30 de agosto de 2020
Después de que se desempeñara como fiscal durante varios años, Luis Palomares se retiró del Poder Judicial en 2016. En la actualidad, dos de sus hijos están al frente del estudio montado en el mismo lugar donde él comenzó a dar sus primeros pasos en la profesión. Mientras tanto, el menor de sus hijos cursa en La Plata las últimas materias de Derecho. "Me llena de orgullo que mis tres hijos sean abogados", dice el ex funcionario judicial.
Eduardo Juan Couture Etcheverry (1904-1956) fue en el ámbito del Derecho un prestigioso abogado y profesor. Nacido en Uruguay, también ha sido considerado uno de los procesalistas latinoamericanos más influyentes en el Derecho Continental durante el siglo pasado.
Autor de varios libros, de sus trabajos literarios se destaca "Los mandamientos del abogado", una obra donde desarrolla un decálogo sobre el rol que un profesional del Derecho debe cumplir en el ejercicio de su profesión.
El décimo de esos mandamientos, textualmente, dice: "Ama tu profesión. Trata de considerar la abogacía de tal manera, que el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino consideres un honor para ti proponerle que se haga abogado".
En la casa de los Palomares, los protagonistas de esta nota donde la excusa para reunirlos fue el Día del Abogado -que se celebró ayer en homenaje a Juan Bautista Alberdi- el decálogo de Couture es un cuadro que está colgado sobre una pared del living.
Tal vez Luis "Pity" Palomares, ese hombre que durante varios años fuera fiscal y hace cuatro se retiró del Poder Judicial al jubilarse, se los haya leído en más de una ocasión a sus tres hijos: Luis Francisco, el mayor, que tiene 26 años; Juan Martín, que es papá de una pequeña nena y está a punto de cumplir los 25; y José Ignacio, de 21.
Los dos hijos más grandes del ex funcionario judicial son, al igual que él, abogados. Y el más chico de la dinastía Palomares va camino a serlo. Actualmente, sólo tiene por delante superar el escollo que significa aprobar las últimas materias de una carrera que, al igual que su papá y sus hermanos mayores, adoptó también como propia con la idea de convertirla luego en su profesión, algo que no le falta mucho que se haga realidad.
Palomares padre y sus hijos son los convocados para este reportaje. Y también está Lucrecia De Filpo, quien en el cuadro de esta familia de abogados figura como una contadora que nunca ejerció la profesión; pero que se convirtió desde siempre en el sostén más fuerte de ese núcleo familiar. Tanto para su esposo como para sus tres hijos.
La escenografía de esta entrevista es el estudio jurídico que no hace mucho los Palomares montaron en un inmueble que, a mitad de cuadra, está en De Paula entre 9 de Julio y Roca.
Ese lugar tiene sabor a pertenencia para todos ellos. Cuando Palomares padre volvió de La Plata, siendo abogado y después de haber trabajado en la Corte, montó su estudio jurídico en ese mismo espacio, aunque actualmente se vea mucho más grande teniendo en cuenta las remodelaciones a las que fuera sometido, en la previa a que sus hijos inauguraran ese despacho desde donde están dando los primeros pasos en el ámbito del ejercicio del Derecho.
Tres hijos
Otra circunstancia especial se da con relación a los entrevistados. Mientras Palomares padre y sus hijos más grandes están en el estudio, plataforma virtual mediante José Ignacio se comunica desde La Plata, en la previa a rendir un examen, para contar sus sensaciones con respecto a la carrera que está estudiando y a lo que el Derecho significa en el seno de su familia.
Mientras la pandemia por el coronavirus lo ha convertido en otro estudiante universitario que cursa de manera virtual la carrera, cuenta que al mismo tiempo está realizando una pasantía "en una empresa multinacional que se dedica a la producción y comercialización de productos para la higiene y el hogar": "Reckitt Benckiser", una multinacional británica.
Acerca de cuánto pesó en él que su papá fuera abogado para estudiar Derecho, el menor de los Palomares dice: "Influyó en el hecho de poder tener cercanía o poder ver de cerca de qué se trata. También, como una imagen. De un ídolo o algo así. En eso influyó para que yo estudiara".
"Personalmente -dice también sobre su papá- a él lo veo como alguien al que uno quiere alcanzar o superar. O como alguien para poder seguir su camino".
Pero además del Derecho, José Ignacio admite que hay otras cosas que le gustan. Y, al menos en un futuro inmediato, se ve todavía estudiando.
"No sé si haciendo una especialización o estudiando otra cosa. La verdad, en su momento, cuando estaba viendo qué quería estudiar, estaba entre muchas cosas, pero me decidí por Derecho. Pero no descarto seguir especializándome o haciendo otra carrera; aunque siempre relacionada con el Derecho", agrega.
Además de la carrera que sigue cursando y la pasantía en la multinacional británica, el menor de los Palomares es Ayudante en la Cátedra de Derecho Procesal I.
"El año pasado estuve muy metido en el tema de lo que es la investigación penal, participando en competencias dentro de la Facultad y entre distintas facultades. También estuve participando en el Observatorio de Investigación Penal de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP. Pero este año, que empecé la pasantía, es algo totalmente distinto lo que estoy haciendo. Ya fuera del ámbito de lo penal y dentro de lo que sería uno empresarial, donde se ven cosas de Derecho Comercial y de Derecho Contractual y Laboral. Entonces, como que todavía no estoy decidido porque me gusta todo. Por eso no descarto nada y aprovecho todo lo que hago para poder aprender, conocer y luego decidir", sostuvo vía Zoom desde La Plata.
Definido por sus padres como un apasionado por la lectura, todavía ambos recuerdan cuando siendo chiquito, allá cuando era verano y toda la familia se iba a Necochea, José Ignacio solía perderse en esa librería que está cerca de la playa, donde siempre era común que se escabullera de la mano de su papá para elegir algún libro.
"Él era chico e íbamos de vacaciones. Yo me compraba libros y él venía por detrás", evoca ahora su papá sobre aquellas situaciones. "Heredó esa misma pasión por la lectura que yo heredé de mi mamá, que como buena maestra que era me inculcó el hábito de la lectura de todo tipo".
Durante la charla con EL TIEMPO, Luis Palomares tiene para mostrar el último libro que su hijo más chico le regaló, a propósito del Día del Padre celebrado en junio pasado. Se llama "21 lecciones para el siglo XXI", del historiador y escritor israelí Yuval Noah Harari.
"Gracias por inculcarme el hábito de la lectura. Continuaré ese camino", escribió José para su papá en ese libro que le regalara.
Antes de que el Zoom se termine, el más chico de los Palomares admite que todavía piensa quedarse en La Plata, donde tiene ganas de "probar suerte". Una idea que no descarta canalizar también "en Buenos Aires o en otro lado".
"Eventualmente, después volvería. Pero ahora quiero aprovechar esta oportunidad. Después sí, en algún momento me gustaría volver", cuenta mientras sus hermanos más grandes lo miran por el monitor de la computadora y, de manera tácita, seguramente esperan por su regreso a Azul para que los acompañe como un miembro más en el estudio.
Es el turno ahora de conocer a Juan Martín Palomares, el "hermano del medio".
A sus 24 años, es una de las caras visibles del estudio. Y en la previa a atender a una clienta, cuenta también su historia en torno a la carrera que eligió y la profesión que ahora ejerce.
Juan Martín cursó la carrera -del mismo modo que su papá y sus hermanos- en la universidad pública, en la casa de altos estudios que está en La Plata, y se graduó en 2018.
Al igual que su hermano mayor, se quedó un año más en la ciudad de los tilos y las diagonales para recibirse también de escribano, aunque todavía el título no lo tenga "porque está todo trabado" por causa de la pandemia.
De los tres hermanos, es el primero que está cursando otra carrera muchísimo más importante: la de ser padre, de la que sólo hasta el momento ha dado las primeras materias, teniendo en cuenta que esa nena que tiene es apenas una bebé de ocho meses que, junto con su madre, vive en La Plata.
Esa ciudad le sigue siendo familiar a Juan Martín Palomares, a pesar de que ahora ha decidido radicarse en Azul. A La Plata viaja habitualmente por cuestiones laborales y, también y lo más importante, a ver a su hija.
Mientras estaba radicado allá, hizo un curso para jóvenes abogados en el Juzgado Civil y Comercial número 1 que conduce la magistrada
María Cecilia Valeros de Córica. "Y este año ya me vine", cuenta sobre lo que fue regresar a Azul.
En su caso, lo de ser abogado tuvo que ver en parte también "con mi viejo".
Más allá de eso, "hice un test vocacional que me daba para que estudiara esta carrera. Me gustaba la computación, aunque nunca me dio la cabeza para las matemáticas. Más allá de que mi mamá es contadora, yo no salí como ella"; admite y después confiesa que también "me hubiera gustado hacer otra cosa", aunque no bien ingresó a Derecho hubo enganche con lo que había elegido, algo que después "me siguió gustando" conforme pasaban los años y las materias que iba aprobando.
Luis Francisco Palomares no eligió ser el mayor de los hermanos. Pero después si eligió convertirse en el primero de los abogados de los tres hijos del otrora Fiscal.
En su caso, se recibió en 2017. Y al año siguiente se convirtió en escribano. Mientras está próximo a terminar una especialización en Derecho Penal que también cursa a través de la UNLP, confesó que en un principio se mostró reticente a regresar a la ciudad donde nació.
Pero después volvió. Fue también a principios de este año cuando "desembarqué en Azul y nos pusimos en campaña para poner el estudio".
Actual integrante de la Comisión de Jóvenes Abogados del Departamento Judicial Azul, desde ese lugar afirma que "trabajamos un montón de temas de actualidad. Ahora, sobre todo, lo que tiene que ver con la pandemia. También estamos con el tema de las credenciales digitales para los abogados. Y durante esta pandemia, desde la comisión que integro, hemos tratado un montón de proyectos. A su vez, participo en las charlas pre juras de abogados, donde les explicamos los pasos que tienen que dar una vez que se matriculan. Lo novedoso que tiene todo esto es que ahora se puede hacer de manera digital".
"De parte del Colegio estamos recibiendo un importante apoyo a la Comisión de Jóvenes Abogados, algo que también es para destacar", sostuvo.
Poniendo especial énfasis en la situación generada por la crisis sanitaria a causa del coronavirus, reconoce que "los abogados hemos sufrido una transición de lo analógico a lo digital que estaba quizás ya planteada desde antes, pero que ahora se aceleró".
En su caso, dice que "me lancé de una a la carrera. En mi casa siempre se hablaba de abogacía. Y ya lo tenía pensado desde los últimos años del secundario. Es la realidad. Las mesas familiares están marcadas por temas donde se habla de abogacía o economía, como mucho. Y tampoco salen de lo político esas charlas, aunque reconozco, al igual que mi hermano Juan, que lo digital me atrae mucho. Pero yo ya me fui de Azul decidido a estudiar Derecho. Y el paso por la facultad me encantó. La transición que fue complicada para mí tuvo que ver con la salida a lo laboral, pero el estudio lo pude llevar muy bien".
Teniendo en cuenta que su papá hizo la misma carrera que ellos, el mayor de los hermanos admite que "a nuestro padre no le podíamos mentir con las materias, porque él había estudiado lo mismo".
A favor, los dos hijos que ya se recibieron tienen para afirmar que lo hicieron en menos tiempo de lo que Luis Palomares tardó para graduarse de abogado.
Un padre
El año 1973 fue aquel en que Luis Alberto Palomares se fue a estudiar Derecho a La Plata. En su caso no hubo mandato familiar. Su mamá era maestra y su papá comerciante.
Mientras estudiaba, ingresó como empleado a la Suprema Corte de Justicia. Y lo mismo sucedió con quienes él considera, además de colegas y compañeros de trabajo en los Tribunales de Azul, dos de sus grandes amigos: Carlos Andía y Eduardo Uhalde.
"Nos nombró a los tres Juan Alberto Ortiz, que todavía vive y en ese entonces era uno de los ministros más jóvenes de la Corte", recordó el ex funcionario judicial.
"A mí me pegó la carrera porque tenía facilidad para la Historia, que me gusta mucho. Pero a diferencia de ellos -dice señalando a sus hijos- yo no tenía ningún parámetro para inclinarme por esta profesión".
En su paso por la Corte admite que "hice de todo". Y en carácter de tal, se reconoce como "partícipe de la historia" de la Suprema Corte de Justicia bonaerense cuando le tocó estar ahí.
"Los vi a (Ibérico) Saint Jean, a (Oscar) Bidegain, a (Victorio) Calabró... En ese entonces había un solo auto y era para el presidente de la Corte, que sólo se movilizaba para ir a los actos del 25 de Mayo y del 9 de Julio. En general los presidentes no se movían, los venían a visitar en esas épocas, digamos, republicanas. Había un Rambler Ambassador, a todo lujo. Ahora vas y proliferan autos y choferes".
Al mismo tiempo, por los pasillos de la Facultad de Derecho de La Plata corrían tiempos de militancia, por lo que en sus épocas de estudiante era habitual que Palomares se topara con Néstor Kirchner, con Cristina Fernández, con Federico Storani o con Sergio Karachoff, el abogado que fuera asesinado por la dictadura en 1976.
Después de que se recibió en 1984, como no logró que lo nombraran en la Corte, "renuncié y me vine para Azul".
Ahí empezó otra historia para él, que en un principio estuvo lejos del Palacio de Justicia local.
"Primero atendía en mi casa. Después empecé a hacer este estudio en el que ahora estamos, en la época de Alfonsín, donde todo aumentaba de un día para el otro", recuerdo ahora.
Fue alrededor de una década en la que "hacía lo que fuera".
"Me acuerdo que con el arquitecto Jorge Palmisano (ya fallecido) nos compramos un departamento y empezamos a hacer de albañiles. Ocupábamos el tiempo en eso con 'Palmi' y él me decía: 'Me parece que esto no es para nosotros'".
En el Derecho Previsional, "que es como la hermana huérfana del Derecho", encontró una importante fuente de ingresos teniendo en cuenta lo que era su profesión.
"Pity" recuerda todavía hoy lo que eran esos viajes, generalmente los días sábado, en un Dodge todo desvencijado de su papá, que junto al abogado Roberto Vidal hacían a Urdampilleta en pleno invierno y sin que funcionara la calefacción del auto, para atender en esa localidad perteneciente a Bolívar a los jubilados del pueblo.
"Me acuerdo que ponían carteles de que hoy venían los abogados al Centro de Jubilados de Urdampilleta y ahí atendíamos a la gente. Todo el pueblo estaba ahí. Esto era a principios de los noventa", cuenta.
En 1994 regresó al Poder Judicial, pero al de Azul. Para ese entonces, su esposa ya esperaba por la llegada de Luis Francisco, el mayor de los hijos del matrimonio.
Fue Eduardo Uhalde, quien años atrás se jubilara como camarista penal y su "amigo de toda la vida", el que se convirtió en el nexo para que ingresara a Tribunales.
"Reingresé al Poder Judicial porque un día Uhalde, que ya era juez, me dijo que tenía un puesto de auxiliar letrado. Yo le agradecí. Tenía que trabajar, iba a ser padre". Y así entró a los tribunales.
Reticente en un principio a concursar cargos, eso se modificó para él conforme iba sumando años en el Poder Judicial. Primero y principal, porque su familia se iba agrandando. Por eso, "de la mano del nacimiento de mis otros hijos, empecé a hacerlo".
Palomares vivió desde adentro lo que fue la reforma al CPP del año 1998. Aquella que convirtió en la provincia de Buenos Aires al sistema judicial en uno de carácter acusatorio.
En ese contexto, en el año 2000 fue nombrado Fiscal. Y siguió ejerciendo esa función hasta que se jubiló en 2016.
Después de haber dado sus primeros pasos en la administración de justicia en lo que era el antiguo Juzgado Criminal y Correccional número 4 que estaba a cargo de Eduardo Uhalde, donde ya empezó a tener contacto de cerca con lo que luego sería para él trabajar en la instrucción de una causa penal, a partir de su nombramiento como Fiscal empezó otra etapa de su carrera en el Poder Judicial local.
Una época donde, reconoce, hubo también algunos sinsabores. Como por ejemplo, el escrache que le tocó sufrir en su casa en ocasión de que estuviera al frente de la investigación que se había iniciado por el desvío de leche que el Estado enviaba a familias carecientes.
Además, al mismo tiempo que le tocó instruir causas penales fue el representante del Ministerio Público Fiscal en los juicios que por esos casos se iban haciendo. Primero, en los juzgados correccionales. Después, en los tribunales orales.
Luis Palomares tiene para contar muchísimo de toda esa experiencia. Tanto que le alcanzaría para hacer un libro. Una imaginaria publicación donde, seguramente, no faltarían los casos más resonantes en los que le tocó intervenir. Un ítem donde, entre muchos hechos, sobresale -por ejemplo- lo que en Azul fue una toma como rehén de un ama de casa que hiciera un ex convicto.
Al respecto, Palomares recuerda hoy una foto publicada en EL TIEMPO sobre aquel caso, donde él, a través de una ventana cuya persiana estaba baja, dialogaba con el autor de aquel episodio delictivo.
De esa etapa como Fiscal recuerda: "Lo que nadie quiere ver y mete debajo de una alfombra lo ves en una Fiscalía. Yo siempre les decía a mis empleados que la sociedad nos paga el sueldo y que el que viene a una Fiscalía se tiene que llevar el mejor de los consejos de parte de nosotros. De eso se trata el servicio de justicia".
De aquella función era imposible para él despegarse cuando volvía a su casa. Y teniendo en cuenta lo que fue su experiencia personal como Fiscal, admite que "mis chicos también sufrieron todo eso".
Hoy, a sus 65 años de edad, desde ese estudio de abogados donde las caras visibles de la profesión que ejerció ahora son sus hijos, dice que no extraña sus días en el Poder Judicial de Azul. Y reconoce que continúa ligado al Derecho, ya que "sigo leyendo sobre el tema y comprando libros".
"Siempre dejé que eligieran lo que quisieran hacer", dice sobre sus tres hijos. "Me llena de orgullo que sean abogados", confiesa durante esa charla que va llegando a su fin, a propósito de un nuevo Día del Abogado.
El Día de Alberdi
José Ignacio García Hamilton escribió "La vida de un ausente". Los críticos han definido a esa novela biográfica como "desenfadada y veraz", en la que el autor se sumerge en la vida de Juan Bautista Alberdi, un prócer de la historia argentina por el que, en su homenaje, se celebra el Día del Abogado. Ese libro es para Luis Palomares fundamental en su vínculo con la literatura. Al mismo tiempo, siente que esa biografía lo relaciona también desde su condición de abogado.
Considerado "el autor intelectual de la Constitución Argentina de 1853", en coincidencia con la fecha en que Alberdi naciera en 1810 en San Miguel de Tucumán, un 29 de agosto, es que ese día se celebra el Día del Abogado. También jurista, economista, político, diplomático, pacifista, escritor y músico, a criterio del ex Fiscal son pocos quienes en realidad "conocen quién fue Alberdi".
"A los abogados, aunque no soy quien para hacerlo, les recomiendo que lean quién fue este hombre que estuvo cuarenta años fuera del país, de ahí el título del libro de García Hamilton. Fue un abogado brillante, nunca perdió un juicio, era un apasionado...", sostiene con un dejo de admiración sobre uno de los grandes hombres de la historia argentina. Un prócer sobre el que, reconoce Palomares también, "en los colegios se habla poco".
Hay una mujer
Si -como dice el dicho- detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, en el caso de los Palomares bien podría afirmarse que detrás de Luis y de sus tres hijos, o a la par de ellos, está Lucrecia Susana De Filpo.
A sus 54 años de edad, esta contadora que nunca llegó a ejercer su profesión se ha convertido en el principal sostén de esa familia de abogados a la que pertenece.
Lo reconoce así su esposo, quien recuerda que Lucrecia se recibió, también en La Plata, de Contadora Pública Nacional "cuando estaba embarazada de nuestro tercer hijo".
"Cuando fue Fiscal, él prácticamente no estaba en casa en todo el día. Le tocaba viajar a otras ciudades y estaba muchísimas horas afuera", rememora Lucrecia sobre lo que para ella ha sido y sigue siendo estar también al frente de la familia que conformó con su marido Luis Palomares.
Portadora de un apellido que -según sostiene- "se está extinguiendo en Azul porque no hubo descendientes varones", sobre los abogados señala: "A mí me gusta escuchar todo lo relacionado con el Derecho. Los contadores, además, somos como primos con los abogados. Nuestra carrera está emparentada con la de Derecho. Hay mucho en común".
Ese nexo entre ambas profesiones la lleva hoy a recordar lo que sucedía cuando ella estudiaba y ya estaba con quien hoy es su marido. "Él me ayudó muchísimo a preparar varias de las materias de mi carrera".
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