EN MEDIO DEL ACTUAL MODELO COMUNICACIONAL
"Habitar la democracia requiere el ejercicio de la ciudadanía, y para ello necesitamos reconocernos como sujetos de derecho. En este punto, el periodismo adquiere un sentido fundamental, en tanto su centralidad en la formación de la opinión pública lo constituye en un actor primordial para la construcción de la ciudadanía", afirma la azuleña Gladys Mathieu, licenciada en Comunicación Social, docente e investigadora.
8 de junio de 2024
Escribe: Gladys Mathieu (*)
Podría invitarlos a reflexionar en esta columna sobre la crisis del periodismo, pero inmediatamente me pongo a pensar si hay algún territorio de nuestra vida social que no esté en crisis.
Al menos está claro que habitamos sociedades con más preguntas que respuestas, donde la velocidad de los cambios nos obliga a reconvertirnos y readaptarnos permanentemente.
No tenemos certezas y, si nos ponemos serios y perdemos el miedo de quedar aislados, podríamos reconocer -frente a los gurúes que nos empujan a dejar la "zona de confort"- que no disfrutamos de la incertidumbre.
Aceptar la incertidumbre como compañera de ruta conlleva el peligro de acostumbrarnos a vivir haciendo equilibrios al borde del vacío, porque la incertidumbre logra distraernos en finos movimientos para no caernos y evita que pensemos en aquellas certezas que podrían hacernos la vida más fácil y más digna.
La urgencia de lo cotidiano no deja asomar proyectos. Y cuando la incertidumbre se instala deshabilita los reclamos y diluye la posibilidad de constituirnos como ciudadanos.
Habitar la democracia requiere el ejercicio de la ciudadanía, y para ello necesitamos reconocernos como sujetos de derecho.
En este punto, el periodismo adquiere un sentido fundamental, en tanto su centralidad en la formación de la opinión pública lo constituye en un actor primordial para la construcción de la ciudadanía.
Vivimos bajo el dominio de la información y su procesamiento mediante algoritmos e inteligencia artificial, lo que el filósofo norcoreano Byung-Chul Han (2022) ha denominado como "infocracia".
Los procesos sociales, políticos y económicos están determinados por un exceso de información que no da lugar ni tiempo al análisis.
En el modelo comunicacional que instala la expansión de las tecnologías digitales, todos y todas podemos producir y consumir información sin límites; pero también a través del uso de "bots" se difunden "fake news" y se instalan discursos de odio.
La velocidad de la vida hace el resto: no hay tiempo, ni ganas, ni educación para chequear y reflexionar. De este modo, nos hemos acostumbrado a "tocar de oído" en todos los temas y solemos repetir consignas o datos sin cuestionar su procedencia.
Claramente, la salud de la democracia está amenazada y es urgente repensarnos en nuestro rol de ciudadanos para exigir garantías a la libertad de expresión y, también, un periodismo comprometido con la verdad.
La trama cultural actual y el lugar del periodismo
¿Qué lugar tiene el periodismo en la actual trama cultural? Se trata de una pregunta que quienes somos parte de las carreras de Periodismo y Comunicación Social venimos recorriendo desde hace tiempo, apremiados por la alteración de los modos tradicionales de producción, difusión y consumo de la información, así como también por las demandas del mercado.
En este sentido, se vienen realizando desde cambios en los contenidos de las asignaturas, modificaciones de los planes de estudios y hasta la creación de nuevas carreras enfocadas en producir conocimientos específicos sobre el espectro digital y sus aplicaciones.
En cualquier caso, los periodistas profesionales compiten con múltiples emisores "no institucionales/no profesionales" que generan contenidos laterales y, por lo tanto, se encuentran sumergidos en una competencia por ese bien tan preciado como escaso que es la atención del público.
A esa batalla la vienen perdiendo los medios tradicionales, afectados por la falta de credibilidad a la que han conducido "personajes históricos del ámbito periodístico" que han mancillado la profesión ejerciendo de operadores del poder real.
En definitiva, las lógicas productivas de la actualidad son, en gran medida, contrarias al ejercicio del buen periodismo. Ese que requiere de tiempo para profundizar en los temas, chequear datos y ofrecer los hechos para que los ciudadanos podamos decidir y tomar posiciones sobre la base de información certera.
No podemos pasar por alto que desde hace tiempo asistimos a prácticas del periodismo que vulneran el derecho a la información. No sólo promoviendo falsas noticias, sino también avalando discursos y representaciones que no corresponden a una sociedad democrática que debe sustentarse en el respeto a la diversidad de opiniones.
En su artículo 2, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (2009) sostiene que "La actividad realizada por los servicios de comunicación audiovisual se considera una actividad de interés público, de carácter esencial para el desarrollo sociocultural de la población por el que exterioriza el derecho humano inalienable de expresar, recibir, difundir e investigar informaciones, ideas y opiniones".
Muchos periodistas, subidos al caballo del ego, se olvidan que están prestando un servicio a la comunidad y que la profesión tiene estatutos.
Sin embargo, no sería justo que el árbol tape el bosque y también hay que reconocer el trabajo y dedicación de profesionales de la comunicación que desarrollan su tarea desde el compromiso con la verdad y la investigación de los hechos.
En busca de la ética perdida
En el ámbito de la formación de periodistas y comunicadores afrontamos hoy más que nunca el desafío de recuperar la ética de la profesión.
Por un lado, hay que volver a un periodismo basado en los hechos y en el uso de fuentes fidedignas que permitan desplegar interpretaciones con fundamento. Y por el otro, hay que lograr profesionales sensibles que sean capaces de dar lugar a la multiplicidad de voces implicándose con procesos democratizadores.
Este año el Día del Periodista se celebra en un marco tan particular como preocupante.
Los medios nacionales públicos -Radio y Televisión Argentina, Contenidos Públicos y la plataforma Educ.ar- se encuentran intervenidos desde febrero.
Asimismo, la agencia de noticias Télam ha sido puesta en "suspenso" bajo amenaza de cierre y por ello sus trabajadores y trabajadoras han asumido la tarea de seguir cubriendo lo que sucede en todo el país a través de la página somostelam.com.ar.
Esta intervención está siendo acompañada por un proceso de estigmatización que apunta a poner en duda la función social de los medios de comunicación públicos y a criminalizar a sus trabajadores y trabajadoras.
El objetivo es claro, se trata de que el conjunto de la ciudadanía naturalice y repita consignas sobre el gasto excesivo del Estado y así acepte, sin demasiado cuestionamiento, la privatización de los medios de comunicación nacionales que han sido equipados con el dinero del pueblo. Cabe aclarar que la mayoría de los países del tan mentado y adulado Primer Mundo cuenta con medios de comunicación estatales.
Sostener un sistema de medios públicos implica universalizar el derecho a la información, garantizar la federalización y, como consecuencia de todo ello, robustecer el sistema democrático.
El periodismo sigue siendo el medio que tenemos los ciudadanos para construir nuestro conocimiento sobre la realidad y para ejercer demandas y críticas al sistema político.
Es, además, nuestro derecho a acceder a la información; pero también nuestro deber para exigir un periodismo crítico e implicado con las necesidades del pueblo.
(*) Doctora en Ciencias de la Información. Docente e investigadora en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.
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