16 de febrero de 2023
Índigo es una Asociación civil sin fines de lucro que funciona en nuestra comunidad, basada en el principio de un ser integral bio-psico-social. Se abordan los ámbitos cognitivo, psicomotor, emocional, lingüístico y vincular. Promueven la biofilia: las personas están irremediablemente vinculadas a la naturaleza y este contacto es esencial para un desarrollo psicológico y físico en plenitud.
Desde la Asociación civil Índigo en nuestra comunidad se promueven, además del contacto con la naturaleza, las relaciones intergeneracionales, puesto que la interacción de niños y adultos mayores genera beneficios mutuos y ayuda a mejorar sus habilidades cognitivas, bienestar emocional y contribuye a aumentar la autoestima en ambas generaciones.
Al hablar de la inclusión e integración entre personas, con y sin discapacidad, en el trabajo por los derechos de las personas con discapacidad, es necesario tener en cuenta que no sólo ello tiene que ver con cuestiones discursivas, sino también con formas de ver al mundo, de ver a las personas y de respetar a cada ser humano en su individualidad.
Para conocer en profundidad el trabajo que realiza la institución en nuestra comunidad, EL TIEMPO dialogó con su impulsora de Índigo, Romanella Del Valle.
-¿En qué contexto surge Indigo?
- A partir del 3 de diciembre del año 2016. Coincide con el día de los derechos de las personas con discapacidad. Viendo la necesidad que había con respecto a un espacio viable en Azul para personas con y sin discapacidad, con distintas actividades de terapias complementarias. Como en Azul no había, buscamos crear un lugar donde se pudiera desarrollar una inclusión plena, que cumpliera funciones fisioterapéuticas, ofreciendo amplios beneficios en el área de psicológica, en lo social y emocional; así fue que formamos el Centro de Actividades Terapéuticas Asistidas con Animales "Índigo", que es una asociación civil sin fines de lucro.
Del Valle encabezó la convocatoria de los profesionales, con su experiencia en referencia a discapacidad, en la formación de acompañantes terapéutico. En su lugar de trabajo generaban prácticas, en la etapa de formación de los estudiantes, de 200 horas. Consta de una observación muy amplia, en distintos aspectos, ámbitos, y en distintas edades, no es solamente niños. Al respecto, explicó que "la inclusión no es invitar a personas con discapacidad, la inclusión es: todos hacemos una actividad y adaptamos para que todos lo puedan hacer, esa es la verdadera inclusión".
Había participado en centros de equinoterapia en otras provincias y siempre estuvo vinculada a los caballos. Buscó la manera de aunar esas dos actividades, que conocía muy bien, para impulsar este proyecto.
-¿Qué observabas en las prácticas de esos estudiantes?
- Hay convenios con distintas entidades y, a su vez, con instituciones, los hogares de niños, de adolescentes, y de ahí la observación a todas las actividades que ellos desarrollaban. La realidad es que cuando no hay recursos, el único espacio que hay son los espacios del Estado, que se ven interrumpidos por alguna razón u otra circunstancia, o que no hay cupo; no es que no funcionan, sino que a veces no hay cupo, están desbordados; entonces lamentablemente, al faltar recursos, no tienen otra opción y se quedan sin acceso. Esa es una de las cosas, pero fueron muchas las que se fueron observando a lo largo del tiempo. Ya en 2016 pensamos que había que hacer algo, porque veíamos como estaban desbordadas algunas entidades que trabajan, y el problema siempre es el dinero, el recurso".
- ¿Reciben ayuda del Estado?
- No, no recibimos ninguna ayuda, ni subsidios, ni subvenciones. Trabajamos ad honorem.
-¿Cómo comenzaron a darle forma a la idea, para conformar la asociación?
- Empiezo a buscar gente con cualidades, que respeten a los humanos. Es importante el respeto a la vida y a los animales. Busqué profesionales y no profesionales, porque hacían falta las dos cosas. A veces no son profesionales, pero tienen conocimiento en el manejo de animales, y no tienen una profesión específica, pero sí puede ser un adiestrador de caballos, por ejemplo. Empiezo la búsqueda, personas con esas características, que terminaron siendo los fundadores de Índigo y empezamos a buscar un lugar.
-¿Qué pensaban tus compañeros fundadores, con esa idea?
- Que era una locura tratar de hacer esto sin plata, pero vamos a ver hasta donde llegamos. Esa fue la respuesta de ellos.
-Y había que salir a buscar un lugar...
- Sí, salimos a buscar en chacras, en quintas, comentando esto; si nos podían ceder un espacio con sombra o qué tipo de intercambio podíamos hacer, para desarrollar las actividades. Costó muchísimo conseguir un lugar, una búsqueda ardua. Al mismo tiempo, empezamos a buscar caballos; empezó a circular entre la gente de campo y gente ligada a los caballos, nuestro pedido. Así fue que fuimos rastreando a quien tuviera lugar, a quien conociera a alguien que nos prestara un caballo, fue muy duro. Finalmente dimos con un espacio en la Ruta 60, donde nos dicen que sí, que las condiciones estaban dadas, pero que nos iban a cobrar un arrendamiento reducido.
-Al mismo tiempo, ¿aún debían conformarse legalmente?
- Claro, aún había que empezar a darle forma legal al proyecto. Nos asesoramos con contadores, abogados. Lo único que teníamos claro es que queríamos ser sin fines de lucro. Averiguamos qué personería queríamos tener para funcionar sin fines de lucro. En base a eso decidimos formar una asociación civil, a eso una personería jurídica, la adquirimos de forma privada con una escribana; en aquella época no se podía adquirir sin tanto tramite, o al menos ahora se les hace más sencillo a las instituciones porque cuentan con la ayuda del municipio para esas cuestiones. Era muy caro y lo pagamos entre todos los integrantes.
-¿Desde ese momento comenzó la tarea en el campo?
- Sí, no teníamos nada de nada. Había que bajar los cardos con guadaña; conseguimos prestado tres caballos que los íbamos a buscar nueve kilómetros de distancia. Íbamos a las seis de la mañana a buscarlos en la zona de la Rural y los llevábamos andando por adentro hasta la Ruta 60. Llegábamos al lugar 7,30 u 8 horas; íbamos al paso para que los animales no se cansaran porque después tenían que trabajar todo el día. Y arrancaba la actividad a las 8 hasta las 18, y al cierre debíamos volver a llevarlos.
-Eso fue un esfuerzo importante por parte de ustedes...
- Sí, así estuvimos un año, los sábados. Al mismo tiempo, la propuesta de arteterapia. La primera arteterapeuta fue Julieta "Chule" Bongiorno y Silvio Oliva cedió su espacio en Oliva Drys para tener un espacio en la ciudad y no tener que trasladarse toda esa distancia. Nos cedió el espacio de su taller y estuvimos ahí del primer año hasta la pandemia. Esto también era para que, además del sábado, el martes tuvieran arteterapia.
-¿Cómo hacían las familias para ir hasta el campo?
- Iban en bicicleta, en moto. Algunos tenían vehículos o los buscábamos nosotros. Había un par de nosotros que iba a buscar los caballos, y otro par que iba a buscar a los usuarios.
-Puede decirse entonces que es pura vocación...
- Sí, además los caballos eran prestados. Los hicimos revisar por veterinarios, todo lo que corresponde al cuidado de un animal. Al tiempo, la persona que nos prestó los caballos se dio cuenta que volvían más gorditos de lo que se iban, así que nos los dejaba quince días. Para nosotros era un montón, porque ya nos ahorrábamos de ir un sábado, de ir a buscarlos. Era mucho desgaste y gasto en combustible. Todos nosotros trabajamos, esto lo hacemos ad honorem. Siempre tuvimos muchos usuarios, gente que necesitaba terapias, y poca gente para trabajar y poder abastecer esa demanda.
-¿Quiénes son los fundadores de Índigo?
- Vilma Sarno, que sigue estando, Fiorella Pellegrino, Gabriel Russo, Micaela Zapata, Evangelina Di Benedetto, nuestra psicóloga; Antonella Balderrama, Mariana Gallosi, Paola Sayaavedra. Todos teníamos un rol y una función. En base a esos roles fue que pudimos armar una muy buena dinámica de trabajo. Lógicamente, esto implicó un desgaste muy grande el primer año y el segundo, lo que hizo que hoy la continuidad no sea de las mismas personas. El desgaste no sólo era físico, porque era limpiar el campo, acondicionar sin nada, sin recursos. Construir, por ejemplo, un baño químico con pallets que nos donaron y un inodoro químico que compramos. De esa forma, en el medio de la nada, teníamos un baño adaptado hecho por nosotros. Hacíamos todo. Los juegos son todos donados, construimos de lo que nos donaban; todo era viable para la utilidad para lo que necesitábamos, los materiales de arteterapia son reciclados.
-¿Los juegos y demás actividades se desarrollaban en el mismo lugar?
- Sí, al aire libre; si llovía no había actividad. En 2017, donada por la señora Boubé, tuvimos nuestra primera yegua, que dio muchísimo amor, que era totalmente apta para la equinoterapia. Era una adulta mayor, si comparamos con un humano y le extendimos la vida. Todo lo que tiene que ver con el respeto al animal tiene que ver con que el animal esté cómodo para trabajar, que sea un ida y vuelta con las personas. La mayoría de los animales que hemos recibido han sido de ese estilo, no necesariamente tiene que ser un adulto mayor, no cualquier caballo sirve. En eso nos enfocamos mucho, vamos y probamos el animal. Son animales que requieren mucha atención veterinaria. Es muy importante que tenga un carácter viable. En una o dos visitas nos damos cuenta, con tantos años de experiencia que se va sumando. No es lo mismo un caballo "manso" de carrera, que tiene una alzada de 1,80 metros, donde el usuario no puede utilizarlo, que un caballo "manso" de campo. Es manso para el trabajo o para andar, pero no es "manso de abajo", cuando no tiene hipersensibilidad en las patas. Debe ser un caballo "manso de abajo", al montar y que también sea dócil de boca, a los chicos que quieren aprender a andar, porque Índigo es para personas con y sin discapacidad. La selección es mucho más compleja de lo que parece. Fuimos creciendo en ese aspecto. Tuvimos a "Pipo"; a "Morito", de estancia Los cerritos; han sido un gran pilar en Índigo. Después llegó "Estrellita", que vino de Chillar, que la donó una nena de 9 años. Ahora acabamos de recibir a la última donada, que se llama "Porota". Es el segundo caballo que nos dona el centro hípico La Camila. En total tenemos seis.
-Con lo cual deduzco es de suponer que cuesta mantenerlos...
- Sí, y más con la sequía. Ellos comen alfalfa. Hay tres elementos fundamentales para que estén bien: la calidad del pasto, el agua y la sombra. Luego vino la pandemia y nos trasladamos a otro lugar que nos cedieron, el Centro de Apicultores; estamos muy agradecidos y trabajamos ahí muy cómodos.
-¿Cómo logran sostenerse?
- Con el aporte de socios de cien pesos. Necesitamos voluntarios y socios que aporten para con eso poder comprar la comida para los caballos. Con la peña anual, nos ayuda mucho porque recaudamos para poder darles de comer hasta marzo. Recibimos donaciones también".
-¿Cuentan con médico veterinario propio?
- No, desde el primer día nuestra veterinaria es Florencia Besik. Ella nos ha tenido mucha paciencia y es muy comprensiva con nuestra situación, con los pagos y le agradecemos mucho. El desbasador es Martin Fredes de Tapalque.
-¿Qué profesionales participan en la iniciativa?
- Somos un equipo interdisciplinario subdividido en dos áreas: está el equipo terapéutico -conformado por Psicóloga, Psicopedagoga, Terapista Ocupacional, Acompañantes terapéuticos, Docentes de educación especial, Docentes de nivel primario, Arteterapeuta, Equino terapeutas, Musicoterapeutas-. Y tenemos el equipo técnico -conformado por docentes, colaboradores, técnicos en huertas, adiestradores de Caballos, equinoterapeutas, masoterapeutas-.
-¿Qué papel tiene para ustedes la familia?
- Esencial. Tanto desde la entrevista semiestructurada, previa al ingreso de cada usuario, como en el acompañamiento de los objetivos y evaluación de los mismos, dispositivos y talleres de estrategia para la "Salud de la Familia". Con el objetivo de lograr una integración vincular entre el entorno primario y el usuario, se proponen "Talleres de orientación para padres", manteniendo la centralidad en el usuario y sus necesidades.
-¿Consideran que las familias apoyan su labor?
- En este punto no se puede generalizar una respuesta, debido a que cada caso que abordamos tiene un entorno, roles y estructura familiar diferentes. La realidad es que, en algunos casos sí y en otros no.
-¿Qué cuestiones creen que deberían modificarse para que la inclusión se torne algo más palpable?
- Dentro del marco educativo, el desarrollo de un PPI (Proyecto Pedagógico Individual) en su normativa y procedimiento la mayoría de las veces no es acorde a los tiempos y las NEE (Necesidades Educativas Especiales) del alumno. Por lo tanto, esto limita los avances tanto pedagógicos como adaptativos del mismo. De la misma forma se observan los tiempos burocráticos en las incorporaciones de acompañantes terapéuticos. Dentro de las Instituciones privadas o estatales, de índole de formación académica, deportivas, recreativas o culturales, se observa una tendencia a rechazar a cualquier persona con discapacidad, ya sea por falta de estructura edilicia que garantice la accesibilidad motora, como falta de conocimientos básicos de la temática. Consideramos que una campaña de concientización adecuada, para desmitificar antiguos conceptos, facilitaría notablemente la inclusión.
EL DATO
El correo electrónico para comunicarse con la institución Índigo es: indigocentroterapeutico@gmail.com. El teléfono: 2281-409504
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