencia de Bellocq, que la población actual es de 550 habitantes y sigue en ascenso. Iglesia y anexo, dos gotas de agua. Estando en Larramendy, desde lejos pude mirar e imaginar qué lindo hubiera sido verlo con casas y gente transitando sus calles.

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