ENFOQUE

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Logros y desafíos pendientes en la representatividad política

Las listas: más mujeres, ¿más representatividad?.

9 de septiembre de 2021

Escribe: Moira Goldenhörn (*)

Un escenario extraño y bastante adverso se despliega este año en las elecciones llamadas "de medio término"; y no sólo por hacer referencia obvia a la pandemia, sino también a las internas partidarias que han trascendido en mucho a la esperable discreción de la discusión "entre los propios" en el seno de los diversos espacios. En esta campaña, la novedosa estrategia de la difamación y el escándalo ha ganado adeptos y adeptas en varias líneas partidarias.

Así es como las principales encuestadoras, las más confiables, hablan de la posibilidad de una gran abstención de voto y voto en blanco; mientras que las más tendenciosas indican un inminente "voto castigo". Pero ¿por dónde pasaría, al "dar el castigo", el eje de reclamos ciudadanos? ¿Hay descontento social con la gestión del Estado o es sólo efecto de la permanente agitación de la derecha reverdecida durante la pandemia para inventar responsabilidades en algunes y borrarlas en otres? ¿Podríamos decir que estamos ante una crisis de representatividad política?

Lo que sí es cierto es que las viejas formas de institucionalización están en crisis, tanto por la irrupción cada vez más presente de la virtualidad, como de la necesidad de participación ciudadana. Por ello decimos que ésta es la época de la gobernanza moderna, donde la gestión es continuamente interpelada por la ciudadanía para tomar cartas en el manejo de la cosa pública. Y es saludable que así sea, ya desde la reforma constitucional de 1994 que se vienen proponiendo distintas formas de participación ciudadana directa. Tomemos por caso los presupuestos participativos y la figura de la "Banca 21" en otras ciudades como La Plata y Tandil, donde hace décadas funcionan de maravillas; o las más novedosas estructuras de gestión barrial por comunas donde el ejercicio de la democracia se parece más a las asambleas de la Polis que a los actos comiciales.

Sin embargo, pese a ello, si analizamos la conformación en general de las listas, si bien encontramos una mayor presencia femenina e incluso una candidata trans, vemos una gran insuficiencia en el mapeo de lo que la gobernanza llama "las partes interesadas" de ser convidadas a esta mesa política. Consecuentemente, esta mirada sesgada se ve reflejada en las listas; a la vez que existe en ellas una sobrerrepresentación del rol de la gestión de los vacunatorios (tarea urgente, noble y loable si las hay, pero desde una mirada crítica, con un Concejo Deliberante "de coyuntura" no va a alcanzar para realizar cambios estructurales transformadores en la ciudad y localidades). En este mapeo insuficiente, vemos desde lo local una flaca o nula representación -en líneas generales- de las localidades, de referentes barriales, de los pueblos indígenas y de las personas migrantes. Y también de mujeres referentes en sus espacios políticos; ya que aún persiste la costumbre de privilegiar al varón como representante de todes, aunque en los partidos, movimientos y corrientes haya mujeres iguales o más capacitadas para ejercer tales roles.

Quizás esto se deba a la falta de cuadros formados en materia de gestión local, legislación municipal y desarrollo regional; o a la falta de inclusión de quienes sí lo están dentro del diálogo de los espacios políticos y la gestión pública en general. O quizás, se deba a una ya añeja forma de politicidad, típicamente machista, que propone no sólo postergar a las mujeres en los lugares de decisión política, sino "premiar la obediencia" en lugar de la iniciativa y la construcción territorial responsable; donde el disenso y la invitación al debate son vistos como traición, insubordinación o conflicto irresoluble en lugar de valiosas oportunidades para crecer sinérgicamente y acumular construcción en la horizontalidad del consenso ganado con paciente diálogo.

Paralelamente, la antipolítica gana espacio con sus variados discursos: ante todos, el odio anti-estado, anti democracia y anti derechos; claro que esto sólo cuando el estado es popular, porque cuando el estado es garante de negocios para amigos y timba, todes quieren ser parte de la repartija; como el caso de Javier Milei, ex "asesor" del represor Antonio Bussi, que sabe defender o atacar el empleo público según le convenga o proponer "libertad" de la mano de dictadores y promesas de estragos incendiarios; o como es el caso de quienes negaron el acceso a la educación superior "para los pobres" pidiendo su privatización, pero, con ejércitos de trolls, exigen el otorgamiento de becas estudiantiles para la educación superior. Otra expresión contradictoria de esta "antipolítica haciendo política" consiste en el "hacer gala" de la inexperiencia política, pero con buenas intenciones orientadas a transformar la realidad; sin dar detalles de cómo o con quiénes, pero pareciéndose mucho a una expresión política de las personas e intereses tradicionales del status quo. Por último, mencionemos directamente al autoritarismo violento y sin caretas que pide el retorno de los militares y pena de muerte para "adolescentes desviados"; o sea, lo mismo que el anarco-liberalismo defiende pero sin disfraces con serpientes flúo ni chaquetas de cuero.

En esta instancia de observación ¿no nos llama la atención la falta de apertura y masividad de los partidos "tradicionales" como para resolver internamente estas expresiones extremas? ¿Podemos percibir la irrupción de "nuevos espacios" como síntoma de la crisis política en cuanto representatividad y garantía de participación ciudadana?

De la política de élites al gobierno abierto y participativo

Aún en la escena actual, con dos siglos andados por el camino emancipatorio argentino, tenemos muy presente en el imaginario social esto de "la clase política", ajena al ciudadano de a pie; así como el caudillismo de "líderes" frente a la participación ciudadana llana y permanente en defensa de sus intereses. Estas ideas, idealizaciones del ejercicio político como algo ajeno a lo personal, lo familiar, las charlas de amig@s, han sido abonadas por la innegable existencia de "círculos de amigos" haciendo política "a puertas cerradas", como cerradas aparecen las puertas de las instituciones a la hora de proponer ideas y efectuar reclamos desde la ciudadanía. Es entonces cuando las meras ideas impactan en las prácticas sociales y nos vamos acostumbrando que estamos "a merced" de "la clase política" y esperamos la llegada de mesías salvadores que nos rescaten de un inexorable destino de sometimiento e impuestos (nótese el sarcasmo), y así es como compramos cualquier buzón novedoso sea con globos o pelos alborotados, en lugar de asumir la responsabilidad propia y comunitaria en el ejercicio y defensa de la democracia.

Porque, en pleno siglo 21, no podemos seguir creyendo que la participación política sea una actividad reservada a ciertas élites y relegada a la expresión comicial cada dos años para el ciudadano común.

¿Cómo podemos, entonces, propender tanto al involucramiento activo de la ciudadanía, comprometida con ser partícipe de los logros felices de un futuro deseado, como a la apropiación de los y las funcionarias públicas, así como de les dirigentes políticos, del concepto de gobernanza moderna?

Pues con la militancia activa. Militancia política en el amplio sentido de la palabra: formación adecuada en materia ciudadana, derechos y obligaciones, rol del Estado en sus tres niveles, de los sindicatos, las ONG transnacionales y las Organizaciones de la Sociedad Civil; para poder asumir el compromiso ciudadano con la construcción de una visión integral de la política y la gestión pública que compatibilice la idea de un futuro deseado donde todos, todas y todes seamos protagonistas. Sólo así podremos incorporar herramientas útiles y eficaces que lo hagan posible.

Es menester contar con ciudadanos y ciudadanas de todas edades, géneros y orígenes que sean capaces de formarse, nuclearse y fortalecerse entre sí para transformar la realidad de manera sostenida; así como permear la voluntad política de las dirigencias oficialistas y opositoras para poner en práctica la gobernanza moderna como modo de gestión abierta, participativa, plural y armónica que logre trascender la lógica pugilística y destructiva entre oficialismos y oposiciones.

De nosotr@s depende. Tengamos en mente estos desafíos y responsabilidades en estas PASO y posteriores elecciones generales; tengamos en el temple la confianza de saber que, con responsabilidad y participación, podemos lograr una Azul donde realizarnos plenamente.

(*) Abogada Mnd.en Cs. Sociales y Humanidades - Docente especializada en Problemáticas Sociales y su Enseñanza - Investigadora en Sociología Jurídica UNLP-UNQ

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