1 de mayo de 2025
El abogado laboralista, de extensa trayectoria en esta comunidad, en el siguiente artículo analiza las diversas "modificaciones que está llevando a cabo el Ejecutivo nacional en un plan siniestro para acabar con el derecho del trabajo", entre ellas las de la Ley de Contrato de Trabajo y el "ataque sistemático a la indemnización por despido" que lleva más de 100 años vigente. "Han transcurrido, en todo ese tiempo, gobiernos de todos los signos políticos, pero ninguno se animó a atacar tan cruel y vilmente la estabilidad del trabajador argentino", afirma Bocchio.
Por Aníbal Roberto Bocchio (*)
Especial para El Tiempo
Este 1° de Mayo de 2025 encuentra a los trabajadores argentinos en uno de sus momentos más aciagos, porque se hallan en peligro la mayoría de sus conquistas y derechos casi centenarios logrados después de muchas luchas que costaron libertades, sangre y miles de muertos.
Las tiranías ultraliberales que supieron gobernar este país en muchas oportunidades no se atrevieron a embestir las conquistas laborales más elementales que poseen o poseían los trabajadores argentinos, como la Ley de Paritarias 14.250 que fue sancionada en 1953 -hace más de 70 años-, que garantizaba al trabajador la negociación de sus condiciones de trabajo y de sus salarios, cuando hoy este gobierno antidemocrático que hace prevalecer sus DNU aprobados por una sola Cámara legislativa y que burla al Senado de la Nación y a las Cortes de Justicia, que han desarrollado una jurisprudencia protectoria del trabajo a través del tiempo y de los años, cobijando al trabajador desamparado ante algunos empresarios desaprensivos que manejan los medios de producción y a los que el trabajador sólo puede aportar sus brazos y su fuerza laboral.
Así es que hoy el Gobierno nacional -y desde hace varios meses- no acepta homologar (aprobar desde el Ministerio de Trabajo que maneja a su placer y antojo) aumento salarial alguno que supere el 1% mensual, cuando los propios índices publicados por el gobierno ya se acercan al 4%, lo que deviene en una pérdida adquisitiva para el consumo de los más elementales productos alimentarios, de salud y de vivienda, que hacen imposible una calidad de vida digna, tornándola día a día más cerca de la esclavitud.
También es de destacar otras modificaciones que está llevando a cabo el Ejecutivo nacional en un plan siniestro para acabar con el derecho del trabajo, como las modificaciones reiteradas a la Ley de Contrato de Trabajo y, fundamentalmente, el ataque sistemático a la indemnización por despido, que fue instaurada por primera vez en 1932 por medio de la Ley 11.729 -hace más de 100 años que está vigente-; y han transcurrido, en todo ese tiempo, gobiernos de todos los signos políticos, pero ninguno se animó a atacar tan cruel y vilmente la estabilidad del trabajador argentino, que no puede compararse, como lo hace el gobierno con los de otros países desarrollados que tienen pleno empleo, y por tanto si el trabajador pierde el suyo sólo tiene que cruzar la calle para conseguir otro lugar donde prestar tareas.
Hoy en Argentina, donde la desocupación es uno de los grandes problemas y flagelos que sufre el país, el despido arbitrario y sin indemnización implica lisa y llanamente arrojar al trabajador y a su familia al desamparo total, tan contradictorio con el pensamiento solidario que todos los argentinos hemos mantenido durante cien años. Esta política de conculcamiento permanente del derecho del trabajo tiende -como es obvio- a hacer más barata la mano de obra de los argentinos, para que puedan enriquecerse los empresarios que avalan este pensamiento de liberalismo salvaje a ultranza, pero a costa del empobrecimiento del 90% de los habitantes de este país, que son quienes trabajan, y sólo en favor de una ínfima parte de ellos, que son quienes usufructúan los resultados de esta tarea. No empece a ello que en todos los países del mundo los sueldos en moneda constante como el dólar resultan muy superiores a los que reciben en el nuestro. Por el contrario, el emperador de turno (así lo denomina en redes su propio ministro) sostiene que los bienes y servicios deben pagarse a valores internacionales, mientras que los salarios deben serlo en la devaluada moneda argentina, razonamiento que sólo traerá pobreza, enfermedades y pésimas condiciones de vida para los trabajadores argentinos.
El 30 de octubre de 2023 se festejó en todo el país que se cumplían los cuarenta años de la democracia desde la asunción del presidente Raúl Alfonsín, habiéndose realizado un acto muy emocionante en el Concejo Deliberante de Azul, del que tuve la suerte de participar y el honor de recibir una medalla por haber sido Presidente del Cuerpo en aquella época de recuperación incipiente de la democracia, que me entregara la presidente del cuerpo y otras autoridades. Ante dicha distinción, me permití expresar algunas palabras premonitorias sobre el acto de festejo y sobre la situación real de altísimo peligro que corría la democracia en los albores del nuevo presidente electo Javier Milei, que si bien aún no había asumido, había adelantado su repudio por toda la clase política, especialmente por los diputados y senadores de la Nación, por la división de poderes, por la injerencia de la Justicia en temas que -según él- sólo debería decidir el Presidente, lo que me llevó a realizar una impetuosa arenga a la multitud presente para que defendiéramos esta democracia que consideraba incipiente y débil, y que nos comprometiésemos cada día y cada hora de nuestra vida para defenderla, porque el festejo de los cuarenta años no alcanzaba.
Debo reconocer que mis palabras no fueron muy bien recibidas por los concurrentes, que pensaron que era un "aguafiestas" que pretendía restarle valor al festejo... Lo sucedido de ahí en más me dio la razón: el nuevo presidente se dedicó con todo ahínco a destruir el sistema democrático y republicano de este país, sosteniendo que el ajuste solo lo pagaría "la casta", como el denominaba todo al sistema político... pero, más de un año después, observamos con estupor que el ajuste lo vienen pagando fundamentalmente los trabajadores y los jubilados. Y que tampoco se enriquecieron los empresarios ni pequeños ni medianos; hoy, al contrario, van viendo cómo sus establecimientos se van fundiendo de a poco ante la importación indiscriminada, mientras las exportaciones de bienes nacionales siguen pagando aranceles aduaneros elevadísimos, lo que impide toda competencia leal. Sólo se enriquecieron los bancos, las compañías financieras y los amigos del Presidente que hacen negocios con las "cripto" y otras similares al compás de su cobijo.
Por eso es que tenemos la seguridad que este sacrificio tan grande que están haciendo nuestros trabajadores para soportar este ajuste desmedido en sus ingresos y en sus condiciones de trabajo sólo benefician a unos pocos que componen el círculo presidencial.
Todos hemos perdido; los trabajadores, los jubilados, los cuentapropistas, los monotributistas, las pequeñas y medianas empresas, y hasta los hombres del campo a los que los precios de sus productos (carne y cereales) fijados por el Gobierno nacional (quien determina el valor del dólar de exportación), de ninguna manera compensan sus inversiones y se ven defraudados en esta economía en la que se hunde el 90% del país.
Esta es la única esperanza que tienen los trabajadores argentinos: que no están solos, sino que el resto de los sectores, tanto pasivos cómo productivos, están también en una situación de decadencia que hará que, tarde o temprano, el pueblo se despierte de su letargo y comprenda que el rumbo de esta política económica sólo nos lleva al empobrecimiento y al fracaso más rotundo.
La macroeconomía de la que hace alarde Milei nada tiene que ver con la situación del argentino medio al que le subieron el alquiler, el gas, la luz, el combustible, el servicio de internet, y se viene una avalancha de nuevos precios en los productos de consumo diario; los trabajadores argentinos están en guardia, saben que estas políticas ya se implementaron en la Argentina en el pasado y el resultado fue nefasto: sólo se enriquecieron unos pocos y el empobrecimiento de las mayorías fue tan espantoso que, por muchos años, se abandonaron el apoyo a estas ideas neoliberales y ello volverá a suceder, indefectiblemente, cómo ocurrió en Brasil, Chile, Bolivia, Colombia y será imparable esta reacción en toda Latinoamérica.
(*) Abogado laboralista.
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