15 de junio de 2025
El 15% del total de los hogares argentinos son monomarentales, según datos del CIPPEC, pero si restringimos la mirada al universo de hogares con niñas, niños y adolescentes, según la EPH del cuarto trimestre de 2024, ese porcentaje asciende al 26% con jefatura femenina, sin cónyuge ni pareja conviviente.
1.Aun en retirada, el Estado es más presente que los progenitores
Lo más alarmante no es solo que el 26% de los hogares con niños, niñas y adolescentes menores de 18 años sean monomarentales, sino la falta sistemática de corresponsabilidad en la crianza por parte del otro progenitor. La exclusión es simbólica y material: presencia, cuidados...y plata, por supuesto; porque según estos datos:
Apenas 1 de cada 4 hogares encabezados por madres solas declara recibir una cuota alimentaria o algún tipo de ayuda monetaria de quien no vive en el hogar.
El 27,3% accede únicamente a la AUH y/o Tarjeta Alimentar.
Solo un 10,9% cuenta con ambas transferencias simultáneamente (AUH + cuota).
Y el 36,8% restante no percibe ningún tipo de ingreso específicamente destinado a la crianza: ni del Estado ni del progenitor ausente.
Pero incluso estos datos subestiman la magnitud del problema. Por un lado, la presencia de un cónyuge no implica que se trate del progenitor y por otro la presencia de una cuota alimentaria no garantiza ni regularidad ni suficiencia. En contextos de alta inflación, los montos fijados en convenios formales pierden rápidamente valor, y su actualización exige -en la mayoría de los casos- que la madre litigue judicialmente. A esto se suman pagos intermitentes, incumplimientos sin consecuencias efectivas, y situaciones donde la "ayuda" proviene en realidad de abuelas, tíos u otros familiares que suplantan el rol del padre ausente. En la estadística figura la transferencia, pero no su calidad, frecuencia ni origen real. A pesar de las limitaciones de los datos, los números revelan una paradoja punzante: incluso en un contexto de retirada, el Estado sigue siendo más presente que los padres en la vida de estos hogares. Un reemplazo incompleto y forzado, que cubre apenas lo básico -cuando llega-, pero que deja intacto el problema estructural de la corresponsabilidad ausente.
Paralelamente, en Provincia de BsAs, el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual relevó en 2024 que el 68% de los padres no convivientes no aportan lo que corresponde al sostén económico de sus hijos, según los valores de la canasta de crianza; y, además, un 35% del total no aportó nunca dinero para la crianza de sus hijos.
1.1 La presencia del Estado como piso:
Más de un tercio de las madres sin pareja crían también solas. Sin apoyo económico externo, y eso tiene un impacto sobre el bienestar: si miramos cómo se distribuyen estos hogares según el ingreso per cápita familiar, el panorama se vuelve aún más nítido: los hogares monoparentales con jefa mujer, es decir, los hogares monomarentales, se concentran de manera pronunciada en los primeros deciles, duplicando en los sectores más pobres la presencia de los hogares biparentales.
La concentración de hogares monomarentales en los primeros deciles de ingreso per cápita es alarmante. Pero hay un detalle que muchas veces pasa desapercibido: en los decil 1 y 2 casi no hay hogares con menores. Esa "ausencia estadística" no es un error de muestreo: es la presencia de la AUH.
Al ser una transferencia directa e individualizada por hijo, la Asignación Universal eleva automáticamente el ingreso per cápita de esos hogares por encima del umbral más bajo, desplazándose hacia el decil 3 o 4. Es decir: sin AUH, muchas de estas familias estarían ubicadas directamente en la indigencia. Incluso en tiempos de retracción estatal, el Estado sigue siendo el único sostén material en miles de hogares donde la paternidad está ausente. Pero también señala los límites de ese sostén: sin mecanismos de corresponsabilidad reales y robustos, sin políticas que mejoren los ingresos de los trabajadores, especialmente de las mujeres, sin jornadas educativas y formativas equivalentes a las laborales maternas, la política social sólo amortigua una desigualdad que no deja de producirse.
1.2 Una pobreza mal medida, una crianza invisible
Cabe además destacar, que cuando hablamos de pobreza, solemos mirar canastas alimentarias, ingresos declarados o líneas oficiales. Pero así como la canasta de pobreza no contempla el costo de los alquileres, por lo cual los guarismos oficiales esconden la situación de millones de inquilinos, tampoco incluye el costo real de la crianza, especialmente cuando ese esfuerzo recae en una sola persona. No es lo mismo lo que cuesta el cuidado cuando es compartido que cuando se cría en soledad. Contratar servicios de cuidado es caro y otros costos ocultos aparecen: hacer malabares para preparar la comida y las viandas escolares, conseguir dinero para un remis que permita llegar al jardín y al trabajo en horario, realizar trámites, llevar al médico. Todo tiene que caber en las únicas 24 horas de la madre, o con suerte de probablemente otra mujer de su círculo de confianza o cercanía física que presta manos y orejas.
Pese a los grandes avances de los feminismos, las maternidades siguen invisibilizadas en las encuestas, por lo que no hay en las estadísticas un rubro que capture el trabajo de cuidado, el tiempo y dinero perdido en litigios por una cuota impaga o el costo emocional y económico de criar sin red. Si esa carga -económica y afectiva- se incorpora como variable, la pobreza en hogares monomarentales sería mucho más elevada. En ese sentido, la retirada del Estado no es sólo un problema presupuestario: es una desprotección multiplicada para quienes ya están asumiendo solas todo lo demás.
En un contexto político que promueve un Estado más chico y una "libertad" entendida como retiro institucional, conviene no perder de vista lo evidente: hoy, para miles de madres, el Estado sigue siendo más presente en la vida de sus hijos y en las tareas de cuidado, que los propios padres. No por virtud de uno, sino por ausencia recalcitrante del otro. Y aun así, ese Estado llega tarde, llega poco o se lo está desmantelando. La retirada del Estado no es solo un tema presupuestario: es una desprotección multiplicada para quienes ya están asumiendo todo lo demás.
Entonces, ¿de qué hablamos cuando hablamos de paternidad? ¿Del gesto ocasional, del legado simbólico, o de la responsabilidad concreta, cotidiana y sostenida? En este Día del Padre 2025, tal vez no alcance con homenajes. Tal vez sea hora de reclamar que la paternidad también se mida -como la maternidad se padece- en tiempo, en dinero y en presencia. Porque donde el derecho al cuidado no es compartido, el peso no es menor: es desigual.
1.3 Y para quienes sí están... ¿realmente están?
La presencia física no es sinónimo de corresponsabilidad. Estar no es "ayudar", o "hacer lo que puedo", es asumir como propio todo lo que implica el trabajo cotidiano de criar, sostener, organizar y cuidar. Según relatos de las mismas involucradas, incluso en los hogares donde hay dos personas adultas, la carga mental -esa agenda invisible que recuerda vacunas, listas de compras, firma cuadernos, organiza viandas, detecta fiebres y estados de ánimo, compra útiles y coordina horarios- sigue recayendo, abrumadoramente, sobre las mujeres. Esa carga no se ve, pero pesa. Agota. Harta. Y no siempre se reparte, porque muchas veces ni siquiera se reconoce como tal. Hablar de corresponsabilidad implica redistribuir no sólo tareas concretas, sino también responsabilidades emocionales y organizativas, como tiempo, atención y disposición real a hacerlo como se requiere.
En ese camino, surgen algunas soluciones innovadoras desde la tecnología. La app Cuidos, desarrollada por la organización Wingu, busca justamente eso: hacer visible lo invisible y promover una distribución más justa de los cuidados. A través de inteligencia artificial, permite registrar y asignar tareas domésticas, enviar recordatorios automáticos y generar reportes visuales que evidencian cómo -y cuánto- cuida cada quien en el hogar. Validada por usuarias de América Latina, Cuidos no reemplaza el compromiso, pero sí lo organiza, lo transparenta, lo discute, visibilizándolo. En tiempos donde el mandato de cuidar sigue feminizado, herramientas tecnológicas como ésta invitan a repensar la vida doméstica como espacio político y corresponsable, donde la justicia distributiva y redistributiva también empieza por casa, así lo expresa la Dra. Moira Goldenhörn.
2. De regalo para Papá, una demanda por alimentos.
2.1 La obligación alimentaria, un derecho vulnerado por ejercicio de violencia económica.
Si en los hogares biparentales la justicia debería comenzar por casa, en los monomarentales parece estar siempre fuera: depositada en el reconocimiento institucional y judicial de derechos vulnerados. La obligación alimentaria en Argentina, como señala la Dra. Moira Goldenhörn -abogada e investigadora en Sociología Jurídica- está regulada por el Código Civil y Comercial, además de estar respaldada por tratados internacionales con jerarquía constitucional, como la Convención sobre los Derechos del Niño. También forma parte de la legislación penal cuando hay incumplimiento.
Se trata de un derecho personalísimo e irrenunciable de hijas e hijos, y de una obligación legal indelegable del progenitor no conviviente. Sin embargo, los niveles de incumplimiento son tan extendidos como alarmantes. Según datos del Ministerio de las Mujeres de la Provincia de Buenos Aires, 7 de cada 10 padres no cumplen con la cuota alimentaria. A su vez, más del 51% de las madres no recibe ningún tipo de aporte económico, según UNICEF. Y lo más contundente: el 25% de quienes incumplen nunca aportó dinero alguno para sus hijos.
Este incumplimiento no debe ser tratado como un desacuerdo privado o una negligencia administrativa, sino que constituye una forma de violencia económica por motivos de género que afecta al orden público y vulnera los derechos humanos de un grupo social doblemente tutelado como son niños, niñas y adolescentes, en tanto perpetúa la desigualdad estructural y coloca sobre las madres la totalidad de la carga económica, afectiva y logística de la crianza. Cuando la justicia no actúa con celeridad, idoneidad, ni perspectiva de derechos, incurre en violencia institucional y revictimización.
2.2 Responsabilidades legales y omisiones estructurales
La ley establece que, ante el incumplimiento alimentario por parte del progenitor, otros familiares hasta el cuarto grado (es decir, abuelos y tíos) pueden ser convocados subsidiariamente. También pueden tener responsabilidad los empleadores si no ejecutan los descuentos judiciales ordenados o sostienen un fraude laboral y al derecho alimentario por mantener al trabajador deudor alimentario sin registrar, siendo ellos solidariamente responsables por las obligaciones alimentarias a su cargo. A su vez, el padre incumplidor, al ser inscripto en el Registro de Deudores Alimentarios Morosos, puede enfrentar sanciones como multas, embargos, restricciones para encuentros deportivos, actividades nocturnas, salidas del país o incluso ser privado de su libertad ambulatoria.
Sin embargo, y pese a las novedosas leyes que habilitan amplias facultades para mejor y más rápido proveer, el sistema judicial frecuentemente se muestra reticente a aplicar medidas eficaces y a tiempo. Las madres cuentan agotadas el derrotero emocional y económico por los juzgados, defensorías, abogados inescrupulosos que se presentan como especialistas y no lo son... y que muchos funcionarios y operadores jurídicos las revictimizan cuando acuden a requerir justicia; desoyendo reclamos urgentes, psicopatologizando la angustia lógica para inhabilitar la palabra, o bien estigmatizando las depresiones, trastornos de ansiedad, stress postraumático y otros cuadros que suelen aflorar a causa de los mismos procesos; incluso postergando medidas con argumentos patriarcales excesivo rigorismo formal que no consideran el interés superior del niño y la madre al verse afectados sus derechos humanos, sino el interés económico del progenitor incumplidor.
Esa pasividad, sesgos en el obrar y negligencias no constituyen un hecho neutral: es responsabilidad funcional, jurídica y ética. Cuando la justicia llega tarde, también incumple y deben asumirse las responsabilidades. ¿pero cuántos jueces/zas, consejeros/as de familia, asesores pupilares, equipos interdisciplinarios, son denunciados y llegan a ser sancionados por omisión o retardo en la administración de justicia o violencia institucional y psicológica por motivos de género?
2.3 El costo invisible: salud mental materna
Criar en soledad, sostener una economía fragmentada, afrontar demandas escolares, sanitarias y afectivas sin apoyo, no es gratuito. Tiene un impacto directo en la salud física, psíquica y social de las madres. Estrés crónico, ansiedad, insomnio, enfermedades autoinmunes, licencias psiquiátricas prolongadas, sentimientos de culpa y desborde emocional son parte de la sintomatología frecuente en contextos de crianza sin red.
Ya en junio de 2019 advertimos estos efectos en el artículo "Los derechos de las mujeres trabajadoras en el neoliberalismo tardío", publicado en 2020 por la revista AB (UNPAZ), donde señalamos cómo el avance del modelo anarcocapitalista iba precarizando el trabajo de cuidado y desprotegiendo a las mujeres que sostienen la vida en soledad. En noviembre de ese mismo año, durante las Jornadas de Derecho y Salud Mental de la UNLP, presentamos la ponencia "Los cuidados, la doble jornada laboral y la salud mental de las mujeres en el contexto del neoliberalismo tardío", en la que abordamos con datos empíricos el aumento de licencias psiquiátricas entre madres trabajadoras, especialmente en el sector público, como indicador de un colapso emocional inducido por una estructura patriarcal institucionalizada a la vez que difusa pero siempre indiferente a la realidad de las madres y sus hijos; y que esto iba a agravarse de continuarse por la línea del deterioro institucional hacia el Estado mínimo. Lo que hace años se nos señalaba como alarmismo innecesario, hoy se comprueba como una realidad sistemática que se agrava cada vez más. Que quede claro: para el Derecho, las tareas de cuidado tienen un valor; y su sobrecarga por responsabilidad exclusiva produce un daño, también cuantificable.
3.Ni solas, ni mal acompañadas: la urgencia del acompañamiento terapéutico especializado
Las mujeres jefas de hogar no necesitan ser heroínas, ni "madreypadrealavez". Necesitan políticas públicas activas, justicia eficaz y acompañamiento terapéutico especializado, con enfoque de género, infancia y trauma. La salud mental materna debe ser comprendida como un componente esencial del bienestar de toda la familia, y como tal, debe ser protegida y garantizada por el Estado.
El acceso a servicios de salud mental con perspectiva de género e idoneidad para acompañar los procesos de salida de las violencias no es un privilegio: es un derecho humano exigible, cuya garantía impone una doble tutela reforzada, tanto desde el derecho interno como desde los tratados internacionales con jerarquía constitucional.
Además, la Ley 26.485 de Protección Integral contra la Violencia hacia las Mujeres reconoce expresamente el derecho a contar con un acompañante terapéutico durante el proceso judicial por violencia de género. Esta figura cumple un rol estratégico: ofrecer una presencia segura y sostenida, contener emocionalmente a la persona afectada, facilitar la articulación entre los distintos organismos intervinientes y prevenir los efectos colaterales del proceso judicial, como la revictimización, el retraumatización o el colapso psíquico.
En este sentido, la Operadora Psicosocial y Acompañante Terapéutica especializada en violencia de género Ivana Barrionuevo sostiene que esta figura no solo acompaña: restituye derechos, reconstruye redes y devuelve agencia subjetiva a quienes han sido históricamente despojadas de su voz y de su bienestar.
La ausencia de esta figura en los procesos de cuota alimentaria o litis familiar por abandono parental, muchas veces invisibilizados como "no violentos", es una omisión estructural que debemos revertir. Porque cuando el sistema falla, cuando la justicia tarda o cuando el agotamiento emocional paraliza, el acompañamiento adecuado puede hacer la diferencia entre resistir o quebrarse. Recordemos que, como dice el Lic. Yago Di Nella desde su enfoque en derechos humanos y atención comunitaria: no hay salud mental posible sin un mínimo de disfrute de derechos.
4. Las cuentas pendientes del Día del Padre. #HARTAS.
Este Día del Padre es también una oportunidad para mirar de frente una realidad incómoda: millones de hogares en Argentina son sostenidos exclusivamente por mujeres, sin corresponsabilidad ni acompañamiento. La paternidad ausente no puede seguir siendo un dato naturalizado ni un tabú en las efemérides escolares. Es tiempo de nombrar lo innombrado: que criar sin presencia, sin recursos y sin justicia no es una elección, es una condena. Y que donde falta el padre y el Estado se retira, la maternidad se vuelve supervivencia.
La reciente película Harta, disponible en Netflix, condensa en clave dramática este colapso silencioso: una madre que lo da todo, sola, hasta romperse. Y que lo hace no por elección, sino porque nadie más estuvo. Nombrar el abandono económico paterno como violencia basada en género, exigir el cumplimiento de las obligaciones alimentarias y garantizar el acceso a justicia y salud mental con enfoque feminista no es un gesto simbólico: es una urgencia política y ética, parte del camino hacia una sociedad más justa y cuidadora.
¿Quiénes somos LAS QUE CUENTAN?
Eva Sacco, Moira Goldenhörn e Ivana Barrionuevo impulsan, junto a Damyana Gómez, la iniciativa interdisciplinaria "LAS QUE CUENTAN", entidad que promueve la educación financiera para el empoderamiento de las mujeres.
"Somos las que cuentan. Porque contar dinero también es contar historias. Y nosotras contamos. Contamos lo que nos deben. Contamos lo que sostenemos. Y también, contamos con nosotras".
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