2 de noviembre de 2025
A sus 65 años de edad, el protagonista de lo acontecido el pasado martes en el templo mayor de la religión cristiana en Azul reconoce que "la adrenalina" que siente trabajando en las alturas es algo incomparable. Sus dos hijas, fallecidas años atrás, lo protegen: "Las invoco para que me cuiden".
Entrevista y nota: Fabián Sotes - De la Redacción de EL TIEMPO
"Me es un poco difícil aceptarlo porque uno no está acostumbrado. Ahora, cuando la gente me ve en la calle, me dice: 'Ahí está el hombre de la torre de la Catedral'", admite con una sincera humildad Miguel Ángel Barbero sobre lo que viene sucediendo con él desde hace cinco días.
Empleado municipal, hincha de San Lorenzo, exlateral derecho de Piazza en la época de mayor esplendor de ese club y también de Vélez -el equipo con el que simpatiza en Azul-, Miguel tiene 65 años de edad y está acostumbrado a trabajar en las alturas.
Desde el pasado martes su historia comenzó a hacerse conocida. Fue después de que aquel día se subió hasta lo más alto de la Iglesia Catedral "Nuestra Señora del Rosario" para recambiar las luminarias de su cruz forjada en hierro. Una estructura metálica de algo menos de cinco metros de alto que está puesta sobre la cima del mayor templo de la religión cristiana en la ciudad: la Iglesia de estilo gótico que, por su imponente diseño, sigue dominando desde el Centro a toda la urbe. La misma que ahora ha vuelto a tener su artesanal y más tradicional emblema de la Fe cristiana iluminado, luego de que esa cruz se construyera en la herrería propiedad de Alfonso Bugallo y fuera colocada en el año 1927 en la Catedral.
El cúmulo de videos y fotos que desde @drones_azules documentó la labor de Barbero allá arriba, a unos sesenta metros de altura, se volvió inmediatamente viral una vez que todo ese operativo de recambio de luminarias en la Catedral se difundió en redes sociales. Y las muestras de felicitaciones y agradecimientos a lo hecho por el protagonista de esta nota no tardaron en llegar e instalaron en este hombre criado en Villa Fidelidad un enorme orgullo.
A modo de ejemplo, durante la entrevista con EL TIEMPO Miguel mostró un mensaje de audio que le mandó un compañero suyo de trabajo en la comuna, quien visiblemente emocionado y entre lágrimas no dejaba de destacar lo que él había hecho hace cinco días.
"Para mí es algo maravilloso poder ver iluminada a la cruz de la Catedral. Y ahora tenemos la suerte de disfrutarla otra vez", afirma sabiendo que fue algo especial y distinto lo que hizo.
Además, destaca a quien tuvo la idea de devolverle su esplendor lumínico a la cruz y a la torre mayor de la Catedral: Julio César Duhalde, quien trabaja con él en la Municipalidad de Azul en todo lo que tiene que ver con instalaciones y montajes eléctricos. El mismo que durante muchos años estuvo a cargo de "Pamperito", el histórico trencito del Parque.
"Charlando con Julio, que cada vez que hay que hacer un trabajo en las alturas me llama a mí, me comentó qué me parecía si armábamos un proyecto entre nosotros para colocarle otra vez las luces a la Catedral. A mí me pareció buenísimo y enseguida le dije que sí", contó Barbero.
Tanto en la comuna como desde la CEAL la iniciativa tuvo una inmediata acogida favorable. Y a ella se sumaron ciudadanos que en forma privada hicieron aportes económicos para adquirir los flamantes reflectores que ahora están instalados en la torre y en la aguja de la Catedral, brillando e iluminando a toda la ciudad. Fundamentalmente, desde la cruz de la Iglesia.
"Allá arriba tuve que cambiar los dos reflectores", señaló el empleado municipal sobre lo que fue su trabajo el pasado martes, que se extendió mucho tiempo más de lo que puede verse en esos videos que se viralizaron. "Y a los demás reflectores, que están donde está el reloj, los cambió Julio con su hijo Gastón y con Nicolás, otro chico que también trabaja en la Municipalidad".
Fueron casi seis horas lo que duró todo ese recambio de luminarias. Una labor que comenzó por la mañana y se extendió hasta alrededor de las 16, contó también Miguel Ángel Barbero.
"Se me hizo un nudo en la garganta. Nunca la vimos prendida. Siempre se sintió el comentario, de que en su momento estaba la cruz de la Catedral iluminada. Pero ahora tuve la suerte de poder hacerlo. Fue algo maravilloso verla iluminada de nuevo, algo que no se puede explicar. Y aparte, la repercusión que tuvo me impactó mucho", dijo durante la charla con este matutino.
Como en una plegaria
Miguel Ángel Barbero se considera un hombre de Fe. Y las imágenes que registraron su trabajo -a través de un dron que, a pesar de sobrevolarlo muy cerca, él dijo que jamás vio por lo concentrado que estaba en lo que hacía- dejaron un momento que duró tan sólo unos segundos. Un instante donde él pareció sumergirse como en una plegaria, imbuido por esa creencia en Dios que profesa.
"Siempre pienso en mis dos hijas cada vez que estoy en las alturas. Las invoco para que me cuiden. También, a amigos que ya no tengo", refirió para después evocar a "Marcelito" Di Pietro y a Diego Torta.
La de sus hijas es una dolorosa historia: ambas murieron por diferentes enfermedades que padecían.
María Felisa Barbero tenía tan sólo 21 años cuando falleció el 30 de abril de 2009; mientras permanecía internada en un hospital de Mar del Plata. Y el deceso en Azul de Yanina Lucrecia Barbero, a sus 34 años de edad, data del 25 de octubre de 2015.
"También invoco a Patricia, mi actual pareja, a la que conocí acá en Azul haciendo radio, que es un hobby que tengo a través de programas de música en el recuerdo que hago por FM desde más o menos el año 2009".
"Ella tiene cáncer de piel", dice sobre su actual compañera, con la que convive en una casa del Camping Municipal "donde mi señora es la encargada y yo hago el mantenimiento".
"Colgado" en Mar del Plata
De su primera mujer Miguel Ángel Barbero se separó en 2001, que fue cuando también decidió irse a vivir a Mar del Plata.
Aunque la sensación de trabajar en las alturas ya había comenzado a palpitarla en Azul, dando sus primeros pasos en la reparación y colocación de antenas en una época donde se necesitaban aquellos artefactos para mirar televisión, gran parte de su historia en esa actividad laboral comenzó a escribirla en la ciudad de la Costa Atlántica.
En Mar del Plata empezó a trabajar para un grupo de arquitectas. Y en carácter de tal era común verlo "colgado" en las cimas de los edificios, realizando diferentes tareas de mantenimiento.

Barbero, cuando el martes pasado se subió a lo más alto de la Catedral para recambiar sus luminarias. "Yo me concentro de tal manera que cuando estoy ahí arriba no siento vértigo ni nada", dijo. Crédito: DANIEL LARROCA/@DRONES_AZULES
De 125 metros de alto, en el marco de ese trabajo que desarrollaba Miguel Ángel Barbero supo estar "colgado" también en las cimas de varios edificios más.
Eso de "colgarse" es algo que continúa haciendo en Azul. Pero actualmente, cuando se sube a las antenas de las radios locales, ya que está a cargo del mantenimiento, montaje y desarme de las mismas.
Esa es otra de sus tareas habituales en el marco de su diaria labor, a través de la cual también trabaja con Oscar Mauricio "Cacho" Franco, "quien hoy -esta entrevista se realizó el pasado jueves por la tarde- me prestó su auto para venir al Diario a hacer la nota porque el mío lo tengo chocado".
Volver a Azul
"La vida me jugó una mala pasada", sostiene Miguel sobre las circunstancias que lo trajeron de regreso a Azul.
Aquello comenzó a suceder en el año 2007, luego de que la pareja de una de sus hijas -"Ricky" Montero- sufriera un accidente de tránsito que derivó en su deceso.
"Ahí es que mi hija, la que estaba con él, se enfermó, que le agarró leucemia y estaba depresiva. Estuvo bajo tratamiento durante un año en el Hospital Regional de Mar del Plata. Le hicieron un trasplante de médula, que su hermana mayor o mi hijo varón, como tenían el mismo gen, podían ser los donantes. Ella era María Felisa, que murió a los 21 años el 30 de abril de 2009. Yo siempre traía su foto al Diario para los recordatorios".
"A raíz de eso, en 2014 le agarró un cáncer de mama y murió, al año siguiente, mi otra hija: Yanina Lucrecia", cuenta ahora.
"Después de que falleció mi hija más chica, en 2009 volví a Azul Y tras de eso, allá en Mar del Plata me usurparon la casa. No me quedó nada, sólo lo que tenía puesto", recordó sobre una de las etapas más duras de su vida por la que le tocó transitar.
Una vez que regresó a la ciudad donde nació, Barbero cuenta que -a diferencia de lo que sucedía en Mar del Plata- "acá no encontraba trabajo de altura. Sólo hice uno de mantenimiento en el edificio 'Milenium', pero después no me llamaron más".
Hace cinco años un amigo suyo, Juan Diorio, fue quien hizo posible su ingreso a la Municipalidad de Azul, durante la gestión como intendente de Hernán Bertellys.

"Para mí es algo maravilloso poder ver iluminada a la cruz de la
Catedral", afirmó Miguel Barbero. Foto: NACHO CORREA
Ya siendo empleado municipal, al mismo tiempo que seguía desarrollando otro tipo de tareas de manera particular, volvió a las alturas. Entre otras actividades, por ejemplo, para pintar el Centro Cultural San Martín. "Y dos años también estuve en la poda, que me acuerdo que para podar los árboles de la Mitre, ida y vuelta, tardé veinte días", cuenta y pone especial énfasis en la rapidez y efectividad con la que llevó a cabo aquella tarea.
A Miguel Ángel Barbero lo enorgullece ser un trabajador de la comuna. Y confiesa que le duele cuando la gente, al ver una cuadrilla, afirma que "de cinco empleados municipales hay uno solo que trabaja ¿Si mandan a una cuadrilla y hay trabajo para uno solo, que vas a hacer con los otros? Me revienta que digan eso, porque no es así", sostiene para realzar tanto su labor como la de sus compañeros en el Municipio.
Pero más allá de su trabajo en la comuna, lo de Miguel son las alturas. "Y hasta que pueda voy a seguir haciendo eso", afirma para después confesar que "la adrenalina" que lo invade cada vez que se sube a una antena de radio o, como el martes pasado lo hizo en la torre de la Catedral, para él no se compara absolutamente con ninguna otra cosa.
"Yo me concentro de tal manera que cuando estoy ahí arriba no siento vértigo ni nada. Me olvido que estoy tan alto. Esa adrenalina que siento me encanta y no se puede explicar con palabras. No tengo miedo, gracias a Dios. Y aparte, como ya dije, me siento protegido cuando estoy en las alturas porque invoco a mis hijas, que siempre les pido que me protejan", señala.
"Las dos eran como 'eléctricas'. Siempre estaban con sus amigos. Eran fanáticas del club San José e iban a la cancha. A veces hasta te rajaban a puteadas o se agarraban a trompadas. Eran 'villeritas, villeritas'", las recuerda Miguel a ambas desde una profunda emoción.
Mientras tanto en su teléfono celular, invadido por mensajes de conocidos suyos por lo que hizo en la Catedral días atrás, resuena todavía el que le envió otro trabajador del Municipio, quien le regaló una de las fotos de la cruz iluminando la ciudad.
"Qué habrás conversado con Él ahí arriba...", le expresa su compañero en ese mensaje donde -además- le pasó una imagen de cuando él estaba colocando los nuevos reflectores. Por conocer su historia de vida, seguramente entendiendo también que Miguel estuvo bien cerca de Dios cuando el pasado martes se subió a la cima de la Catedral para hacer algo mucho más profundo que recambiar sus luminarias.
El dato
Al igual que este martes que pasó lo hiciera el trabajador municipal Miguel Ángel Barbero, un antecedente de labores con las luces instaladas en la cruz de la Catedral data del 23 de septiembre de 1969. Aquel día dos empleados de la CEAL, Ricardo Cardullo y Hugo Boggi, repararon las luminarias que estaban colocadas en lo más alto de la Iglesia. Más cercano en el tiempo aparecen los nombres de otros dos miembros de la Cooperativa, quienes ya están jubilados e hicieron mucho para que el reloj volviera a funcionar: Daniel Pisano y Rubén Buscarini. Y este último, fiel a su apodo de "Chimango", supo "sobrevolar" la cima del templo para animarse también a reparar y cambiar las luminarias de la cruz. La última vez, con su amigo Marcelo Bravo.
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