15 de octubre de 2023
Aunque admite que va camino a la extinción, "este es un oficio que te trae tantas cosas. No te vas a hacer millonario, pero el trato de la gente, el reconocimiento, es grande, y dejás tu huella". Las publicidades de las canchas de Azul y Tapalqué, como en decenas de comercios, llevan su marca: "Otro del Tucán". En una entrevista, repasó los inicios en su Cacharí natal, hasta su pasión por Sportivo Piazza y el barrio: "No nací en Villa Piazza, pero ya me adoptaron. Yo siempre digo que pedí la nacionalidad 'villera'".
"Letrista", dice, al momento de presentarse. Y enseguida afirma: "Es un oficio con el que se nace". Pablo Marcelo Gómez (53) está convencido de ello. Tiene una suerte de marca registrada, con la que remata los carteles publicitarios en las canchas de Azul: "Otro del Tucán".
En los años ochenta "mi vieja tenía restaurante en Cacharí y mi locura era mirar los camiones, ¿viste? Se fileteaban". Algunos pasaban por la ruta, pero otros ingresaban al pueblo para distribuir mercaderías. A esos era más fácil echarle el ojo. "Yo siempre estaba ahí, siempre dibujando, siempre haciendo letras".
Comenzó a pintar a los catorce años, en su época de secundario. "A los quince, ya a mi vieja le había pintado la publicidad de Coca-Cola, la de Sprite, en el negocio". Por esos años, promediando el '88, se desarrolló el Marlboro Team. El padre de un compañero de escuela era mecánico. "Tenía un auto viejo, así que lo pintamos todo y yo me encargué de hacer todas las publicidades de Marlboro. La gente de la Promocional 850 vio ese laburo" y pronto empezó a pintar las letras de los autos de esa categoría. "Hice un montón de Fiat 600".
Su principal destreza, a la hora de pintar letras, es que "yo iba con el pulso". La paga no era nada del otro mundo. Por lo general, dice, "laburábamos por el asado de los viernes", pero le servía para practicar y progresar en el oficio.
Por entonces "yo era un guachín. Ahí tendría 17, 18 años. Y me fui a buscar laburo a Las Flores". Unos tíos le abrieron las puertas y comenzó a dedicarse a la pintura de obra. ¿Letras? También, pero más que nada "para que me vieran". Una buena manera de hacerse conocer.
A fines de la década del '80 hizo un vuelo rasante por Azul. Nada fácil. "Era todo un despiole que dejaba el 'bondi' de Alfonsín. Había dejado el mandato y estaba por entrar Menem". Intentó en la Curtiembre Piazza, "anduve por un montón de lados, pero no había trabajo en Azul. Estaba bravo". Sólo un tiempo logró trabajar en un peladero de pollos, pero le resultaba difícil el rol de empleado. "Qué se yo... Venía de toda la vida en un restaurante. Había nacido en casa de patrones. Se me hacía muy difícil trabajar de empleado".
En Las Flores aprendió en oficio de pintor de obra. "Ahí empecé a hacer recortes. Iban dos o tres tipos pintando, y yo iba haciendo recortes, porque era rápido. Los recortes de las puertas". Durante diez meses, dice, "mezcló" los oficios. "Agarraba un negocio, pintaba las paredes y después le hacía las letras. Así me iba perfeccionando. Mi abuelo me había regalado una escalera, después yo me compré otra".
El abuelo, José Abelardo Ponce, dice, fue muy conocido en la zona. "Era chanchero. Se dedicaba a criar y vender lechones. Fue un visionario. Allá por el '67, '68, antes que yo naciera, había puesto una carnicería como las que hay hoy, las que dicen que venden 'todo cerdo'. Bueno, él había puesto una carnicería de todo cerdo en esa época".
Como les ocurría a otros jóvenes, no había mucho futuro para él en Cacharí. "En el pueblo pintaba letras, pero te morías de hambre" y, además, no se pagaba el trabajo lo que valía. "Si para pintar una pieza acá sale 30 mil, allá te pagan 15. Por eso están como están los pueblos también, viste. Y cada día hay menos gente".
Mientras estuvo en Las Flores, conoció al "Loco" Orlando, "uno de los letristas más grandes que tuvo la provincia de Buenos Aires. Un genio. Me ve trabajando a mí en Las Flores y me dice, venite, trabajá conmigo. Tenía mucha demanda él porque laburaba para Coca-Cola. Yo le ayudé a pintar por un montón de ciudades. Iba dos o tres días, después volvía a mi pueblo y todo así".
Le fue tomando el gusto a viajar, desde entonces. "Antes los micros entraban en todos los pueblitos. Por ahí yo me agarraba la locura, manoteaba el cajoncito de pinturas y movía. Me quedaba un día en un pueblo, otro día en otro. Así anduve, siempre me gustó la calle".
El de letrista "es un oficio que te trae tantas cosas. Capaz que no te vas a hacer millonario, pero el trato de la gente, el reconocimiento, es grande". Hace diecisiete años que está en Azul. "Y Azul me reconoce, capaz que voy a una estación de servicio y alguno me reconoce. Ahí está el letrista... Qué sé yo...", se ríe y agrega: "Por un rato te hacen sentir un poco Maradona".
Dice que "ese trato de la calle es... incomparable, con otras cosas" y puede decir que vive de su oficio como letrista. Los pedidos son constantes. Está muy agradecido con los antiguos letristas de la ciudad, como fue el caso de Segui y Corizzo, el "Tero" Lazarte. "Me recomendaban siempre", asegura.
"Somos artistas muy completos nosotros, pero no somos reconocidos", dice, en referencia a los letristas, y apunta que la exigencia es parte del oficio: "Si tenemos que hacer una cara, un logo, además de las letras, tienen que quedar igual, perfecto".
La piensa un rato y señala: "Lo que pasa es que estuve toda la vida en la calle. Siempre necesité de la gente. Cuando golpeé una puerta, siempre me abrieron. A veces yo estoy pintando en Athletic o en Alumni y no te puedes ir a charlar... Te gritan, te saludan y a veces se enojan porque no alcanzo a saludarlos... Si a cada rato, más cuando tenés mucho detalle en la publicidad, por ahí me como una letra, pero todo por estar al tanto de los locos que me gritan". [Risas]
"En Tapalqué tengo muy buena onda también. Acá yo llegué en el 2006 y en el 2007 ya las empecé a pintar en Tapalqué. Ahí hice toda la cancha de Atlético".
Recuerda un viejo manual de tipos de letras. "El ABC de las letras", dice, "un libro gordo, así", gesticula, mientras reconoce que "ahora cambió todo con esto. Si me olvidé el logo de Peugeot, entro a Google y ahí está", refiere, mientras manipula su celular. Se calza los anteojos y rezonga: "Tengo astigmatismo".
"Acá hay muy buenos muralistas, pero se les hace difícil cuando tienen que hacer una letra. No sé por qué. Porque ellos hacen cosas perfectas y te miran a vos...". Los letristas "dibujamos con el pincel, marcamos directamente. Bueno, eso, con los años... Yo tuve de profesor a Mateo Amado Sosa. Y también a 'Pirucho' Galassi, allá en Cacharí. Cuando estaba en tercer año, 'Pirucho' me quiso mandar a la Escuela de Bellas Artes". No se dio, pero es evidente que el profesor algo detectó en su alumno del secundario.
"Antes dividíamos de cabeza, ahora es más fácil con la calculadora" del celular. "Las letras se dividen. Si son nueve letras y justo a las nueve hay una 'i', dividí. El largo lo dividí por ocho y medio, no por las nueve letras. Porque la 'i' representa la mitad de la letra. Sale de taquito", describe.
En el oficio, además, "tenés que ser rápido. Rápido por el costo de tu día. Para hacer 'Despensa Tito' no puedo estar dos días. Yo lo hago en dos horas. Cobro y me voy a otro lugar. Anduve por toda la provincia pintando. Y anduve con gente que me exigía", explica, a la hora de justificar la rapidez en el oficio del letrista.
"Tengo las canchas de Alumni, Athletic, Piazza, Cemento, Vélez. En la pista de ciclismo metí ochenta publicidades. Y les sacaba tres publicidades por día. Y para ellos es bueno, porque ya pueden salir a cobrar. La política mía es ganar mi plata y aparte que vos ganés también. Yo no te puedo tener con una sola publicidad una semana... Aparte, no me conviene a mí tampoco. Y el club o lo que sea necesita esa plata. Entonces ¿qué pasa? Vos tenés que responderle. Y bueno, la gente se acostumbró a mí. Gracias a Dios tengo mucho trabajo".
También admite que "somos una especie de extinción. Y otra porque trabajamos con pintura que seca al toque. No tengo otra que meterle pata. Y tiene que quedar piola", dice, y después se ríe: "Soy de la Villa, viste, hablo así", y se toca la gorra con la leyenda "Pura Pasión" con el escudo del Club Sportivo Piazza.
"Antes a los boliches los pintábamos nosotros. Los bailantes. Pero nos jodían. Nunca cobrábamos", se ríe. "Nos decían, inauguramos y les pagamos... ¡No cobramos más! Porque capaz que duraba dos fines de semana. Una vuelta me acuerdo que le pude cobrar uno porque tenía una casa de electrodomésticos. Entonces fui y me salvé". Se cobró con un centro musical Goldstar que, dice, aún anda por ahí.
Historia aparte para su firma: "El Tucán". "Todavía alguno me dice por qué no te dedicás a los cuadros. Yo soy sincero. Les digo, no, porque es otra onda. Yo trato con el tipo de la calle", admite. "Antes yo hacía cuadros. Hice un tucán. Fue uno de los primeros... Fue un amigo a casa, lo vio y me dijo que lo quería comprar. ¡Uh, qué bueno! Y dice, ¿no lo vendés? Si me lo pagás lo que vale, sí. Me lo compró. Fue mi primera señora la que me dijo, en vez de firmar Pablo, poné el letrero del tucán. Y dice, aparte el Tucán es uno de los pájaros que es distinto a todos. Vos por tu trabajo sos distinto a todos. Y bueno, quedó, porque me hizo pensar que está bien. Un bicharraco raro, único. Entonces le mandé el letrero del Tucán, pero ¿qué pasó? Para la gente desde ese momento fui 'El Tucán'. El año pasado me llamó un hombre. Era del campo. Me dice, hola, le digo, ¿qué...? Con el pájaro este, dice. Yo primero no entendía. Con el pájaro... ¿usted no tiene un nombre de pájaro?, dice", y se ríe al recordarlo. "Era un hombre que llamaba de una chacra, para hacerle un cartel para la tranquera. El herrero se mataba de risa. ¿Cómo es el pájaro?, me cargaba. Bueno, quedó la firma y el sobrenombre... Al pibe mío le dicen: ah, sos el hijo del Tucán... Y yo lo gasto un poco: no chapees con mi nombre, ¿eh?". [Risas]
"Nunca trabajé para la Municipalidad, por el tema del pago. No sabes cuándo vas a cobrar, dos o tres meses después. Ahora no puedo competir con los monstruos de los pasacalles de allá en Buenos Aires, porque los hacen en serie. Te sacan doce pasacalles o más en un día".
En las chapas "pinto a la noche, ahora estoy más tranqui... Me dedico a viajar. Me hice un mango, pum, rajo. En febrero nos recorrimos media Argentina con otro amigo, después me fui a Puerto Madryn y siempre me voy a Gualeguaychú. Tengo pensado ahora ir a Mendoza, pronto. Aparte, no tengo nada... No tengo casi canas y eso quiere decir que tengo mi mente tranquila. Soy un tipo que no me gustan los lujos. Me gusta tener, sí, lo más lo necesario; pero para mí es lo mismo una mesa de pino que una mesa de algarrobo. Cumple la misma función, ¿no?", reflexiona.
Villa Piazza es su lugar en el mundo. "Cuando llegué acá estuve unos meses en el Pedro Burgos, alquilando una piecita. Después un amigo me consiguió una casa para cuidar, en Misia Barranco y avenida Piazza. Habían fallecido los padres de este chico y ya se le habían metido, le habían usurpado una vez y me pidió que le cuidara la casa. Estuve como dos años. Y después me fui metiendo para Piazza Norte, hasta que conseguí un terreno y me hice la casa".
Durante el día, "ando en la moto con el carro. Ahí llevo todo y les demuestro a la gente que no preciso tener una 4x4. Llevo una escalera de 4 metros, y he llevado la de 4 metros, la de 3 metros y cuatro cuerpos de andamios. Nunca tuve vehículos, aunque pude. Con toda la plata que gasto yéndome por ahí ya tendría un buen auto, pero prefiero viajar", refiere.
"Toda la vida pinté con sintético, pero hace unos años cambió eso. Antes se pintaba todo con esmalte sintético pero, qué pasaba, después tenías que raspar mucho y era un quilombo. Empezaron a salir los látex de todos colores y en lata chica. No uso los pinceles de letra; uso el pincel ese que vos compras para pintar una puerta. Eso te lo dan los años en el oficio", confirma.
"Hay colores que vienen preparados, pero hay otros que los sigo preparando. Por ejemplo, cierto tono de marrón. El marrón es naranja, es amarillo, rojo y le tirás un toque de negro. Otro color que se prepara es el de Marchisio, para darte un ejemplo. Preparás un verde y le vas tirando un poquito de azul y lo vas buscando hasta dar exacto. Es parte del oficio preparar un color y en estas cosas soy muy exigente. Tiene que quedar igual".
No sólo los pasacalles en serie le achicaron el área, dice. "El derrumbe nuestro empezó con el plóter". Aunque "ahora, con el quilombo del dólar y todo eso, hacer un cartel de lona, grande, anda por las 200 lucas y yo lo hago, con pintura, por 80 o 100 mil. Entonces la gente ha vuelto otra vez a la chapa. A esos trabajos los hago en casa. Además, un plóter a la intemperie te dura máximo dos años... Semejante inversión para que dure tan poco... Te lo agarra el sol y te lo arruina. Bueno, la chapa es más noble. Dura muchísimo más, por lo menos cinco años a la intemperie".
Repasa algunas fotos en el celular. Hay trabajos de fileteado asombrosos. "Fileteado hacía antes, pero no se paga lo que vale. Por eso casi no salen. A los amigos les regalo siempre, qué sé yo, si es motoquero, agarro una chapa y le hago el logo de Harley Davidson. Voy a la noche del cumpleaños y le regalo algo mío. Lo jodo: le digo, esto guardarlo porque cuando yo no esté va va a valer más de 3 millones de dólares...". [Risas]
"A uno hace poco le regalé el de Pepsi, el logo retro, el de los años '40. Lo hice con sintético. A la gente le regalas algo pintado por vos. Es mejor que un perfume o que le regale un vino. A un amigo que cumplía años, allá de Tapalqué, le llevé el escudo de Sarmiento". Horas de trabajo, que a veces se le restan al sueño, pero para el Tucán eso es algo que no importa. La satisfacción de poder hacerle a sus amigos esos regalos, para él, es mucho más importante.
A esta altura, los años de trabajo le pasan factura. "A mí me tiene mal la cintura. Llega un momento que, a veces, mucho tiempo arriba de la escalera me rompe la espalda", explica. "Lo que me tiene acobardado es el invierno... Mucho frío y estás ahí, haciendo letras. Pero hay que andar... Me llaman porque quieren hacer fondos de pileta y no les doy bolilla, porque tengo las canchas y me gusta estar afuera. Estar afuera es algo que te reconforta. Conocer de todo tipo gente. Este oficio tiene esas cosas. No vas a ser millonario, pero vos dejás tu huella y la gente te va a conocer por lo que vos realmente hacés".
Con los pasacalles "siempre andaba con el tema de los 15 años. Yo puse los de River en el centro, los que hicieron los hinchas de River para los de Boca hace unos años. Es una risa, porque lo estaba colocando y pasaban los locos y me rajaban a puteadas" [Risas].
Sabrina, Diamela, Pablo y Luciano son sus cuatro hijos. "Tengo dos pibes villeros, nacidos en Villa Piazza. Ahí está ese dicho: villero se nace, no se hace. Yo les digo que también se hace. ¿Por qué? Por lo que es el barrio. Eso lo fui tomando como algo... un sentimiento y así me fui haciendo". Por eso, afirma, "aunque no he nacido ahí, me toman como un referente" en la Villa.
"A mí no me quieren cobrar cuando entro a la cancha, pero yo pago. Porque el club [Sportivo Piazza] lo necesita y a mí me gusta colaborar con ellos. Ahí vos te vas a encontrar con la gente del barrio. Estamos todos ahí. Ahora le pusieron 'la República de Villa Piazza'... Yo les hice todos los pasacalles para los cien años del club. Y a donde voy, llevo los colores y los hago hinchas. En Mar del Plata, a mis amigos de Aldosivi, los hice de Piazza" y habla de sus hijos: "El de 15 no se saca la camiseta, allá en Cacharí. Ese nació en la Villa, se crió en el Potrero. Yo lo hice como me crié yo. El de 20, ese no nació en la Villa, pero tenía 3 años cuando vino".
"A mí me abrieron las puertas de tal manera... Yo me quiero ir de Azul a veces, pero porque me acobarda el clima. Si me toca ir a pintar a Cemento, me agarra todo el frío y el viento que entra por allá... Pero, bueno, los amigos que tengo acá son impagables. Siempre están con vos. Una vuelta, cuando estaba haciendo el mural en Madryn, publiqué en Facebook: estoy haciendo este mural y bueno, acá estoy, lejos, porque me quedé sin plata y estoy terminando para poder volver... En joda, viste. Al rato los locos me mandaban mensajes: pásame el alias que te mando plata... [Risas] ¿Te das cuenta? Con una pavada de esas, pero los amigos están ahí, enseguida".
Está muy agradecido "con Sportivo Piazza, Azul Athletic, Alumni, Cemento, Vélez, Cesuar, Club de Remo, club Ciclista, al comercio en general por confiar en mi trabajo. A mi amigo Norberto Fandiño, a Guillermo Divitto, a Juan Barrionuevo, que fueron las primeras personas que me dieron una mano para arrancar en Azul. Y por supuesto a los amigos de ahora, que siempre están". En esa lista también incluye a "la gente de Atlético Tapalqué y al 'Terito' Librandi".
Para el Tucán "es el intercambio que haces en la calle". "Ojalá que toda la vida pueda seguir pintando", por todo lo que ha podido cosechar en ese tiempo. En el club "vamos a hacer cosas grandes, por su gente, por el barrio, porque somos el barrio más grande. A mí, cuando a veces me preguntan vos sos de azul, no, yo soy de Villa Piazza, digo. Pasas la vía y ahí empieza Azul", se ríe. "Yo no nací en Villa Piazza pero ya me adoptaron. Yo siempre digo que pedí la nacionalidad 'villera' y hoy, gracias a Dios, me consideran un villero más, viste".
El apego a la Villa es indudable. "Uno lo extraña al barrio. Yo me voy por ahí, pero tengo que volver al barrio, a la gente, porque es gente común, gente piola. Nos juntamos los 24 de diciembre a hacer algo ahí entre los vecinos", dice y remata: "Es una gran familia".
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