APUNTES PARA LA HISTORIA DE AZUL

APUNTES PARA LA HISTORIA DE AZUL

El robo de un copón y el fusilamiento de la esclava Gertrudis en la "Plaza Mayor"

El 15 de noviembre de 1839, a las 9 de la mañana, la esclava parda fue fusilada en la plaza de Azul. ¿Cuál fue la acusación y cómo se ejecutó la orden? El informe del Juez de Paz Capdevilla y el contexto necesario para una época.

Por: Prof. Omar Antonio Daher
23 de octubre de 2022

Si los hechos de la historia no son considerados en su contexto, no tienen valor científico pues se juzgan con parámetros morales, éticos, jurídicos y de otra índole, que tenían un valor en el momento ocurrido y otro diferente en el momento en que se los juzga.

Cuando nos referimos a los fusilamientos podemos decir que desde un punto de vista "humanitario" pueden considerarse un avance en relación a otros tipos de muertes violentas que contemplaran la tortura previa o la aberración en el castigo como puede ser, por ejemplo, el descuartizamiento de Tupac Amaru, tirado por cuatro caballos, lo que supone un sufrimiento intolerable, antes de que ocurra la expiración del condenado. También el fusilamiento es una cuestión de "costo-beneficio", digamos de un punto de vista "eficientista". Con pocos hombres y un arma de fácil manejo se puede eliminar a los castigados en poco tiempo. Y hasta un relevo de culpabilidad del verdugo si de cuatro tiradores se tratase, por ejemplo, se desconoce quién fue el ejecutor.

Lo cierto es que el fusilamiento, como la silla eléctrica, la guillotina, el gaseado, pareciera conferirle más "humanidad" a un acto de por sí inhumano, como es el de quitarle la vida a un semejante, cualquiera sea el motivo.

De fusilamientos y fusilados

Sería extenso de enumerar, a lo largo de la historia, y desde que se empezó a utilizar este recurso de eliminar físicamente al "reo", los cientos de miles de seres humanos que han muerto, con culpas o sin ellas, bajo las balas de ejecutores que cumplen o han cumplido las órdenes "superiores", decretadas contra quienes -se consideró- merecían este castigo.

En nuestra historia, sin olvidarnos de los rebeldes fusilados en Chuquisaca y La Paz por los absolutistas, el bautismo (podríamos así llamarle) de tal pena, ordenado por la reciente Revolución, lo reciben los complotados de Córdoba, en Cabeza de Tigre, dirigidos por el ex virrey Liniers, menos el Obispo Orellana, que conserva su vida "por su investidura". Infinidad de fusilamientos los hubo en las luchas de la Independencia de uno y otro bando, y hasta el muy creyente Belgrano utilizó, sin miramientos, ese recurso cuando lo creyó necesario para "la salvación de la Patria".

En una justificación de estos actos políticos se suele utilizar el argumento que el principio de toda revolución que desee triunfar, debe aplicar es "mata o te matarán". El fusilamiento de Dorrego tenía por propósito, según los instigadores del mismo, "cortar la primera cabeza de la hidra".

Un viejo dicho criollo sostiene que "habiendo coraje no falta a quien matar." Aunque a veces es la cobardía la que lleva a la eliminación del otro, leyes draconianas que, poniendo en un estadío superior los intereses del Estado, de la Nación, del Pueblo, o estrictos principios religiosos, justifican la pena capital ante hechos considerados sacrílegos.


La tercera Capilla.

Rosas y la Justicia

Como el hecho ocurrido en el naciente pueblo del Azul tuvo lugar en tiempos de Rosas, en el que, en un clima general de derramamiento de sangre, por parte de los bandos en lucha, me permitiré citar a Luis Franco en su libro "El otro Rosas", ensayo en el cual no escatima adjetivación descalificativa contra el Jefe de la Confederación Argentina, y sin embargo, en un gesto de cierta consideración al accionar de este gobierno explica: "Es, por cierto, el primer responsable (Rosas), pero no el único; lo acompaña toda la clase social de los estancieros, comerciantes, generales y sacerdotes que lo ayudó a llegar al poder, lo apoyó incondicionalmente y medró con la dictadura." (Luis Franco- "El Otro Rosas"- pág. 253).

En el caso de Camila O'Gorman y Ladislao Gutiérrez existe una justificación similar en cuanto a que el sacrilegio debía castigarse con la pena de muerte, cuestión que venía de la vieja legislación española.

Desde otra visión ideológica Manuel Galvez, en Vida de Don Juan Manuel de Rosas, confeso antirrosista durante su juventud según él mismo lo manifiesta, luego converso a la política llevada a cabo por el "Restaurador de las leyes", que viró su primera mirada (aun describiendo y reconociendo los excesos y crueldades cometidas en ese tiempo), considerando, por lo menos, dos méritos que dan justificación a ellos: el restablecimiento del orden público, quebrado desde el fusilamiento de Dorrego, ordenado por su compadre Juan Lavalle, y la defensa de la soberanía nacional ante la embestida colonialistas de Francia e Inglaterra.

El mismo Galvez se pregunta por qué Rosas manda a fusilar a tantos compatriotas y él mismo dice que, aunque el número de ejecutados es "respetable", está exagerado por sus enemigos.

No fusila por venganza, lo hace "por justicia y por cumplir las leyes".

Ciertamente, la ley penal que provenía del Fuero Real era muy dura con el robo sacrílego o hurto, en los que se hacían algunas distinciones: si se habían hecho en el propio lugar sagrado fuera de él u otras variables del delito para agravar o atenuar la pena.

En orden rosista tiene, indudablemente, los elementos de sustentación que menciona Franco y en él la Iglesia Católica juega un papel fundamental, al restaurarse, los principios y valores por ella tradicionalmente resguardados, por lo que una ofensa a ellos, como en la vieja legislación hispánica se consideraba un acto de sacrilegio. Rosas no sólo se preocupó, sino que se ocupó de que se mantuvieran en buenas condiciones las capillas a punto tal que pagó de su propio peculio muchas de las obras de mantenimiento y restauración de las que lo necesitaren, como de dotar de religiosos a los pueblos existentes o recién fundados.

En lo que hace a los primeros pasos de que da la Iglesia, en el Fuerte del Azul de San Serapio Mártir debe recurrirse al Decreto del Gobernador Viamonte, referente al reparto de tierras en el Arroyo Azul, que en su Artículo 13 establece que una vez que "se haya reunido un suficiente número de familias en cada población se proveerá al establecimiento de una capilla dotada de un Capellán".


El "ranchito de Dios" (Dibujo).

Fundado el fuerte sobre la margen derecha del arroyo Azul, junto a los demás ranchos y viviendas se construyó "la primera humilde capillita, que debía ser consagrada en 1834 con el título de "Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario." Un siglo de vida de cristianismo y civilización". Padre Luis Actis.

El primer Capellán fue Fray Hipólito Castañon, que venía de Buenos Aires. Triste destino el del primer cura que murió, "victima de alguna mano criminal", (Actis), el 5 de Julio de 1833. Fue sucedido por el Padre Manuel del Carmen Roguel. Este sacerdote dejó su misión en febrero del año 1834, firmando la última acta bautismal, el 20 del mismo mes. Casi un año debió pasar para que el tercer religioso firmara el primer bautismo realizado por él (12 de febrero de 1835). Es el primer cura que en las actas de bautismo llama al Fuerte Azul, de "San Serapio Mártir." Sin embargo, el padre Actis mismo menciona al sacerdote mercedario Padre Conget (que, si bien fue nombrado, al parecer, nunca tomó posesión del cargo,) aunque con algún fundamento se supone que fue él quien bautizó al naciente pueblo con el nombre de San Serapio Mártir.

El padre Clemente de la Sota: En este punto de la historia empezaremos otra historia, ésta trágica. Se cita a uno de los primeros pobladores, anteriores a la fundación del Fuerte, que allí por 1826 habían establecido una pequeña guardia, al mando del Capitán Silva.

El 19 de enero de 1835, dado la vacancia existente en el fuerte un cura "para que proporcione los auxilios religiosos" se hace la necesidad de nombrar a un Cura Castrense, a propuesta del Gobierno se designa al Padre Clemente de la Sota para que se ocupe de una misión que era de honda preocupación del gobernador, no solo para brindar los servicios a los pobladores del fuerte y de la región, sino para la conversión de los "infieles".

El padre de la Sota tuvo una larga actuación en Azul que abarcó más de veinte años y a él se debe el inicio de la construcción de la primera capilla de material con que contó Azul, mediante una suscripción vecinal. Dicha colecta se inicia en el año 1837. Este templo tosco y de mala construcción no sobrevivió mucho tiempo.

Este cura realizó una profunda obra evangelizadora y su espíritu inquieto hizo que no solamente ejerciera su ministerio en nuestra parroquia, sino que, como lo atestiguan actas de la Parroquia de Tandil, hasta allí se trasladaba cuando el vecindario de esa población no contaba con los auxilios religiosos merecidos. Según el Padre Actis, "formó el ambiente cristiano de nuestra población."


El gobernador Juan Manuel de Rosas, "Restaurador de las leyes".

Una esclava y un destino desgraciado

Todo lo expuesto anteriormente tiene por finalidad poner en contexto el hecho ocurrido en lo que luego sería la ciudad de Azul en noviembre de 1839.

El 8 de noviembre de ese año el Juez de Paz y Comandante accidental (en ese entonces Manuel Capdevila), que como se ve tenía en sus manos la potestad civil y militar del poblado, comunica al Edecán S-E. General don Manuel Corvalán del "robo sacrílego" cometido por Gertudris Silva, a quien se describe como la "parda infame", de treinta y más años de edad, esclava de Dn. Juan Manuel Silva. Recordemos que uno de los primeros pobladores del fuerte llevaba ese mismo apellido y que las esclavas y esclavos tomaban el de sus dueños.

Como parda se reconocía a toda aquella persona que era cruza de indio con negro, a diferencia de mulato/a que era hijo/a de blanca o blanco con negro/a. Entre los primeros pobladores muchos de ellos vinieron acompañando a la hueste fundadora, en calidad de esclavos o como personas libres.

La denuncia había sido realizada por el padre Clemente de la Sota, quien manifestó que el ilícito se había realizado a las siete de la tarde del día anterior; el mismo fue corroborado por el propio Juez de Paz y por parte del vecindario. Dice, en su informe, Capdevila que descubierta la culpable él procedió de la siguiente manera con la morena: "A la que remaché con una barra de grillos y puestóla presa e incomunicada".

¿De qué se la imputa a la pobre Gertrudis? Nada menos que de robar el copón que había sacado del sagrario y derramar, quebrar y comer las "formas consagradas" u hostias bendecidas (eso lo declara la misma acusada); una corona de plata que sacó de la cabeza de la Virgen del Rosario, el niño que tenía en sus brazos, el rosario y todos los adornos de "esta Señora"; también se posesionó de botones, alfileres, un prendedor que estaba en una cinta punzó que tenía la llave del sagrario. No conforme con ello quebró el nicho del altar de la Virgen del Carmen y se hizo de otros objetos sagrados que fueron encontrados en su poder.

Dice Capdevila en su informe, que debió contener al pueblo para que no hiciera justicia por mano propia y que pedía castigo ejemplar para esta "criminal".

¿Qué se podía esperar para la esclava en un ambiente tan represivo y de profundo sentimiento religioso?

De hecho, la respuesta no se hizo esperar y el 11 de noviembre se comunica la orden del gobernador de "hacer fusilar" a la sacrílega, previo los auxilios religiosos correspondientes que se le encargan al propio Padre de la Sota.

El día 15 de noviembre de 1839 a las nueve de la mañana se cumplió con la orden del Gobernador. El Juez de Paz Capdevila informó de haber cumplido con la orden emanada de la autoridad suprema.

Guillermo Palombo, autor de la nota sobre este fusilamiento (Diario El Tiempo-Fascículo XXIII- 1982), supone que la infeliz se hallaba con las facultades mentales alteradas pero dado los tiempos que corrían nadie podía certificar tal condición.

El mismo denunciante Padre de la Sota que debió dar los auxilios espirituales a la parda antes de ser fusilada, es el encargado de firmar el acta de defunción de Gertudris Silva, para quien terminaron los sufrimientos terrenales y el sacerdote, seguramente, quedó en paz con su alma al salvar la honra de la Iglesia y reparar el robo sacrílego que la misma había sufrido.

Ningún juicio histórico es valedero, vuelvo a decir, si el hecho, los actores y sus acciones no se enmarcan en los tiempos en que el acontecimiento ocurre, lo que no invalida juzgar como cruel aquello que lo ha sido o como heroico lo valeroso. El resto quedo librado a Dios, "fuente de toda razón y justicia."

(*) Profesor en Historia.

Fuentes utilizadas: Historia de la Argentina. Ernesto Palacio; Vida de Don Juan Manuel de Rosas- Manuel Galvez; El otro Rosas. Luis Franco; La Parroquia de Azul- Un siglo de vida de cristianismo y de civilización. P. Luis Actis; El derecho y la justicia en la época de la Confederación Argentina; Fusilamiento de una esclava en 1839. Guillermo Palombo; En los toldos de Catriel y Railef. P. Juan Guillermo Durand; Los negros en Azul de antaño. Silvia Boggi. Hemeroteca Juan M Oyhanarte; Cuadernillos de "Diario el Tiempo" Sesquicentenario de Azul, 1982.


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