6 de abril de 2025
Luego de 43 años de actividad, el Noticiero televisivo de Azul fue levantado por decisión empresaria. EL TIEMPO convocó a dos de los históricos periodistas de la señal, quienes, en estas páginas, recuerdan emotivamente la labor desarrollada y remarcan la trascendencia del medio en la comunidad, entre otros aspectos.
Por Héctor "Tito" Silva (*)
Recorrer la historia del Canal hace que uno se sumerja en una inevitable melancolía por todos los momentos vividos y que, definitivamente, sólo quedaron guardados en la memoria.
Este final intempestivo e impiadoso nos abruma y cuesta asimilar el golpe letal y definitivo para una historia que comenzó en 1981, en lo que parecía una aventura tecnológica y terminó siendo el medio de comunicación por excelencia de la ciudad y la pantalla donde su gente se veía reflejada.
Yo llegué con tan solo 16 años, aun iba al secundario, y muy pronto empezaron a darme pantalla apareciendo en "El Tercer Ojo" y luego en el Noticiero. Llamaba la atención por la edad, era el único canal que se veía en la ciudad por lo que nos habíamos hecho sumamente conocidos en cada rincón de Azul. Después me fui a estudiar Periodismo a la Universidad de La Plata y, cuando volví, estaba el trabajo esperándome. Ya era, oficialmente, empleado del Canal, con todo lo que eso representaba.
Sentía que el eje de mi vida pasaba por ahí y era entendible. Lo daba todo porque tenía los medios a disposición y la voluntad de los dueños del Canal de dejarme hacer; y así fue como pude llegar a entrevistar a presidentes de la Nación o a los grandes deportistas nacionales e internacionales. Una experiencia enriquecedora e inolvidable. Nunca encontré una negativa a todas mis ideas. Me permitieron crecer a sabiendas que yo también buscaría darle relieve a la pantalla a través de los testimonios conseguidos. Fue un tiempo hermoso compartido con un grupo de gente, trabajadores y amigos, que aun llevo guardados conmigo y con los que siempre pudimos ensamblar sin problemas.
El canal, verdaderamente, se había transformado en el espejo donde la gente se miraba. En todos los acontecimientos, en cada evento, o donde un azuleño nos representara en el mundo, ahí estaban las cámaras y algún periodista de Azul Cablevisión Color. Siempre con tecnología de punta, haciendo un gran esfuerzo en inversiones, lo que le permitió ser considerado uno de los mejores canales de cable del país. Y eran capitales azuleños.
Pero llegaron los tiempos de la opresión de los poderosos, que vieron en esos canales de televisión de ciudades chicas un gran negocio en forma de "paquete" para exprimirle los bolsillos a los abonados; y como eran los mismos dueños de las programaciones que abastecían a los canales, salieron a comprar a mansalva, entre ellos el de Azul, que era sumamente codiciado por las condiciones que expuse antes. Era "me lo vendes o algún día me lo vas a tener que regalar". A los dueños no les quedó alternativa que desprenderse de eso que tanto les había costado construir. Recuerdo que lo vivimos con desazón. Llegaban capitales norteamericanos y si bien prometía que nada iba a cambiar y que íbamos a mejorar aún más en tecnología, algunos sentimos que ya no iba a ser lo mismo. A mí me invadió un estado de orfandad y no pensé en el sueldo ni en nada.
Había dejado de ser mi casa, ese lugar que cobijó todos mis sueños. Quienes me habían formado ya no estaban y entonces tomé la decisión de irme. Seguramente me equivoqué, lo pensé muchas veces, pero hice lo que sentía.
Ver este final entristece. Ya no están lo de entonces, mis compañeros, ya no están las cámaras ni los micrófonos del canal recorriendo las calles de la ciudad, recogiendo los testimonios de los vecinos, dando anuncios de una llave perdida o de un medicamento que falta. De pronto recuerdo el final de esa buena película de Campanella, "Luna de Avellaneda" y me surge la pregunta: "¿Cómo se hace un Canal de nuevo?".
(*) Periodista en "El Tercer Ojo" y en "TV2 Informa", productor periodístico y conductor de "La Leyenda del Deporte".
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