25 de septiembre de 2022
Prácticamente al finalizar el siglo XIX y poco tiempo después de haber sido declarada "ciudad", nuestra querida Azul ya contaba con los servicios más modernos de la época: el ferrocarril, para el tránsito de pasajeros y de carga; y el teléfono, para la rápida comunicación virtual entre personas.
Este titular no es comprensible hoy en día, en que la telefonía móvil ha revolucionado el campo de las comunicaciones interpersonales a distancia. El descubrimiento y popularización del celular (término relacionado, en otros tiempos, más a lo biológico que a lo tecnológico), provocó el fenómeno de que, en cada hogar, se disponga de casi tantos teléfonos como miembros existan.
Todo empezó, según cuentan, con un tal Antonio Meucci, quien en 1854 consiguió conectar su oficina con su dormitorio, donde yacía enferma su esposa.
En 1876 Alexander Graham Bell fue el primero en patentar el dispositivo y por lo tanto se considera su inventor. En principio el teléfono llevó un nombre que más se parecía al de un animal prehistórico: telettrofono. Un artilugio que trasmitía señales acústicas (sonidos), mediante impulsos eléctricos. El verdadero inventor no poseía dinero y entonces por un tiempo el descubrimiento vivió en velo.
En nuestro país el revolucionario invento llegó a fines de 1880. La Societé du Pantelephone de Locht instaló veinte líneas (estamos hablando de tiempos de la presidencia de Roca). Ya en 1883, había 600 abonados y, tres años después, ¡diez veces más!
En ese mismo año se comunica Buenos con La Plata, para luego extenderse espectacularmente por el resto del país.
Para comprender mejor la situaciones históricas que vivían la comunidad de Mar del Plata y la de nuestra ciudad en el siglo XlX a mediados del mismo, digamos que la ciudad balnearia más popular de la argentina recién en 1847 (todavía era Rosas Gobernador de la Provincia y encargado de las Relaciones exteriores por las provincias), comenzó a mostrar cierta notoriedad debido a la adquisición de campos, que en dicha zona hizo el estanciero Don José Lezama (que más tarde los vendió a una sociedad capitalista, integrada por brasileños y portugueses, y por el ex cónsul de Portugal durante el gobierno de la Confederación Argentina, José Cohelo de Meyrelles). Esta firma adquirió una porción extensísima de campo, que alcanzaba las cincuenta y dos hectáreas y media. ¡En ese entonces no se andaban con chiquitas!
Más adelante, en el lugar denominado Laguna de los Padres se instala un saladero. Consideremos que, entonces, este tipo de conservación de la carne para exportación era el único posible al no existir el sistema de enfriado. Se contrató una flotilla de barcos que utilizarían como puerta de entrada y salida de dichos navíos el Puerto de Sierra de los Padres. En 1773, el ambicioso empresario ve decaer su salud y procede a vender su propiedad a Don Patricio Peralta Ramos, quien solicita permiso para fundar una ciudad ya que contaba -el lugar- con el referido saladero, y además: molino, herrería, iglesia de piedra, zapatería y otros ramos industriales.
La "urbanidad" la constituían no más de veinte casas construidas con materiales de la región: piedras y troncos de árboles.
Para fundamentar su solicitud, don Patricio expresa: "La población que aquí se forme está llamada a ser una de las más felices de la Provincia, por su clima y la feracidad de su suelo...".
No es intención en ese artículo extenderme más sobre el desarrollo de la "Ciudad Feliz", sino simplemente trazar una breve cronología que dé razón a la disparidad de crecimiento con nuestra comunidad. Vemos entonces.
Hacia 1881 se establece la primera Corporación Municipal y, para la elección de sus integrantes, concurren ciento treinta y dos vecinos.
En tanto, el antiguo fuerte de San Serapio Mártir había alcanzado un desarrollo urbano, comercial y poblacional bastante importante, a punto tal que en 1895 es declarado "Ciudad".
Ya a mediados del siglo XlX Azul cuenta con unos diez mil habitantes, catorce pulperías, cinco tiendas y un almacén de los llamados "Ramos Generales". En el aspecto militar, se produce la creación del Regimiento de blandengues de la frontera; también se fundan establecimientos escolares como la emblemática Escuela N° 2, en edificio lindero al Municipio (actualmente Plaza de la Madre), también avanza la educación de las niñas y, en 1858, se nombra una maestra para los indios pampas (tengamos en cuenta que, con el dominio ejercido sobre nuestros primeros pobladores, recién se producirá casi a fines de la década del setenta).
En 1875 ya se cuentan con quince mil almas; comienza la actividad industrial de Lorenzo Piazza y sus hermanos. Don Ceferino Peñalba, caracterizado vecino de nuestro terruño, forma una comisión para designar a Azul como Capital de la Provincia, propuesta que llegó a contar con el apoyo de Domingo Faustino Sarmiento.
Todo iba viento en popa: doscientos setenta y seis casas comerciales hablaban del progreso del poblado y la llegada del tren en 1876 fue celebrado, como correspondía, con gran algarabía y reforzaba las esperanzas del progreso continuo del antiguo fortín rosista, que con la llegada de las vías férreas tornará más fácil la extensión de la frontera y la apropiación de tierras de los naturales del lugar (llamada pomposamente "Conquista del desierto"). Las calles toman nombres y se reemplaza la vieja numeración de las mismas.
Azul es noticia en el periódico "Patria" de la ciudad de Dolores: "El señor Enrique Fallestein, rico comerciante de Azul, ha colocado en todos los departamentos de su establecimiento un precioso invento que trasmite, con toda propiedad la palabra, el canto y la música, y que tiene por nombre teléfono."
Como podemos apreciar, el desarrollo de una y otra comunidad, tanto en su fundación como evolución, son bastante diferentes. La nuestra nace de la necesidad de ir despojando al aborigen (es decir, "los que están desde el origen"), de las tierras ancestralmente suyas, para que los nuevos inmigrantes y viejos pobladores se lancen a la ocupación y explotación agrícola-ganadera de estas tierras.
En cambio, Mar del Plata nace como puerto de ultramar y de la iniciativa privada, para desarrollar económicamente a la región, lejos todavía de ser un centro turístico internacional como lo es hoy.
El desarrollo de Azul estuvo firmemente emparentado con la lucha contra el "indio", diríamos desde que Rosas hizo su propia campaña a los aduares de los "indios". El telégrafo y el ferrocarril, contribuyeron enormemente a lograr ese propósito casi cincuenta años después.
En cuanto a los teléfonos, Mar del Plata ansiaba y solicitaba tener la cantidad de líneas que tenían otras ciudades importantes de la Provincia.
Visto el desarrollo en todos los aspectos por la ciudad balnearia, la compañía telefónica hace un estudio en terreno para decidir sobre este tema, el que resulta sumamente positivo para instalar la red local de teléfonos, con la condición que la mitad del capital fuera puesto por suscriptores. En un solo día la suscripción alcanzó el 200% de las acciones.
"El 10 de enero de 1889 se inauguró el servicio local con más de cincuenta líneas, habiendo pedido hasta más de 75. Este número ponía a Mar del Plata telefónicamente, al nivel de Tandil y Chivilcoy y la aproximaba a Azul y Bahía Blanca".
Como podemos observar, casi en la finalización del siglo XIX y a un lustro de ser declarada ciudad, Azul contaba con los servicios más modernos de la época, como el ferrocarril para el tránsito de pasajeros y de carga, y el teléfono para la rápida comunicación virtual entre personas, y en estos aventajaba no sólo a Mar del Plata, sino a otras progresistas comunidades, como Tandil y Chivilcoy.
(*) Profesor en Historia.
Fuentes consultadas: Del Historial Marplatense (1970). Archivo Histórico Municipal; Cuadernillos Historia de Azul ("El Tiempo"- Año 1982); Un día como hoy (El Tiempo - Años 2017-2019); Revista de divulgación "Todo es historia", dirigida por Félix Luna; Cuadernillo N° 14. Del chasqui al satélite. Historia de las Comunicaciones argentinas.
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