Opinión

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Humanos, demasiado humanos

No son animales en manada. No son salvajes. Nos son enfermos. Son humanos, demasiado humanos, socializados sanamente en la cultura de la violación. Algunas notas y disparadores para la reflexión colectiva y la deconstrucción social de la violencia machista.

5 de marzo de 2022

Por Moira Goldenhörn (*)

Una vez más nos despabilamos con la noticia tan recurrente: una violación grupal perpetrada sobre una única víctima femenina. Esta vez, las notas del espanto: en pleno barrio de Palermo Soho y a plena luz del día. La plenitud del corazón de la sociedad "bien" de Buenos Aires y la plenitud de la luz diurna, que se supone deberían preservar a "las mujeres de bien" de todo ataque machista, que "típicamente" según cuenta "el mito de la violación", se dirige a "las mujeres de nadie" que circulan solas por la noche y en barrios muy suburbanos y solitarios.

Justo, como conmemoración macabra, ésta es perpetrada dos meses después del suicidio de Paula Martínez, víctima de una violación grupal de 10 hombres perpetrada en Florencio Varela después de una fiesta de cumpleaños; 15 años después de la violación grupal de la adolescente Natalia Melmann, de la que fueron partícipes policías... y ambas continúan impunes. Hace unos días, en Ayacucho, tras la denuncia de Johanna Maldonado, quedó descubierto otro grupo de hombres abusadores que estaban habituados a ello contando con el silencio cómplice del "qué dirán" típico de las pequeñas ciudades.

La finalidad principal que persigo mediante estas líneas es llamar, una vez más, a la reflexión colectiva; pero esta vez también a la acción. Acción de la que no pueden ya ser ajenos los hombres, los varones; y de la que no deben -como imperativo- ser ajenas todas las mujeres y personas de identidad disidente. Siempre se repite el ciclo: ante el hecho consumado, aparecen las mismas preguntas, la indignación, la diferenciación de "no todos los hombres", la caracterización de "animales" o "bestias" para los agresores, el pedido de linchamiento y pena de muerte... y luego... la nada misma, hasta que otra vez nos indigna la misma noticia que irrumpe en diferente escenario. Entonces, la pregunta obligada e incómoda ¿Es que realmente no "se puede" hacer nada? ¿Realmente somos lejanos a esto y no hay nada que podamos hacer? Les invito a reflexionar juntos y juntas a partir de estos disparadores.

Pero, antes de seguir, debemos dejar en claro algo que es tan simple como crudo, porque es el nudo fáctico del problema: los hombres violan porque pueden hacerlo. Porque nada ni nadie se los impide, porque no hay sanción previsible ni social ni política: la policía no llega, los vecinos y familiares no ven ni oyen, los santos de las iglesias son ciegos y mudos, a las víctimas no se les cree cuando cuentan en sus casas o denuncian en la policía, los peritos no pueden demostrar la prueba diabólica, y los jueces prefieren otorgar el beneficio de la duda a sus congéneres. Incluso, hay quienes violan creyendo que deben hacerlo, para demostrar su hombría, porque "la víctima lo estaba pidiendo" directa o indirectamente, o simplemente "lo merecía" por "provocar". Sigamos entonces, más allá de la indignación obvia; porque se repiten, una y otra vez, como mantra, las mismas preguntas de siempre a las que debemos buscar no sólo respuestas eruditas sino también encontrarles soluciones comunitarias concretas para desarticular la violencia cultural en el día a día:

¿Por qué violan los hombres? Dijimos que, simplemente, porque pueden. Pero también violan porque quieren, porque su deseo está condicionado por el erotismo que aprenden y construyen, consolidando su masculinidad, basándose en el porno; ya que en el universo simbólico del porno, los mandatos para ser un cabal hombre radican en el sometimiento como mecanismo de poder y control de mujeres que quieren ser sometidas (y esto, aunque parezca ridículo, es vivido como cierto por niños, jóvenes y señores). Y ese querer, también es querer violar como acto moralizador dirigido hacia mujeres y personas que se apartan de los mandatos del género, a la vez que es un acto reafirmante de su masculinidad. Digamos sin tapujos que los hombres abusan y violan porque lo cuentan como una hazaña ante sus amigos, porque incluso es mejor si el "espectáculo" tiene "espectadores" presentes arengando. Violan porque desde que son niños la única ESI (Educación Sexual Integral) a la que tienen acceso ha sido el porno industrial y "under" del streaming, donde las mujeres (que parecen muñecas de plástico) son violadas y parecen disfrutarlo para quien mira; entonces esos hombrecitos crecen queriendo emular a sus "héroes visuales" de la infancia y adolescencia autoerótica. Pongamos por caso para ejemplificar, tal como dicen sus ex compañeras, el de dos de los violadores grupales cuyos rostros y prontuario conocimos en estos días: eran los típicos "acosadores que se creen vivos por andar manoseando" en el colegio secundario al que asistían (que, aclaremos, quedaba en Vicente López, no en la "temible" Laferrere).

Decimos que los hombres violan porque pueden y quieren, porque si tienen dinero y pueden pagar (o si tienen poder y pueden ofrecer favores económicos, políticos, laborales o de cualquier otro tipo), consideran que pueden hacer lo que a su morbo se le ocurra sobre el cuerpo de una niña, niño o mujer; incluso contra su voluntad y siempre desestimando su deseo, para demostrar su poder frente a esa otra u otro vulnerable. Y, eso, señores y señoras, es violencia sexual amparada por un pseudo orden moral que pretende garantizar la intención femenina genuina para paliar las necesidades que genera el sistema capitalista como "oficio más antiguo del mundo", cuando en realidad lo que garantiza es el privilegio más antiguo del varón: acceder a cuerpos femeninos o infantiles cuando su voluntad lo disponga.

¿Por qué todas las mujeres y casi todos los hombres conocemos a alguna mujer, niña o niño víctimas de abusos sexuales; pero no conocemos abusadores o violadores? Porque, aún sabiendo que 8 de cada 10 mujeres habrán sido abusadas en algún momento de su vida y 4 de cada 10 hombres durante su infancia, el pacto entre "caballeros" les garantiza silencio e impunidad; mientras que a las mujeres nos coloca en un lugar de poca fiabilidad, sea por estar sopechadas de mentirosas y malignas (como las brujas de antaño), o porque por siglos se ha privado legalmente de efectos jurídicos al testimonio femenino o se nos redujo al status jurídico infantil. Y, porque, aún si todo lo demás falla, siempre el argumento "no todos los hombres" resulta útil para lavarse las manos en general sobre el caso particular. Y es en cada caso particular que conocemos a diario, donde el culpable nunca es el hombre con quien se dialoga, ni sus amigos, ni sus familiares ni ninguno de sus conocidos; y, por asociación, si él no es "sólo algún enfermito" puede hacer algo así. Pues no. Cualquier hombrecito o señor, socializados en este patriarcado, puede consumir violencia sexual como espectáculo o ejercerla sin tener que pagar consecuencias por ello. En síntesis, porque el sistema de desigualdad estructural del patriarcado nos coloca en situación de inferioridad frente a los hombres, no sólo como víctimas de violencia sexual, sino en cuanto el acceso a justicia y reparación. Nuestra palabra no pesa lo mismo que la de los hombres.

¿Por qué insisten tanto los hombres en ese "no todos los hombres"? Por qué, si, en realidad, casi todos los hombres consumen pornografía oficial, que siempre es violenta desde lo simbólico de los cuerpos hasta lo concreto de las prácticas, y plataformas virtuales como onlyfans y otros streamings de sexo, donde las visitas más "populares" son de sexo violento y abusivo como violaciones grupales y violaciones incestuosas hacia menores de edad.

Y en este punto les invito a sincerarse, muchachos ¿Acaso no es una gran mayoría de hombres que paga por sexo a mujeres y adolescentes "porque necesitan desahogarse"? ¿Quiénes, con honestidad, están en condición de tirar la primera piedra? ¿Realmente nadie conoce lo que sucede en los barrios de cualquier ciudad y pueblo donde niñas, niños, adolescentas/es, mujeres jóvenes y trans son consumidas como objetos a cambio de unos pocos pesos o de bienes de primera necesidad para ellas, sus hijos o sobrinos? ¿Realmente son unos pocos y no todos quienes en los boliches tocan sin permiso, acosan entre varios allí, o en las esquinas, o en los patios de los colegios, o en cualquier otro lugar?

¿Por qué nos preocupa más que nuestras hijas e hijos sean abusad@s, a que nuestros hijos sean abusadores? Porque no nos involucramos tanto en la Educación Sexual Integral de los varones, como de garantizar que no se produzcan embarazos en el cuerpo de nuestras hijas. Porque nos despreocupamos, confiando que no hicieron nada "fuera de lo normal" con ese celular que les compramos a los 6 o 7 años, porque naturalizamos que "siempre se miró porno y no tiene nada de malo", que "las feministas exageran", y que los hombres "poseen un instinto animal irrefrenable que les nubla la razón" ante todo cuerpo que se les aparezca delante, al que, para "desahogo sexual" o para no "ser menos hombres" deben accederlo carnalmente ante lo que interpretan como "provocación". Porque al asumir como "animalidad" ese "instinto sexual", restamos posibilidades al cambio social que empieza por casa, con presencia, palabra y valores claros que se predican con el ejemplo.

¿Por qué los hombres no hacen nada por que dejen de existir los abusos y violaciones? Bueno, aquí la pregunta del millón, la más incómoda, la más comprometida. Porque segurmente haya hombres que hagan algo; en cada casa, por ejemplo. Cada casa que crió a sus hijos sin normalizar el porno, sin sexualizar infancias, sin llevarlos "a debutar" pagando, hizo mucho por la humanidad. El problema es cuando cada niño y niña interactúan con el mundo en este sistema de desigualdad. En casa es simple ser un buen hijo, buen hermano y en muchas casas también ser buen padre; pero cuando los pares exigen determinadas conductas para "no ser menos hombre", ¿es tan fácil no tirarse al mismo río que Juancito? Cuando no hay nadie que mire, que sea testigo, que pueda condenar ¿es tan fácil no aprovecharse de una persona vulnerable? Cuando los amigos pasan nudes de sus parejas sexuales, cuando se comparten videos porno, chistes sexistas ¿es tan habitual marcar expresamente un límite a los pares? Pues bien, aquí hay algo que falla, hay una desconexión entre la intención en discurso y el comportamiento en hechos, porque es todo el sistema social el que exige, el que espera de los hombres que se comporten de determinada manera, para legitimarse entre pares como poderosos y diferenciarse de las personas sometidas por ese mismo sistema.

Y es aquí, justamente, donde les exigimos que dejen de hacer la vista gorda, que dejen de tolerar lo que es intolerable. Esos seis violadores no salieron de un repollo, no son animales, fueron niños que una vez encontraron asombro, placer y goce en el espectáculo de la violación. Y desde allí la socialización patriarcal es básicamente una línea recta hasta la violencia consumada para el aplauso. Y es aquí donde se puede intervenir para socializar adecuadamente y torcer el determinismo de la violencia.

Y esa socialización que no quede en exclusiva cabeza de las familias, sino que implique unirnos comunitariamente para formar varones con un espíritu de nobleza tal que les permita no sólo respetar a sus mujeres cercanas, ni tampoco ser amable con todas las damas; sino lograr el temple necesario para poner freno y dejar de celebrar, arengar y también de tolerar "por amistad" las prácticas sociales, los chistes, las "gracias" al estilo Pepe Argento, el no pago de cuota alimentaria, etc. que son violencias machistas desde lo simbólico a lo físico y parecen minúsculas pero que terminan, en definitiva, en hechos tremendos que todos y todas lamentamos. Aunque quizás no vean la relación directa, existe; confíen en nosotras y dejen de sostener el patriarcado, muchachos. Dejen de bancarse entre ustedes cuando hacen cosas mal.

Como Estado nos debemos la aplicación de la ESI no sólo en las escuelas para niños, niñas y adolescentes; también en la enseñanza de adult@s, en la formación profesional, en los clubes deportivos de primera, en los trabajos y, fundamentalmente, en los medios de comunicación, en la policía y en el poder judicial. Pero como comunidad ¿qué nos debemos? pues lo mismo: ESI en los clubes barriales, en los merenderos, en los trabajos, en las iglesias, en todos los lugares donde haya mujeres, personas de identidad diversa... y hombres. Dejemos en claro algo que es simple y crudo: a la víctima en cuestión, la salvó una pareja que se involucró. Sin ellos, estaría muerta, descartada después de haber sido brutalmente violada; a los agresores los redujeron los vecinos y están siendo juzgados. Digamos claro que para terminar con esto, nos necesitamos a tod@s junt@s comprometidos con esta causa, y ahora llega el turno de los hombres para luchar contra el patriarcado. Nos merecemos otra humanidad.

(*) Abogada feminista, Mnd. en Cs. Sociales y Humanidades, Docente especializada, Investigadora en Sociología Jurídica.

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