30 de junio de 2025
En el marco de celebrarse el pasado miércoles el Día Mundial del Vitiligo, este medio elaboró un informe acerca de la enfermedad de la piel que causa manchas blancas por pérdida de pigmento. No es contagioso ni peligroso, pero puede afectar emocionalmente. Se debe a causas autoinmunes, genéticas y ambientales. No tiene cura, pero hay tratamientos que mejoran su apariencia. El apoyo psicológico es clave para quienes lo padecen. Testimonio.
Por Laura Méndez
De la Redacción de El Tiempo
El pasado miércoles se celebró el Día Mundial del Vitiligo.
Se trata de una enfermedad crónica no contagiosa de la piel que se manifiesta a través de la pérdida progresiva de pigmentación, generando manchas blancas o áreas decoloradas en distintas partes del cuerpo. Esta condición se produce cuando los melanocitos, las células responsables de producir melanina (el pigmento que da color a la piel, el cabello y los ojos), son destruidos o dejan de funcionar. Aunque no representa una amenaza directa para la salud física, su impacto emocional y psicológico puede ser profundo y duradero.
Aunque todavía se desconoce la causa exacta, los expertos han identificado varios factores que pueden contribuir al desarrollo de esta enfermedad: Trastorno autoinmunitario. Es la explicación más aceptada. En las personas con vitiligo, el sistema inmunológico ataca por error a los melanocitos, provocando su destrucción. Esta reacción errónea impide que la piel produzca melanina de forma normal.
Además existe evidencia de que el vitiligo tiene una base genética. Aunque no se transmite directamente de padres a hijos, tener antecedentes familiares aumenta significativamente la probabilidad de desarrollarlo.
El vitiligo puede activarse o agravarse por ciertos eventos como estrés emocional severo, traumas cutáneos, quemaduras solares, exposición a productos químicos agresivos, o incluso alteraciones hormonales. En muchas personas, la aparición de las primeras manchas coincide con un periodo de estrés importante.
En cuanto a los síntomas principales, los signos del vitiligo pueden variar en cada persona, pero los más frecuentes incluyen:
manchas blancas o decoloradas en la piel, con márgenes definidos.
Estas pueden comenzar en áreas expuestas como manos, cara, brazos, pies o alrededor de orificios corporales.
Simetría en la distribución de las manchas, especialmente en el vitiligo no segmentario, que es la forma más común.
Afectación del cabello, como aparición prematura de canas en la cabeza, pestañas, cejas o barba.
Pérdida de pigmentación en las mucosas, como en el interior de la boca o nariz.
Sensibilidad al sol en las áreas afectadas, que pueden quemarse con mayor facilidad.
En general, el vitiligo no causa dolor ni picazón, aunque algunas personas reportan ligera irritación o incomodidad en fases activas.
No existe una cura definitiva para el vitiligo, pero hay diversos tratamientos que buscan detener su avance, recuperar parte de la pigmentación y mejorar la apariencia estética de la piel:
Cremas con corticosteroides: ayudan a reducir la inflamación y pueden estimular la repigmentación si se usan en fases tempranas.
Inhibidores de la calcineurina: como el tacrolimus, suelen utilizarse en zonas delicadas (como cara y cuello) por su menor riesgo de efectos secundarios a largo plazo.
Fototerapia (luz ultravioleta B de banda estrecha - UVB): puede inducir la repigmentación de algunas manchas si se realiza de forma controlada y constante.
Terapias quirúrgicas, como injertos de piel o trasplante de melanocitos, se reservan para casos estables y localizados.
Despigemantación: en casos extensos donde hay poca piel con pigmento natural, algunos pacientes optan por despigmentar las áreas restantes para uniformar el tono.
Tratamientos cosméticos y maquillaje especializado, que ayudan a disimular las manchas.
Sea cual sea el tratamiento elegido, es fundamental proteger la piel del sol mediante el uso diario de protector solar, ropa adecuada y evitar la exposición directa.
En cuanto al impacto psicológico y social a pesar de no causar dolor físico, el vitiligo puede tener un impacto emocional profundo, especialmente cuando afecta la cara, las manos u otras partes visibles del cuerpo. Quienes lo padecen pueden experimentar baja autoestima y ansiedad por la apariencia física, depresión y aislamiento social, estigmatización o discriminación, especialmente en culturas donde la uniformidad del color de piel es valorada.
Por ello, el apoyo psicológico y emocional es tan importante como el tratamiento médico. Grupos de apoyo, terapia psicológica y una red de contención familiar y social pueden marcar la diferencia en la calidad de vida del paciente.
EL TIEMPO dialogó con Vanesa Aguirre quien tiene 40 años, fue paciente oncológica, (sigue con controles) pero en el 2015 le salió su primera mancha en la piel.
Contó su testimonio acerca de cómo es vivir con esta patología.
"Todo comenzó con una sola manchita blanca en la entrepierna"
En primer lugar, Vanesa contó que "estoy bien en cuanto al cáncer, aunque claramente sigo con controles. Pero resulta que después empecé a tener una tendencia a contraer todo tipo de enfermedades autoinmunes".
Entre ellas hipotiroidismo y vitíligo.
De la misma manera, sostuvo que "todo comenzó con un una sola manchita blanca en la entrepierna. Después la mancha se empezó a expandir y hacerse cada vez más grande. Posteriormente comencé a notar que me salieron en los codos, en ambas axilas, y en las comisuras de los labios".
"Así que consulté con una dermatóloga, quien me informó que sale de manera asimétrica, no sé si a todos les pasa igual, pero por lo menos a mí me emergió así. O sea, se mancha como un lado y el otro", aclaró.
"No sé cómo me afectaría si empiezo a tener más manchas en el rostro"
Del mismo modo Vanesa continuó "hubo momentos en los que avanzó un poquito más rápido, otras veces más lento".
Aunque admitió que por tener tez tan blanca "no me afecta tanto, se me nota más en verano, sobre todo en las manos. Después como está en zonas que no se ven mucho, no están muy visibles, como los codos y las axilas".
Insistió "la verdad que el hecho de ser tan pálida, sobre todo en invierno prácticamente ni se nota, pero en verano sí se nota un poco más".
Consultada con relación a su rostro, especificó que "de momento, solo tengo en las comisuras, no sé cómo me afectaría si empiezo a tener más manchas en el rostro".
Tratamiento
Con relación al tratamiento que está realizando, apuntó que "la dermatóloga me recomendó, por ejemplo, en verano que tengo que tener cuidados extremos. Uso protección solar de 70 en adelante. También donde está la despigmentación -no es una mancha- y exponerla al sol durante un minuto, después colocarme el protector solar. Al día siguiente un poquito más y así cada vez más porque a veces queda este algún melanocito dando vueltas y existe la posibilidad de repigmentarse de esa manera. Es decir que con el sol se vuelva a reactivar y que se vuelva a repigmentar".
Explicó que "resulta que ha pasado que se vuelven a repigmentar porque la verdad que es algo que uno no lo puede controlar. Hay gente que le ha pasado que después de haberse vuelto completamente blanco por decirlo así, después se revierte, es impredecible. Después me ofreció en Olavarría hacer un tratamiento con unas lámparas UV, pero yo sinceramente antes de exponerme a algo que no me da garantías de que funcione, opté que no".
"Para mí es una característica de mi cuerpo como el que tiene un tatuaje"
En segundo lugar Vanesa agregó que "esto, salvo que me queme -porque en esa zona no tengo protección al sol-, no duele, no pica, no arde, así que lo tomé de manera natural, la gente a veces se sorprende. Para mí es una característica de mi cuerpo como el que tiene un tatuaje o como tener una cicatriz, es una característica que a fin de cuenta me hace diferente".
Asintió que "molesta un poco cuando a veces lo confunden con psoriasis, te dicen: "¿tenés psoriasis"' o piensan que tenés algo contagioso y la verdad que dista mucho de ello. Y además, muy lejos está de parecerse a la psoriasis porque yo no lo siento como una enfermedad".
Destacó que "solo tengo que llevar una vida con cuidados, pero en mi caso al ser tan blanca, siempre tuve que tener precauciones con mi piel. Así que tener que ponerme un bloqueador solar y cuidarme del sol es algo normal. Lo acepté, no me afecta estéticamente, creo que si a alguien no le gusta o no le parece lindo, es problema del otro, no es mío. Tampoco sé cómo me va a afectar si me sigue avanzando en el rostro, quizás es donde tendrá un impacto mayor".
En conclusión, el vitiligo es mucho más que una alteración estética: es una condición médica con repercusiones emocionales que merece visibilidad, empatía y acompañamiento. Aunque hoy en día no se puede curar, existen múltiples recursos para vivir con dignidad, confianza y plenitud. La aceptación personal, como Vanesa, combinada con el acceso a información confiable y tratamientos adecuados, permite a muchas personas con vitiligo llevar una vida normal, activa y positiva.
En general, el vitiligo no causa dolor ni picazón, aunque algunas personas reportan ligera irritación o incomodidad en fases activas. FOTOS NACHO CORREA
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