8 de junio de 2025
El periodista estuvo 25 años trabajando, en la sección de Deportes, de este medio. En todo ese tiempo contó en sus crónicas lo que ocurría en la ciudad y también, en algunas ocasiones, a nivel nacional. Mario Vitale dedicó toda su vida a la profesión y fue un ícono del periodismo deportivo de la Azul y la región.
Mario Vitale es el "nombre" con el que bien se podría identificar al periodismo deportivo de Azul, por todo lo que le dio a la profesión en su larga trayectoria en distintos medios de la ciudad.
La pasión que puso en narrar sea de forma oral o escrita, las distintas competencias lo llevaron a trascender "el pago chico" y extenderse a través de la región, donde supo cultivar amistades con muchos colegas y deportistas a través de tantas coberturas.
Fueron cuatro décadas de ejercer esta profesión que lo llevó a ser uno de los pioneros en el periodismo deportivo de la ciudad. Dentro del deporte su figura trascendió por ser testigo de casi todo lo ocurrido en las distintas disciplinas que se desarrollan en el Partido de Azul. Cubrió miles de partidos, informó sobre resultados y publicó opiniones y entrevistas... Por esto es parte de la historia del deporte azuleño.
Su pasión por el deporte lo tuvo en dos roles: como protagonista y como testigo privilegiado. En lo primero fue futbolista en Chacarita Juniors y Deportivo Azul. Y con lo segundo, el periodismo, oficio que comenzó como cadete a fines de los '50.
Comenzó a trabajar como periodista desde muy chico, y lo hizo de la mano de Rubén Darío Moreno, que quién aprendió del oficio en base al esfuerzo y al sacrificio.
Si primera nota "oficial" fue el 10 de octubre de 1954, con la cobertura de Alumni Azuleño contra Barraca por una fecha de la primera división de la liga azuleña. Respecto a esto último, la publicación salió en la Revista Deportiva, un producto creado por el Diario El Pueblo.
Mario Vitale junto a Alfredo Ronchetti, director de El Tiempo, y el atleta Ricardo Vacca.
Luego, trabajó en el Diario Pregón, de la mano de Moreno, que lo ubicó en deportes. Estando en ese medio se consagró, como jugador, campeón con Sportivo Azul (época que se escribía con s) de la Primera B, segundo torneo de la liga de Azul. Por ese logro, iba a ser entrevistado por los integrantes del programa radial "Jornadas del Deporte", que fue la primera audición deportiva y contaba con la dirección de Luís María Yozzi y los comentarios de Juan Miguel Oyhanarte, Adolfo Godoy, Rómulo Andrés Draghi y Juan Pedro Ricaud.
Eso le permitió que le ofrecieron trabajar en la radio. Luego de dudas y de negarse, en un comienzo, se animó y fue y ahí comenzó a dar sus primeros pasos en la radiofonía azuleña, que iba a durar muchísimos años y llegó a formar parte del staff de "Mirador Deportivo", un programa emblema de LU 10 Radio Azul.
La aparición de este programa fue muy apreciada por los oyentes, quienes pudieron seguir de cerca, desde las actuaciones de Oscar Mauricio Franco en las 84 Horas de Nürburgring de 1969, hasta las peleas de Gregorio "Goyo" Peralta, el paso de la "Autopeña Cuidad de Azul" por el Turismo Carretera, la creación de la Promocional del Centro, el fútbol local y muchas más actividades deportivas pasaron por la voz de estos comunicadores, haciéndose escuchar en muchas partes de la ciudad, como así también en ciudades vecinas, donde esta radio tenía sus corresponsales.
El Mundial de Argentina en 1978 le iba abrir las puertas de Diario El Tiempo. Lo hizo haciéndose cargo de una cobertura del mismo. Y desde allí, hasta su jubilación, iba a ser su segunda casa.
Cubrió el agasajo que la marca Fiat le preparó a los campeones del mundo. La fiesta se hizo en el hotel Sheraton. Allí pudo entrevistar a Mario Kempes, quién fue el goleador y máxima figura de esta conquista de la albiceleste.
Para el diario y la radio tuvo a su cargo la cobertura de los Juegos Panamericanos de Mar del Plata, también participé de la llegada de varios personajes del fútbol grande de este país. Entrevistó en varias ocasiones a Julio Grondona. También estuvo de cerca en las consagraciones de Rodolfo Cardoso y Matías Almeyda.
En el 2003 se jubiló y se retiró del Diario. Pero nunca dejó de ser periodista porque siempre estuvo dispuesto a colaborar con amigos o colegas que le solicitaban que escriba algo para recordar a distintos deportistas o evento y enciende la computadora y se pone a escribir.
Mario Vicente Viale falleció el 24 de septiembre de 2023 a los 85 años. Eso día se fue un periodista de raza que desarrolló una trayectoria de casi más de medio siglo y pasó por la mayoría de los medios de comunicación que existen y existieron en la ciudad.
En esa jornada tan triste, Fabián Sotes, uno de los integrantes de la redacción de El Tiempo, escribió el siguiente texto para recordar a quién le abrió las puertas de este medio.
Mario entrevistando a Julio Humberto Grondona, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino.
"El primo de mi Mamá, el que me abrió las puertas de EL TIEMPO"
No hace mucho, en julio pasado, cuando EL TIEMPO celebró sus noventa años de vida, en mi yo interior comenzó a retumbar una pregunta: qué pasó para que desarrollara a lo largo de todos estos años un amor tan especial por este diario al que considero mi casa. Y a modo de una primera respuesta asomaba una persona y su nombre: Mario Vicente Vitale Silva.
Él fue quien, allá por los finales de la década de los años ochenta, cuando yo estaba terminando el Secundario en la Escuela Técnica "Vicente Pereda", me abrió las puertas de este matutino.
Tiempo después entendí que para él también este diario era su casa, más allá de que su amplia trayectoria periodística -sobre todo ligada a lo deportivo- lo tuvo ejerciendo la actividad en otros medios de la ciudad.
"Andá al diario a verlo a Mario, él te va a dar una mano", me había dicho mi Vieja por aquella época.
Mi Mamá era prima de él. Su papá -o sea, mi abuelo materno al que nunca conocí porque falleció antes de que yo naciera- era hermano de la madre de Mario, a quien recuerdo sí haber conocido siendo niño en aquellas juntadas familiares típicas de los días domingos o por fechas especiales. "La Tía María", la llamaban y le decía yo.
Mi Mamá sabía que a mí me gustaba escribir. Y Mario, aquella primera vez que pisé la Redacción de EL TIEMPO -dominada en ese entonces por las antiguas máquinas de escribir- no dudó un instante en abrirme las puertas del "Querido Pasquín", tal como suelo llamarlo también habitualmente al diario en esa especie de amor-odio que sigo teniendo con mi lugar de trabajo y que a esta altura es mi casa.
De esa manera, de su mano comencé a dar mis primeros pasos en el periodismo escrito.
Eran tiempos donde él, sabiendo o intuyendo mi devoción por la escritura, comenzó a mandarme a cubrir partidos de fútbol a las canchas de Azul y la zona.
Primero fueron las divisiones menores y después, la Primera. Y mientras todo aquello iba pasando, mi berretín por el periodismo crecía, del mismo modo que empezaba a sentir como mi lugar de pertenencia a este diario del que todavía formo parte y al que regresaba durante los fines de semana desde La Plata, donde cursaba la carrera de Periodismo, para trabajar.
Ese lugar de pertenencia vinculado con EL TIEMPO asomaba en mí, sobre todo, cuando también pisaba la Redacción en días en los que no tenía que ir a cubrir partidos de fútbol.
Eran ocasiones durante las cuales me iba empapando de la dinámica que posee un medio de comunicación de estas características y tomaba contacto directo con quienes, para ese entonces, además de Mario Vitale eran sus diarios hacedores.
Esa cuestión familiar que me ligaba con Mario fue, de manera paralela, tiñéndose del habitual trato surgido en el día a día en EL TIEMPO. Y ahí empecé también a trazar con él un vínculo afectivo diferente. Surgido, específicamente, de esa tarea que compartíamos.
Ideológicamente hablando, desde siempre supe que estaba completamente en las antípodas de lo que él pensaba. Pero eso no impedía que yo lo respetara.
Tal vez, la diferencia más banal y fuerte entre los dos tenía que ver con algo estrictamente futbolístico. Y en ese contexto, su pasión por Boca era directamente proporcional a mi amor por River.
Los sanos chicaneos futboleros entre ambos siempre estaban a la orden del día en la Redacción. Y a esa folclórica rivalidad solían unirse, de un lado o del otro de la controversia, más integrantes del staff tiempista que se convertían en testigos de aquellas idas y vueltas entre los dos.
Todavía tengo presente un día en que, tal vez favorecido por un resultado a favor de Boca en un clásico, Mario esperó mi llegada a la Redacción para sacar del cajón de su escritorio un habano que después socarronamente puso en su boca, haciendo el clásico ademán de aquel que se siente todo un ganador.
En ese tiempo compartido en la Redacción lo vi a Mario ayudar a mucha gente que pasaba a pedirle una mano para que le diera difusión a alguna actividad que organizaba.
Lo recuerdo todavía hoy, con su especial tono de voz, llegando a EL TIEMPO y volviendo a venir al otro día en su Dodge 1500. El celeste, el primero que tenía, que me imagino que por su postura particular al andar tenía sus amortiguadores traseros un tanto dañados.
El interior de ese auto, fundamentalmente el asiento trasero, siempre estaba plagado de cosas que tenían que ver con su actividad ligada al periodismo, entre las cuales asomaban carpetas, papeles y diarios de la región.
Yo ya la conocía desde antes a Mario por esa referida cuestión familiar. Y ahora que empiezo a evocar aquella época de cuando todavía no compartía el día a día con él en EL TIEMPO, recuerdo haberlo visto en una de las cabinas de prensa del estadio "Emilio S. Puente", transmitiendo por Radio Azul la exitosa campaña de Piazza en el Regional, allá por los años ochenta también. Una época donde los mayores exponentes futboleros del inolvidable equipo industrial eran la delantera integrada por Bonini, Irigoyen y Tavare; más los exquisitos aportes que desde el medio campo hacían "Carlitos" Hourcade o "el Flaco" Cierra y, desde más atrás -aunque no con tanta fineza- el ex River Lonardi.
Mi Mamá siempre recordaba que Mario, siendo un niño, tenía problemas de dicción. Pero también destacaba que, con el paso del tiempo, eso no le impidió convertirse en lo que fue: un reconocido y destacado periodista.
Al igual que muchos de su generación, su formación estuvo ligada al autodidactismo. En ese contexto, me llamaba mucho la atención su manera de escribir en la Redacción. Primero a máquina y después en una computadora; pero usando siempre sus dos grandes dedos índice como principales punteros de esa noticia a la que le daba forma para el papel.
Mario se jubiló y dejó de trabajar en EL TIEMPO. Pero eso no le impidió continuar despuntando el vicio por el periodismo y ejerciéndolo, por lo que hasta no hace mucho sus columnas recordatorias de algún prócer del deporte local formaban parte también de las ediciones de este diario.
Admito que, sabiendo que sus últimos días con vida lo tenían en un geriátrico, nunca me animé a ir a verlo. Y que me causó mucha satisfacción ver que, en el Suplemento Aniversario del diario, el de los noventa años de julio pasado, hubo varias páginas dedicadas a él como parte del staff tiempista que integró durante tantas décadas en este matutino local que también fue su casa.
Dicen que mientras perdura el recuerdo de una persona, esa persona vive para siempre en uno.
A partir de hoy empieza, al menos para mí, ese nuevo trayecto evocativo para tener siempre cerca de mi vida a Mario Vitale.
Hoy que es domingo. Precisamente, cuando parece que un día así se vuelve un poco más triste y gris si lo sobrevuela una noticia como la que ya todos conocemos y señala que alguien a quien uno quiere y aprecia ha dejado de existir físicamente para siempre.
Mario Vitale cumpliendo su labor de periodista. A la izquierda, esperando para entrevistar a César Luis Menotti.
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