Por Juan José Zurro - Especial para EL TIEMPO

En septiembre de 1968 el boxeador campeón sudamericano peso pesado Oscar "Ringo" Bonavena visitó Azul para realizar una exhibición de boxeo, con motivo de la reinauguración del gimnasio del club Alumni Azuleño. Llegó a esta ciudad el viernes 20 en el avión de Crónica, junto con el famoso piloto Miguel Fitzgerald, su mánager Héctor Nesci, un cronista y un fotógrafo del diario.

Impecablemente vestido, con saco negro y corbato al tono, Bonavena descendió del avión con habano en mano, fue recibido por dirigentes de la institución y numerosos hinchas, en su mayoría chicos. Aprovechó la situación para posar junto al avión para una foto.

"Bona", para ese entonces, pasaba por un gran momento no solo profesional, sino personal, ya que al nacimiento de su hijo "Oscarcito" Natalio se le sumaba una serie de importantes triunfos ante Lee Carr, Roberto Dávila, Zora Folley y Leotis Martins, todos en el Luna Park.

Debido a su muy buena relación con Avenamar Peralta y su entrenador Octavio Andrada, Bonavena aceptó la invitación para venir sin dinero de por medio. Se dio el gusto de visitar el diario El Tiempo, donde se interesó por todo el proceso de elaboración del diario, ya que siendo chico había trabajado en una imprenta. En varias fotos del matutino de aquellos días, se lo ve entre linotipos y una rotoplana, mientras observa el trabajo de la máquina electrónica que confecciona clisés. Al boxeador le gustó tanto la foto que le tomaron junto al avión que le pidió al diario el clisé para imprimir postales autografiadas.

El 21 de septiembre fue la gran noche para el boxeo de la ciudad, ya que la reinauguración del gimnasio de la calle San Martín fue acompañada por una gran cantidad de público, que llenó el lugar y le dio un marco impresionante a una jornada histórica para el boxeo de Azul.

En los vestuarios del club Alumni, Bonavena aprovechó para visitar a los boxeadores. Allí se tomó una foto con "Castañito" y, mirándolo, le dijo con su voz finita: "Te va a ir bien, te va a ir bien". Contó el propio Castagno que, ante la gran cantidad de boxeadores que estaban cambiándose, Bonavena, en un gesto poco habitual, les dijo "Miren esto" y, girando hacia su derecha, estrelló su poderosa mano izquierda contra una pared, provocando no solo un gran agujero, sino el asombro de todos los presentes.

A la presencia de Bonavena se le sumaba como plato fuerte de la noche la pelea de fondo entre el azuleño Armando Gigena y el platense Juan Carlos Quiroga. Gigena, quien poseía en ese momento un muy buen récord de 23 peleas ganadas y solo una perdida, venía de coronarse campeón en la provincia de Santa Fe con el cinturón "Pedro Candioti", al haberle ganado por puntos a Pedro Coria, oriundo de esa provincia. Por su parte, Juan Carlos Quiroga venía de perder por nocaut con el futuro campeón del mundo Miguel Castellini.

Se recaudaron 377.900 pesos, y el público disfrutó de una gran velada, donde se enfrentaron Juan Carlos Castagno, Héctor Cejas y Omar Andrade, de Azul, frente a los tandilenses Eduardo Campos, Alberto Gutiérrez y Julio Piris, respectivamente. También combatió el azuleño Carlos Jauregui frente a Roberto Benito, de Olavarría.

"Ringo" Bonavena subió al ring acompañado por Nesci en su rincón y realizó una estupenda exhibición enfrentando en dos rounds al local Carlos Pouyannes y luego en tres a Ramón Avenamar Peralta, y todos los rounds fueron muy aplaudidos por el público.

En la pelea de fondo, a diez rounds, Armando Gigena fue muy superior a su rival y lo derrotó por nocaut en el cuarto round, luego de ejercer un prolongado castigo en el segundo y tercer asalto.

El doctor Juan José Bogliolo, reconocido abogado azuleño, recordó aquella visita: "Bonavena vino contratado por el club Alumni; la persona que se encargaba por entonces de la actividad boxística era el señor Delbonis. Al otro día de la exhibición, como Bonavena se quedaba, fue invitado por toda la comisión directiva a comer un asado en la chacra del señor Roberto Marredo. En aquella chacra, muy bien arreglada, había un potrero totalmente liso. Fue un día soleado y de buen clima. Bonavena y su equipo, que contaba con Héctor Nesci y uno de sus hermanos, habían traído una pelota de fútbol, entonces jugaron un partido de fútbol que duró una hora y media".

"Mientras se hacía el asado jugaron el partido y luego se bañaron. Recuerdo que a la ida a la chacra el auto de Toscano empezó a fallar. Paramos a un costado, y se bajó 'Ringo' y no sé qué sopleteó y le dijo: '¡Dele, presidente!', y el auto arrancó. Llegamos a la chacra perfectamente", detalló.

"Al momento de comer en la mesa estaba el presidente del club Toscano, el secretario Sarno y un grupo grande de personas. Fue un momento muy agradable, Bonavena estaba contentísimo. Contó muchas anécdotas de sus peleas. Pero llegó la hora de comer y eso fue asombroso. Sabíamos que a Bonavena le gustaba comer y comía muchísimo, lógicamente a eso hay que agregarle que estuvo jugando una hora y media. Bueno, como primer plato le acercaron una rosca de chorizos para compartir y se la comió él solo. Eso motivó a que venga Nesci y le diga: 'Bueno, Ringo, pará un poquito'. Luego le sirvieron un pedazo muy grande de cordero, y Bonavena mandaba a algunos periodistas que habían ido a que le den charla a Nesci para poder comer tranquilo", prosiguió.

"Nos quedamos ahí hasta las cuatro de la tarde contando anécdotas. Lo que a mí me quedó claro era el amor que le tenía a la madre. Junto con su hermano hablaron maravillas de ella, decían que las pastas de doña Dominga no las habían probado en ningún restorán del mundo. Fue una reunión maravillosa, vino después de ganarle a Gregorio Peralta y acá encontró un muy buen clima. Tenía una simpatía especial, compró a todos. Era una persona muy amable, educado. De mucho carisma", concluyó.

En aquella jornada campestre se pudo retratar en una foto a Bonavena mientras jugaba al truco bajo la atenta mirada de Héctor Nesci y los locales Octavio Andrada y el señor Mandagarán.