3 de agosto de 2025
La panadería cumplirá 40 años el próximo 2 de marzo. Su creador inició el negocio sin experiencia en panadería, impulsado por el deseo de progresar. Agradece especialmente a su esposa, su padre y su entorno por el apoyo, y destaca el valor humano como clave del éxito.
Por Laura Méndez
De la Redacción de El Tiempo
El próximo 2 de marzo, la panadería "Las Dos Avenidas" celebrará su 40° aniversario. Fundada en 1985, esta tradicional panadería se convirtió en un emblema del trabajo, la constancia y el compromiso familiar.
Su fundador, Rubén Camozzi, trabajaba en el Banco Industrial cuando se le presentó una oportunidad que cambiaría el rumbo de su vida: la posibilidad de iniciar un negocio propio. A pesar de no tener experiencia en el rubro panadero -ni siquiera sabía cómo amasar un pan-, tomó la decisión con valentía, impulsado por su deseo de progresar y construir algo propio.
En el marco del Día del Panadero, Rubén compartió con este diario su historia y destacó que este logro no hubiera sido posible sin el apoyo incondicional de su esposa, Matilde María Gennuso (fallecida), de su padre Santiago Rubén Camozzi (fallecido), y del acompañamiento constante de más familia, colegas y amigos.
"Sin ellos, esto no hubiera sido posible", afirmó. Para Rubén, el valor humano fue -y sigue siendo- el ingrediente más importante para sostener un emprendimiento que ya lleva casi cuatro décadas al servicio de su comunidad.
A medida que se acerca la fecha del aniversario, "Las Dos Avenidas" se prepara para celebrar no solo una historia de pan y trabajo, sino también una historia de amor, esfuerzo colectivo y pasión por lo que se hace.
"El orgullo más grande que tengo es que la gente se jubila en la panadería"
Contó cómo fue la operación, "tenía 36 años, trabajaba en el Banco Industrial, se presentó un negocio y lo encaré. Mi hija mayor, Guadalupe y Santiago ya habían nacido y Federico y Mauricio llegaron después con la panadería".
Resulta que Ruben quería independizarse, "y me lancé sin saber nada. Me ayudaron mucho, en esa época, los colegas a quienes estoy muy agradecido. No quiero nombrar a nadie porque algunos están fallecidos y otros que no me quiero olvidar de mencionarlos".
"Ni bien arranqué los empleados que estaban también me dieron una mano muy grande porque no conocía nada del oficio. De hecho no iba tan temprano, pero después entendí cómo era el manejo. Yo pensé que era más fácil pero es muy sacrificado el oficio".
Arranqué de cero porque no sabía nada, tenia un tío panadero que trabajó 37 años en El Cañón, Indio Belsito, Y me lo quise traer acá y se quiso quedar en la otra panadería El Torreón (en Pellegrini y Mendoza)". Actualmente está a cargo el mayor de sus hijos varones Santiago con su familia.
Sobre los empleados, explicó que "tomé la panadería en marzo y vino conmigo a trabajar en julio. Cuando se casó se vino conmigo y todavía está, de hecho se jubila el año que viene. Hoy el que menos tiene en cuanto a antigüedad tiene 18 años. El orgullo más grande que tengo es que la gente se jubila en la panadería, no es que se van...".
De la misma manera sostuvo que "tanto yo como mi señora que fue la desgraciadamente falleció el año pasado y la que también puso el hombro muchas veces, -aún siendo docente porque trabajaba en una o dos escuelas- trabajamos mucho. O sea, que la familia me ayudó muchísimo, como me ayuda en la actualidad. Incluso tengo un nieto que se va a estudiar pero viene a dar una mano en la administración. Tengo una familia muy unida".
Sobre su papá y la honestidad que se mantuvo como otro ingrediente más en la panadería, explicó que "mi papá tampoco sabía nada del oficio pero me lo traje a trabajar conmigo. Tuve y sigo teniendo gente muy buena. Las chicas del mostrador que se jubilaron acá. Hoy tengo 12 empleados entre las chicas que están en el mostrador y los muchachos que están adentro porque hay dos que vienen a la tarde".
Hizo hincapié "tengo el orgullo de decirlo: tengo todo en blanco, es mi forma y la de mi señora de respetar a los empleados. Por eso se han quedado tantos años, creo yo".
"Incluso a mis colegas, los respeto a todos, como me respetaron a mí cuando arranqué porque cuando eso ocurrió no sabía si la harina era blanca o negra", admitió.
"Tratamos de que todo salga bien"
Con relación a cuál es el fuerte de la panadería, Ruben contó que "hoy cambió mucho todo, los costos son altísimos, y aunque no se dice que aumenta, todo aumentan, no de golpe, pero va aumentando el 2%, el 3%, y demás. Cualquier panadero que tiene dos dedos de frente lo puede decir: bajaron mucho las ventas. Yo no me quejo y no me quejé nunca. Hubo Gobiernos con los cuales la pasé mal, como en otros la pasé mejor. Pero son los riesgos que tienen los negocios. Por el costo de algunos productos no se elaboran más".
En el mismo sentido siguió manifestando que "ahora hay que adaptarse: viene la harina saludable, de semillas, hay distintas variedades. En definitiva, son cuestiones que hay que adaptarse a la modernidad".
"Antes había pan, factura, galleta. Por ejemplo, últimamente hace un año estamos elaborando una galleta que no podemos lo que se está vendiendo como antiguamente ocurría", señaló el panadero.
"También hacemos facturas, todo dulce, tenemos la famosa torta 80 golpes, que la que la creamos nosotros.
La verdad, la tradicional de torta 80 golpes se hizo acá en la panadería La Dos Avenidas. Ese es otro de los orgullos que tenemos".
Continuó defendiendo sus productos: "otra es la milhojas de nuestra panadería. Hay otros productos que se venden mejor en otro lado, no tengo problema en decirlo. Hay cosas que me salen mal, pero tratamos de que todo salga bien".
También contó que en "actualmente vengo temprano, aproximadamente 4.45 de la mañana con los muchachos, me pongo a tomar mate con ellos. Tengo el gusto de contar que junto a mi señora que a algunos los incentivamos a estudiar el secundario, porque trabajaban de muy chicos. Esos son más de los pequeños orgullos que uno tiene, no si te fue bien o te fue mal con la panadería: las relaciones humanas son muy importantes, a mí me interesa mucho la persona, más en el lugar que estoy por otro lado que es el fútbol".
Antes de adentrarse a este otro oficio, mencionó que "de ser panadero me queda el respeto que tengo por los colegas que es el mismo respeto que tienen hacia mí. Y que por eso digo que hay algunos que fallecieron desgraciadamente y con quienes nos juntábamos siempre, ahora quedan poco... pero es la vida...".
Acerca de que si piensa retirarse, apuntó con timidez, "yo dije que de acá me van a sacar con las 'patas para adelante'. Me encanta estar en la panadería y no hago para controlar. Hay empleados que tienen 40 años de antigüedad y hay uno que tiene 30 y pico, y tienen llaves y cuidan más el negocio que yo".
"Ocurre que estos muchachos vieron crecer a mis hijos, son sus hermanos..."
Su otra pasión; el fútbol
En otro tramo de la charla Ruben recordó que "jugué en las Inferiores de Chacarita y después en Athletic donde empecé a dirigir. Ahí mismo armamos la escuela de fútbol del Club Bancario y nos fuimos a Piazza con Julio Seminara y un lindo grupo. Después me fue a buscar la subcomisión de padres de Alumni y desde ese momento que estoy en Alumni".
De la misma manera señaló que "soy técnico nacional de fútbol y es mi cable a tierra, a la tarde no existo en la panadería, únicamente que me llamen por alguna urgencia. Hace 53 años que dirijo. Pero incluso para hacer esto me ayudó mi familia. Mi mujer y mi papá me bancaron siempre. Después mis hijos se sumaron y los empleados. El valor humano siempre fue fundamental para seguir con este negocio".
EL DATO
Su papá era uno de los socios de Casa Fancello, en la Avenida 25, al lado del diario El Ciudadano.
Héctor Eduardo Enrique. FOTOS NICOLÁS MURCIA
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