Un lector amigo del Padre Keli -que prefiere reversar en anonimato su identidad- envió lo escrito por el seminarista Francisco Molfesa para compartir con la comunidad.

"En estos días escribí algo para recordar al padre Keli, casi que fue saliendo solo, como si él me lo hubiera inspirado. Es una conversación que imaginé que se daba en el cielo entre los santos.

Lo comparto con ustedes, le puse de título "Una mateada en el cielo".

A Keli lo conocí en el seminario, por el año 2006 más o menos, dando retiros para jóvenes que estábamos planteándonos la vocación sacerdotal. Con su ayuda pude descubrir mi propio camino. Doy gracias por el don de su ministerio entre nosotros.

Que el Señor le dé el descanso eterno y brille para él la luz que no tiene fin y que las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.

Versos en memoria del padre Keli

SAN LORENZO: - Don San Pedro, aquí se ha dicho/ que un alma viene hacia el cielo./ ¿Quién será en esta ocasión?/ ¿Lo conoce? ¿Ya lo ha visto?/

SAN PEDRO: - Desde luego, es conocido:/ es el cura Depascuale,/ "Padre Keli". Un sacerdote que tras unos días fieros/ luchándola en un hospicio/ ha querido Tata Dios/ venga a habitar con nosotros,/ para que lo recibamos/ y le ofrezcamos cobijo./ Festejando ya hace un tiempo/ está aquí también su padre,/ ¿lo

recuerda, mi querido?/ S. LORENZO: - En algunos corredores/ me parece haberlo visto./ Y cuénteme, ya que es cura.../ ¿En qué consiste ese oficio?/

S. PEDRO: - El cura, ¿cómo le explico...?/ El cura es de Dios un hijo/ que por santa providencia/ es llamado d'entre el pueblo/ para seguir un camino,/ el camino que Dios

padre/ ha mostrado en Jesucristo:/ llevar a los hombres todos/ la Vida eterna, mi amigo./ Jesús a este hombre un buen día/ le habla

como al oído,/ le dice: "seguí mis pasos",/ se lo dice con cariño./ Y si es gaucho, se entusiasma/ y aunque sabe que no es digno/

deja que se esparza, libre,/ el fuego que siente adentro,/ y poco a poco se vuelve/ algo así como otro Cristo./ El cura, además, he visto/ que acompaña con paciencia/ a las almas peregrinas./ Las bendice, las conforta,/ les da el consuelo del Tata,/ les recuerda que su Hijo/ se dio entero por nosotros,/ por amor a todo el mundo./

S. LORENZO: - ¡Les da fuerza!/

S. PEDRO: - Eso mismo./ Las lleva a los manantiales/ cual pastor con su majada:/ hay veces que va adelante,/ y otras casi que ni es visto./ Les chifla cuando hace falta/ para que no se desvíen,/ un poco también reniega/ cuando pifian el camino./ Las busca si se extravían,/ y cuando están lastimadas/ con bálsamo les da alivio./ Por supuesto

que tropieza,/ es condición del humano,/ pero ahí nomás se levanta/ y continúa su tranco./ Hace las veces de hermano,/ de compañero, de amigo.../ Lleva a tantos el cariño que Dios tiene por sus hijos/ que hasta lo llaman de "padre"./ ¿Me comprende?/

S. LORENZO: - Sí, lo sigo./ Parece una misión noble./ ¿Esto ha sido lo que el Keli con tanta paciencia hizo?/

S. PEDRO: - Y por treinta años casi:/ entregarse a los hombres,/ dar su vida como Cristo./

S. LORENZO: - Qué consuelo que habrá sido./ Así que desde hoy tenemos/ un alma más que acompaña/ con toda la creación las alabanzas a Cristo./ Dígame, ¿canta bonito?/

S. PEDRO: - No ande con exquisiteces/ san Lorenzo, se lo pido,/ porque aquí la casa es grande/ y para todos hay sitio./ Usted sabrá comprender/ que algún alma desentone,/ son los gajes del oficio./ El canto -ya se lo he dicho-/ el canto viene de adentro,/ como desde el vientre mismo./ Lo importante es disfrutarlo,/ hacerlo con regocijo./ El resto es más bien fortuito./ Eso él lo tenía presente,/ a las pruebas me remito:/ véalo en las procesiones/ en las misas, los bautismos.../ Por las letras no se aflija,/ que las sabe casi a todas/ de memoria, mi querido./

S. LORENZO: - Le comprendo, don san Pedro./ Así que el Keli es un cura,/ ¿y de qué zona es venido?/

S. PEDRO: - Sus ancestros son de Italia,/ Teggiano, por ser preciso,/ pero él es argentino,/ de las pampas bonaerenses,/ del pago de Saladillo./ S. LORENZO: - Eso es diócesis de Azul.../

S. PEDRO: - De allí mismo es que ha venido./

S. LORENZO: - ¿Es vicario? ¿O me corrijo?/

S. PEDRO: - Así es. Y más le digo:/ es vicario general./ Ahora nomás se lo explico:/ un encargo que el buen Tata/ le da a algunos de sus hijos/ que tienen corazón grande/ (como este cura que digo)/ y el interior rebosante del amor de Jesucristo./ A esos Dios les abre el juego,/ les corre un poco las líneas, al tiempo que les ofrece/ más gracia, más de su ayuda,/ más Espíritu, digamos, para jugar el partido./ Pero dejemos la charla,/ que aquí viene nuestro amigo.../ ¡Padre Keli, gusto en verlo!/

PADRE KELI: - El gusto es mío, san Pedro. Hace poco pude estar,/ con su sucesor, Francisco./ Qué bueno que es ese hombre, como un padre con sus

hijos./

S. LORENZO: - ¡Y encima es de mis fieles! Olfateo que usted mismo,/ padre Keli, es de ese equipo.../ No se sonroje si digo que de lejos se divisa/ su corazón azulgrana./

P. KELI: - No se equivoca, amigo.

S. PEDRO: - Padre Keli, bienvenido/ a la casa de los santos./ El Hijo le ha preparado/ un lugar, como lo ha dicho/ en su bendita Palabra;/ recién nomás ha venido/ para traerme la llave/ de sus propios aposentos./ Tenga usted un ejemplar, el otro está en mi bolsillo./

P. KELI: - Muchas gracias./

S. LORENZO: - Peregrino,/ ¡qué bien le queda esa boina!/ Pareciera estar clavada/ como esa misma sonrisa/ que en su faz ahora diviso./

P. KELI: - Por los jóvenes, Lorenzo;/ de ellos mismos me viene/ el rostro casi encendido./ La juventud es el río/ de vida que Dios ha dado/ para todos los que busquen/ en Jesús un buen amigo./ Viera qué hermoso fue estar acompañando caminos.../ Rezar y cantar con ellos,/ mostrarles a Jesucristo,/ pelear y también saber/ hacer las

paces de nuevo,/ que eso todos lo vivimos./ Además, con catequistas/ mucho tiempo he compartido/ convivencias y retiros,/ dando gracias como hermanos./ Esa gracia he recibido./ Y de ahí se me pegó/ la risa que hoy he traído./

S. PEDRO: - Es un consuelo bendito/ celebrar la fe con otros./ Pero... ¿qué tiene en sus manos,/ además de la pelota?/ ¿Qué es ese maletín negro?/ ¿Vino con el Catecismo?/

P. KELI: - Es que con el empujón no alcancé a soltar mis libros./

S. PEDRO: - Déjelos sobre esta mesa,/ que en las moradas eternas/ vemos a Dios mano a mano./ No hace falta ningún libro./

P. KELI: - Entonces me tomaré/ el trabajo de ir dejando/ las cosas que me he traído. Aquí les dejo mi Biblia/ que tengo de jovencito;/ alimento para el alma./ Siempre que puedo, medito/ con los santos Evangelios/ porque nos hablan de Cristo./

S. LORENZO: - ¿Y eso otro? ¿Qué ha traído?/ P.

KELI: - El Concilio Vaticano,/ el segundo que vivimos./ ¡Tanto tiempo entre mis manos/ Número cincuenta y tres, Gaudium et Spes, del Concilio,/ no lo olviden: "la cultura lo hace al hombre más digno"./

S. LORENZO: - ¡Cómo sabe este curita!/ ¿Trajo algo más?

P. KELI: - Prosigo./ Aquí les entrego el mate/ que mil y un veces me ha visto/ entre tantas confidencias./ El mate alumbra hacia fuera/ lo que dentro hemos traído. Cuidenlo, se lo suplico./ Para mí es como un amigo./

S. PEDRO: - Siento una gran alegría/ conversando aquí contigo./ El cielo -le voy contando-/ es como una larga charla/ de Tata Dios con sus hijos./ Se parece a una mateada/ que uno tiene con amigos./ ¿Tiene algo más, o está listo?/

P. KELI: - Traje también el rosario,/ que por tanto tiempo ha sido/ un motivo de alegría/ para conversar con Cristo/ a través de nuestra madre,/ María, de quien soy hijo./ Y con eso ya estaría,/ ya me vacié los bolsillos./

S. PEDRO: - Tendrá algo que decir/ a su familia, a su gente, a sus paisanos o amigos,/ antes de entrar para siempre/ a este banquete festivo.

P. KELI: - Puede ser, a ver qué digo.../ Me queda nomás contar/ que por la gracia de Cristo/ he vivido entre los hombres/ anunciando que está vivo,/ que hay que dar gratuitamente/ porque gratis recibimos,/ porque eso fue lo que Él hizo./ Lamento si por fortuna/ no me pude despedir,/ me tuve nomás que d'ir/ como silbando bajito./ Como dice la Escritura:/ hay un tiempo para verse/ y un tiempo para partir./ Pido que a todos les deje/ en el rostro una caricia,/ especialmente a mi hermana,/ especialmente a mi madre,/ que conserven la esperanza/ de abrazarnos junto al Padre./ No se olvide de aclarar/ que esa caricia no es mía,/ es la caricia de Cristo. Yo la recibí de Él/ y a su vez se las transmito./ Diga a todos que imaginen que empiezo el segundo tiempo,/ de arriba "los habilito"/ hasta que nos reencontremos/ para siempre, aquí mismo./ Que sepan que sonreiré/ cuando jueguen en equipo./ ¡Que no aflojen, dejen todo/ y hagan un lindo partido!/ Que no le teman a nada/ y den gracias de estar vivos./

S. LORENZO: - Este cura... ¡es un santito!/

S. PEDRO: - Padre Keli, adelante;/ un gustazo recibirlo./ Que me lo bendiga el Padre,/ que me lo bendiga el Hijo/ y el Espíritu lo ampare/ por los siglos de los siglos. Amén.

Francisco Molfesa, seminarista de Rauch.