17 de abril de 2020
Como en otra oportunidad conté, me resulta raro escribir desde la autorreferencia. Sin embargo, hay cuestiones en las que la subjetividad se ve tan implicada que las categorías objetivas no alcanzan para transmitir lo que hay para decir. Éste es el caso de la cuestión trans para mí, como todo el arco de reclamos del colectivo LGTBI.
Las identidades disidentes me han sido muy cercanas siempre. Desde adolescentes en La Plata y Buenos Aires veíamos habitualmente a las majestuosas drag queens en perforances y teatros, a las travas maltratadas por "la ley" al volver de los boliches, y, por ser parte de un grupo de "no-normales", teníamos amigos quienes se sentían en confianza para "confesar" que les gustaban los varones, pedirnos el labial, rimmel y alguna pilcha también...
Así, los años pasaron acompañando la lucha abolicionista de Lohana y Diana, la maternidad ejemplar de Mariela Muñoz y todas las demás que pedían adoptar hijes sin padres...y la ley de identidad que les permitía ser tratadas socialmente por el género no sólo autopercibido sino socialmente construido como su identidad.
Y al llegar a Azul, la vocación docente militante me puso frente al aula donde cursaba Ciencia Política quien es hoy una gran amiga, Victoria Alonso. Ella, para aprobar la cursada, desarrolló junto a compañeras de curso, un trabajo de investigación muy valiente sobre la vida trans en Azul, posicionándose como sobreviviente desde el abolicionismo, para que la prostitución deje de ser el único destino obligado, transitado en la promiscuidad y el peligro. Así, empecé a acompañarlas como abogada en el reclamo del cupo laboral trans aquí en Azul.
Ese cupo que nunca quisieron, que nunca quisimos, que fuera el trabajo de una sola sino la reivindicación del colectivo entero. Su reivindicación en la sociedad conservadora que las usa en la oscuridad y las niega a plena luz del día. Les niega no sólo trabajo, las reduce a un lugar de asistidas por el Estado para evitar quejas, pero que no alcanza para vivir dignamente. Les niega oportunidades al negarles en su construcción identitaria las opciones reales a las que cualquier persona CIS tiene las puertas abiertas por no padecer burlas, bullying, malos tratos y acosos sexuales constantes y sistemáticos. Duplica la exclusión por clase: no es lo mismo ser una mujer cis pobre que una feminidad trans/travesti donde el estereotipo de la diosa hiperproducida está muy presente, y donde ese mismo estereotipo es el que las ubica en el único lugar posible para ellas: el fetiche sexual.
Y de este modo vamos moldeando su subjetividad, su lugar social, sus oportunidades y sus opciones vitales como limitadísimas y unidimensionales. Si nuestros espacios de desarrollo personal como mujeres CIS fueron siempre limitados al espacio doméstico como madres y al público como "mujeres de la calle", a ellas les ha estado vetado el rol de madre históricamente. Su vida se desplaza en la única dimensión del desarrollo de lo que las feministas liberales llaman "el capital erótico" para explotarlo y vivir de él mediante la prostitución. Claro que para "capitalizarse" eróticamente, hay que invertir un dineral que no está disponible para todas. Y las feminidades trans/travestis que no llegan a Tinelli ni al Maipo, ni a los departamentos privados de la prostitución empresarial VIP, terminan en las esquinas, y las que ni a las esquinas llegan, terminan en la ruta. O asesinadas al costado de la ruta o en terrenos baldíos. O suicidadas por la vida alienante que llevan, o por el consumo problemático.
Las feminidades trans parten en muchísimos casos de una vida durísima de expulsión familiar. Y en general son captadas por fiolas que las introducen en la prostitución como modo de solventarse y también de autoafirmarse como individuas. Dejan el colegio por el acoso y la expulsión del hogar, y así la brecha social se hace abismo para ellas del que no es fácil regresar. En otros casos, donde los lazos familiares permanecen pero viven en la precariedad marginal, a través de la prostitución ayudan a criar sobrinxs, hermanitxs, madres y abuelxs.
Es por ello que planteamos como necesario un cambio social, más allá del cumplimiento del cupo laboral trans en los tres estamentos del Estado: nacional, provincial y municipal y en todas sus dependencias: judiciales, universitarias, escolares, sanitarias, administrativas, legislativas... Lo que hace falta es la normalización del intercambio social con personas trans corriéndolas del estereotipo fetiche. Que sea normal y habitual que nos atiendan en la panadería, nos sirvan una mesa, nos recepcionen un escrito en tribunales, nos den una clase en la escuela, en la universidad, nos saluden en la calle con uniforme policial, sean compañeras de la universidad, del instituto, del colegio, nos saquen sangre y nos atiendan en un consultorio...
Ahora bien, mientras el mundo siga girando hacia la derecha como manda el cis-hetero-patriarcapitalismo y sus cuerpos tengan un valor de cambio, necesitamos estrategias de contención social para darles una mano y que puedan trascender la barrera de los 40 años que las mata en contextos, situaciones y trastornos de salud relacionados con la prostitución.
Con ese espíritu, para transitar la cuarentena con acatamiento y a la espera de la respuesta Estatal que desde el área de diversidad del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades está llegando en breve como un bono extraordinario, y también a la espera de la ayuda municipal que también está en camino, surgió la "COLECTRANS" para llenar la olla de las chicas y sus familias. En distintos domicilios Y BAJO ESTRICTAS CONDICIONES DE SEGURIDAD SANITARIA, las chicas reciben alimentos, elementos de higiene y limpieza (y también leche, pañales y alimentos infantiles para ayudar a sus familias), previa coordinación telefónica para la entrega.
Les invitamos a colaborar con ellas acercando sus donaciones y difundiendo la solicitud; pero fundamentalmente, desarrollando la empatía y el compromiso social para su inclusión en todos los ámbitos de la vida cotidiana y en todos los rubros de las actividades económicas y empleos, del sector privado también. Porque, como dijo la gran Susy Shock, no queremos ser más esta humanidad. Que, entonces, la emergencia sanitaria nos convierta en una humanidad solidaria y amable.
Moira Goldenhörn
Abogada feminista
PG en Cultura y Comunicación
Maestranda en Cs. Sociales y Humanidades
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