19 de febrero de 2023
¿A qué nos referimos cuando hablamos de buenos modales? ¿Existe un "catálogo" de buenos modales? ¿Quién o quiénes definen a una práctica o acción como "buenos modales"? ¿Para qué sirven los buenos modales? ¿Son tema del pasado?. Esas son algunas preguntas que nos hacemos en torno a ellos y de las que nos ocupamos en el siguiente artículo.
Por Josefina Russo y Graciela A. Nogal (*)
Especial para El Tiempo
Bajo el concepto de "buenos modales" se incluye a aquellas prácticas o acciones que reflejan consideración y respeto por los demás y que resultan ser la expresión de lo que llamamos "etiqueta".
La fuente generadora de las normas de etiqueta la constituyen los sentimientos, tradiciones y costumbres de los pueblos; es por ello que pueden variar en las diferentes culturas y tiempos, sin perjuicio de que tienen, en general, carácter universal.
Entonces, por su naturaleza, van adecuándose a los tiempos; mutan a medida que lo hace nuestra vida en sociedad, incluso adaptándose a las nuevas tecnologías, en cuyo entorno se han creado nuevos buenos modales.
En la vida diaria
Al hacer una simple retrospectiva de nuestra vida diaria, ¿cuántos buenos modales utilizamos? ¿Cuántos deberíamos considerar en incorporar? ¿impartimos el debido respeto a quienes nos rodean? ¿Somos cordiales?
Muchas veces en nuestra vida diaria -que corre a velocidades siderales-, nos olvidamos de los buenos modales y evitamos perder el preciado y escaso tiempo en saludar a otros o brindar nuestra atención.
Nos encontramos presionados por el increíble y explosivo adelanto de la ciencia y la tecnología; el acelerado engranaje de la producción; los intrincados resortes del comercio; la competencia; la lucha por "llegar a fin de mes"; la necesidad de seguir alguna nueva religión ideológica, y demás batallas diarias que insumen a cada persona una presión intolerable con la que debe lidiar y, en ese context, se crea un ambiente de disminución de las relaciones directas entre seres humanos.
Vivimos sobre los techos de otros, compartimos espacios, respiramos -incluso- el perfume que otro exhala; pero no nos comunicamos, ni somos vecinos, pues el otro no es más que una persona que debo "tratar" para pagar e ir a casa luego de hacer las compras; un sujeto que frenó su automóvil para darme paso para cruzar. Como afirma Albert Camus: "Yo recomendaría la gran ciudad como antídoto de la vida en sociedad. Hoy en día es el único desierto a nuestro alcance".
En ese contexto, no resulta fácil el contacto. La agilidad de los tiempos frecuentemente nos hace olvidar de nuestro espíritu humano, basado en la comunicación, la receptividad y la respuesta.
Frente a este desalentador panorama, debemos detenernos, darnos un momento, para hacer uso de una simple cortesía que puede hacer la diferencia en nuestras interacciones con los otros.
En nuestro hogar
Pensemos por un instante en el trato que damos a quienes viven en nuestra casa, nuestros amigos, familiares, vecinos o compañeros de trabajo e, incluso, a quien nos atendió esta mañana en la caja del supermercado o nos dio paso para cruzar la calle.
Los buenos modales comienzan con las famosas "palabras mágicas" que abren todas las puertas y sacan las mejores sonrisas: Buenos dias / tardes / noches - Perdón - Por favor - Permiso - Gracias.
Son los cinco super poderes que cada ser humano posee y que puede utilizar preferentemente por el habla, pero puede expresarlo a través de cualquiera de los restantes sentidos.
Por favor, hagamos de estas cinco palabras aquellos buenos modales que sean parte de nosotros.
Usarlos -para iniciar un buen cambio- no sólo nos brindará una interacción mas placentera, si no que, además, mejorará la vida en sociedad.
Pero no todo queda allí en demostrar respeto hacia otras personas mediante el uso de nuestras palabras mágicas, sino que también lo debemos hacer al ser puntuales en una cita con el otro; al vestirnos de manera apropiada para la ocasión y prestando atención al que está con nosotros.
Ser puntuales
La puntualidad es otro de los buenos modales que debemos empezar a implementar.
Es muy frecuente llegar a la sala de espera de un profesional a la hora de nuestro turno y que seamos atendidos dos o tres horas después; importando no sólo una falta de respeto al tiempo del paciente, sino un acto de soberbia, sin medir la pérdida económica que ello genera.
También resulta ser práctica generalizada -lo que no la torna correcta-, el arribar al encuentro de amigos o familiares fuera de la hora pautada.
Alegar que el tiempo no nos alcanza no resulta fundamento alguno, toda vez que el tiempo de los otros vale también y, probablemente, con mi demora los esté afectando. El tiempo mio no es más valioso que el del resto.
¿Y la vestimenta?
En torno a la vestimenta, cuando preguntamos ¿cómo me veo?, por supuesto que deseamos que la respuesta sea "fantástica/o". Hacemos esta pregunta porque nos importa lo que el otro ve en nosotros.
La imagen que proyectamos con la ropa que elegimos, más allá de las modas, o la selección que hagamos, habla por nosotros y da indicios o pistas al resto de las personas, haciendo que estas se sientan más a gusto con nosotros -o no-.
A la hora de elegir nuestro atuendo, debemos tener respeto y consideración por los demás. Uno de los principios es el de ayudar a la gente a sentirse cómoda con nosotros.
La individualidad y expresión personal, claro que tienen su lugar; pero una persona considerada no se vestirá de modo de hacer que otros se sientan incómodos ante su presencia.
Cuestión de modales
Históricamente, los modales se han dejado de lado como una rebelión contra la falta de espontaneidad, la banalidad; aquellos actos que ocultaban intenciones poco generosas, tales como hacer sentir inferior a aquel que no conocía esos "códigos" por carecer de una "buena educación".
Esos mal llamados "modales" no son aquellos que se pretenden transmitir, pues se fundan en valores que implican la pérdida de su sentido y configuran sólo una farsa.
Tener buenos modales no significa ser rígidos y aburridos; la espontaneidad alberga buenos modales, pero ello no implica que seamos esclavos de los impulsos, que es una cosa diferente.
Los buenos modales van más allá de la educación "poco guiada" de los niños, basada en la finalidad de que sean "libres". Sin embargo, aquellos que día a día cultivamos los buenos modales no somos esclavos de ellos, sino todo lo contrario; los usamos como herramientas de nuestra libertad y la de los otros.
Toda persona necesita conocer, desde temprana edad, conductas adecuadas e inadecuadas en cualquier situación que lo involucre.
Hay que tener presente que la cortesía no nos convierte en seres indefensos. Por el contrario, las buenas costumbres aportan elegancia y la admiración de terceros; sin contar el agregado de bienestar que causa en los otros.
Un código comunicacional
Los buenos modales no sólo implican respeto por el otro, sino que tienen una función adicional, pero no menos importante, y es un código comunicacional. Cuando cruzamos los utensilios al finalizar una comida, estamos indicando que hemos terminado de comer y que es posible retirar nuestro plato. Cuando al guiar nuestro vehículo frenamos en una esquina para dar paso a un peatón, éste sabe que puede cruzar tranquilamente; por lo que aprender -y utilizarlos- nos ayuda a comprender mejor el mundo que nos rodea.
En definitiva, los buenos modales son un conjunto de normas de comportamiento derivadas de la experiencia y el buen sentido común, a fin de lograr fluidez en el trato interpersonal propio de una vida en Sociedad. En consecuencia, implican respeto hacia uno y el resto, lo que inevitablemente nos conduce a construir un mundo mejor.
Usted, ¿cuántos buenos modales utiliza?
(*) Consultoría en protocolo y ceremonial.
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