18 de diciembre de 2022
"Como una clarinada vibrante la revolución del 90 sacudió a los azuleños hace 75 años".
Comenzaba la última década del siglo pasado [XIX] y un viento de fronda se iba extendiendo de sur a norte, de este a oeste por todo el país, presagiando la tempestad que, después, se iba a desencadenar desde el llano hacia las alturas, en un ataque desenfrenado al gobierno que, poco a poco, había ido conculcando los derechos ciudadanos y sumiendo en la miseria a la Nación, con un despilfarro sin precedentes que favorecía a la oligarquía en detrimento del pueblo, que soportaba una honda crisis económica, social y política, sin posible solución en el horizonte.
El abandono era casi total y aquí, en Azul, se soportaba con estoicismo la miseria que amenazaba los hogares; ya demasiado atribulados por amenazas de epidemias, por falta de una acción enérgica de las autoridades del municipio en favor de la salud pública; careciéndose de una administración capaz de manejar a conciencia los dineros públicos, lo que motivaba la airada protesta del vecindario y del periodismo que, al señalar el desquicio reinante, exigía el cese del despilfarro, que se pagaran las "trampas", que se higienizara la ciudad, cuyas calles eran verdaderos basurales.
Y el panorama local se extendía, sin solución de continuidad, en el vasto territorio bonaerense y cubría todo el territorio nacional, levantando la protesta unánime del pueblo impotente de poner remedio a tantos males. Y fue en tales circunstancias que llegaron al Azul las primeras noticias del posible movimiento armado...
Corrían por ese entonces los primeros días de julio y el vecindario vio alterada su calma con una información sobre confusos rumores que trasmitía el telégrafo desde la Capital Federal, planteando interrogantes: ¿Es que el ejército o una parte de él ha querido deponer al presidente de la República?, se preguntaba un diario local. ¿O es que ha ocurrido una falsa alarma, como consecuencia de un Estado demasiado tirante?
En realidad, además de las causales expuestas, existían otras de principalísimo interés, una de las cuales, la próxima renovación del Ejecutivo Nacional y de las Cámaras legislativas, contribuía a convulsionar el ambiente, ya que el entonces Presidente de la República, doctor Juárez Celman, trataba de imponer sus candidatos desplazando a la oposición, lo que ratificaba en una carta abierta dirigida al Dr. Luis V. Varela, en la cual, después de aceptar el desplazamiento de los señores Carlos Pellegrini, Miguel A. Cárcano y general Julio A. Roca, decía en uno de sus principales párrafos: "¿Por qué no podríamos reunir en una Convención Electoral, a todos los que han sido presidentes y vicepresidentes, ministros del Ejecutivo y de la Corte Federal, Senadores y Diputados, Gobernadores, Ministros de Provincia, desde 1870 hasta 1891 siempre que pertenezcan a nuestro Partido y dejar a esa Asamblea de Notables el alto cometido de designarnos los candidatos para Presidente y Vicepresidente de la República? ¿Qué influencia personal o colectiva hay bastante poderosa para creerse capaz de dominar a semejante asamblea?". Y ese fue el error de Juárez Celman, pues esa fuerza colectiva que él creía incapaz de nacer y elevarse en potencia hasta ponérsele frente a frente, surgió del alma ciudadana con tal pujanza, que aventó al gobierno unipersonal de Juárez Celman, marchando al frente del pueblo Leandro N. Alem y el general Manuel Campos, aquel 26 de julio de 1890.
Mientras tanto, en Azul el civismo se ponía en movimiento y, según las noticias recibidas de Buenos Aires, habían sido detenidos algunos jefes y oficiales, entre los que figuraban el general Campos, el coronel Figueroa, el mayor Garaita, actuando como fiscal del Ejército el teniente coronel Martín Díaz.
Esto sucedía el 20 de julio, vale decir, una semana antes de que se desencadenara el movimiento armado.
Mientras tanto, el ministro de Guerra general Levalle realizaba una inspección a los distintos cuarteles de la guarnición de la Capital y sus alrededores, en previsión de un golpe de Estado. También en el campo político, la actividad era desusada, procurando reorganizarse diversos partidos, entre ellos la Unión Cívica, que iba a convocar a una Convención de delegados para tratar la situación del país por demás caótica. En Azul comentaba un diario local tal estado de cosas, destacando lo siguiente: "Nunca se habrá dicho la última palabra mientras impere el actual orden de cosas y la situación local no sufrirá un cambio completo y benéfico, mientras el vecindario no opere la reacción poniendo al servicio de la buena causa las fuerzas vivas de la opinión".
Agregaba luego: "Una municipalidad producto del fraude electoral, encarnación de propósitos no conocidos, no puede representar los intereses generales, porque carece del prestigio que debe estar rodeada la autoridad que es hija del pueblo". "Pero ya el vecindario está cansado de sufrir pacientemente; ya la opinión se condensa y bien pronto veremos destronarse ese castillo de naipes formado por las ambiciones de unos pocos y la apatía de muchos".
Y, como lo vaticinaba el comentarista, así sucedió.
La Revolución estalló en la madrugada del 26 de julio, y pocos días después renunciaba, ante el Congreso Nacional, el presidente Juárez Celman, siéndole aceptaba por la mayoría de los legisladores, asumiendo el mando el doctor Carlos Pellegrini, que designó al siguiente gabinete: ministro del Interior, general J. Roca; de Hacienda, Dr. Vicente Fidel López; Relaciones Exteriores, Dr. Eduardo Costa; de Culto e Instrucción Pública, Dr. José María Gutiérrez; de Guerra y Marina, general Levalle.
En cuanto al manifiesto dado a conocer por la Junta que hizo la revolución, establecía en uno de sus principales párrafos: "El movimiento revolucionario de este día, no es la obra de un partido político. Esencialmente popular e impersonal no obedece ni responde a las ambiciones de círculo u hombre público alguno. No derrocamos el gobierno para separar hombres y sustituirlos en el mando; lo derrocamos porque no existe en la forma constitucional; lo derrocamos para volverlo al pueblo a fin de que el pueblo lo constituya y sobre la base de la voluntad nacional y con la dignidad de otros tiempos destruyendo esta ominosa oligarquía de advenedizos que ha deshonrado ante propios y extraños las instituciones de la República"; terminaba expresando el manifiesto: "El elegido para el mando supremo de la Nación será el ciudadano que cuente con mayores sufragios en comicios pacíficos y libres, y únicamente quedarán excluidos como candidatos los miembros del Gobierno Revolucionario que espontáneamente ofrecen al país la garantía de su imparcialidad y de la pureza de sus propósitos". Firmado por la Junta Revolucionaria: "Leandro Alem, Aristóbulo Del Valle, Manuel Demaría, Manuel Goyena, Juan José Romero y Lucio Vicente López".
En Azul, había causado inmenso júbilo el acto revolucionario del 26 de julio, organizándose sendas manifestaciones integradas por miles de personas que recorrieron las principales calles de la ciudad, vivando a la Unión Cívica, y a los pro hombres del movimiento y principalmente a Leandro Alem, a Del Valle, Julio Costa, a los generales Mitre, Campos y a las fuerzas armadas integradas por el ejército y la marina.
Habían organizado tales actos, en nuestro pueblo, los señores Regert, Brid, Salvadores, Barros, Zavala y García, varios de los cuales hicieron uso de la palabra, destacando el hecho en la plaza central. Encabezaban esas reuniones las bandas musicales del Círculo Napolitano y de la Sociedad Garibaldina, que marchaban al frente ejecutando música con marciales sones, mientras las campanas de la iglesia echaban a vuelo, y las bombas y petardos, al estallar, provocaban un indescriptible estrépito en medio del jubiloso griterío de la población asistente al acto. Por su parte, también se había adherido el comercio lugareño, cerrando sus puertas y embanderando los frentes de las casas. Y las familias pobres o ricas se incorporaron a las manifestaciones, llevando de la mano a sus hijos "para que aprendan (decía un diario de la época), por el ejemplo, a ser buenos ciudadanos desde chicos"; y situadas las mujeres en los balcones o en las aceras, arrojaban flores al paso de los manifestantes... contestando a los vivas a la revolución con singular entusiasmo. Y como epílogo de los festejos, se organizaron bailes en diversos locales, inclusive en el Club Unión, que lo hizo en honor del triunfo del civismo. Y algunos días después, el 9 de agosto de 1890, quedaba constituido el Primer Comité de la Unión Cívica, de la siguiente forma: Presidente, Sr. Eufemio Zavala y García; vicepresidente, Crescencio Castro; vocales: Alejandro Brid, Narciso Mallea, Dr. Emiliano Astorga, Dr. Isidoro Sayús, Ruperto Dhers, Manuel Castellár, Juan I. Regert, Mateo Boado, Joaquín A. López, Ramón Díaz, Luis Ferrer, José Arroyo, Amaranto Saravia, Hipólito Dhers, León López, Vicente Lufrano, Felipe Torchia, Marcelino Zorrilla, Francisco Trassens, Máximo Gordón, Polemaco Claro, Mateo M. Bosso, Juan B. Beretche, Juan Luciani, Carlos S. Ramírez, Benigno Ramos, siguen las firmas. Y, en el manifiesto que se dio a conocer entonces, se afirmada:
"La Unión Cívica en el Azul seguirá la gran obra de regeneración que se ha apoderado de la República con el actual orden de cosas. El Azul ha de responder con patriótico entusiasmo a los trabajos de la Unión Cívica".
Después pasó el tiempo, vino la revolución de 1893 encabezada por Hipólito Yrigoyen, en la cual participaron con muchos bríos conocidos azuleños y ya en este siglo, en 1905, se produjo la tercera revolución contra la oligarquía, esta vez dirigida por hombres de la Unión Cívica Radical, a cuyo frente se hallaban en Azul: Pastor Tiola, José S. Ferreyro, Isidoro Sayús, Félix Liceaga, Emilio Vázquez, Félix Etchepare, Juan B. Beretche y muchos otros vecinos, cuyas actividades políticas merecen otra nota, que algún día tal vez se escriba.
[Referencias: artículo firmado por Pedro B. L. Publicado en El Tiempo en la edición especial del viernes 9 de julio de 1965. Archivado en Hemeroteca JMO de Azul].
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