17 de septiembre de 2023

A UN AÑO DE SU MUERTE

A UN AÑO DE SU MUERTE . "Sandro", el último personaje de Azul

Vicente Cuevas, su amigo y hermano del alma, reconstruye el perfil de Felipe Diego Gutiérrez, quien a partir de hoy tendrá un busto en su memoria en El Sol. Desde ese barrio "Sandro" se convirtió en una leyenda urbana, luego de que el 17 de septiembre de 2022 su vida, pero no su recuerdo, se apagara para siempre.

Si el querido "Sandro" era el "Patrón" del Barrio El Sol, ese legado descansa actualmente en Vicente Cuevas, para quien Felipe Diego Gutiérrez era "como un hijo o un hermano", según dice mientras todavía se emociona al recordarlo.

Vicente, un reconocido frentista ya retirado de la actividad de la construcción, tiene 79 años. Y desde la herrería de Ariel, uno de sus hijos, a través de su relato se convierte en un emotivo testigo de quien en vida fuera uno de los personajes más reconocidos de Azul. En el mismo nivel, por ejemplo, de otros que también ya no están y dejaron sus especiales improntas en esta ciudad, tales como el "Bebe" Ciappina o los más lejanos en el tiempo -ambos linyeras- "Colacha" y "Covanea".

Tan fuerte es el vínculo que lo une con "Sandro" que meses atrás a Vicente se le ocurrió una idea: encargarle al artista plástico Raúl Gallardo un busto en su memoria.

Esa obra ya está terminada. Y hoy domingo, al cumplirse el primer aniversario de la muerte de "Sandro", tiene previsto emplazarlo en la casa de otro de sus hijos. Ahí también en El Sol, un territorio prácticamente suyo si se toma en cuenta su historia de varios años radicado en esa barriada de la Zona Norte de la ciudad. Un sector donde sus mojones delimitantes más significativos -"de la Maipú para acá", como dicen muchos al orientar ese comentario en dirección al Arroyo Azul- bien pueden ser la Escuela 13, el Tiro Federal de Azul y, un poco más al fondo, las cárceles de varones y de mujeres del SPB.

"Sandro" caminó esa barriada como pocos. Y su andar no pasó jamás desapercibido para los vecinos que convivieron con él en el día a día hasta ese fatídico 17 de septiembre del año pasado, cuando la muerte lo sorprendió -no podía ser de otra manera teniendo en cuenta de quién se trataba- en la calle.

Poco antes del mediodía de aquel sábado, víctima de una súbita descompensación la vida de Felipe Diego Gutiérrez se apagó a los 69 años de edad.

"Sandro" se desplomó en el cruce de las calles San Juan y 1° de Mayo, cerca del Jardín de Infantes del barrio. Y a pesar de la presencia en el lugar de una ambulancia con personal médico, los esfuerzos para revivirlo fueron vanos.

Un año después, su recuerdo sigue vivo. Y Vicente Cuevas decidió inmortalizarlo para siempre con ese busto que le encargó al artista plástico Raúl Gallardo y decidió colocar en la casa de su hijo mayor, que también se llama Sandro, se dedica a la construcción como su padre y muchos conocen como "Noni".

La idea es colocar el busto en el interior de la vivienda, situada en una de las esquinas de Catamarca y Comandante Franco. Pero que, al estar sobre un soporte de hierro de varios metros de alto que ya había sido puesto ayer, sea visible desde la calle para cualquiera que pase por esa zona de El Sol.

No estuvo ajeno a la controversia el lugar elegido para colocar el busto de "Sandro".

Otros vecinos, enterados de la iniciativa que tuvo Vicente, hablaron con él para ponerlo en una futura plaza a construirse en el barrio.

Ese lugar es un predio donde hoy los pibes juegan al fútbol, en lo que se ha convertido en un potrero de similares características a los varios que en otras épocas hubo en ese sector de la ciudad, cuando estaba mucho más despoblado que en la actualidad; aunque ahora los arcos sean de metal y por aquel entonces se armaban con palos que los propios chicos hacían con ramas cortadas de las plantas.

Hasta en ese conflicto -por llamarlo de alguna manera- entre los vecinos lidió la Municipalidad de Azul. Pero no hubo solución a la vista. Y entonces, Vicente optó por emplazar el busto de Sandro en la casa de su hijo mayor; mientras que los demás vecinos que estaban involucrados en esta polémica decidieron encargarle otro de similares características y que todavía sigue en proceso de gestación a Gallardo, con la idea de que en un futuro forme parte de esa plaza que todavía no deja de ser un proyecto.

"Él no tenía maldad para nada. Si hasta cuando alguien le decía que no tenía para comer se aparecía al rato con algo para darle", recordó Cuevas sobre "Sandro". NACHO CORREA.

"Sandro" y Vicente

La historia con Azul de "Sandro" se inicia después de lo que fue su nacimiento en General Alvear un 28 de mayo de 1953.

Siendo niño, él y sus hermanos quedaron huérfanos. Y en aquel entonces fue traído a esta ciudad, al hogar de menores que funcionaba donde hoy está el Instituto Lugones.

Vicente Cuevas se cruzó con Felipe Diego Gutiérrez ya cuando un vecino se lo llevó a trabajar en una chanchería que poseía sobre la Avenida Mujica, frente a la Cerámica "San Lorenzo".

"Sandro" tenía por aquel entonces unos doce años, recuerda ahora Cuevas, quien también ya desde chico trabajaba en un campo de la zona.

Entre ambos nació una entrañable amistad que se prolongaría durante décadas. Siempre, con el Barrio El Sol como escenario y testigo de esa unión cuasi fraternal de los dos.

"Sandro laburaba ahí, en esa chanchería. Era un nene todavía y un día decidió irse de ahí. Como que se escapó. Al parecer lo maltrataban", recordó Vicente sobre la infancia del personaje central de esta historia.

Una casa que ahora ya no existe porque fue derrumbada, cerca de la cárcel, fue otro de los lugares donde "Sandro" pernoctó algún tiempo.

"Ahí vivía una mujer con su marido, que era muy trabajador. Era muy alta y le decían 'la Flaca Manzanares'. Ella, que también tenía hijos, como que se lo llevó a vivir ahí. Fácil él debe haber estado viviendo en esa casa tres o cuatro años".

Aquella era una etapa durante la cual "Sandro" iba dejando de lado su niñez y adolescencia para ingresar en su juventud.

Una casa abandonada cerca de esa otra donde vive actualmente Vicente Cuevas, la del "Toto" Crocce -otro de los apellidos históricos de El Sol- y una situada sobre calle Jujuy fueron más lugares donde "Sandro" alternó sus estadías.

En ese último domicilio mencionado, Cuevas recuerda que su propietario "lo había puesto como casero".

"Pero un día estaba lloviendo y él vio una chica joven con un nene en la calle. Y de buena fe, porque no tenía para nada malas intenciones y era alguien muy sano, los hizo entrar a los dos a la casa. Al dueño le llegó el comentario que se había juntado, cosa que no era cierta, y le dijo que se fuera".

Tiempo después, otra casa que había quedado abandonada se convirtió en el refugio transitorio de Gutiérrez, quien hasta su deceso desarrolló esa vida nómade pernoctando de una vivienda en otra.

"Era buenísimo. Iba de una casa a la otra y la gente le daba de comer. Y así iba viviendo", afirma también Vicente sobre los días de "Sandro" en El Sol.


Vicente Cuevas, con el busto confeccionado por el artista plástico Raúl Gallardo que hoy será colocado en el Barrio El Sol, en memoria de "Sandro". NACHO CORREA

En auto, jamás

Un detalle marcó también la historia de "Sandro": casi nunca salía del barrio donde transcurrió prácticamente desde niño toda su vida.

"Lo más lejos que llegaba era a la calle Santa Fe (la actual Amado Diab)", rememora Vicente sobre ese berretín que invadía a su amigo y que, vaya uno a saber por qué motivo, lo tuvo anclado en el barrio donde desde hoy un busto lo recuerda para siempre.

"Era rarísimo lo que pasaba con eso. Pero a él se le ponía una cosa en la cabeza y no quería saber nada", afirma Cuevas sobre las especiales características del perfil de "Sandro", quien si bien en algún momento se animó a trascender los límites de El Sol después era habitual encontrarlo siempre en esa barriada. Sobre todo, cuando ya era grande.

Una de las grandes fobias que "Sandro" tenía era que no le gustaba absolutamente para nada andar en auto.

"Él siempre jodía con que quería volver al Lugones", el lugar donde se crió no bien fue traído a Azul siendo un niño. "Pero después, cuando yo lo quería llevar en el auto no quería saber nada".

Al respecto, Vicente Cuevas recuerda todavía hoy dos anécdotas surgidas de esa particular situación.

"Una vez mis nietos estaban haciendo unos chorizos y me invitaron a mí. Entonces les dije que me esperaran, que iba a la carnicería a comprar más chorizos. Y yendo en el auto a lo de Castiglione -el comercio que está en una de las esquinas de Alvear y Diab-cerca del Tiro Federal me lo encontré a Sandro. Le dije que me acompañara, así después venía también a comer con nosotros. Pero cuando lo subí al auto enseguida se puso como loco. Se quería bajar y casi se me tira del auto en marcha".

Lo concreto fue que Vicente logró que lo acompañara hasta la carnicería. Pero en el negocio "él se había puesto como loco y le pedía a los carniceros que me atendieran enseguida a mí, para que volvamos al barrio. Me acuerdo que estaba 'Cuchela' Ponce -el histórico canillita de EL TIEMPO que también vive en El Sol- y que 'Sandro' le pedía que lo lleve de vuelta al barrio. Y 'Cuchela' le decía que él andaba en bicicleta, que mejor que lo trajera yo de nuevo".

La otra historia, con auto de por medio y Vicente como chofer, se remonta a cuando un día vino "Sandro" para pedirle que lo llevara a la radio de "Beto" Labour junto con varias personas más.

Cuevas lo llevó; y entre todos los invitados aquel día a la radio salieron al aire. De regreso, Vicente intentó convencerlo para ir a pegar una vuelta por el centro. Y "Sandro", una vez más, no quiso saber absolutamente nada. A tal punto que "gritaba y zapateaba como loco".

El Sol era la zona de confort para "Sandro". Nada lo sacaba de ese lugar; más allá de que tuvo intenciones de salir de la ciudad para ir a visitar a sus familiares. Tanto en Tapalqué como en General Alvear, según recuerda Vicente, que también se había ofrecido a llevarlo en el auto. Pero aquellos viajes nunca pudieron concretarse porque, una vez más, aparecía en "Sandro" esa aversión a subirse a uno.

"Él quería ir; pero no se animaba a viajar en auto porque alguno lo asustó. Lo máximo que pude hacer fue llevarlo a dar una vuelta hasta el hipódromo, que ahí sí se subía sin problemas", afirma Cuevas.

Una ambulancia para el hospital

A "Sandro", además de darle de comer los vecinos teniendo en cuenta lo mucho que lo querían, esas mismas personas solían regalarle ropas y lo empleaban para hacer diferentes trabajos, entre los cuales -por ejemplo- figuraba limpiar un terreno, cortar el pasto o hacer los mandados.

"Y así fue hasta el último día de su vida. Me acuerdo una vez, hace como cuarenta años, que se dedicó a juntar botellas. Había juntado un montón, que después las vendía y se las pagaban muy bien. Un día vino a mi casa con toda esa plata que juntó y me la quiso dar a mí, para que la tuviera. Yo le dije que no, que la fuéramos a poner al banco", cuenta Cuevas y reconoce que, considerando lo ingenuo y bonachón que "Sandro" era, en algunas ocasiones hubo personas que se aprovecharon de él.

Desde siempre, la idea que tenía era juntar plata para comprar una ambulancia y donarla al hospital. "Vos lo mandabas a hacer un mandado y le decías que se quedara con el vuelto, como si fuera una propina, y él lo guardaba porque decía eso, que estaba juntando plata para comprar una ambulancia para el hospital".

Vicente recuerda que meses antes de su muerte "Sandro" ya "andaba medio jodido". Una evidencia de eso era que se lo veía mucho más flaco. "Andaba con algunos problemitas de salud; pero era difícil porque no se dejaba revisar".

Cuevas lo veía casi que a diario, ya que era habitual que pasara a tomar mates por su casa o la de su hijo más chico. Ariel, el que tiene la herrería.

Aquel sábado 17 de septiembre del año pasado "Sandro" cumplió, bien temprano por la mañana, con ese ritual.

Después se fue a buscar unas varillas de una persiana de plástico a lo del "Toto" Selaya, en Alvear y Tiro Federal, porque estaba en otra casa haciendo un trabajo y las necesitaba.

"Venía con eso y en la esquina del Jardín, ahí en San Juan y 1° Mayo, se paró a conversar con otro pibe. Y se cayó muerto. Así, de una. Eran más o menos las once o las once y media de la mañana. Por más que después vino la Policía, una ambulancia y todo, él ya estaba ahí fallecido", cuenta Vicente sobre lo que fueron las últimas horas con vida del "Patrón" del Barrio El Sol.

A Cuevas se le llenan los ojos de lágrimas y se emociona cada vez que lo recuerda. Y no se olvida lo que fue, al día siguiente de su fallecimiento, el cortejo para despedirlo: lleno de autos, motos y bicicletas con vecinos siguiendo al coche fúnebre que trasladaba sus restos al Cementerio Municipal y que hizo una escala obligada por el Sol.

"Él no tenía maldad para nada. Si hasta cuando alguien le decía que no tenía para comer se aparecía al rato con algo para darle. Cuando lo mandabas a hacer mandados nunca se quedaba con el vuelto, te traía todo anotado. Es muy raro que un tipo así, de la calle, sea como era él. Era un tipo decente, que nunca te iba a robar nada. Lo podías dejar tranquilamente en tu casa cuidándola porque sabías que no te iba a tocar nada si vos no le dabas permiso", dice Vicente sobre el querido "Sandro".

"Me duele todavía que se haya muerto. Para mí fue como un hijo o un hermano", señala finalmente Cuevas sobre un personaje que desde hace un año forma parte de las leyendas urbanas de Azul.

El inolvidable juglar de las siestas


"Sandro", sonriente y feliz en el Barrio El Sol. Su lugar en el mundo. NICOLÁS MURCIA/ARCHIVO/EL TIEMPO

Vicente Cuevas no tiene el dato certero de quién apodó como "Sandro" a Felipe Diego Gutiérrez. Pero sí sabe que aquel sobrenombre nació cuando el verdadero y mítico cantante, en la década de los setenta, era un éxito con su banda "Los del Fuego".

"Él siempre andaba imitando a los famosos. Y en ese entonces el furor era Sandro. Y así lo comenzaron a llamar", cuenta Cuevas.

A su manera, "Sandro" se convirtió en una especie de juglar al que era habitual encontrar en la calle. Sobre todo, a la hora de la siesta.

Formaban parte de su impronta presencial en ese contexto una carretilla o un carro que llevaba consigo a todos lados. Y también, la paleta de un viejo lavarropas, que convertía en una especie de megáfono a través del cual sacudía las tardes tempranas de Azul con su particular voz y manera de decir las cosas.

"En la esquina donde 'Toto' Tapia tenía la rotisería -Maipú y Tiro Federal- él se paraba y decía: 'Si usted quiere comprar masitas venga a lo de Margarita', que era la mujer de Tapia".

Además de pasar "el chivo" de algún comercio del barrio, cuentan que "Sandro" también con esos dichos le ponía un poco de sana picaresca a sus intervenciones urbanas.

"Una vez se paró cerca de la casa de una señora que ya estaba viuda y dijo: 'Si usted quiere arrimar la bocha vaya a lo de...'", contó Cuevas sobre aquella rima que era perfecta; pero que a la vecina en cuestión no le gustó en absoluto, por lo que prácticamente salió de su casa a correrlo.

Algo parecido le pasó en otra ocasión. Según Vicente rememora, sabiendo "Sandro" que un vecino del barrio se había separado, se hizo presente en la casa donde vivía hasta tiempo antes con su esposa. Y a esa mujer le empezó a cantar, como si lo hiciera en nombre de su ex marido, "déjame vivir mi vida".

Aquel día la vecina salió muy ofuscada de su casa y "lo corrió a escobazos" y hasta "llamó a la Policía".

"Pero él no hacía nada con maldad. Todo lo hacía de inocente que era. Por eso la gente lo quería tanto", afirma Vicente sobre aquellas presencias callejeras de "Sandro", que cuando salía con una carretilla solía decir que "andaba con la Ferrari". Y cuando era un carro lo que usaba, afirmaba que había sacado "el Scania".

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