26 de diciembre de 2023
La orden de Las Heras de 1825 de establecer la nueva frontera del sur. La construcción del "mojón de Rosas" que servía de mangrullo a los centinelas. La crisis política de 1832 y su impacto económico, luego de tres años de sequía. Paso a paso, las acciones con miras a la fundación del fuerte en Azul.
Las coincidencias no siempre son positivas. A menudo los hechos mandan y las más hermosas doctrinas obedecen.
Tal es el pensamiento que nos sugiere la forma en que se percibía la "convivencia" de cristianos e infieles, en el momento de fundarse nuestra ciudad del Azul.
En víspera de la instalación del blanco en el imperio pampa, coexistían acá inmensa mayoría de argentinos autóctonos (indios) y un mínimo de reducida minoría de argentinos nativos (criollos). Tenían la coincidencia de ser ambos argentinos, con el aditamento de que los argentinos autóctonos, en sendas tribus, practicaban en plenitud la libertad, la igualdad y la fraternidad, pero ignoraban la doctrina; y la minoría argentina criolla, desde 1812, proclama la libertad, la igualdad y la fraternidad, pero no la cumplía; hasta fines del siglo XIX tuvo en el uso, no en las leyes, "esclavos" y "criados"... Sólo un sector, a imagen y semejanza del autóctono, vivía en libertad, sentía la igualdad y profesaba la fraternidad: el gaucho.
Con un factor humano, así constituido, iba a nacer Azul.
Entre argentinos autóctonos y criollos se pactaron convenios de paz; pero los pampas, entre sus cláusulas, imponían una condición: los "cristianos" debían retirarse con su ganado y ranchos al "otro lado del Salado". Los criollos no cumplieron los tratados de esa breve época de hermandad argentina y, en consecuencia, los autóctonos se defendieron con la única arma que disponían, el solo método que conocían: los malones. Las rupturas de tratados se producían sin palabras y de hecho.
En esta situación no hubo posibilidad de coincidencias: uno fue vencedor (el blanco) y el otro, el vencido (el cobrizo).
Se planteó, en consecuencia, la lucha fraterna y entre dos estilos de vida: uno que quería subsistir a todo trance y otro que se debía imponer, también a todo trance: no había términos medios, a pesar de las coincidencias.
De ahí que el gobernador Las Heras (1825) ordenó establecer la nueva frontera del sur, en una línea que arrancaba de la Sierra de los Padres (Mar del Plata-campos de Monsalvo), pasaba por las sierras del Vulcan, seguía por las de Tandil y llegaba a las de Los Huesos y Arroyo Azul (para los pampas, sierras del Cairú, posiblemente "casa del padre") y por este sector terminaba en las Barrancas (arroyo Tapalqué).
La comisión que debía estudiar el terreno para instalar las "guardias" estaba formada por Don Juan Lavalle, Don Juan Manuel de Rosas y el ingeniero Felipe Senillosa. A nuestra zona fue destinado Don Juan Manuel de Rosas, quien llegó para cumplir la misión al Callvú Leuvú, desde las sierras del Cairú, con cuatro ayudantes, un cirujano, cuatro esclavos, cinco camperos, todos gente de confianza; y con ellos cinco "conchabados", un baqueano, cincuenta y seis peones, un capataz, con cuatro peones y carreros; con ellos aparece en estos pagos por primera vez, quien luego sería el fundador de Azul, el hacendado Don Pedro Burgos, con tres peones; y en total ochocientos caballos. Estaban en entonces en enero de 1826.
Se lee en el diario del Ingeniero Senillosa: "...días 6, 7 y 8 Permanecimos en la margen del Arroyo Azul, ocupados en redactar el diario y arreglar el borrador de planos y croquis. El 7 llovió y cayó una manga de piedra. Día 9. Este día por la mañana regresó el Señor Coronel Rosas, de su reconocimiento".
Agrega el informe expedicionario: "Estos campos ocupados fuera de la antigua línea, quedaban desamparados en caso de un ataque y como por el momento la construcción de fuertes resultaba dispendiosa y era una operación larga, Rosas se encargó de solucionar el difícil problema de aquietar a las tribus por medios pacíficos y atraerlas al trabajo, de modo que no tuvieran que robar para subsistir, pues era el hambre lo que muchas veces las impelía a organizar malones".
El mojón
Es posible que fue elegido el lugar que ocupa hoy el centro de la ciudad de Azul, para instalar el futuro fuerte. Y para ello se construyó lo que Obligado llamó el "mojón de Rosas". Tal mojón tenía 4x4, con tres varas de altura, de tierra, "y servía de mangrullo a los centinelas".
No es pura imaginación decir que el mojón se levantó donde hoy está la plaza San Martín y quien lo vio construir fue el mismo coronel Don Pedro Burgos; y puede ser en razón de que por vía oral me llegó de mi madre y abuela, del Capitán Ocampo y otros ancianos de principios de siglo [XX], la versión de que el Fuerte del Arroyo Azul se levantó en una loma: la que tenía al arroyo al oeste, hacia el sud desde lo que hoy es la calle Olavarría hasta el actual Club de Remo, cerca del arroyo, había una sucesión de pantanos seculares y al sudeste, desde la avenida Humberto hasta 9 de Julio, se encontraba la laguna que después se llamó de Morteo y por último de lo que hoy es la Ferretería García a la calle Necochea se encontraba un enorme pantano, permanente, cuyas aguas desagotaban por la que hoy es la avenida Mitre.
Era un lugar ideal para sus fines porque al sud, hoy puente San Martín, estaba el paso del arroyo que usaban los pampas para trasladarse al paraje de Tapalqué, donde se encontraba el grueso de las tribus de Catriel y Cachul.
Cuidó Rosas que el hambre no entrara en las tribus amigas y satisfizo sus "vicios" (yerba, vino, tabaco, azúcar). Juan Catriel (padre), Cipriano Catriel (hijo), Cachul, hicieron auténtica la argentinidad de ambos. Así es como, a pesar de los tratados entre autóctonos y criollos que prohibían instalarse a los segundos a "este lado del Salado", se iniciaron las estancias de los Rosas, Acosta, Anchorena, Balcarce, Belgrano y se dio principio al primer "cambio" social y económico de este suelo; que no lo tuvo igual desde los días en que desaparecieron los gliptodontes y toda la fauna pre-diluvial.
Muchos negros esclavos aceptaron jubilosos salir de su estado político deprimente, para vivir como los gauchos en la tierra de la libertad, la igualdad y la fraternidad, mientras sus patrones y amos vivían a la europea en la gran aldea de "Buenos Ayres".
Pampas y negros en abundancia; gauchos, criollos ciudadanos, unos pocos españoles, franceses, ingleses e italianos, avanzaron también gozando de la paz que Rosas había conquistado en este solar y todo estuvo así preparado para la gran fundación.
Nos acercamos a 1832. Relata el periodista tapalquense Ramón Rafael Capdevilla que el comandante Capitán Domingo Silva, del cantón del Arroyo Azul (ubicado en el lugar donde hoy se encuentra el taller mecánico del señor Rancaño, junto al puente) avisaba al Coronel Rosas, que los caciques situados en las proximidades del balneario municipal Anguelen y Alopan, por orden del cacique mayor, se trasladaban de ese lugar a Tapalqué, con sus treinta y nueve toldos, por habérseles negado auxilios. Rosas ordenó le dieran todo lo que pidieran "para que puedan irse bien ablados a Tapalqué". Política de apaciguamiento dirigida a objetivos previstos: fundar el Pueblo del Azul. Esto ocurrió en febrero de 1832.
Y en este momento la burocracia porteña había avanzado en la preparación de lo necesario para crear el Fuerte del Azul, en sus faces formales y legales.
La fundación
Se acelera la fundación del Fuerte y Pueblo del Azul.
La crisis política de 1832 en Buenos Aires tenía también una causa económica: la principal industria, la exportadora de cueros y carnes saladas, soportaba las consecuencias de la sequía persistente de tres años, desde 1830, 1831 y 1832, íntegros.
El gobernador de la Provincia, en un mensaje a los legisladores, del año 1832, explicaba los efectos tremendos de ese fenómeno meteorológico y advertíales que los campos del sud del río Salado, y en particular los altos, tenían suma importancia para salvar la hacienda que quedaba. Esta circunstancia, agregaba Rosas en dicho documento, apura la formación del Pueblo del Arroyo Azul y para alimentar a sus primeros habitantes será necesario hacer adquisiciones de ganado en las estancias.
Por otra parte, estaba preparando la conquista del desierto hasta la Patagonia; y urgía acelerar la campaña, que inició en 1833. Debía tener la certeza de sus espaldas protegidas, y el Fuerte del Azul, tenía verdadera trascendencia en sus planes.
La obra en marcha
Luis Argerich informa al Gobernador el 13 de abril de 1832 que, por su orden, se cargaron con maderas cinco carretas, puestas a disposición del teniente coronel Don Pedro Burgos, a saber: 30 palmas, 130 palmillas, 887 de chojo y guayaba, 690 cañas bravas, 16 cumbreras de 14 y media varas; en total peso 883 [kilos]; llevadas a la estancia de Burgos, desde la Capital Federal, entonces solo Buenos Aires.
Guido comunicó a Burgos que trece carretas, con los troperos Manuel de los Santos, Santiago Martínez, Gregorio Rodríguez, se cargaron con "destino al Arroyo Azul" (4 de mayo de 1832). Argerich le hace saber al gobernador que las carretas estaban cargadas con exceso y sobraron en almacenes treinta y tres atados de cañas, que no fue posible cargarlos. En total se cargaron 200 corazas, 90 palmas, 800 palmillas, 40 fusiles, 2000 cartuchos de fusil a bala, 1000 piedras de fusil, 2000 ídem de carabina, 50 palas de puntear, dos piedras de afilar, 33 atados de cañas tacuarillas, 267 cañas bravas.
El 25 de septiembre de 1832 Fray Hipólito Castañón y Victorio García de Zuñiga recibieron para "el nombrado cantón del Arroyo Azul" un frontal de seda para el altar, una piedra de cera, seis candelabros 1/3 de cobre, un crucifijo con peana, un misal y un ritual, cinco casullas blancas, encarnada, verde, morada y negra con sus correspondientes estolas, manipulos y bolsa de corposte, dos albas con dos amitos, dos singullos, un soporte o sobrepelliz, un jarro de agua para bautismo, dos manteles, dos palios y dos corimaltares, tres paños de altar y comulgatorios, dos lienzos de altar, una estola para extremaunción, una caja con aguamanil, taza, toalla y cerradura, un cubertor de seda para el crucifijo, cuatro corporales de encaje, ocho hijuelos cuadrados y redondos, seis purificadores, un hostiario de lata, una alfombra de tarima, una pila bautismal de madera, tres crismeras, un hisopo, algodón, una campanilla, un cáliz con patena y cuchara de plata caja dorada, un par de vinageras y platillo de plata y un farol, un hostiario de hierro para hacer hostias, ocho piezas de papel pintado, dos piezas de 50 varas de estera de esparto, dos madejones de hilo de carreta y dos agujas para coser las esteras, una caja de cedro que con sus bancos forman el altar, un cajón nuevo de pino para la cera, papel pintado y aguamanil, dos arrobas de cera labrada".
La comunicación de Burgos
Burgos comunica a Rosas que parte para fundar el Fuerte, el 6 de diciembre de 1832.
Desde su estancia, el teniente coronel Don Pedro Burgos comunica al gobernador Don Juan Manuel de Rosas, que la caravana fundadora partió para el Arroyo Azul para cumplir la orden de fundar el pueblo, el día cuatro de diciembre de 1832, con la nota que transcribimos [se respeta la grafía original]:
"Milagros, 5 de diciembre de 1832.
"Sr. Don Juan Manuel de Rosas.
"Muy estimado amigo y compañero: El día de ayer han salido de esta estancia las tropas que se componen de treinta y dos carretas, dos galeras y un carretón en que se conducen las familias, el cura, el médico y maderas para el Pueblo de Arroyo Azul, y yo salgo mañana para el mismo rumbo a dar principio a la obra y llevando conmigo veinticuatro zangeadores, para cuya condición (esto es) como de la demás gente de la marcha, me he valido de ochenta y cuatro caballos, de los que se quitaron en los Toldos al finado cacique Guanquí, todos de marcas no conocidas, sacándolos de lo del capitán Don Fermín Ludueña que los tenía para entregar a los dueños que soliciten como en efecto ha entregado algunos y sacado recibos, y estos se los mandará a Ud. cuando haya oportunidad, que ahora no la hay, porque dicho capitán marchó con las tropas y antes no se había prevenido esto para pedir los recibos, entre las ocupaciones y prisas que hemos andado. He ocupado dicha caballada porque yo me he encontrado solo en mi estancia de modo que a mi parecer el cuidado de mi poca hacienda son escasos los que tengo. En esta atención Ud. me dirá si tales caballos de marcas no conocidas que llevo los he de conservar o no hasta que los dueños aparecieran aquí o en el Azul; o los he de patriar.
"Por serme de absoluta necesidad impondré gastos, en la obra del Pueblo del Azul y no haber a mano más fondos que el cuereambre que ha resultado del consumo de las familias, lo he vendido a Don Victorino Arístegui, vecino de Chascomús, al precio de catorce pesos los machos y el de doce los de vaca, tanto los que están en el arroyo Azul como los que están aquí. Tanto los míos como los del Estado, pero no sabemos todavía a que número ascenderán dichos cueros, solo para catre lo que es de trescientos más o menos entre los míos y los del Estado, para lo que me mandara Ud. una instrucción de la guía que ha de llevar dicho comprador Arístegui cuando quisiera conducirla que no tuviera entorpecimiento en el transporte. Igualmente es de necesidad informar a Ud. que el aspecto que presenta el acopio de maderas que hay aquí (y ya está puesto en marcha) para las obras del pueblo del Azul, y el ver que la de muy cerca el número de habitantes que haya para poblarse aquellos cuyo comodo es de nuestro depósito y de la población que va a fabricar vg. capilla, fortaleza, cuarteles (en uno de estos dos últimos) casa para el cura, otra para el médico y los ranchos para las familias; distingo claramente que me faltan maderas de la calidad siguiente: según esta idea, considero pues que para cada vivienda y rancho consta de dos orcones principales, esquineros, costaneros, de cumbreras, tijeras de travasón para los costados que llamamos también costaneros, y también de varas y cañas para la cubierta a mas de las que se emplean en las paredes. Admitido lo expuesto paso a demostrar que las calidades de orcones y cumbreras que he apuntado no habiendo más que palmar y algunos otros palos que vinieron en clases de cumbreras de las cuales ni en todo lo dicho se hace uso faltaron muchas, por manera que preciso o más palmas o más orcones. Para tijeras hay palmillas, palmillas digo que pueden servir también de cumbreras, pero es madera muy pesada para tijeras, cuanto más para emplear en algunos ranchos, solo de esta clase de tijeras y cumbrera. Así es que también faltarán tijeras, sin embargo que hay aquí una estaquería de guayabo, que nos podría servir para los ranchos pequeños en clase de tijeras.
"Cañas para las cubiertas de las paredes, igualmente deben faltar, lo mismo que se necesitan algunas tablas que de estas nada hay aquí y palitos para marcos de algunas puertas que será preciso hacer.
"De todo lo expuesto en este informe advierto a V.E. que no es otro objeto que tan solo informarlo para que en caso que haya de dónde, y con alguna libre razón, se me remita algo, es decir lo que se pueda, porque en caso contrario, Pueblo se ha de hacer también, como aquí se pueda, esperando y siempre que mi arbitrio se ha de emplear en la obra de todos modos.
"La conducción de cualquier cosa que necesite hacer (porque yo no podré mandar la tropa, no sólo por tenerla ocupada mientras se hagan ranchos sino también porque no tengo boyadas más que las que vino de allá, pues los pocos de los vecinos andan sirviendo con carretas y todo, puede venir por mi estancia y seguir al Azul, previniendo que ya queda buen camino, que de al dicho Azul lo más que podrán tardar serán cuatro o cinco días, como también que este Río del Salado de aquí a pocos días ya dará paso según se observa ya.
"Salen para esa ciudad dos Pulperos de los que de este Partido se destinan voluntarios a poblar en el Azul los cuales son Don José Bela y Don Ramón Santillán (pero no van juntos) y con ellos pudiera mandar las dos campanas, para lo que ya van advertidos que deben avisar a Ud de su llegada a esa por si acaso se le ofrece alguna cosa. Sin embargo que Don Juan Terrero le deje encargue de esto de Sebastián prevención de que puede servir para atar en lugar de guasquillas y como yo lo hago ensebandola, y sirve muy bien y podrá resultar, en menos de su valor que el de los cueros que se invertirían en la obra, también se lo prevengo a Ud. para su inteligencia, y en caso que no le desagrada podrá informarse de dicho Sr. Don Nepomuceno Terrero, del estado de dicho mi encargue, aquel sujeto de los Montes Grandes que le compré las ciento cincuenta yeguas y no sé cómo se llama, no aparecido hasta ahora con yeguas ni sin ellas, y me hago cargo que anda en esa ciudad y pareciéndome que Ud. sabe quién es, se lo participo para que me avuse el nombre y dónde vive por los Montes, y si puede juntarse con él en el pueblo me lo remite que pague aunque sea con su trabajo en la obra (del Azul). Supongo que el Juez de Paz de Chascomús ha mandado a Ud. el sumario y causa del portugués Marquez que mató a su yerno Juan Olmedo, pulpero, y del cual resulta que lo hizo el portugués hostigado fuerte y frecuentemente por dicho yerno y por defenderse. Este no se halla preso en Chascomús, y como tiene mucha familia y muy pobre, vecino de este partido, he determinado llevarla al Azul y mantenerla. Y según el mérito que Ud. vea de la causa si distingue que su pena pueda ser ir al Azul en la calidad de preso a servir en la artillería, para lo cual es bueno por ser hombre viejo ya, puede destinármelo que para la seguridad de su persona yo salgo de garante si la justicia lo admite.
"A los oficiales de mi escuadrón Don Inocencia Preciado, teniente, y el hermano de éste, Don Eulogio Preciado, los remití el mes pasado al subinspector de campaña por informe que tuve del Capitán que tenía yo encargado del servicio de varias Comisiones en este punto y puestos dichos oficiales a disposición de él y a que no le obedecían como insubordinados. El citado Don Inocencio tiene recibido a cuenta de sus sueldos sobre seiscientos y tantos pesos, y el otro Don Eulogio como cuatrocientos. En al arroyo Azul les formaré la cuenta de cargo y data remitiré a la subinspección las cantidades que resulten a favor de dichos individuos por los meses que se me ha entregado el pago por mi escuadrón, en donde ya no los admito ni los quiero ver, determinando Ud. de ellos lo que sea de su agrado.
"Nota: los seiscientos y tantos pesos que se adjuntan recibos por Don Inocencio que los ha recibido es el hermano Don Eulogio dicho y los cuatrocientos son los que ha recibido Don Inocencio lo que prevengo para salvar la equivocación.
"Por conclusión, compadre, Ud. no se olvide de mí, así como yo no me olvido de Ud. y mande a: Pedro Burgos".
"Post Data: Por la cabeza del Toro, lugar que está de aquí a pocas leguas, rumbo a Azul, se halla una partida de hombres que me dicen es del Escuadrón de Mansilla, pero yo no sé con qué objeto ya hace algún tiempo. Esta gente supongo que allí nada hace, sino matar reses de los vecinos por modo de auxilio. Debo inferir que está puesta por orden de Ud. y si no tienen en qué emplearse yo les dará si la pone a mi disposición, de manera que el gasto de ellos que debe resultar en contra del Gobierno o de los dueños del ganado que comen no sea tan infructuoso. De las Postas sólo hay una puesta ya en este mismo lugar del Toro que acabo de nombrar y cuyo maestro de Postas es Don José López, Juez de Paz de Ranchos. Vale.
"Otra: Acompaño a Ud. el parte que me da el Capitán Silva, comandante interino del Azul, el que acabo de recibir en este momento. Dice que tiene orden de dar seis reses mensuales a Don Benancio (cacique pampa) y yo no sé cómo lo he de abastecer de ellas, pues apenas nos ingeniamos para poder sacar auxilio de algunas partes distantes para nuestro alimento pues que el vecindario del Azul hay más escasas juntas de ganado que ya sólo para una gran urgencia se puede matar de ellas. Mi ganado que ya está concluido tanto que el que aquí tengo como el del Azul en lo que he vendido y he muerto para el consumo del Escuadrón y familias destinadas. Si la dicha disposición fuese dada de Ud. está muy bueno, para mí será soportable y daré siempre de la carne que yo como, pero si no lo es, vea Ud. modo de advertir aunque tenga el encargue para dar tal auxilio, de lo que facilita de otras maneras porque para mí es un trastorno. Vale."
El gobernador de la Provincia le contesta, en larga carta fechada el 9 de diciembre de 1832, en Buenos Aires. La dirige al Sr. Don Pedro Burgos. "Mi querido compadre y amigo". Aprueba su conducta y le remite modelos para guías de remisión de cueros. Como Azul no estaba fundado, este documento se fechaba "Dada en Arroyo Azul a tantos...". Agrega que para proveer de carne a las familias y soldados, tome la que necesita en "las estancias" de su primo, el señor Nicolás Anchorena, así no tendrá problema en la "nueva Guardia del Arroyo Azul", cuidándose de que de ningún modo se arree ganado extraño y de que los cueros que envíe sean de una sola marca bien clara, "que es lo más lindo".
Maderas no le puede aumentar y agrega: "Siga trabajando como Dios le ayude...", "aunque la pobreza del Tesoro público es muy grande, no faltándole confianza en Dios, este ha de ir proveyendo de a poco".
Señala también que los indios enemigos están recostados sobre la Cordillera (invasión araucana). Se provee 125 bueyes comprados a Nicolás Anchorena y Juan Sosa, entregarse "en el Arroyo Azul". El reo portugués Marques se destina por dos años a trabajos públicos en la nueva Guardia. Los sueldos del escuadrón al mando de Burgos los pagará Juan Nepomuceno Terrero. Le envía modelo del documento para la entrega de las suertes de estancia, chacras y terrenos a darse a los primeros pobladores "del Fuerte Azul" y le remite las doce cláusulas del mismo, por medio del Coronel Luis Argerich.
El 3 de diciembre firma Rosas el decreto que ordena se paguen los haberes del "Regimiento N° 5 de Pedro Burgos", entregándoselos al Sr. Juan Nepomuceno Terrero.
El 26 de diciembre de 1832 salen para Azul desde Buenos Aires veintiséis carretas con materiales, herramientas útiles, por orden del Gobernador Rosas.
Apaciguamiento de los indios
Las numerosas tribus que acampaban en torno al arroyo Azul, se las apacigua al estilo de Rosas -adverso al del fundador de Tandil, que lo hizo haciendo caer a los indios en emboscadas sangrientas-, de lo que con testimonio estos documentos:
El 30 de noviembre de 1832 sale la orden de compra para "el negocio pacífico de los indios", de diez tercios de yerba, diez barriles de aguardiente, seis barricas de harina, ocho rollos de tabaco negro bueno, doce arrobas de azúcar, seis resmas de papel (para armar cigarrillos), seis libras de anís, doce arrobas de pasas de higo, todo escrito con letra de Rosas.
En febrero 17 de 1832, el Gobernador manda al Coronel Mariano García entregue a Pedro Burgos diez mil pesos, por mil cabezas de yeguarizos que ha entregado y repartido en la tribu de Don Benancio Cahuepan.
En el mismo mes se entregarán $mc. 4500 al lenguaraz Baldovinito y para el cacique Anteman $ 3000 y también para una mujer que era cacica en la zona del arroyo Azul, la cacica Luisa $mc. 2000.
Otros aprestos
El 12 de diciembre se dirige una circular a los Jueces de Paz de Campaña para que auxilien en todo a la "construcción del Establecimiento de la línea de Fronteras y pacificación de indios", "con celo y patriotismo para no retrasar la obra".
Con fecha 29 de diciembre de 1832 se ordena transportar medicamentos y útiles para el "Arroyo Azul", para entregar al Sr. Pedro Piscueta, no se pudo mandar la farmacopea de Edimburgo ni cebada inglesa por no existir en Buenos Aires.
De acuerdo a la ordenanza del 5 de mayo de 1828 cada manzana será un cuadrado de cien varas de lado, dividida en cuatro solares; la generalidad de las calles tendrá dieciséis varas de ancho; las quintas se compondrán de cuatro manzanas con las calles inclusive y las chacras tendrán dieciséis cuadras con las calles intermedias.
Se escuchó un pedido
De esta manera, el Gobernador escuchó el pedido del Fuerte de Patagones, que venía reclamando la fundación de "guardia" en el Arroyo Azul, para cortar el robo de inmensas cantidades de ganado por los indios araucanos, que vendían a vil precio a comerciantes de Chile, y eran arriados desde Lavalle pasando por Rauch, Las Flores y los pasos del Arroyo Azul en San Benito, tomaban las "puntas" del arroyo Tapalqué (su nacimiento: hoy Olavarría) y seguían su destino.
Azul fundado
El 4 de diciembre de 1832 salió la primera columna de carretas para la fundación del Fuerte y Pueblo del Arroyo Azul.
Resulta evidente que ya estaban instalados de varios años antes los estancieros Nicolás Anchorena, el mismo Juan Manuel de Rosas, Pablo Acosta, Pedro Burgos, con varios establecimientos, que aportaban abundantes vacunos al comercio de Buenos Aires; seguramente al amparo del Fortín de Santa Catalina y el cantón de Silva; en éste se encontraba ya Fray Castañón en 1831, que pasó luego a la flamante población, para la que se dotó de lo necesario en su Iglesia.
En efecto, el decreto del 30 de septiembre de 1832 dice que fue nombrado capellán y cura castrense del Arroyo Azul el Sr. Presbítero Hipólito Castañón "donde actualmente desempeña destino".
También resulta evidente que en torno al cantón de Silva, negros y blancos habían construido sus ranchos y hasta había pulpería, precediendo a la fundación del Pueblo.
Había recibido el Gobernador la noticia de la fundación y en carta Don Pedro Burgos del 21 de enero de 1833 le dice, entre otras cosas: "Celebro que se haya situado sobre el Arroyo Azul o en sus inmediaciones pues esto será ya un principio para empezar nuestra obra, que debe ser cuando llueva y puedan ir todos los elementos para una buena población. Anime a todos los pobres y considere ser conveniente que vayan a acompañar bajo la seguridad de que la obra será buena, y segura y sólo espero que llueva, para que entre Ud. y yo le demos el impulso necesario a esta buena obra".
[Referencias: artículo firmado por el Dr. Germinal Solans. Título original: "Prolegómenos de la fundación de la Ciudad de Azul", publicado el sábado 16 de diciembre de 1972, en la edición especial de El Tiempo. Archivado en la Hemeroteca Juan Miguel Oyhanarte de Azul]
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