CRÓNICAS DE TURF . El "2 de Línea", un pingo de los aventureros

"Ansi todo el que procure / Tener un pingo modelo / Lo ha de cuidar con desvelo / Y debe impedir también / El que de golpe le den / O tironée en el suelo". Martín Fierro.

En aquellos tiempos de principios de siglo, como lo había sido antes, era un orgullo tener un "parejero" para lucirse en las fiestas camperas y dar "dique" a cuanto varón le salía al paso y, al mismo tiempo, darle gusto a la pasión del criollo, revelada en cuanta carrera se disputaba en los contornos, rejugándose en las paradas. Era un sentimiento que venía de lejos; y se traía en la sangre eso de tener un buen caballo en estas dilatadas llanuras, que lo defendía en los trabajos y en la guerra contra el salvaje, al mismo tiempo que en las "güellas" de las pulperías, lo que hizo decir a Fierro en la "Biblia gaucha": "Siempre el gaucho necesita / Un pingo pa fiarle un pucho".

Y así era nomás; y siguió siendo en los tiempos, con las hazañas de caballos que hacían roncha en las distintas regiones del país o de la provincia, por sus ligerezas y guapezas, cuya fama, al ir extendiéndose, daba lugar a los comentarios de la gente, cuando en rueda de amigos se encontraban en los pueblos o en las Esquinas de campo. Y como algunos de los presentes creía tener en las casas el mejor "flete" del pago, ya no podía quedarse quieto y rumbeaba para los lugares donde aquellos cumplían hazañas, dispuestos a desafiarlos y correrles por lo que fuere y en cualquier tiro... Otros, más audaces, salían del poblado e iniciaban una gira con su pingo por la provincia, entraban en la Pampa, llegaban a veces hasta Santa Fe, haciéndose presente en cada "reunión" con su caballo que, al verlo, demostraba ser -a veces- poca cosa, pero que una vez en carrera corría como un crack y ganaba plata tupida. Uno de esos exponentes de esta zona fue el caballo "Tito", con el que su dueño y cuidador recorrió miles de kilómetros llevándolo de tiro, y ganó en su gira más de una docena de carreras por mucha plata. Porque ese parejero despistaba al mejor conocedor. Era un caballito de poca alzada, petizón y clinudo, y siempre caía a las "cuadreras" medio embarrado -a propósito-, y enseguida le hacían carrera. Entonces sí había que ver cómo todo su disfraz desaparecía para transformarse en un pingazo, que ganaba fácil por cuanto quería su piloto... Y como el "Tito" hubo otros en Azul, que se llamaron "Capricho", "Mandinga", "Pebete", "Tierra Negra", "Rengolay", "Catriló", "Lina", que después de cansarse de ganar carreras por ahí, bajaron al hipódromo local, para disputar premios en las más variadas distancias, de los 200 a los 1.000 metros.

Por ese entonces, recién se comenzaba a correr en pista. De esto hace más de medio siglo. Pero no sólo había mucho bueno entre aquellos elementos, pues junto a ellos se hallaban los caballos trotadores, que también disputaban sus carreras en la campaña y se habían hecho famosos por la forma de actuar en los 3.000, 5.000 metros y más distancia, y uno de ellos fue el "2 de Línea" de Reginaldo Ferreyra, cuya historia cubre un largo tiempo de distintos pueblos de la región, a lo largo y a lo ancho.

El "2 de Línea", ligero como el viento, era un hermoso zaino que había nacido en un haras de esa zona, de padres sangre pura de trote y al que, de potrillo, se lo regalaron a Reginaldo.

Un día, hablando con él sobre los pingos que había tenido en su buena época, nos dijo: "Vea mi amigo. Yo tuve varios caballos de carrera, entre ellos 'Comandante' y 'Chajá', que corrieron y se cansaron de ganar en el hipódromo, pero sus memorias no me son tan gratas como las de aquel trotador, al que le puse de nombre '2 de Línea', en recuerdo del famoso Regimiento, que actuó valientemente en las guerras del siglo pasado [XIX] y en el cual mi padre, que también se llamaba Reginaldo Ferreyra, supo actuar como oficial, para después ser comandante de Guardias Nacionales en Azul, allá por mil ochocientos setenta y tantos... Era a principios de siglo [XX] -continuó diciendo don Reginaldo- cuando me regalaron al potrillo y lo domé a mi manera, con palabras, suavidad y destreza... Yo ya tenía mi experiencia, de cómo trataban a los caballos ciertos domadores y recordaba lo que decía Martín Fierro: 'Muchos quieren dominarlo / Con el rigor y el azote, / Y si ven al chafalote / Que tiene trazas de malo / Lo embraman en algún palo / Hasta que se descogote'. De ahí que, con paciencia, logré sacarlo bueno a mi zaino; que, el poco tiempo de estar domado, comenzó a mostrarse voluntarioso para el trote, y entonces lo probé con otros trotadores y me dio seguras esperanzas sobre su porvenir, ya que estos eran también muy buenos. Por el 1907, con algunos amigos, organizamos un club, construyendo una pista de correr por las Chacras de Toscano, cuya entrada estaba en el mismo lugar donde se levanta el Cristo en la Ruta N° 3 y Avenida Piazza, y allí se lució el '2 de Línea', ganando varias carreras; hasta que, iniciadas las actividades en el hipódromo a mediados de octubre de 1914, lo anoté en una carrera sobre 5.000 metros, a disputarse el día de la inauguración; pero la mala suerte estuvo esta vez en mi contra, ya que el caballo se me enfermó y no iba a correr... Pero como el principal atractivo de la carrera era mi caballo, me fueron a ver, con el fin de que lo presentara de cualquier manera. Y entonces salí a la pista con él y yo mismo lo corrí contra mi voluntad, porque había muy buenos trotadores en el lote de rivales. La carrera era muy dura y logré entrar 2° de 'Melenik', un zaino negro que dirigió con mucho acierto don Belisario Zapata. Le di un descanso a mi caballo, lo volví a preparar y comencé a ganar en serie en nuestro hipódromo, y también en las Esquinas de campo, hasta que un día se lo presté a un amigo que vivía en Bahía Blanca, adonde lo llevó con otros pingos de carrera, porque también aquella ciudad tenía su hipódromo, donde tallaba fuerte, desde el Club Hípico, el doctor Medús, un gran turfman y amigo. Recuerdo -continuó diciendo Don Reginaldo- que, por ese entonces, había en Bahía Blanca un turco muy carrerista, que tenía un gran comercio y una afición loca por los caballos trotadores, que los tenía muy buenos... Íbamos con mi amigo, llamado Ramón Zabala, paseando por el Parque de la ciudad bahiense en sendos sulkys, tirados por un lindo alazán de raza y el '2 de Línea', respectivamente, cuando nos topamos con el susodicho comerciante, que también manejaba desde su sulky a un trotador, y ahí nomás nos hizo un desafío amistoso: 'Les corro a cualquiera de esos pingos en la distancia que quieran y por mil pesos (mil pesos de aquella época, que valían oro), aquí mismo en el Parque...'. Yo -nos dijo Reginaldo-, me le achiqué de entrada nomás y le pedí que me diera cien metros de ventaja en la largada, a correr 2.000 metros. Pero el hombre contestó que él no daba ventajas. Intervino Zabala y le contestó que el forastero era un caballito nada más, y le iba a ganar la carrera... Transó entonces aquel, diciendo que iba a dar 25 metros de ventaja, pero por 2.000 pesos. El hombre veía en robo la carrera, la que momentos más tarde se corrió y desde el vamos el '2 de Línea' salió bien pisado y fue aumentando la ventaja inicial, hasta extenderla a más de 150 metros cuando habían cubierto los 2.000 metros, ante la furia del turco, que llegó con su caballo agotado y saliéndosele los ojos de rabia, por lo que había perdido, y lo habían fumado en pito".

Reginaldo y Zabala lo calmaron poco a poco y, por ahí, le dijo el primero: "Si quiere la revancha, se la voy a dar, y además cien metros de ventaja en el mismo tiro".

El perdidoso lo miró y, pagándole los 2.000 nacionales, le contestó que no; pues el escarmiento había sido grande.

Ramón Zabala, cuando quedó en su poder el "2 de Línea", le cambió el nombre por el de "Mojarrita" y siguió ganando carreras, por aquella zona de Bahía Blanca, hasta que una noche se lo robaron del corralón donde lo tenía, sin poder dar con los ladrones.

Pasó el tiempo y un día un amigo lo anotició. El "Mojarrita", en otras manos, andaba triunfando por el lado de Pringles, Coronel Suárez, Tornquist... Se iba a poner en campaña Zabala, cuando una mañana, al levantarse muy temprano, lo encontró al caballo en el portón del corralón, atado con una rienda a un árbol.

El pingo estaba flaco y bastante consumido, tal vez por alguna enfermedad. Se lo habían devuelto, pero en qué estado...

Con mucha paciencia, Zabala lo curó, y meses más tarde "Mojarrita" volvió a ser el de antes, tal vez con menos bríos, pero igual logró conquistar otras victorias, ante el asombro de la gente que conocía su larga e intensa campaña que, de tal manera, culminaba en 1920.

Fue por ese tiempo que Zabala le hizo llegar a don Reginaldo, la fotografía adjunta [al artículo], con una leyenda en la que, en pocas palabras, expresa todo lo que fue ese gran caballo que, en Azul se llamó "2 de Línea":

"Amigo Reginaldo: cualquier cosa. Mojarrita a los 18 años, el terror del Sud de la Provincia: Salúdalo su amigo, Ramón Zabala".

Estoy seguro que de ese temple y calidad no hubo muchos pingos, en lo que va del siglo [XX] por estas regiones.

[Referencias: artículo firmado con el seudónimo Peter Boy. Publicado en El Tiempo el 15 de diciembre de 1968. El título original es: "A los 18 años el "2 de Línea" de Reginaldo tallaba fuerte en el Sud de la provincia - Fue aquel un pingo aventurero con muchas hazañas cumplidas". Archivado en Hemeroteca JMO de Azul].