ENFOQUE

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Las dos vidas de Elva Gratas Abot

El próximo 9 de enero a las 16 horas vamos a estar en la plaza de la ciudad para la primera Marcha del Orgullo en la historia de Azul. Mientras el sábado próximo se acerca, recordamos la experiencia de vida de Elva Gratas Abot.

4 de enero de 2021

Por Francisco Bariffi y Angie Ruiz

Tomada de la mano de su nieta, y con la facilidad de una gran narradora, Elva nos cuenta la historia de dos chicas que una mañana de 1956 se miraron por primera vez en el colectivo que las transportaba, entre muchas otras trabajadoras, a la planta de FANAZUL. La más joven, de 18 años, trabajaba en el laboratorio, y la mayor, de 22, lo hacía en la administración. Aunque el colectivo se dividía en tres secciones de asientos según los distintos tipos de trabajadoras, la chica de administración se esforzaba, mañana tras mañana, por sentarse más cerca de esa otra chica. Era cálida y tenía "mirada de niña", según escribió Elva en uno de sus poemas. Aunque entre ambas floreció una amistad resistente como los cardos violáceos que todavía delinean el camino hacia la fábrica de explosivos, no pasó mucho tiempo hasta que la chica de 22 renunció a esa vida para irse de la ciudad.

Después de pasar un par de años en Buenos Aires, y de convertirse en periodista, Elva se mudó a General Belgrano donde se casó con un hombre con quien lideró una imprenta y un diario. Su vida en la ciudad estaba ordenada con cuidado como los asientos en el transporte de Fanazul. Algunos cuerpos se erguían en trajes y cigarros asfixiantes, otros tapaban sus rodillas bajo largas faldas y tosían con fuerza. Las restricciones no eran algo desconocido para Elva. Sobre su infancia en Chillar recuerda un momento preciso: noches en que en su casa se oía hablar de una gran estrella. Ella era muy joven y quería conocerla. Pero su madre le decía que no. La hora en que la estrella iluminaba el cielo era demasiado tarde, eran noches frías y la chica debía dormir. Años después, en General Belgrano, el "no" se disfrazó de toda una positividad: éxito, una casa, tres hijas y una pareja reconocida por toda la sociedad del pueblo.

"Tuve una vida con María Luisa y otra sin ella"

Pero el recuerdo de su vieja amistad insistía. En una entrevista de 2010 para el diario El Popular de Olavarría, María Luisa Veltri, la chica de "mirada de niña" -quien fue docente y quien llegó a ser concejal de Azul por un partido socialista-, comentó que en un viaje a Mar del plata en los años 70 visitó a quien resultó ser la tía de Elva. Durante su estadía, la mujer le mostró el primer libro de poesía que su sobrina había publicado. Entre las páginas se encontraba el poema que Elva había escrito para María Luisa en los años 50. "Me volví a Azul rapidísimo", dijo ella en la entrevista: "Traté de conseguir su dirección, su teléfono. Le hablé, viajé enseguida a General Belgrano y ahí fue la gran explosión".

No se separaron desde entonces. En junio de 1976, después de una separación que la quebró social y emocionalmente -el divorcio no sería legal hasta 1987- y que la dejó con grandes dificultades económicas, Elva se mudó con sus tres hijas a Azul para vivir con María Luisa. Fue entonces que empezó esa otra vida a la que se refiere. "Tuve una vida con María Luisa y otra sin ella", dice. Cuando regresó a Azul se sentía vencida. Tenía que enfrentarse al desafío de empezar de nuevo a los 42 años. Recuerda que antes de llegar, María Luisa le entregó las llaves de su "Fitito" y le dijo: "Señora, su ciudad la está esperando". "Yo resurgí a través de ella", dice Elva.

No sin miedo lograron construir el primer hogar LGBT+ del que se sepa en Azul. Eran años en que la policía -apoyada por la junta militar- tenía la potestad de dictar normas y de perseguir a quienes las incumplieran. El edicto 2°H era utilizado para detener a personas que "escandalizasen" la vía pública, es decir, que se exhibieran por la calle con ropas asignadas a otro género, que mantuviera cercanía sospechosa con alguien de su mismo sexo o que, siendo un "invertido" -como la madre de Elva se refería a las personas homosexuales-, estuviese acompañado de alguien menor de edad. Sobre todo en las grandes ciudades, las personas detenidas eran llevadas a comisarías, multadas y, en algunos casos, hasta se comunicaba a las familias sobre la vergüenza que manchaba su apellido.

"Ustedes son el futuro"

En las calles de Azul las miradas se desviaban y se escuchaban preguntas. ¿Eran primas? ¿Eran hermanas? Por mucho tiempo, si le preguntaban, Elva respondía con ambigüedad que eran "familia". A veces la gente no la saludaba en la calle. A veces las compañeras de trabajo se alejaban si ella se acercaba demasiado. Y, en general, no era fácil hacer amistades. Pero, con el apoyo de sus 3 hijas, de algunas amigas y de su gran compañera, ella persistió. Trabajó como periodista en el diario Pregón, en EL TIEMPO y en la radio de Azul, colaboró con distintas revistas, y, además de seguir publicando libros de poesía, relatos y hasta una novela, llegó también a fundar su propia editorial, Ediciones Luel -"Lu" por Luisa y "El" por Elva-. "Amábamos Azul", dice la escritora, "pero Azul nos dolía".

Con el pasar de los años, Azul se convirtió en un lugar un poco menos hostil, o, al menos, en una ciudad en que legalmente comenzaron a regir otros derechos, como en el resto del país. En 2010, cuando salió la Ley de matrimonio igualitario, las dos chicas de FANAZUL -con 71 y 76 años- se convirtieron en el primer matrimonio LGBT+ de Azul y en el séptimo en todo el país. La foto del civil fue tapa de este diario. Estuvieron juntas durante 34 años, hasta ese mismo 2010, en que, meses más tarde, la chica de la "mirada de niña" falleció por una fibrosis pulmonar.

Diez años pasaron de eso y, a lo largo de la conversación, además de pedirle a su nieta que rellenase nuestros vasos de agua y de ofrecernos caramelos de miel, Elva insiste en que ella ya ha vivido. "Yo soy el pasado", dice, "pero ustedes son el futuro". Su nombre brotó en nuestras mentes en una de las asambleas que llevamos a cabo entre las muchas personas que organizamos la primera marcha del orgullo en la historia de Azul. "Contenta es una palabra muy suave", nos dice cuando le preguntamos cómo se sentía cuando supo que se haría la marcha. "Exultante, diría. ¡Por fin, Azul, por fin te vas a despertar!"

"¡Hay que hacer mucho barullo!"

En 2017, Elva, junto a otras mujeres azuleñas como la doctora María del Carmen Ruiz, recibió el premio Silvina Grierson por sus contribuciones al periodismo local y por una militancia que incluyó proyectos para defender a la comunidad trans y para promover el matrimonio igualitario, entre otros. En su discurso de agradecimiento, la premiada se refirió a cómo "tenemos que aceptarnos y cuidarnos entre todos". "Mi lucha pasó", dijo Elva en su discurso, "y el legado de esa lucha es para esta comisión que se formó en Azul de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales".

Antes de despedirnos, Elva nos desea suerte. Nos pide que la marcha no sólo sea este 9 de enero sino todos los años próximos. "¡Seamos los que seamos!", dice sonriente, "¡Hay que hacer mucho barullo!" Su sonrisa, como la mirada de María Luisa, también tiene algo de niña. Hace más de ochenta años, esa nena de apenas cinco que quería salir a la noche y ver esa gran estrella que iluminaba lo oscurecido fue sorprendida. Era invierno, alguien entró en su habitación a escondidas, la envolvió en una manta y la sacó de la casa para que pudiera ver el Lucero. Según Elva, el gesto de su padre -quien murió poco después- le enseñó muchas cosas sin que hiciera falta decir una sola palabra.

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