PANDEMIA

PANDEMIA

Alicia Stolkiner: "La pandemia rompió la rutina donde teníamos acomodados malestares y felicidades"

Psicóloga e integrante de la mesa de expertos que asesora al Presidente, analizó las consecuencias en la salud mental de este momento inédito a nivel mundial.

22 de septiembre de 2020

Por Marien Chaluf

Alicia Stolkiner es psicóloga, profesora titular de Salud Pública y Salud Mental de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y forma parte del comité de expertos que asesora al presidente Alberto Fernández. En diálogo con DIB, advirtió sobre los razonamientos de "negación del riesgo" que se evidencian en algunas personas, analizó a los movimientos anticuarentena como fenómenos que se dan en todas partes del mundo de modo "espontáneo", pero que son "capitalizados políticamente", y advirtió sobre la caída de las certezas y de las expectativas respecto al futuro.

En el peor momento de la pandemia se observa un relajamiento preocupante en torno a las medidas de cuidado, ¿por qué cree que sucede esto?

Lo que se ve es una población que empieza a ejecutar determinados razonamientos que son como negaciones del riesgo en algunos casos y renegaciones en otros. Renegación es pensar que 'esto no existe' y además construir hipótesis explicativas al respecto. De todas maneras, creo que son sectores minoritarios, pero uno lo ve mucho en las redes sociales o en algunos medios de comunicación. Y uno lo observa en todo el mundo en realidad. Por poner un ejemplo: las movilizaciones anticuarentena en Berlín, en España también las marchas antibarbijo, o en Italia. Es un movimiento internacional que estimo que es espontáneo y tiene que ver con situaciones e imaginarios que se crean alrededor de las catástrofes y en parte está capitalizado políticamente.

¿Cómo cree que debería reestructurarse el mensaje del Gobierno para que la población vuelva a tomar consciencia?

Este es un trabajo interdisciplinario. Yo puedo pensar sobre las subjetividades de las personas, pero no soy una especialista en la construcción de los mensajes. Eso creo que requiere pensarse con especialistas en construcción de mensaje social, pero si a mí me lo preguntan hay que seguir insistiendo con una información clara y serena sobre el riesgo real, porque lo que llega a aturdir es la infodemia. En medio de toda esa ráfaga de información lo que habría que tratar de promover es un discurso más centrado en una evaluación real del riesgo, en medidas de cuidado que no sean únicamente quedarse permanentemente en el hogar. Hay que insistir en el lavado de manos y en el uso del barbijo, hay que darles una forma de incorporarlas a la vida, pero además promover una especie de cuidado horizontal entre las personas. Mucha gente se avergüenza o tiene temor de decirle al otro que tenga una medida de cuidado.

¿Las manifestaciones de malestar psíquico se incrementaron con el avance del aislamiento?

Sí, todos lo notamos. No necesariamente lo transformo en una categoría psicopatológica. Lo que uno percibe cualitativamente son niveles de sufrimiento y malestar aumentados a medida que se rompió la rutina donde ya teníamos acomodados malestares y felicidades. Tampoco digamos que lo que pasaba antes era todo felicidad, pero uno tiene acomodadas expectativas con respecto al futuro que se han caído. Ayer me preguntaban en otra entrevista cómo creo que vamos a estar dentro de años y contesté 'futuróloga no soy', pero después me quedé pensando porque fue una pregunta muy inteligente. Pensé en cómo estarían las personas que estuvieron en (los bombardeos atómicos de) Hiroshima y Nagasaki y que sobrevivieron; cómo fue esa generación, no lo tenemos analizado, pero tampoco fue una generación que pasó a la historia por enfermedades mentales, sino más bien para la recuperación de Japón.

¿Existe un mandato de bienestar permanente que hace que el umbral de tolerancia a situaciones incómodas que pueden derivarse del aislamiento sea muy bajo?

Eso es muy de la cultura de los '70 en adelante, cuando se promueve una idea de felicidad instantánea, ligada también a la promoción del consumo. Durante este periodo hemos escuchado la idea de que hay que alejarse del que está mal porque eso produce malestar, como un cuadro de estrés por exceso de empatía, que vendría a ser cuando uno se enferma porque le produce sufrimiento el sufrimiento del otro. Todas medidas que tienden a concentrar la felicidad en la lógica individual y consideran enfermedad cualquier salida de esa especie de nirvana en el cual deberíamos tener que estar sumergidos. Y sí, el umbral de tolerancia es bajísimo. Pero tenemos que poder atravesarlo porque además no queda otra. No hay dónde escapar, no es 'entonces me voy a España'. Las personas que se cruzan a Uruguay pertenecen a un sector minoritario. Lo cierto es que esto es un fenómeno mundial y es un fenómeno inédito.

¿Se pueden establecer etapas por las que atravesó la sociedad durante la pandemia?

Yo percibo dos, pero todo esto es una descripción. Creo que hubo ese primer mes de aislamiento más estricto en el que se produjo una ruptura abrupta de la cotidianidad, que tuvo un momento de euforia, de hiper esfuerzo adaptativo y en algunas personas hasta momentos alegría por desprenderse de algunas problemáticas que se transparentaban como pesadas de la vida cotidiana. Por supuesto que siempre estoy hablando de sectores medios que tenían vivienda y algún recurso. Después empezó el agotamiento y la sensación de que esto no iba a ser una especie de paréntesis en la vida. La incertidumbre se fue agudizando, y creo que hubo un momento en que todos nos dimos cuenta que no venía tan sencillo: cuando se empezó a reinfectar Europa. Nosotros nos miramos mucho en Europa. Esa segunda etapa fue de agotamiento, cuando la gente se dio cuenta además de que entraban en duda sus vacaciones. Y hay que tener en cuenta que muchas personas de sectores medios, han constituido un tipo de vida que tiene el horizonte del viaje como salida de la cotidianidad. Y entonces vemos cómo con la pandemia no solo se cayeron los proyectos globales, sino también estos pequeños que iban amasando día a día para pensar, para sostener la rutina en miras de un momento en el que iba a haber placer.

¿Cómo se modificaron los vínculos?

Lo primero que hay que señalar es la convivencia en los hogares. Las personas que tenían una lógica de convivencia más o menos aceitada y que se transformó totalmente. También se transformó muchísimo la distribución de las tareas al nivel del hogar, en parte al retraerse el trabajo de tercerización, y las tareas volvieron a generar una recarga para la mujer y en el mejor de los casos una redefinición de los roles para los varones. También me preocupan las mujeres que quedaron viviendo con el enemigo en situaciones de violencia que se han agudizado. (DIB) MCH

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