"Y con unos volantine / me juyi pa Santa Fe" / "El pruebista principal / a enseñarme me tomó / y ya iba aprendiendo yo / a bailar en la maroma / mas me dieron una broma / y aquello me indijustó" (Martín Fierro).

Un día de invierno, allá por 1935, visitó la Redacción de un difundido vespertino local, "El Ciudadano", una persona que venía de la Capital Federal, según supimos luego, con el único propósito de pasear por las calles de Azul, después de haberlo hecho cincuenta años atrás, cuando aún era un niño.

Soy José Podestá, nos dijo, hermano de Pablo y Blanca, con mi padre don Gerónimo Podestá y mi madre doña Ana Viscaina, llegamos en gira circense por Azul allá por el año 1886... Habíamos salido de Buenos Aires con las intenciones de llegar hasta Las Flores, temerosos que a la modesta compañía le pasara algo malo en los caminos de estas desiertas pampas, pero alguien nos sedujo con la idea de que había tranquilidad por este pueblo que crecía con mucho ímpetu y mi padre resolvió llegar, para dar algunas funciones, levantando una carpa a orillas del arroyo, a la altura de la hoy calle San Martín, y allí quedamos una buena temporada porque trabajábamos a lleno completo.

- ¿Mucha gente, señor Podestá, asistía entonces al espectáculo?

- Sí, público muy numeroso, pero nosotros no las teníamos todas consigo porque entreverados con los cristianos andaban los indios en las tolderías cercanas, algunos portando lanzas, los que se aguantaban a pie firme la función a base de números ecuestres, equilibristas y algunos dramones de aquella época, guitarreadas, etc. No siempre terminaba bien el espectáculo porque cuando durante el drama se desarrollaba alguna pelea, los ánimos se exacerbaban entre el público, principalmente entre los indígenas, y sino adentro del circo, cundía en la calle el desorden y aquello terminaba en pelea con heridos y presos.

- ¿Y desde entonces cuántas veces visitó Azul, señor Podestá?

- Nunca más regresé hasta hoy, medio siglo después, pues no quiero pasar a mejor vida sin haber recorrido estos parajes que conocí en mi niñez, tan bellos, con tanta historia patria. Por aquellos años del '80 culminaba la Campaña del Desierto y llegaba al Azul su primer ferrocarril... Era un pueblo con mucha cultura y el mejor del centro-sud de la provincia, según pude constatarlo.

Después de pasear por Azul, el señor Podestá abandonó la ciudad de regreso a Buenos Aires, donde no pasó mucho tiempo; falleció con general sentimiento de la farándula artística nacional. Se había ido otro gajo de esa gran familia que, durante toda una época, animó el escenario argentino, con las obras de famosos autores.

Y a la par, surgieron otros actores y actrices que llegaron a nuestra ciudad desde fines del siglo pasado [XX], cuando por mandato de la Sociedad Española de [Socorros Mutuos] se levantó el edificio del Teatro Español, inaugurado en los albores del presente siglo (1901-1902), construido por el señor Vicente Romeo y la empresa porteña Miró y Cía., con una lujosa sala de tan perfecta acústica que causaba la admiración de propios y extraños. Tenía entonces la boca del escenario un hermoso cortinado de terciopelo rojo adornado con hilos de plata y colgaba del techo una maravillosa araña con su lámpara cuajada de cristales, importada de Europa y hacían "pendant" con los palcos afelpados, el conjunto interior adornado y pintado por artistas venidos de la Capital Federal.

"Visitó Azul el conocido autor teatral don Alberto Novión [quien] le brindó la oportunidad a los azuleños de asistir al prestreno de la obra 'La Loca del Azul'". FOTO EL TIEMPO/HEMEROTECA J.M. OYHANARTE

Por ese entonces y aún mucho después, nuestro Teatro cobró fama de ser uno de los mejores del radio bonaerense, y no solamente en la faz edilicia, ya que en lo artístico sobresalió como ninguno al recibir en su seño a grandes compañías de óperas, operetas, zarzuelas, que con los conjuntos de dramas, comedias y sainetes venían de Buenos Aires continuamente, con el agregado de que muchas de aquellas habían viajado desde Europa, para deleitar a los auditorios porteños y luego especialmente contratados viajaban a Azul por una breve "tournee".

Pasaron por la escena del Español en aquella primera década del siglo actual [XX] las óperas La Traviata, Carmen, Rigoletto y otras. Las operetas: La princesa del Bal Tabarín, El Conde de Luxemburgo, zarzuelas diversas del tipo de La Verbena de la Paloma y hondas tragedias y dramas como Morte Civile, El galeoto, etc., a cargo todos ellos de celebrados artistas extranjeros, que además de cosechar el aplauso del público que llenaba la sala, se hallaban muy bien remunerados de antemano con muy buenos abonos a todas las funciones.

Ocurrió que las diversas colectividades europeas que se nucleaban en Azul, fueran italianas, españolas, suizas, francesas, inglesas, etc., prestaban el más decidido apoyo a esas manifestaciones de exquisito arte escénico, como también lo hicieron en la segunda y tercera década, entre los años 1910-1930 y algunos subsiguientes.

Es una serie larga, ininterrumpida, de celebradas compañías teatrales que visitan el Azul en los años anteriores y posteriores al Centenario de 1910, figurando entre ellas: la de Blanca Podestá-Ballerini, que ponen en escena obras de Florencio Sánchez, Martínez Cuitiño, Roberto Payró, de diversos ambientes, ciudadanos y camperos que atrae a numerosa concurrencia. Luego llegan Rosas-Zurlo, José Brieva, Giacomino, Luis Arata con Juan Ciencia, Blanca Vidal, Casal, Bernal, Angelina Pagano, Pablo Podestá, Alberto Sansoldo, Cañete-Reilly y la celebrada compañía Abad-Corbonell en la cual actúa con gran éxito Santiago Arrieta, que estrena obras en Azul de Belisario Roldán, como El Rosal de las Ruinas, El Puñal de los Troveros y otras de autores españoles: Benavente, Galdós, los hermanos Quinteros, siendo muy celebrada la puesta en escena de la comedia "Flor de Durazno", de Martínez Zubiría. Lo interesante del caso es que Azul sirvió de trampolín a la citada compañía, que de aquí viajó directamente a España, para proseguir en los teatros peninsulares su magnífica actuación.

En el coliseo azuleño se estrenan obras de Belisario Roldán. FOTO EL TIEMPO/HEMEROTECA J.M. OYHANARTE

No pasan muchos meses y llegan a nuestra ciudad, para debutar el 27 de junio de 1922 en el Teatro Español, procedente de Bahía Blanca, la compañía de Luis Arata, Leopoldo Simari y José Franci, dando punto final a su tournee por la provincia y a la espera de la inauguración (que ellos deben realizar) del Teatro San Martín en su flamante edificio de la calle Esmeralda, de la Capital. Integran el acreditado conjunto María Luisa Notar, Berta Ganglof, y las jóvenes figuras, que recién comienzan a fulgurar como estrella en la escena nacional: Eva Franco, Herminia Franco, Tomás Simari, Marcos Caplán, José Otal.

Además se complementa la escena con una orquesta típica que dirigen aquel gran bandoneonista que se llamó Antonio Scattaso, autor de "Caferata" y "Ventanita de arrabal"; es que en muchas puestas en escena, representando "cabarets" o bailes de arrabal, tenía que ejecutarse tangos, que por aquel entonces habían alcanzado su apogeo, especialmente desde que se ejecutara "La Cumparsita" como final de fiesta en el viejo Teatro Buenos Aires, donde actuaban Muiño y Alippi, y cantara aquel tango Carlos Gardel: Si supieras. Letra de Maroni y Pascual Contursi. Cabe agregar que el famoso tenor Tino Schipa grabó en disco el tango de Mattos Rodríguez, pero con letra del mismo. La Cumparsita -de miserias- sin fin desfila...

La actuación de la compañía Arata, Simari y Franci, que se prolongó durante tres meses en Azul, fue inolvidable, pues subieron a escenas obras de relieve, como "Los Mirasoles", "Las de enfrente", "Barranca abajo", "La víbora de la Cruz", "La casa del Taita Pancho", "Las otras noches en los corrales", "Tu cuna fue un conventillo", "Mustafá", "La ruleta de San Carlos", "Murriña mía", "Tangos, Tongos y Tungos", y muchas otras.

Por ese tiempo visitó Azul el conocido autor teatral don Alberto Novión que, allegado a la Compañía Arata, Simari y Franco, por su profesión le brindó la oportunidad a los azuleños de asistir al prestreno de la obra "La Loca del Azul", con la cual fue inaugurada poco después la sala del teatro San Martín.

Era un hondo drama algo en relación con la guerra del desierto y su éxito fue completo, y los aplausos atronaron la sala del teatro, celebrando la argumentación de la obra y la gran actuación del elenco de la compañía. En años siguientes llegaron al Azul otros grandes artistas, que dejaron gratos recuerdos por su brillante desempeño.

La historia de nuestro primer Coliseo es larga y necesita muchas páginas para escribirla, pues en su sala se desarrollaron, además de los espectáculos teatrales, otros de índole cultural, social, político, gremial, de arte musical, con excelentes conjuntos orquestales, etc. Tal vez algún día con espacio suficiente pueda seguir este relato en su aspecto anecdótico, que es lo más interesante y mientras tanto les digo como Martín Fierro: "Con mi deber he cumplido / ya ya he salido del paso / pero diré por si acaso / pa que me entiendan los criollos: / todavía quedan rollos / por si se ofrece dar lazo".

[Referencias: artículo firmado con el seudónimo Peter Boy. Titulado en su original como "Columnas de mis recuerdos" y publicado en El Tiempo en la edición del 5 de abril de 1970. Archivado en Hemeroteca JMO de Azul].

"Nuestro Teatro cobró fama de ser uno de los mejores del radio bonaerense", asegura el periodista Borghi López en su artículo. FOTO EL TIEMPO/HEMEROTECA J.M. OYHANARTE