APUNTES PERIODÍSTICOS SOBRE NUESTRO BALNEARIO

APUNTES PERIODÍSTICOS SOBRE NUESTRO BALNEARIO

Espléndida realidad, orgullo de los azuleños

Gratas reminiscencias de paisajes que fueron antaño recreo de nuestras familias. El Estadio. Las Cadenas. El Vaporcito.

17 de diciembre de 2022

Cuando se echa una mirada hacia atrás y se recuerda a lo lejos los años anteriores y posteriores al Centenario de 1910, cuando el Azul crecía y se levantaban nuevas barriadas que completaban su progreso iniciado y proseguido sin descanso por sus hijos y los que llegaron a poblar estas tierras en plena guerra del desierto, nos vienen a la memoria los lugares de sano esparcimiento de la población, cuyo principal centro lo era el actual Parque Sarmiento, desde el Puente Humberto hasta más allá del Club de Remo; vale decir, el Puente San Benito, extensa zona bañada por las tranquilas aguas del Callvú Leovú, semi salvaje en parte cubierta por una espesa selva de distintos árboles entre los que sobresalían los sauces, cuyos ramajes caían cual enormes cabelleras en las orillas del arroyo, mojándose en sus tibias aguas.

Era entonces (y lo es hoy [1963] con sobrada razón) un pintoresco paraje asiduamente concurrido los fines de semana y días festivos por gran cantidad de familias, que se allegaban al lugar en los más diversos medios de transporte de esa época, para disfrutar de la frescura del ambiente (entonces le decían "la fresca viruta") como lo habían hecho en épocas anteriores, allá a fines del siglo [XIX] en otro sitio, cuando se levantó en las cercanías del Molino del Norte (propiedad entonces de Riviere) un "petit" hipódromo, con un balneario adjunto y sus respectivas cantinas, todo un Longchamps en miniatura, cuyo traslado desde la plaza costaba, en coche, treinta centavos.

Algunos años duró esta suerte de diversiones, pero circunstancias adversas determinaron el final de sus actividades, y los pueblerinos buscaron entonces otros lugares de la ciudad, yendo hacia la Plaza Marte o Plaza General Rivas, bautizada de tal manera en recuerdo del heroico jefe que comandó la guarnición local, le dio guerra y muerte al salvaje en legendarios combates.

Deportes y diversiones

Gran preponderancia había adquirido para ese entonces el barrio aledaño a la citada Plaza, por su comercio, sus barracas de frutos del país, donde eran depositados, después de prolongadas travesías en carretas que viajaban desde el Sud, alojándose sus peonadas en sendas "fondas" que había por los alrededores. Si a esto agregamos el movimiento natural diurno de los traficantes y las fiestas de fin de semana que se realizaban por allí, bien se puede afirmar que tuvo aquel barrio un esplendor por mucho tiempo.

El estadio era el principal centro de atracción, con sus partidos de fútbol, carreras de caballos en pista con obstáculos y matches de polo, porque fue precisamente allí, en esas canchas que se extendían por las calles Colón, Guaminí, Maipú, General Paz y General Rivas, donde se jugaron los primeros encuentros del emocionante deporte, siendo uno de los primeros en darle al taco y a la bocha, el entonces teniente Mosconi, recién llegado con el 2 de Ingenieros a integrar la guarnición local; el mismo que más tarde fuera General de la Nación y el gran propulsor de YPF.

La gente acudía en gran número a esas manifestaciones deportivas y luego, en la mañana o en la tarde, se volcaba por las orillas del arroyo, donde los amantes de la pesca o al "dolce far niente" veían transcurrir las horas en plácido recogimiento, "matando el tiempo", como quien dice.

Estos eran los más tranquilos, porque en los otros, la juventud briosa y tumultuosa, buscaba darle alegría al cuerpo y al alma en los improvisados balnearios que se extendían en la entonces quinta de Louge, cercana al Molino del mismo nombre, sobre la calle Guaminí y la Costanera, siendo el más popular de ellos el pintoresco lugar llamado de "Las Cadenas", bajo el puentecito que servía de paso a la cascada y al canal conductor del agua al citado establecimiento, que en parte aún puede verse. Naturalmente que allí se bañaban los que sabían nadar bien, porque era profundo y medio traicionero el arroyo, siendo necesario hacer un buen aprendizaje en otro lugar cercano al que la muchachada llamaba el "bicho baboso", por la gran cantidad de caracoles que había.

Iniciada pues la temporada veraniega y aún mucho antes, cuando el atractivo de algunas "rabonas" podía más que el deseo de estudiar, se volcaban en la hora de la siesta (las largas siestas provincianas), decenas y decenas de muchachitos para tirarse al agua, después de haber visitado, "al pasar", algunas quintas de singular atractivo por sus cerezos, guindas y duraznales cubiertos de frutas maduras y soleadas... Iniciada pues la "temporada", la concurrencia aumentaba a diario y aquellas fiestas de la natación culminaban con algún desafío aceptado para correr una carrera entre "Las Cadenas" y el Puente San Benito, de la que participaban los grandes nadadores. O, si no, de "Las Cadenas" al "Vaporcito" ida y vuelta, con o sin ventaja. Y ya que hemos mencionado al "Vaporcito", hablaremos algo de ese acogedor lugar que hizo las delicias de grandes y chicos hace más de medio siglo, y es un recuerdo gratísimo para todos los que disfrutaron del albergue propicio, merced a la bonhomía de su servicial propietario.


Señala el autor: "Se levantó en las cercanías del Molino del Norte (propiedad entonces de Riviere) un 'petit' hipódromo, con un balneario adjunto". En la foto, una vista del mencionado molina y las aguas del Callvú. FOTO EL TIEMPO/HEMEROTECA J.M. OYHANARTE

Balneario, botes, bochas, sapo

Con la instalación del 2 de Ingenieros Zapadores Pontoneros en Azul -allá por 1906-, aumentaron las actividades por las cercanías del Callvú Leovú, pues si bien los cuarteles de la dotación militar funcionaban en la Avenida Humberto I°, a la altura de las calles ex Buenos Aires, Burgos y Rivadavia, una sección del Batallón ejercitaba a la tropa con sus pontones en el arroyo, a la altura del mencionado paraje de "Las Cadenas", o aguas abajo, sobre la Avenida Mitre y sus adyacencias, donde había destacamentos con sus respectivos botes.

Fue por entonces que a estos transportes acuáticos se unieron los que trajo Don [Juan] Laborde (así se llamaba el propietario de "El Vaporcito"), al hermoso Recreo que contaba también con numerosos botes de dos, cuatro y seis remos, los cuales alquilaba por hora a todos los que deseaban pasear por las tranquilas y azulinas aguas del Callvú. Eran muchos en todas las épocas del año. Ello se explica pues ahí nomás, cerquita, se hallaba la Plaza Marte, con su "stadium" y la práctica de los diversos deportes a que hicimos mención anteriormente. Adquirió tal propulsión la práctica del remo que, con tal de satisfacer las apetencias deportivas de sus propios empleados de algunas casas comerciales de esta ciudad, adquirieron botes bautizados luego con sus respectivos nombres (Casa Pereda, Casa Vigna, Casa Andía, etc.), que amarraban a la orilla del Callvú con cadena y candado, para evitar el uso y abuso de otros que no fueran sus propietarios. Y como una consecuencia de todo ello, se organizaron carreras de botes entre puente y puente, y carreras de natación en los improvisados balnearios. Y hubo más: hermosos desfiles de botes durante la noche, adornados con guirnaldas y farolitos chinos. Todo un espectáculo de gran atracción para el vecindario.

Mientras tanto, en "El Vaporcito", se organizaban sendos almuerzos y cenas al aire libre, a la par que bullangueros picnics, con la participación de gran cantidad de familias que se deleitaban bajo la fronda del tupido monte del molino, que hoy, a más de cincuenta años de aquella feliz época, es lugar propicio para iguales expansiones.

Cabe mencionar también que, en el Recreo, había varias canchas de bochas y juegos de sapo; que, unidos a los otros deportes, entretenían largamente en los feriados a la concurrencia durante todo el día, hasta que ya bien soleados y oxigenados, regresaban a sus hogares los vecinos para reemprender las tareas semanales.

Parque y Club de Remo

Más de tres lustros habían transcurrido desde principios de siglo y aquellos parajes que habían ido poco a poco disminuyendo en actividades, al abrirse otros campos de juego en la ciudad, tuvieron un cambio total en una nueva administración municipal allá por 1918, en que se delineó el actual Parque Sarmiento, con sus amplias avenidas, sus canales y puentes, sus floridos rosedales, su rotonda y sus hermosas estatuas; y más allá, algún tiempo después, se fundaba el Club de Remo, teniendo cancha de tenis y amplias comodidades en sus cantinas o confiterías.

Por esos interesantes lugares se centró la atracción de las familias azuleñas y aquellas que llegaban de paseo, siendo largo el desfile de coches y los nuevos modelos de automóviles por el Parque, caracoleando a la par los pingos de raza, orgullo de los jinetes que se inclinaban reverentes al paso de las hermosas damas.

Por allí también se efectuaron los Corsos de Flores y desfiles de tropas militares en los días patrios; por allí también se sellaron cientos de noviazgos que contribuyeron a la formación de nuevos hogares; y también por allí hubo desilusiones que, de tanto en tanto, hay en la Viña del Señor.


"Una vistosa compuerta, extendiéndose cada vez más el Balneario de norte a sur", afirma el periodista en su artículo. FOTO EL TIEMPO/HEMEROTECA J.M. OYHANARTE

El Balneario San Benito

El paraje conocido más tarde por San Benito, tuvo su preponderancia desde los años anteriores y posteriores a la fundación de Azul y San Serapio Mártir, pues se levantó un fortín (quizás el primero) que sirvió de vigía y contención a las hordas salvajes provenientes del Sud, de aquel reino que tenía como soberanos a los ascendientes y descendientes del famoso Calfucurá.

Fue así como alrededor de ese fuerte defensivo situado a la orilla izquierda del Callvú Leovú, yendo hacia el Sud, se creó un poblado, mientras que, a la margen derecha, en lo que hoy es conocido por Santa Elena, se agrupaban las tolderías de la indiada mansa, ya entregada por diversas circunstancias a la civilización. Por esos lugares, a la altura de la calle Burgos, se estableció también uno de los primeros comercios de almacén y ramos generales, que fue destruido a poco de fundarse en Azul por un gran incendio que se produjo en un tórrido verano y arrasó con pajonales y rancheríos.

Más tarde y al ir centrándose las actividades del vecindario hacia el actual Parque, donde se estableció la guarnición militar y llegó al centro de la ciudad, fue decreciendo la actividad por el San Benito, que a fines del siglo pasado [XIX] no era sino un recuerdo de hazañas pretéritas, cuando los extensos campos de Prudencio Rosas (hermano de Juan Manuel), situados por Santa Catalina, se extendían cubiertos de vacunos hasta la entrada del pueblo, los que había que bien cuidar la guarnición, que por algo era Don Prudencio, hermano del Gobernador, señor de vidas y haciendas, con el que no necesariamente había que andar bien...


Un paseo familiar, en bote, por las aguas del Callvú Leovú. HEMEROTECA J.M. OYHANARTE

En cambio, esos parajes se habían poblado con nativos e inmigrantes afincados en chacras y quintas, con pequeñas industrias y comercios, cuyos nombres han quedado como una tradición en el lugar, como La Tahona, Santa Elena, Requena, Bolonia, Pouyssegur, Santa Rosa, etc., que a medida que pasaba el tiempo se fueron parcelando en pequeños predios, alrededor y hacia el Sud de la ciudad... Y pasaron los años.

Estábamos ya en pleno mil novecientos treinta y tantos cuando se estableció la primera línea de colectivos entre San Benito, la plaza y el hipódromo, y por ahí nació la idea de establecer definitivamente un balneario que sirviera al vecindario con todas sus características y ventajas en las márgenes del Callvú Leovú. Esa obra provocó, desde un principio, una serie de polémicas sobre el lugar preciso para su ubicación, pues mientras algunos consideraban que estaría bien sobre el San Benito, otros creían más conveniente construirlo en el Parque, a la altura de la Torre y el Patio Andaluz, no faltando los que consideraban más factible levantarlo en la Costanera, entre la Avenida Humberto I° y la calle Bolívar. Creció la controversia y las discusiones tomaron estado público, pero un buen día (era domingo), con el patrocinio de las autoridades municipales, se instaló una modesta carpa en una pequeña explanada a la izquierda del Puente, dando por inaugurado oficialmente el Balneario San Benito, de tal manera.

Era un balneario salvaje, pues llegaban hasta la orilla del arroyo los yuyales, cardales y pajas bravas en un terreno arenoso, en parte cubierto de tosca. Quienes lo vimos entonces no le dábamos mucha vida, pero como allí comenzaron a realizarse algunas pequeñas obras, se limpió el terreno de malezas, se levantaron casillas para bañistas y dos pequeños bares; la concurrencia de vecinos aumentó en sucesivos veranos y luego, una buena comisión vecinal, concretó el propósito de una rambla, quedando completada hace más de 25 años [al momento de escribirse este artículo] la iniciativa popular paseo que, con el correr del tiempo, fue adquiriendo nuevas modalidades sobre la orilla derecha del arroyo, con sus puentes, sus fogones, kioscos y tupido monte de eucaliptos, dotándoselo de modernos baños y sala de Primeros Auxilios; y más allá, de una vistosa compuerta, extendiéndose cada vez más el Balneario de norte a sur, iluminado "a giorno" en las tibias noches de verano por una serie de focos transformados en luz de mercurio para esta temporada, la que tiene nuevos atractivos, al extenderse los lugares de recreo para las familias y transeúntes.

Un cuarto de siglo ha pasado desde aquel domingo en que se levantó por allí una pequeña carpa; mucho es lo que ha progresado el paseo por el esfuerzo de un núcleo de personas que pusieron para ello todo su empeño y ahora sólo falta que se concrete la iniciativa, hecha ley en el Congreso de la Nación, disponiendo la construcción de un Gran Hotel de Turismo, con sus comodidades y esparcimientos para nativos y forasteros, que será en definitiva la gran atracción del Balneario San Benito, y de gran impulso para el progreso de esta ciudad de Azul y San Serapio Mártir.

[Referencias: artículo firmado con el seudónimo Peter Boy. Publicado en El Tiempo en el suplemento especial del lunes 16 de diciembre de 1963. El título original fue: "El balneario: espléndida realidad, orgullo de los azuleños". Archivado en Hemeroteca JMO de Azul].

El famoso viaje en "El Vaporcito". El autor nos ilustra que, además del paseo por las aguas del arroyo, "se organizaban sendos almuerzos y cenas al aire libre, a la par que bullangueros picnics, con la participación de gran cantidad de familias". FOTO EL TIEMPO/HEMEROTECA J.M. OYHANARTE


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