EL RECUERDO PARA ANTONIO TAMBURO

EL RECUERDO PARA ANTONIO TAMBURO

"No hay fotoperiodista por estos pagos que no lleve, aunque sea, un poco de su luz en la cámara"

Reportero gráfico de los diarios Ámbito Financiero y Olé, entre otros medios en los que se desempeñó y donde continúa, Mario Mosca se remonta a principios de la década de 1980 y afirma: "El 'Gringo' Tamburo fue mi Maestro; así, con mayúscula".

Por: Marcial Luna
8 de junio de 2024

"¿Un colega?, sí. Pero mucho, muchísimo más: un amigo, por sobre todas las cosas. Un maestro. Mi maestro", dice el reportero gráfico Mario Mosca al recordar a Antonio Tamburo. El querido "Gringo", "un tipazo", reafirma. Y coincidimos con Mario: si Miguel Oyhanarte es el periodista emblemático indiscutible en la historia de la Redacción de EL TIEMPO,"Antonito" es su equivalente en la sección Fotografía de nuestro diario.

Esa distancia inexorable hasta hoy, desde aquella primavera aciaga de 2013 en la que Mario viajó como un disparo hacia Azul porque "necesitaba" llegar a tiempo para despedir los restos de Antonio, no ha hecho más que arraigar profundamente su sensibilidad para con su "maestro". Y suele hablarle aún, porque la conexión perdura: "¿Te acordás, Gringo, el día que terminamos bailando abrazados a nuestros bolsos fotográficos, prometiéndoles amor eterno?", dice Mario y recuerda la sonrisa compinche y silenciosa de su amigo, de su maestro. Y también me pregunta: "Decime, ¿cómo hace alguien para hablar de un amigo sin involucrarse en el relato? Diría que es imposible, porque la amistad es experiencia de vida compartida... Y eso es lo que me une a Antonio Tamburo".

Lejos de una entrevista formal

Esto no es una entrevista, a pesar de que hablamos con Mario. No podría serlo y no importa qué es.

En los '90, época donde los teléfonos fijos funcionaban cuando querían y no había otros medios más inmediatos, hacíamos malabares para poder charlar en la línea Buenos Aires-Azul.

Al menos hoy, en ese mismo sentido, celebramos las nuevas tecnologías y el WhatsApp nos da una nueva inmediatez, si comparamos las épocas. Cuando le doy los detalles de este suplemento, Mario se emociona. Y le ocurre con toda producción periodística que desarrollamos en este diario sin pasar por alto al "Gringo" Tamburo.

Mario lo agradece, me lo dice expresamente. Lo agradece no por él, sino por su amigo, por su maestro.

En algún punto ambos se fusionan. Y Mario me lo explica: "Voy a hablar de Antonio y de mí por dos cosas. Primero, porque quiero contar lo que él me brindó, sin lugar al más mínimo egoísmo, cuando mi suerte no era otra que mirar por arriba del hombro de los profesionales y, así, espiar sus técnicas... Y segundo, para que todos sepan por qué lo llamo 'Maestro', así, con mayúscula".

En primer lugar, Mario Mosca enfoca hacia sus inicios, vinculados directamente con Antonio Tamburo: "Resultaba fácil ser su aprendiz: él siempre tenía una red de contención".

"Contame algunos momentos que, en plena faena periodística, vivieron juntos, cámara en ristre". Se lo pido a Mario así, sin más vueltas.

"Mirá... las anécdotas brotan como el agua del arroyo en épocas de inundaciones, cuando llegábamos, juntos, hasta donde ya la corriente nos arrastraba...", se ríe. Y recuerda algo que Antonio le dijo cierto día en que el Callvú Leovú intentó engullirse a la ciudad: "¡Vamos, Mario, que en las inundaciones las fotos son viejas enseguida...!".

Es así. La cuestión viene de lejos. ¿Cuarenta años...?

En este 2024 Mario Mosca recuerda un episodio del año 1984 junto a Antonio Tamburo.

"Imaginate. La democracia recién llegada ¿Día? 17 de octubre. Formación militar en la plaza. El sol cayendo a pleno a la hora de la muerte del General San Martín. Y mi pensamiento en voz alta: '¡Qué contraluz...!'".

"El Gringo estaba al lado mío y aún recuerdo su enseñanza. Me lo dijo así, como era él, tranquilo, en voz baja: 'De lo que te indica el fotómetro, subile un puntito. En el negativo te va a parecer que falta, pero cuando lo copies ¡va a quedar joya!'".

"Así, ¡años fotografiando los ojos de los milicos bajo la gorra!", se ríe Mario. Y de inmediato me asegura: "Aún hoy uso el mismo sistema, pese al advenimiento de la era digital".

Del mismo modo, todavía reverberan en Mario otros sabios consejos. Los consejos de su "Maestro"; aunque Antonio -lo aclara- nunca se expuso como tal y siempre estuvo años luz de hacer cualquier ostentación de sus conocimientos en fotoperiodismo.

"Mirá lo que me dijo un día el Gringo...", me dice Mario y reproduce minuciosamente las palabras de Tamburo: "Cuando entrés a algún lugar cerrado, mirá el techo y las paredes. Si son claras, rebotá el flash ahí. Las fotos van a venir con relieve y con muchos grises ¡Evitá el fogonazo directo!".

"Pasaron unos cuarenta años de eso y todavía uso esa técnica", admite Mario. "Gracias a esa data del Gringo puedo describir los techos... no así las baldosas de los lugares donde trabajo", añade entre risas.

Fueron muchos momentos compartidos, mano a mano, entre Mario y Antonio.

Él ahora recuerda una oportunidad en especial. ¿Lugar?: el estadio de Azul Athletic. "El Gringo me sacó la ficha enseguida", confiesa Mario y corta la frase con una carcajada.

"¿Nunca hiciste fútbol?", me dijo Antonio y al toque, la enseñanza. Rapidita -recuerda- porque no había tiempo que perder: "Ubicate en la línea del área grande con el 200 y cuando vengan peleando la pelota los dos de frente, gatillá. Pero si no te sentís seguro, andá con el 50 atrás del arco y al gol lo tenés seguro. Poco a poco le vas a ir agarrando la mano...".

"Esa fue una clase magistral para alguien que entraba por primera vez a una cancha de fútbol a hacer fotos y que más tarde el destino me llevaría a integrar el staff de fotógrafos de un diario deportivo", cuenta Mario Mosca en referencia a su trabajo en Olé.

Los escenarios compartidos fueron múltiples, tal como lo exigía el trabajo del diario.

"Una vez se reinauguraba un frigorífico y ambos estábamos en el lugar. En un momento, Antonio cambió su lente y puso un teleobjetivo para hacer fotos de retrato de los dos inversionistas que estaban presentes. Al advertir que lo miraba, porque yo siempre estaba pendiente de sus movimientos, me dijo: 'Para los de Policiales...'", le reveló Tamburo.

Efectivamente, Mario recuerda ahora ese "ojo de anticipo". Y agrega: "Poco después nos reíamos porque en la página de Policiales de El Tiempo aparecieron estos dos señores". Ambos eran hermanos y propietarios del ex Frigorífico Regional de Azul, implicados a principios de los '90 en un asunto non sancto...

El recuerdo que perdura

Los recuerdos continúan, van recargándose como aquel arroyo desbordado al que hizo referencia antes Mario Mosca. Y él aparece junto a Antonio Tamburo en otro escenario periodístico: "Me acuerdo que había aterrizado un avión en emergencia. El Gringo me invitó a ir con él al viejo Aeroclub. Él iba manejando cuando alcancé a divisar el avión, tras unos arbustos, recostado sobre un ala en la pista".

"'¡Ahí está!', le dije. Y Antonio clavó los frenos, bajó del auto y se acercó hasta el alambrado. Con un lente largo hizo unas tomas y volvió al auto. Ahí, entonces, fue cuando me dijo: 'Bueno, ¿vamos a pedir permiso? A ver si nos dejan acercar al avión...'".

"Fue la lección más clara de que hay que asegurar la foto apenas se la ve. Y luego, si se puede, se mejora", confirma Mario Mosca.

"Una tarde lo encontré al 'Gringo' sentado en un banco de la Plaza San Martín. Estaba con su bolso, inseparable. Y se fumaba un puchito. Le dije: '¿Qué hacés, Gringo? Qué raro no verte caminando...'. Y él me contesta: 'Tengo que sacarle una foto al Monumento a la Madre y estoy esperando que se corra el sol ¿Ves?, lo mancha la sombra del edificio Burgos...'".

"Yo no podía ayudarlo a correr el edificio (risas), así que decidí sentarme a su lado a esperar que la naturaleza cumpla con lo que le correspondía. Cuando finalmente se alineó sol, ahí tomó la foto. Saber esperar, en este caso, es sabiduría en la profesión. Ese día fue lo que Antonio me hizo ver. Después nos fuimos al diario y recuerdo que saludé a Miguel Oyhanarte. Estaba en su viejo escritorio, rodeado de papeles y cajas de cartón. Me recibió con una gran sonrisa, me dio la bienvenida".

"Recuerdo que una vez, hace muchos años, un cacique mapuche me dijo que, para establecer un buen diálogo, todos los participantes tenían que lograr llevar a la misma altura tanto al intelecto como al corazón. Y creo que ese hombre que caminaba las 'Baldosas Flojas' era un maestro en eso. Y el Gringo, su partenaire de lujo; porque si hay una cosa que no disimulaba era su admiración por Oyhanarte".

"Ese día me contaron los sucesos del pueblo. Yo estaba feliz de escucharlos y que mi presencia fuese la causa de que se gestara semejante comunión. El diálogo se interrumpía sólo por las urgencias del diario; pero bastaba para dejarme pensando que, por suerte, había asistido a otro ejemplo de la enseñanza que tiempo atrás me había dado aquel viejo indio".

Enseñanzas

Antonio Tamburo "me enseñó muchísimas cosas, los grandes saberes del fotoperiodismo. Yo, en cambio, sólo pude enseñarle una cosa: a revelar color cuando El Tiempo pasó a imprimir de blanco y negro a color. En el laboratorio del diario le expliqué y él rápidamente captó todo. Después nos fuimos a cenar a 'Dime', frente a Tribunales. Y en un momento, el Gringo me dice: 'No es difícil revelar color. Es una técnica, ¿pero sabés cuál es el problema?: sacar la foto, porque yo veo en blanco y negro...' ¡Y era cierto! A mí me estaba pasando lo mismo con el paso al color. Me estaba pasando lo mismo y no me había dado cuenta que a otro fotógrafo le estuviera ocurriendo lo mismo".

"Estuvo buenísima esa charla y siempre recuerdo esa simplificación que hizo el Gringo, cuando me dijo que veía en blanco y negro porque al sacar la foto ya 'la veía' cómo iba a quedar en blanco y negro. A eso lo incorporé cuando iba a otros diarios a enseñar color. Además de aprender a revelar, hay que tener en cuenta los pesos de los colores, que son muy diferentes a los grises. Tiempo después, en otro encuentro que tuvimos, el Gringo me dijo que extrañaba un montón el blanco y negro".

¿Cómo lo recuerda hoy Mario?:"Caminando con su paso tranquilo", quizás aprendido de "Don Miguel Oyhanarte, el duende de las veredas azuleñas". Y lo evoca también "canoso, fumando un cigarrillo, con su bolsito al hombro, guardando la historia de nuestro pueblo", dice y añade: "No hay fotoperiodista que ande por estos pagos que no lleve, aunque sea, un poco de su luz en la cámara".

"Para mí siempre será el querido 'Gringo', ya que permanentemente sostengo que gran parte de mi trabajo se apoya en fundamentos que él desinteresadamente me brindó en mis comienzos por este fascinante camino. Además, y como si eso no bastara, siempre me dignificó con su amistad. Con su caminar lento y solitario formaba parte del paisaje. Esa es una imagen que sólo pueden dar los afortunados que tienen la certeza de saber cuál es su lugar en el mundo".

En las páginas de EL TIEMPO, durante décadas, "el 'Gringo' mostró la realidad de Azul. Una realidad que nunca escapó a su cámara y a su luz, porque él estaba en el lugar justo en el momento preciso. Y eso, sin dudas, es un Reportero Gráfico...".

Antonio Tamburo, el fotógrafo de EL TIEMPO, recordado en esta nota por su amigo y colega Mario Mosca. MARTÍN LABORDA/ARCHIVO/EL TIEMPO


Una foto con "el Gringo"

Antonio Tamburo y Mario Mosca, cubriendo el conflicto del campo en la Ruta 3. Corría el año 2008. MARIANO FUCHILA

Mario Mosca recuerda que hace poco buscó la foto -que data del año 2008 y la hizo Mariano Fuchila, otro reportero gráfico azuleño radicado en CABA- que se tomó con Antonio Tamburo.

Esa imagen juntos es de "esa vez que coincidimos haciendo los dos nuestro trabajo en la Ruta 3, en pleno conflicto del campo".

Cuando finalmente la encontró -confesó- "me quedé un rato con los ojos empañados, mirándola".

Antonio Tamburo murió en septiembre de 2013 -a los sesenta años de edad- a pocos días de la llegada de la primavera. Y Mario, no bien enterado del fallecimiento de su querido "Maestro", viajó desde CABA a Azul para despedirlo.

"Después del sepelio, un día de mucho dolor, nunca sentí ganas de irme de mi pueblo con tanta urgencia como ese día. Nunca, realmente... Quería salir a la ruta lo antes posible y no hablar con nadie. Sólo mirar adelante hasta perderme, esconderme. Y si lo lograba, penetrar más allá del horizonte", revela ahora.




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