Escribe: Emilia Herrera Abdala

Este grupito de hombres en cuestión -desagradablemente- a las 3 de la tarde, en plena luz del día, y en una zona completamente trascurrida, drogó y violó a una mujer. Uno tras otro, mientras que los demás actuaban de "campana" asumiendo el rol de respaldar a sus amigos, dos de ellos hacían lo que querían con la joven como si esta fuese un objeto al que pueden abusar y manipular a su antojo, como si su vida no importara para más que ese acto sexual sin ningún tipo de consentimiento y con una capacidad de alerta nula por parte de la víctima, producto del estado de inconsciencia.

Los pibitos no son bestias. Tampoco estaban en manada. Esos términos etiológicamente refieren a los animales y estos chicos no son animales, los animales no violan. Tampoco están enfermos, están sanos. Créanme que cuando les digo que están sanos es porque esos chicos caminan entre nosotros todo el tiempo. Es el vecino que nunca tuvo problemas con nadie, es mi amigo de años que apoyaba al feminismo, es el hermano de mi amiga que milita en el partido y es re copado. Viven y ríen entre nosotros. Creen que pueden hacer y deshacer a su libre albedrío, porque así es como les dijeron que pueden vivir, así es como les enseñaron que naturalmente el hombre cis heterosexual -personas cuya identidad y expresión de género coincide con el sexo biológico que se les asignó cuando nacieron- puede manejarse con su entorno femenino.

El varón sabe que puede violar, naturaliza que puede violar. Cuando hablamos de varón, aclaro, no estamos hablando de Santi que es un pibe buenísimo que realmente no entra dentro de esa categoría, esta demás decir que no es meter a todos los varones en la bolsa, se sobreentiende la referencia. Como se aclara anteriormente, este estereotipo de varón, que puede abusar, que puede maltratar, que puede humillar y hasta en muchos casos puede matar, es aquel que termina impunemente cometiendo delitos de tal horror como el de Palermo.

Como explicábamos: porque pueden, porque a lo largo de muchísimos años el Estado tampoco se ha hecho responsable de la situación, porque los violadores, gracias a nuestra justicia machista, entran y salen de la cárcel como si esto fuese normal. Los violadores son un producto social. Todos tenemos una amiga que sufrió algún tipo de abuso a lo largo de su vida, pero ninguno tiene un amigo abusador. ¿No hace ruido eso?

Después paralelamente tenemos a la sociedad, muchas veces cómplices, callando y dando la espalda a casos claros, donde es necesario ayudar, donde es necesario visibilizar. La sociedad es otra pata que sostiene a esta cultura de la violación. Incluso muchas veces la familia de ese violador también tiene su parte de culpa. No tendríamos que educar a nuestras hijas a cómo defenderse de ser violadas, sino que hay que ocuparnos de que todos nuestros hijos aprendan a no violar. Todos tienen su pedacito de responsabilidad en el hecho.

Con la sociedad también va de la mano los medios de comunicación. Tenemos a periodistas como Flavio Azzaro repitiendo a escala televisiva que como los chicos también estaban bajo el efecto de las drogas, podrían no saber qué era lo que estaban haciendo en ese auto. Esa persona que difunde esos comentarios, es tan responsable de la aberrante escena como las autoridades que dejan que ese comunicador sea parte de un programa informativo del cual se alimentan los ciudadanos.

Hace falta aclarar, o no, que también se le suman a este descargo un pedido por la correcta y súper necesaria capacitación de perspectiva de género y derechos humanos para la Policía que tiene que intervenir en casos como estos, y a su vez una urgente preparación para la Justicia en fallos con perspectiva de género.

Por último y no menos importante la puesta en práctica de la ESI en todos los colegios primarios y secundarios del país.

Pasando de página, ahora si les hablo a ustedes, varones, empiecen a mirarse entre pares, señálense con el dedo si hace falta, sepárense, párense el carro cuando el otro reproduce un discurso machista, cuando se pasan al grupo de WhatsApp esa foto intima que le envió la novia a tu amigo, o cuando ven que otro varón le grita barbaridades a una mujer en la calle.

Despiértense, apártenlos del círculo o serán cómplices de brindarles el espacio para que esos pibes sigan actuando de esa manera. Debátanlo, pongan en cuestionamiento sus prácticas. El cambio debe empezar urgentemente por ustedes.

Finalmente, lo único que se puede valorar de este caso, es que por primera vez circularon las fotos de los violadores y jamás de la víctima, ya que se resguardo su identidad, como debe suceder siempre.

Nosotras somos la manada, y estamos hartas.