ENFOQUE
El autor del siguiente artículo afirma que "felizmente se hace cada vez más visible el problema del juego digital por dinero a manos de adolescentes". Del mismo modo, considera que "la conectividad permanente produce una representación virtual de las cosas desde la infancia".
15 de julio de 2024
Por Lic. Ángel Orbea (*)
Quien rubrica la presente nota está muy a favor de la implementación de tecnologías digitales para la producción en todos sus espectros, también en los medios, las logísticas, lo administrativo, el comercio, etc. Pero con los pibes, no.
Mientras desde el Consejo Directivo del Colegio de Psicólogos de la provincia de Buenos Aires (COLPSIBA) es una problemática que se está trabajando, felizmente se hace cada vez más visible el problema del juego digital por dinero a manos de adolescentes, al tiempo que se desconoce que es apenas un resultado con más de veinte años de historia, allí donde las tecnologías que permiten la conectividad permanente vienen produciendo la más formidable trasmutación de las infancias y las adolescencias de los últimos treinta años.
Si en los '80 eran los dibujitos, y luego fueron los jueguitos, hoy la digitalización con sede en la pantalla del celular tiene más autoridad que padres y docentes. Se trata de una autoridad acéfala y sincrónica a los algoritmos manipulados con los dedos sobre la pantalla, que abre a una vida automatizada de las relaciones humanas.
Inclinado sobre su celular cada pibe y piba se apresta de manera virtual a poner a prueba su existencia y la de los otros. Cuando niños, era solo entretenimiento mientras mamá y papá hacían sus actividades. El saldo para las infancias digitales es el inapelable capricho que sumará puntos a favor del llamado "niño amo".
Definitivamente encarnado en su vida, con el celular el niño estará conectado con los mayores, pero no tendrá la posibilidad de experimentar el erotismo directo de los agujeros de su cuerpo.
La conectividad permanente produce una representación virtual de las cosas desde la infancia. Allí, el sujeto contemporáneo estará ya expulsado de cualquier experiencia inmanente que lo pone en una posición sumamente vulnerada frente a la vida social.
A esta altura ya se hace presente una pléyade sintomática de signos que afectan el aprendizaje de los pibes. Por nombrar algunas, ataraxia mental (irritabilidad por incomprensión), aprosexia (dificultad para la concentración), compulsión adictiva a la pantalla, paroxismos (acentuación de lo afectivo), fobias e inhibiciones diversas, sobre todo concentradas en los encuentros cuerpo a cuerpo. Solo menciono estos síntomas, pero también existen otros fenómenos que son ciberdelitos.
Como psicoanalista he tenido en consulta cientos de pibes y pibas en diversas etapas de la vida, con síntomas clásicos donde están afectados en ante todo el cuerpo, el lenguaje y el lugar. Sobre esa triada se apoya lo que Sigmund Freud llamó en sus "Tres ensayos para una teoría sexual" de 1905, "La metamorfosis de la pubertad". El cuerpo se transforma, se sexúa y hay que encontrarle palabras y gestos que ya no dependen de los padres.
"Yo, apurado por encontrar un lugar", decía el poeta francés Arthur Rimbaud, considerado desde la profundidad de su obra como el "príncipe de la juventud". Este poeta infirió "el nuevo amor" del joven en esa extraña pero natural etapa de la vida.
Hoy, el lugar está resuelto por la tecnología virtual; es el celular. Pero éste es un lugar pixelado, conectado a un dispositivo acéfalo llamado internet en el que tecnología y vida acaban confundiéndose, fijando el cuerpo en un "no lugar" donde gobiernan sus majestades representadas por el acrónimo GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft).
También como psicoanalista lo he verificado, y esto es algo compartido. Las tecnologías digitales son decididamente placenteras, por lo tanto disponen a la adicción, razón por la cual los pibes que hoy juegan por plata en red, de ninguna manera se los puede considerar ludópatas.
Son pibes y pibas que de larga data padecen de conectividad permanente, la saben usar, conocen sus beneficios y soluciones parciales. Pero alienados, un día le adjuntan a ese incesante movimiento del celular la posibilidad de apostar por dinero que no tienen pero que al momento de pagar las pérdidas tendrán que tener. Puede que la falta de dinero propia del adolescente los haga soñar y quizás la deuda contraída por las apuestas los despierte y les ayude a salir de esa ensoñación pixelada.
Graficando, frente al avance de las tecnologías digitales ya en la era del metaverso con IA, realidad virtual y aplicaciones para todo, nuestra sociedad se asemeja al Titanic en trance de hundirse frente a un iceberg cuya superficie hoy son las apuestas online, pero que para abajo es cientos de veces más denso en conectividad. Se trata de un iceberg generativo desprendido de Silicon Valley que, sin duda, tiene un lugar ganado en el mundo por el alcance de las múltiples ventajas que ofrece.
Hay que decir que este alcance, verdadero motor del totalitarismo globalizante imperante, hace creer en una igualdad como decorado del verdadero mundo que es esa multitud de derivados financieros caracterizados por su volatilidad.
Como corolario de esta nota, y siguiendo a los países escandinavos -y proximalmente Inglaterra y España- hay que comenzar a desaplicar el uso de tecnologías digitales en conectividad en las escuelas, y sobre todo regular lo ya irregulable, los usos del celular en niños. Pero esta posibilidad será parte de "lo políticamente incorrecto" por cuanto la mayoría de los gobernantes y legisladores espontáneamente se pliegan a la creación e introducción de estas tecnologías en la educación y en la Salud Mental.
El tiempo dirá se esta interpretación del uso de las tecnologías digitales en jóvenes produce estragos. Lo cierto es que producen una yuxtaposición de información rápidamente olvidable, ya que las plataformas de datos son el verdadero Ethos de este mundo digitalizado que solo tiene un mensaje: sigue así, más más, más.
(*) Presidente del Colegio de Psicólogos del Distrito VIII.
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