En la oportunidad la directora del Museo, Sandra Adam, estuvo a cargo de la presentación del orador: Lic. en psicología (UBA), psicoanalista, profesor universitario, e investigador de la historia de la psicología en Luján. En esa ciudad, es miembro de la Comisión de Amigos del Museo de Luján e integrante de la Junta Municipal de Estudios Históricos.

El expositor comenzó describiendo cómo la dedicación a su árbol genealógico familiar lo trajo hasta Azul para hablar de su tío bisabuelo. Rosa Viterbo Ávila nació el 4 de septiembre de 1869, a los pocos días, -el 17 del mismo mes-, fue registrado en el primer Censo Nacional, y al año siguiente es bautizado en el tercero de los templos de Nuestra Señora del Rosario.

Al hablar de su tío bisabuelo y esposa, llamándolos por los apodos familiares: Tío Roso y Tía Rosita (Rosa Dorotea Corte de Ávila); se generó un clima muy distendido que dio lugar a la participación del público asistente.

A continuación el expositor desplegó las relaciones familiares de Rosa Ávila que hunden sus raíces hasta alcanzar a los primeros pobladores. Sus abuelos maternos fueron el soldado Ramón Rocha y Gregoria Rodríguez, cuyo cuadro en el museo es el único retrato de una mujer, que junto a su esposo habitaron en el Fuerte San Serapio Mártir.

Susana Uriarte de Louge, conocedora de la genealogía azuleña, comentó el origen militar del padre de Ramón Rocha y los nexos ancestrales de Gregoria Rodríguez que la unen a la antiquísima Villa de Luján. Muchos de los familiares de Rosa Ávila, como su hermano Pacomio, su cuñado Enrique Corte, las familias Garro, Ferrón, Collongués y Rotgé, pueden encontrarse en “Historia del Antiguo Pago del Azul” de Alberto Sarramone.

La disertación prosiguió con la actuación de Rosa Ávila en Sociedad Rural desde 1901 a 1917, destacando que por su iniciativa se crea el premio: “Concurso de Animales Gordos”; una categoría de vacunos que prosigue vigente hoy día.

En calidad de rematador inició su actividad el 9 de julio de 1899 con la firma Ávila Usoz sita en la antigua calle Alsina 181; hasta su mudanza el 29 de octubre de 1906 a la esquina de la propiedad que hizo construir en Burgos y Bolívar con la denominación de Ávila y Cía. La planta alta era el domicilio particular y en la planta baja, donde hoy funciona un concurrido bar y restaurante, se puede apreciar su elegante entrada conservada desde entonces, los revestimientos originales de madera sobre sus paredes y el elegante cielo raso de madera entramada que habla del gusto refinado de su constructor y primer dueño.

Las extraordinarias ventas de animales de su casa de remates encuentra eco en la célebre revista Caras y Caretas, que elogia a la firma rematadora de Ávila por haber obtenido el valor de 100 pesos por cabeza de novillos gordos, “el precio más alto obtenido durante el corriente año en ese mercado”. En otra nota periodística -recordó el orador- puede leerse: “en 45 días venderemos 37.500 vacunos y 90.000 lanares”. Cifras envidiables para cualquier rematador actual.

La prosperidad de la firma rematadora, le permite a Rosa Ávila adquirir un automóvil el segundo del Azul, con el que se paseaba por la ciudad y alrededores junto a sus amistades entre las que se cuenta a Alejo Tinao Planes; un joven azuleño que luego será considerado un precursor de la aviación nacional argentina.

La intensa vida de Rosa Ávila se apagó a sus 57 años. Al cumplirse dos años de su muerte se publica un artículo en conmemoración de Don Roso: “Espíritu inquieto, unía a su temperamento extremadamente risueño la intuición y viveza de concepción que lo hacían en los contrapuntos del dicho, la atracción sobre el cual habían de converger todos los relatos, todas las anécdotas”.

A juicio de su sobrino bisnieto, estos rasgos de su personalidad han sido resaltados por un periodista local que escribió durante los años cuarenta firmando con los seudónimos de El Hombre de la calle y Catriel. La serie de notas de El Ciudadano tituladas “Cuadraditos”, incluyen relatos costumbristas que ocasionalmente tienen a Don Roso por protagonista.

En ellas, se lo presenta como hombre que ha sabido vivir, que ha disfrutado la vida, siendo decidor y bromista. De esta manera, Luis concluye modificando el titulo de su presentación: “Rosa Ávila, un criollo de estirpe azuleña y espíritu risueño”.

Luego de finalizada la exposición llegó el momento más emotivo de la velada. La señora Hebe Parmigiani de Hidalgo de Hidalgo, que había escuchado atentamente todo el relato, se puso de pie y comunicó al sobrino de Rosa Ávila que ha decidió donar unos gemelos de su tío bisabuelo para que permanezcan junto al resto de pertenencias de Rosa Ávila que el Museo exhibió en una vitrina dispuesta especialmente para tal fin.