16 de julio de 2023
En febrero de 2014 Luca tenía 3 años de edad. En un accidente hogareño, sufrió un golpe en la cabeza que produjo un derrame cerebral y causó su fallecimiento. Julio no sólo tramitó la donación de órganos de su pequeño hijo sino que, en simultáneo, comenzó una campaña de concientización que, nueve años después, continúa. "Luca salvó a cuatro niños. Yo creo que debe estar en alguna plaza, en alguna escuela jugando con los chicos. En algún lado está", asegura Julio Gardino.
Julio acaricia el tatuaje que se hizo en el antebrazo derecho con la carita de Luca. Lo hace reiteradas veces, mientras dialoga con EL TIEMPO, como si estuviera mimándolo, revolviéndole el pelo a su hijo. Cada mañana escribe en su Facebook "Que tengan un hermoso día. Luca y papá Julio": una manera de permanecer juntos, más allá de la ausencia física que sigue calando con dolor en Julio Gardino, en cuerpo y alma.
De a poco, mientras fuma un cigarrillo tras otro, emergen los recuerdos. "Luca era muy individual, se iba solo a la vereda. Yo sabía que a la calle no se bajaba. Daba la vuelta manzana el vago, eso sí, con las manitos atrás. Nosotros lo seguíamos de lejos. Pero el tipo no se bajaba a la calle", dice Julio y añade: "Luca me avisó 20 minutos antes que le iba a pasar algo, pero en ese momento no lo entendí. Quería jugar a la esquina. En ese momento estábamos tomando un mate con unos amigos en la vereda de la carnicería."
"Luca estaba en la esquina, mirando la puerta. No había nadie en la casa y él quería jugar con su amiguito. No sé qué, pero algo estaba viendo en la puerta. Es una cosa rarísima. Y lo que a mí me llama la atención es el gesto que él hace después. Se da vuelta, se sienta en el umbral de la casa de al lado, tira la mochila al suelo, como si estuviese enojado, y me dice: ¡Pa!... Como diciendo, ¿no me entendés lo que te estoy diciendo? Y se recuesta para el costado, apoyando una mano donde después de golpeó la orejita."
En aquel febrero de 2014, Luca tenía tres años. "Siempre fue individual. Todos los hijos son especiales para los papás, pero lo que ocurría con Luca es que la gente lo notaba raro. ¿Y yo sabés dónde lo notaba raro a Luca? En los abrazos. Por ejemplo, yo estaba hablando con vos. ¡Pa! Venía corriendo y me daba esos abrazos... Eso sí yo lo había notado. Unos abrazos intensos. Y así con mucha gente, inclusive algunos clientes" de la carnicería que, en aquel momento, funcionaba al frente del hogar de los Gardino.
Julio admite que "no sé si es cierto que hay un ser superior, pero yo tengo que creer en algo. Porque a mí lo que me dijo Luca ese día, más las cosas que han pasado, tenés que creer en algo, porque si no, no tendría sentido mi vida."
Esa tarde fatídica de febrero, Julio recuerda que "pasó Daniela, la vecina, y se lo llevó a Luca para jugar con su nene, que en ese momento tenía dos años. Ellos estaban jugando, Luca se cayó y se golpeó cerca de la oreja contra una mesa ratona. Lo trajeron llorando acá", en la casa donde vive Julio, Yrigoyen 122. "Era el jueves 19 de febrero del 2014. Vino la mamá, le lavó la cara y, al rato, cuando estaba conmigo en la carnicería, Luca hizo una expulsión tremenda, no un vómito. Despidió de una manera rara la uva que había comido a la tarde. ¿Te imaginás? A los que estaban esperando para que los atendiera, los saqué afuera. Era un golpe en la cabeza, él estaba llorando, despierto, no es que estaba desmayado ni nada, porque no se desmayó nunca. Pero ese vómito no me gustó nada. Así que lo llevamos volando al hospital. Ahí dos veces más vomitó."
Dos retratos. Luca y, en la foto inferior de la izquierda, papá Julio. NACHO CORREA
Él no habla mucho de sí mismo. "Julio César Gardino, 65 años. Soy azuleño de raíz. Mi viejo y nosotros éramos muy de clase media para abajo. Yo terminé sexto y séptimo grado a la noche, en el mismo año. Mi viejo me dijo: ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a estudiar o a trabajar? Yo para los estudios no tengo. Entonces, ¿qué me quedó? Tenía 13 años y mi primer laburo fue en la farmacia Mirande. Florencio Mirande era amigo de mi viejo. Ahí me enseñaron a hacer los sellos, la diadermina para las manos. Después pasé a la imprenta de Kober y al tiempo empecé en la carnicería 'Mónica' de la calle Belgrano pasando Maipú. En ese rubro se ganaba bien. Tenía menos de veinte años y ahí aprendí el oficio. Trabajé, después, en el primer autoservicio que hubo en Azul, en calle Moreno casi San Martín; ahí estuve con el 'Bebe' Favazzo y Torchia, que había sido fotógrafo. Y en el '78 apareció el Supercoop. Yo jugaba al fútbol en los barrios, en el equipo de La Cotay. Fui wing derecho o izquierdo, me daba exactamente lo mismo. Podía patear con la derecha y con la zurda. Yo soy zurdo, nací zurdo, pero mis viejos me enseñaron a escribir con la derecha, después todo lo que hago lo hago con la zurda. Ahora escribir, escribo con la derecha... En ese momento me vio Miguel Marziotti, que tenía el kiosco al lado del Supercoop. Miguel era de Vélez y sabía cómo jugaba, porque él andaba también con el tema de los barrios y me había visto. ¿No querés jugar en Vélez? Así que le digo, bueno, pero conseguime laburo en el Supercoop que está por abrir. ¡Me lo consiguió! Así que tuve que ir a jugar a Vélez... Empecé en la cuarta y después además en primera, jugaba los dos partidos, 5 kilos por domingo bajaba. En la cuarta y en la primera. En el Supercoop fui ascendiendo, hasta que en el '80 se metieron en Córdoba. Yo sabía que se iba a la mierda, por una simple razón. Fijate que al Hogar Obrero lo fundaron Juan B. Justo y Palacios, en 1905, socialistas. En el año '78 la de Azul era la sucursal número 53. Cuando yo me fui a Córdoba en el '80, al año eran 360 sucursales, con un total de 13.700 empleados. Algo que, en algún momento, iba a resultar imposible de sostener. Cuando pedí el pase para Azul, mientras volvía en ese viaje decidí que no iba a trabajar más como empleado. Vendí el auto que tenía y abrí la carnicería, que era el oficio que había aprendido y me gustaba. Era más o menos el '89. Ahí arranqué y no paré nunca más. A la par, me dediqué a las antigüedades. Toda la vida lo hice, lo empecé como un hobby de chico."
Uno de los afiches de la campaña de concientización sobre la donación de órganos. GENTILEZA JULIO GARDINO
"La Cueva" está en Yrigoyen 122. "Como casa de antigüedades, desde que cerré la carnicería, no paré más. A esta casa la compré en el 2000, me vine para acá y me traje todas las antigüedades". Entre cientos de reliquias, Julio refiere algunas en particular: un mate candil de 1860, y bayonetas de Remington, una de ellas de 1876, de fabricación española. "Las ventas se concretan principalmente por internet", asegura, y es lo que le permite vivir. Y, al instante, vuelve a referirse a Luca.
"Una vez, pasa, pero cuando te lo dicen más de diez, que veían un angelito caminando... No sé qué veían en Luca, ¿me entendés?", refiere Julio en su charla con EL TIEMPO, al observar algunas cuestiones en torno a su pequeño hijo. "Hay nueve personas en el país que no se conocen entre ellos. Unos en Entre Ríos, otro en Misiones, en Comodoro de Rivadavia, en Ushuaia, uno acá en Azul, otros en Capital. Y el de acá de Azul me tenía podrido, porque me llamaba a cada rato. ¡Eh, Julio, Luca, Luca! Le digo, ¿qué problema tenés con Luca? Venite y hablamos. Así me voy enterando que, de los nueve, cinco personas pasaron un momento límite de suicidio. Los cinco fueron a buscar pastillas al baño, con un vaso de agua, fueron al dormitorio, van a tomar la pastilla y ven la imagen de Luca en el techo. Ahora, ¿qué le digo yo a esa gente? ¿Veían la imagen de Luca? ¿Qué te puedo decir yo? Nada, ¿te hizo bien Luca? Y bueno, hacé la tuya." También recuerda que "eso empezó después de la primera maratón de Tinelli en Bolívar a la que fui. Era el 2016. En esa maratón inclusive hablé con Marcelo Tinelli. Nunca me cumplió nada de lo que prometió, como ninguno me ha cumplido nada. No importa, yo sigo con lo mío."
Julio afirma que "mi vida giró 180 grados. Tengo empatía, me encanta ver los colores, trato de ayudar a todo el mundo. No soy el Julio Gardino de antes, olvidate. Soy totalmente diferente."
"Y cuando quieren saber cómo carajo sigo yo después de que se te ha muerto un hijo... Si me preguntan, yo contesto. No soy el dueño de la verdad. Es mi forma de ver la vida ahora, nada más. Nosotros lo sepultamos el domingo a Luca, el lunes abrimos el negocio y el miércoles estábamos pegando carteles en todos lados [iniciando la campaña de donación de órganos]. El sábado siguiente se hizo un rally importante, con unos 120 autos que vinieron. Todos los autos llevaron una foto de Luca. Y ese lunes antes me empezaba a preguntar el famoso porqué. ¿Por qué me pasó esto? Ahí retrocedí en mi vida; debo haber llegado, no te voy a decir hasta los 4 años porque es imposible, pero creo que hasta los 8 o 9 años. ¿Para qué hice ese viaje? Lunes, hasta el martes a las 6 de la tarde, que volví, yo atendía la carnicería, pero estaba en mi 'viaje', en mi 'mambo', para ver si había sido tan hijo de puta en la vida para merecer que se me muera un hijo... [Dos días después del sepelio] El martes a las 6 de la tarde, cuando yo vuelvo de ese 'viaje', ya no me pregunté más por qué me había pasado esto. Sino ¿por qué a mí no? ¿Por qué te tiene que tocar a vos... o a vos? ¿Quién soy? Claro que yo lo quisiera tener a Luca que ande corriendo acá, pero es lo que quedó, es lo que hay. Y el día que te preguntás ¿por qué a mí no...? Nada te calma el dolor de la pérdida de un hijo, pero lo llevás con mucha más tranquilidad, es la realidad. Ahí empezó el tema de la campaña de donación de órganos. Eso no lo paré y no lo pararé nunca más. La decisión fue inmediata. Yo siempre tuve la idea de donar los órganos si me pasaba algo; siempre, toda la vida. Hasta el día de hoy no he parado, estos nueve años. Todos los días."
Por eso Julio sostiene a rajatabla que "el héroe de esta historia es Luca. Tal vez Luca pasó esos tres años para hacer lo que estoy haciendo yo. Puede sonar a conformismo, pero es la realidad". Y refiere cuál es su objetivo: "Lo que quiero es que la gente tome conciencia y done los órganos. Los órganos en el cementerio no sirven. Y no es algo que te va a doler; al contrario, te vas a poner feliz porque le diste vida a alguien. Por lo menos Luca salvó a cuatro personas, a cuatro chicos. Por eso digo que la campaña es lo que a mí me mantiene vivo."
"Yo creo que Luca debe estar en alguna plaza, en alguna escuela jugando con los chicos. En algún lado está, dónde no sé, pero sé que está. Yo antes no pensaba así, hoy lo pienso, por eso te digo que la vida a mí me giró 180 grados", sostiene Julio Gardino.
"Con la campaña voy a full como loco. Trato de ayudar a la gente. Estamos hablando de nueve años, hoy tendría 11 años Luca. No paré nunca más y después hice la página Todos con Luca."
El desarrollo de las redes sociales ha permitido que "a Luca lo conozcan en el mundo, no solamente en Azul. Lo conocen en La Plata, en Buenos Aires, en Argentina, en Sudamérica, en el mundo. Tengo mucha gente de afuera, de España, de Alemania, en California, que son personas que estamos más o menos en silencio. Yo no espero nada de nadie. Lo mío es muy simple, yo me levanto a la mañana, abro los ojos, veo la luz, estoy vivo. El día depende de mí. Yo no espero nada de arriba, el día me lo hago yo. Vivo el día a día, aunque a la vez es muy difícil".
Recuerda que "cuando el Hospital Garrahan cumplió 30 años, en el 2017, yo junté durante cuarenta días juguetes en la esquina de la plaza San Martín. No me lo permitían, pero fui igual. Cuando vino Luciano Supervielle al Teatro Español, nos pusimos a conversar. Le comento: sabés Luciano que se me ha puesto algo en la cabeza, una locura, de que todo ser humano tendría que ser, no te digo los chicos, pero siendo mayores deberíamos ser donantes de órganos; que no tengamos que estar pidiéndole permiso a la familia. Me dice: vos no estás tan errado, sabés que en Uruguay se está por promulgar esa ley, de que toda persona mayor de edad sea donante, ¿me entendés? Ahora tenés que decir que no quiero ser donante. A partir de eso, me junto con dos o tres personas, les expliqué lo que quería hacer, y me dijeron cómo tenía que hacerlo. Hice una planilla, ya tenía todo programado. Junté juguetes cuarenta días y llevé ese papel. Y a todo el que iba con los juguetes lo invitaba a firmar. ¿Sabés cuántos firmaron en cuarenta días? Cinco personas...".
Julio tiene una explicación: "¿Qué es lo que pasa? Luca pasó de la General Paz para acá. Si le hubiera pasado de la General Paz para allá, hubiera sido diferente. Y no es porque quiero que Luca haya sido el primero en relación a la ley que se llama Justina. No. Yo me puse contento cuando salió la ley, traté de hablar con el papá, no me dio bola, y bueno, no importa. Pero fijate lo que son las cosas: cuando se aprobó la ley Justina, en las redes subieron juntas las fotos de Justina y de Luca. Eso fue muy emocionante."
Julio remarca otro aspecto en esta historia: "No sabemos quiénes fueron los receptores de los órganos de Luca, porque así lo determina la ley y está perfecto. Eso sí: el que recibió los órganos de Luca tiene mi número de teléfono, mi nombre, apellido, sabe dónde vivo, todo. El día de mañana si quiere agarrar el teléfono, decir hola señor Gardino, ¿cómo le va? ¿Nos podemos encontrar porque usted donó, bla, bla, bla? No tengo problema. Ya ha pasado en Chillar, que se juntaron un receptor y un donante. Sí me molesta que hay gente que está diciendo que estoy lucrando con Lucas. ¿Vos te imaginas lo que es lucrar con un hijo muerto? Es una locura, a mí no me entra en la cabeza. ¿Cómo puede haber gente que piensa eso? Hay que estar muy enfermo para pensar de esa manera, me parece".
En referencia a la concientización que promueve en cuanto a la donación de órganos, Julio explica que "con la campaña me muevo, salgo para todos lados, pero no hago barullo. En la página de Luca, Todos con Luca, son todas fotos, y fotos, y agradeciendo; sumo y sigo sumando. Vos me vas a preguntar para qué. No sé si voy a cambiar esto, pero es lo que intento. Es muy difícil cambiar la mentalidad de la gente. ¿Los políticos? Olvidate, no creo en ninguno, mirá que por mi cabeza han pasado todos los gobiernos".
La entrevista se desarrolla en la cocina de la casa de Julio Gardino. Cada pared, en cada sitio donde existe la posibilidad, hay una foto de Luca enmarcada. Cientos de fotos. Una, por sobre algunas antigüedades en preparación para la venta, resulta una suerte de composición: la imagen de Luca, con sus tres añitos, y otra de Julio, cuando tenía más o menos esa edad. El parecido es tan notable como el gesto de ambos, que se replica, con las manos apoyadas en el mentón. En muchas fotos, Luca tiene algo entrecerrados los ojitos y una sonrisa que deja al descubierto algunos dientes. En otra lleva un prendedor colorido con la inscripción "Egresados 2013. Jardín Maternal De Paula". También está el afiche de la campaña: "Si yo pude, vos también podés. Donar órganos salva vidas. Juntos somos invencibles" y en la foto se observa a Luca junto a papá Julio. En una silla acolchada, Luca se aferra a un mate y sonríe. Otra foto: hamacándose en una plaza. Y otra más, abrazando a un perro que, da la impresión, dormía una siesta hasta momentos antes. Julio extrae de la tabaquera otro cigarrillo y la última pregunta surge naturalmente:
- ¿Hablás con Luca?
- Sí, siempre. Vos decís ¿cómo tenés las fotos de Luca acá, por donde mires? Yo pienso distinto. ¿Sabés qué sería peor? Que ahora, por ejemplo, encontrara de casualidad, buscando otra cosa, una foto de Luca... Y diga: Uh, mirá, una foto... No está oculto. Él está acá. A mí no me molesta en lo más mínimo. Hay gente que me ha dicho: vos lo que tenés que hacer es vender la casa, tirar todo, irte a otro lugar... ¿Qué? Al problema no lo dejo acá. El problema va conmigo. ¿De qué me sirve?
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