Por Sofía Berlingieri (*)

Siento que me caracteriza un intenso placer y necesidad por apreciar la belleza en general. Puedo pasar horas analizando y memorizando los detalles de una estructura, de un paisaje, de un momento, de una persona. Ni hablar de los sentimientos y emociones. Las reacciones humanas y las distintas personalidades, tanto las ajenas como las propias. Lo considero un pasatiempo, y lo mejor de todo es que puedo hacerlo en cualquier parte, cuando sea. Me rodea un mundo de personas que se caracterizan por ser únicas en sus aspectos y formas de ser. Uno de los tantos regalos que me ha otorgado la Ciudad de Buenos Aires es la gran variedad visible de personajes que se pueden encontrar tan sólo en la calle. Para mí es fascinante. Y esto no tiene nada que ver con que nací en un pueblo. Soy de la ciudad de Azul, aunque prefiero introducirla como "pueblo". Porque somos eso.

Queridos azuleños, si están leyendo esto, que lo dudo, espero que no les moleste mi manera de referirme a nuestra ciudad, pero ya que estoy siendo honesta, seámoslo todos. No hay azuleño que no se refiera a Azul como un pueblo. Es más, a muchos nos encanta el lyric "pueblo chico, infierno grande"; y la verdad es que no hay mejor frase para definir a Azul. Gracias totales a Gustavo Adrián Cerati por su magnífica habilidad como compositor.

Lo que pasa con lugares como Azul es que es muy sencillo distinguir los distintos "grupos sociales", por decirlo de una forma.

Existe un set de estereotipos que se cumplen dentro de esos grupos, y se repiten como patrones interminables.

Se puede transitar distintos tipos grupos, yo lo hice, pero una vez que te encontras con "tu gente", te quedas ahí.

Esa sensación de refugio que uno encuentra en sus amigos es la única razón por la cual uno pierde la necesidad de seguir perdiendo el tiempo con otras personas.

Esa fue mi experiencia. Y aunque no me arrepiento del trayecto, siempre me pregunto cómo sería yo si hubiese encontrado a mis amigos actuales antes. Súper distinta, eso seguro.

En cambio, en grandes ciudades, como lo es mi hermoso Buenos Aires, si bien las reglas son las mismas el ambiente se siente mucho más acogedor y abierto a la diversidad, menos prejuicioso. Hasta el momento, sólo me he topado con personas agradables y predispuestas a la inclusión de las distintas personalidades.

Tal vez debería dejarles una nota antes del primer capítulo; pero si no lo hago, este es el aviso.

Este proyecto nació de una necesidad de hacer catarsis y expresar mis pensamientos de forma libre, y cuando hablo de las cosas que me gustan o que tienen algún mínimo gramo de importancia para mí tiendo a descarrilarme e irme por las ramas.

Por lo tanto, les pido que me tengan paciencia. Desde ya, muchas gracias.

(*) La autora de este relato es oriunda de Azul y estudia Comunicación Social en la UCES, con sede en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En este 2022 comenzará a cursar el segundo año de esa carrera.