10 de julio de 2023
"Pirucha" desempeñó tareas durante más de tres décadas en EL TIEMPO. Primero fue tipeadora y después, correctora. A sus 77 años y ya jubilada, en esta entrevista repasa su vida y recuerda a los que formaron parte de su historia ligada al matutino local. Y no se olvida de evocar muy especialmente a Miguel Oyhanarte, "el alma del diario".
Entrevista y nota:
Fabián Sotes
De la Redacción de EL TIEMPO
Los registros de EL TIEMPO indican que María Cristina Verger ingresó a trabajar en el diario en octubre de 1979 y que oficialmente se jubiló en marzo de 2008.
Pero lo que no dicen es que, cuando ya estaba con edad para retirarse de la actividad, un día vino Alfredo Ronchetti y -según ella misma recuerda ahora- "me pidió que me quedara dos años más".
En aquel entonces "Pirucha" aceptó y siguió trabajando antes de que, finalmente, se convirtiera en una "jubilada del diario", tal como ella misma se define actualmente.
Para cuando ingresó al matutino local, los avances tecnológicos propios de un medio gráfico como éste habían reemplazado a la histórica linotipo -que todavía sigue estando en exhibición en la planta baja de la sede de EL TIEMPO- por aquellas primeras máquinas que Verger utilizaba también para tipear: las llamadas "Execuwriter".
Técnicamente hablando, a través de una impresión fotográfica y mediante la acción del teclado, esas máquinas producían un negativo del cual se creaba un fotolito que después se llevaba a una plancha de metal que permitía imprimir el diario papel todos los días.
No bien ingresó, María Cristina Verger tipeaba en esas máquinas -el diario tenía tres marca "Compugraphic", dos de las cuales se compraron en 1979 y una tercera se adquirió al año siguiente y se utilizaba específicamente para la elaboración de los titulares- todo aquello que los periodistas contaban en las de escribir.
Después, con el paso de los años, la dinámica propia de la reconversión constante del medio gráfico al que pertenecía la volvió una correctora, el rol que ejercería hasta su retiro de la actividad.
Ella tiene el privilegio, que comparte junto con algunos más ex compañeros tiempistas suyos, de haber sido una de las últimas que se encargó de tipear las notas que escribía Miguel Oyhanarte.
La historia oficial indica que Miguel nunca usó computadoras mientras ejerció el oficio del periodismo en EL TIEMPO. Y que por lo tanto, todo aquello que él escribía en su máquina de escribir después había que copiarlo en una computadora, para que luego se convirtiera, ya en el papel, en materia de sus clásicas "Baldosas Flojas" -una de las secciones del matutino local que llevaba su impronta- o de cualquier otro artículo surgido de su olfato periodístico.
Pero "off the record", siempre se dijo que "el Viejo" Oyhanarte intuyó desde un principio que si sus manos se posaban en el teclado de una computadora eso, indefectiblemente, iba a afectar el trabajo de compañeros suyos en el diario. Precisamente, de las tipeadoras como "Pirucha".
Ese habría sido el motivo "no oficial" por el cual, hasta el día que dejó de ejercer el periodismo, Miguel siempre tuvo como su ladera fiel a esa máquina de escribir a la que le sacaba como nadie, aporreando desde sus dedos con extraña armonía teclas ruidosas, todo aquello que merecía convertirse en noticia de esta ciudad que él caminó como nadie.
"Me acuerdo cuando murió Miguel -su fallecimiento data de las primeras horas del domingo 7 de junio de 2009, un Día del Periodista- que todos despedimos sus restos en la puerta del diario, cuando pasó por acá el cortejo fúnebre. Fue terrible, llorábamos todos porque él era el alma del diario. Cualquier cosa que necesitabas ibas y le preguntabas a él, lo que fuera".
"Oyhanarte capaz que se quedaba hasta las dos de la mañana en el diario. Y después, a esa hora, lo iba a buscar su mujer Blanca en el auto, porque él no manejaba", recuerda también Verger. "Él me decía 'La Gruñona', porque yo me enchinchaba por todo. Cuando iba a su escritorio para preguntarle si una palabra estaba bien escrita, él me respondía: '¿Por qué venís acá si está bien escrito?'. Yo le decía que iba a consultarlo porque él sabía más que yo. Y me contestaba que no era así, que los dos sabíamos igual. Era un divino. Te juro que hasta el día de hoy todavía me lo imagino ahí en el diario".
"Me costó irme"
Desde que se jubiló, "Pirucha" no volvió a pisar nunca más el diario donde trabajó por más de tres décadas.
"Me costó muchísimo irme, lloré un montón cuando finalmente me fui. Fue terrible para mí ese momento. Y cómo será que hasta el día de hoy todavía me sigo acostando a la una o una y media de la noche. Es que sigo teniendo incorporado lo que eran mis horarios de trabajo", admite mientras todavía se la puede ver con un atado de cigarrillos a mano. Una costumbre de la que no puede apartarse a pesar de que ya tiene 77 años de edad.
El cigarrillo que aún la acompaña; polleras entalladas y apenas, de largo, por encima de sus rodillas; esa sana irreverencia mezclada con una singular simpatía y sus risas estruendosas continúan actualmente gobernando de manera bien perceptible la personalidad de la querida "Pirucha". Y eran también aspectos destacados de su especial impronta durante aquellos días en que fue parte del staff de EL TIEMPO.
"Me costó irme porque el diario fue mi lugar en el mundo. Y elegí quedarme esos dos años más por el pedido que me hizo Alfredo, que siempre fue alguien que se portó muy bien conmigo. Es un señor... Te digo más, cuando mi mamá falleció Alfredo estuvo en el cementerio, acompañándome".
Precisamente Esther, su madre, era quien esperaba a "Pirucha" cada vez que ella llegaba del diario a horarios que son típicos de quienes están ligados al periodismo gráfico; pero que por lo general no coinciden en absoluto con los vinculados a otra clase de actividades.
"Nosotros entrábamos a las seis de la tarde. Y nos teníamos que quedar hasta que el diario cerrara la edición, que no siempre era a la misma hora. Era habitual que yo llegara a mi casa después de las doce la noche; y me acuerdo que, sin importar qué hora era, mi mamá me esperaba siempre con la comida caliente en el horno", afirmó. Y en ese mismo contexto, también recordó que "con la cuestión de la guerra de Malvinas nos quedábamos en el diario hasta las siete u ocho de la mañana, escuchando los últimos comunicados que daban por la radio".
"Pirucha", en modo tipeadora de EL TIEMPO. Tan irreverente con sus gestos como lo sigue siendo actualmente.
Su llegada a EL TIEMPO
Mario Vitale, otro periodista muy reconocido del matutino local, se convirtió en el nexo para que María Cristina Verger -quien también trabajó en la proveeduría de la cerámica San Lorenzo que años atrás estaba en una de las esquinas de Moreno y 9 de Julio- dejara de atender a los clientes en la joyería de su hermano Norberto y comenzara a dar sus primeros pasos en el diario.
Por aquel entonces, finales de la década de los años setenta, asomaba un nuevo espacio laboral para Verger. El mismo que, con el paso del tiempo, además sería para ella su lugar en el mundo.
Felicitas Beatriz Ramognino -que actualmente sigue viviendo en la ciudad de Puerto Madryn-, Nobuko Ashifu y Cristina Guzmán son algunos de los nombres que "Pirucha" trae desde el recuerdo para aludir a aquellos primeros pasos como tipeadora en EL TIEMPO con esas mujeres como sus compañeras.
"Con Cristina nos hicimos muy amigas, porque ella entró un tiempo después que yo", afirma sobre su tocaya Guzmán, con quien desde aquel entonces integraron un tándem que posteriormente -junto a más empleados del diario- se reconvertiría con el transcurrir de los años, para que ambas pasaran a pertenecer al área de Corrección del matutino, una sección que actualmente ya no existe.
"Al principio me acuerdo que mucho no entendía y nos fueron explicando todo los que ya estaban en el diario. Nosotros tipeábamos lo que escribían los periodistas Y también, los cables que venían de afuera por las agencias de noticias, cuando en el diario estaban las llamadas teletipos", rememora sobre una dinámica laboral que ya es historia. Tanto para EL TIEMPO como para cualquier otro medio gráfico del mundo, atravesados todos actualmente por la denominada "era digital".
Con Nobuko Ashifu, una de sus primeras compañeras en tipeo en EL TIEMPO. La imagen data de agosto de 1980.
Junto con los ya mencionados Oyhanarte y Vitale, para la época en que "Pirucha" comenzó a dar sus primeros pasos en este diario a la Redacción la integraban también los periodistas Alberto "Loro" Clavellino, Carlos Comparato, Rubén Boggi, Miguel Toledo y Miguel Correa, quien meses atrás falleciera en Necochea.
Después, el recambio propio de la redacción de un diario hizo que a ese espacio llegaran más periodistas que compartieron tareas con Verger. Entre otros, en aquella etapa aparecieron Ángel Raco, Marcial Luna y Daniel Puga, según los menciona ella también.
"A mí me encantaba trabajar en ese ambiente. Ahí todos éramos una familia. La famosa 'familia tiempista', como alguna vez la llamó Miguel Oyhanarte", afirma.
"Son recuerdos que ahora tengo y que no me los voy a olvidar nunca. Con Gustavo Roldán -que hasta que falleciera desempeñó tareas en Fotomecánica- me cagaba de risa. Era terrible y a mí me imitaba en todo. Sobre todo, cuando me enchinchaba. Todos éramos muy compañeros, nos cuidábamos entre nosotros. Si te pasaba algo a vos, ya nos preocupábamos. Y era así porque sentíamos que éramos como una familia".
"Por eso es que digo que me costó mucho irme del diario. La etapa de la jubilación para mí fue muy caótica. Y cuando vino Alfredo y me pidió si me podía quedar dos años más, eso me hizo muy bien", reconoce Verger.
También admite que todavía hoy sigue añorando ese diario al que ella perteneció. "Lo extraño por todo lo que hacíamos y lo que compartíamos. El diario formó parte de una etapa muy hermosa para mí. Todavía extraño el arreglarme y prepararme para ir a trabajar todos los días. Fue todo en la vida para mí el diario. Viví más de treinta felices años de mi vida ahí adentro".
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