Escribe: Francisco Bariffi.

A las dos de la mañana del sábado 26 de octubre, un día antes de que nuestro nuevo presidente fuera electo, decenas de chicas y chicos de más de 18 años se bajaron en la estación de tren para participar de los comicios del día siguiente. Las razones por las que dos meses más tarde regresaron a Azul fueron distintas, pero su viaje fue el mismo. Desde la ciudad a la que se mudaron en busca de una carrera universitaria o de mejores posibilidades de trabajo hasta el lugar adonde crecieron, para pasar las fiestas o el verano entero. Ya sea en tren desde Buenos Aires, o en colectivo desde lugares como La Plata o Tandil, hay momentos en que los jóvenes regresan particularmente a su pueblo.

Si se mira atentamente durante las tardes, puede avistárselos bebiendo de los mates del parque, trotando por sus caminos. Tomando cerveza en el balneario o reposando en las piletas de las quintas en los alrededores de la ciudad. En las noches, en cambio, se los puede ver sobrevolando las nuevas cervecerías y las fiestas que desde hace años se esconden entre esas mismas quintas. En esas noches los jóvenes se reencuentran con conocidos y viejas diversiones. Compañeros de secundario a los que les perdieron el rastro y escenarios de la adolescencia como “El Pozo” (ese punto de Alvear entre Federación y Mesura del que todos sabemos). No siempre les es grato aterrizar en él. A veces notan que generaciones desconocidas y apichonadas comienzan a revolotear por la zona, ocupando un lugar que antes les pertenecía.

De forma similar, cuando las golondrinas emprenden sus viajes a otros lugares en los que pasar el verano suelen buscar los nidos que habitaron meses atrás. Pero no siempre los encuentran iguales a cómo los dejaron. A veces los nidos desaparecen, otras es necesario repararlos con nuevos pastos y barro. Al regresar a Azul, muchos de estos jóvenes encuentran cambios en sus antiguos hogares también. Los asuntos y formas de vida de sus familiares pueden desconocerse u olvidarse. Su nueva perspectiva les permite extrañar lo que antes era familiar; contrastar el silencio que fue sustituido por el nuevo ruido de las grandes ciudades.

Antes de las mesas de examen de febrero, el inicio de las clases en marzo (y mucho antes para quienes trabajan además de estudiar), estos jóvenes van a emprender su viaje de vuelta. En tren hacia Buenos Aires, o en colectivo hacia lugares como La Plata o Tandil. Algunos van a estar dirigiéndose a un lugar en el que todavía se sienten extraños, otros a sus nuevas casas, y otros, simplemente, a una de las dos ciudades entre las que se acostumbraron a vivir.

Bastará con mirar al cielo para ver los preparativos del vuelo. Como escribe Alfonsina Storni en uno de sus poemas: ¡Las dulces golondrinas que en invierno se van / dejan el nido abandonado y solo / para cruzar el mar!

Antes de las mesas de examen de febrero, el inicio de las clases en marzo (y mucho antes para quienes trabajan además de estudiar), estos jóvenes van a emprender su viaje de vuelta. ANGIE DÍAZ JACQUOT