Opinión

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No son 70 años de peronismo, son casi 80 años de odio antiperonista

5 de septiembre de 2022

Escribe Moira Goldenhörn (*)

Este asunto de "la grieta" se transformó en abismo político el pasado jueves 1ro de Septiembre cuando un hombre disparó dos veces sobre la cabeza de la Vicepresidenta de la Nación. ¿Por qué tenemos un pueblo capaz de ignorar 30 años de historia y 80 de economía política que han tenido por principales beneficiarios a los trabajadores y a los industriales mediante un modelo de desarrollo con distribución mediante incentivos, subsidios, becas, prestaciones gratuitas y préstamos accesibles?

En este brevísimo análisis planteo la realidad del trato social hacia el justicialismo y sus adherentes con el sólo ánimo de dar a conocer a quienes, por corta edad actual o imposibilidad biográfica de haber accedido a estudios medios y superiores en tiempo y forma, desconocen algunos hechos fundamentales de nuestra historia reciente; así como quienes, habiendo cursado sus estudios, fueron impedidos de conocer en profundidad los períodos históricos de modo de elaborar un propio pensamiento crítico y fundado, sea a favor o en contra, y de este modo contribuir al diálogo sincero y horizontal.

Historia silenciada, fusilada y proscripta

Si bien desde 1943 se registran varias ofensivas hacia el primer partido de masas que tuviera el país, y que implicó el acceso cierto de la clase trabajadora no sólo al disfrute de los derechos económicos y sociales sino a la toma de decisiones políticas, así como posteriormente se extendió este acceso a las mujeres; digamos que para el primer intento antiperonista, perdida la suerte del Embajador norteamericano Braden de hacer caer a Perón las elecciones en 1952, tenemos que focalizarnos en un golpe de Estado que, para resultar exitoso, requirió de un bombardeo sobre la Plaza de Mayo en un día laborable y escolar. Un bombardeo con aviones militares "bendecidos" por algunos sectores de la Iglesia y por el que resultaron asesinadas 308 personas -entre ellas dos ómnibus llenos de niños de primaria que iban en excursión-.

A ese bombardeo y derrocamiento de un gobierno constitucional, popular y el primero en la historia argentina cabalmente democrático, por incluir a los trabajadores y mujeres con derecho a votar, siguió el fusilamiento de 12 civiles que se manifestaron contra la dictadura instaurada en 1955 y posteriormente la proscripción del peronismo, del Partido Justicialista, de sus símbolos y nombres de los líderes del movimiento (esto quiere decir, para que se enteren las juventudes y quienes ya peinan canas pero no pudieron formarse en historia argentina del Siglo XX, que durante casi 20 años -aún en democracia- fue considerado delito mencionar a Perón, Evita, cantar la marcha peronista, exhibir el escudo justicialista, o leer y difundir la doctrina peronista entre otras acciones; además de impedirse participar al Partido en elecciones). Y que junto con la proscripción, se derogó por mera autoridad militar, la Constitución Nacional de 1949, votada por el pueblo, y sancionada por una Asamblea Constituyente de la que por primera vez en la historia participaron hombres de toda clase social. Les puedo asegurar que al día de hoy no se enseña ni en los colegios secundarios ni en las Universidades la Constitución Nacional de 1949, pero eso es parte de otro silenciamiento que aún continúa vigente, el de las currículas educativas.

Es que el peronismo no es enseñado en las escuelas, formación docente o universidades; ni lo ha sido desde la proscripción: ni como período histórico, ni como una ideología política autóctona, ni como filosofía nacional, ni como sistema económico de desarrollo industrial con distribución de la renta. Entonces ¿cómo podemos pensar que sería posible que la sociedad argentina en su conjunto articulara el pensamiento crítico si faltan elementos para construirlo? Porque tampoco se habla en las escuelas ni universidades de la construcción de un enemigo político deshumanizado: en este período denominado como "el aluvión zoológico".

La historia desaparecida, el desarrollismo como peronismo edulcorado y el desempleo neoliberal

Durante los casi 20 años de la llamada "resistencia peronista", como contracara de la proscripción y supresión de los derechos económicos y sociales reconocidos durante los gobiernos peronistas, intentó mantener dichas conquistas en pie a través de los sindicatos y del sentir popular que se hermanaba con el símbolo de los pensamientos, flores que fueron llamadas "no me olvides" para mantener intacta la memoria de los años más felices para el pueblo trabajador argentino. Y fue también durante este período que proliferó el desarrollismo como una suerte de "peronismo edulcorado" o políticamente correcto, porque abonaba la industrialización del país pero sin enfatizar en el punto de la distribución de la renta; omisión fundamental para delinear las nuevas políticas económicas que tomaban fuerza desde Wall Street y se impondrían en todo el continente a fuerza de pistola y desapariciones: el cambio de la matriz económica productiva industrial por la rentista promotora del ocio, del individualismo y la competencia.

Así fue que luego del breve pero contundente período de un tercer peronismo con Perón, el país quedó sumido en la más extrema violencia estatal (que mató, desapareció y robó bebés como método) que tuvo por objeto principal asegurar, al igual que en toda Latinoamérica, la instauración de un régimen rentista económico basado en la renta financiera, urbana inmobiliaria; y que en los 90 -ya en período constitucional pero de dudosa legitimidad democrática por las mentiras de la campaña que resultó victoriosa- llegaría también a la renta rural para la explotación latifundista por parte de Sociedades Anónimas y Sociedades de Responsabilidad Limitada.

La cuestión es que, ese sujeto trabajador empoderado a mitad de siglo y luchador colectivo de la resistencia peronista, fue privado de su empleo durante el desguace estatal neoliberal empujado por la mentiras de campaña justicialista que prometían un recupero de la dignidad perdida en 1955. Así fue como se lanzó el que pensaron sería -una vez más- el golpe de gracia hacia el peronismo y sus seguidores: vaciar de contenido a la doctrina y hacer de "la realidad efectiva" sólo un recuerdo y un mito de dudosa comprobación.

Y durante estos períodos, además de ser una causa de segregación social, durante la proscripción y la última dictadura, era peligroso estar en contacto con los peronistas porque podías terminar muerto, o preso. Digamos también que, durante los 90, el peronismo oficial se volvió tan banal, vacío de sentido y corrupto, que el peronismo real, resistiendo ante el desempleo y entrega de la soberanía, encontró raigambre en las calles volviendo a ser un sujeto "peligroso": los piqueteros.

Crisis social, resurgimiento y una nueva forma de ataque: lawfare y fake news, el odio social como herramienta y alimento

Desde los piquetes de los años 90 hasta el resurgimiento del peronismo con el kirchnerismo, pasando por el argentinazo del 2001, el odio social hacia el peronismo tuvo dos caballitos de batalla básicos: la corrupción menemista (olvidando así la corrupción durante la dictadura con la obra pública, la estatización de la deuda privada, o el escándalo de corrupción en la privatización del Correo Argentino entre otras causas) y el "peligro social" de un nuevo sujeto político, "el piquetero". Pero, como sabemos que la justicia sólo muerde a los descalzos, ninguna de las causas de corrupción desde 1976 hasta el 2001 avanzó hasta una condena; mientras que sí caló fuerte en el poder judicial la criminalización de la protesta social.

Ya en un nuevo período de gobierno, con "la venida del zurdaje" como bautizara la comunicadora de los almuerzos al kirchnerismo, se renovó el odio hacia el peronismo: ahora con la peligrosa mezcla conceptual de "terroristas" y "chorros"; llegando al zenith con el apodo cristinista, bautizada por los medios opositores como "montonera, yegua y puta".

Desde entonces, todo es ingrediente y condimento para la sopa de ropa vieja: clichés clasistas y racistas varios, desconocimiento básico de Historia, Instrucción Cívica, Derecho y Economía; agitado con odio y resentimiento hacia los pobres que progresan y cuyo progreso colisiona con las aspiraciones clasemedieras que nunca llegan a realizarse en los hechos como la vida que proponen las revistas del corazón.

Así es como prolifera "el nuevo plan cóndor" con el combo de fake news para desgastar la imagen de los políticos del pueblo generando odio contra ellos, y el lawfare para inventar causas judiciales incomprobables en sede judicial pero que hagan mella en la imagen pública de modo de alejar votantes. Pero debemos saber que esto no comienza aquí ni ahora: Honduras, Paraguay, Brasil, Ecuador, Venezuela; luego Bolivia -pero con tan poco éxito en este caso que se debió recurrir a un golpe militar "tradicional"-, han sido escenarios previos de lo que hoy estamos transitando en nuestro país y que llega a un punto de inflexión con los dos disparos a la cabeza de la Vicepresidenta. Disparos que, por gracia de Dios, no salieron del arma.

Tomar conciencia del odio histórico para fundar un nuevo contrato social

Quizás, en una vocación democrática progresista que no espera encontrarse con escenas tan reñidas con el principio de realidad, se haya caído por parte del gobierno en un exceso de tolerancia ante las muestras de odio, de irracionalidad, de mentira y ocultamiento de los hechos al permitir su confusión con "libertad de expresión" o "libertad de prensa". Ejemplo de ello pueden constituirlo los hechos que hemos visto durante la cuarentena en personas que pregonaban la tierra plana y diversas formas de odio antiperonista todo en el mismo acto; antivacunas y urgente vacunación a la vez; la caricaturización de un Alberto títere y endeble pero a la vez digitador del mal; las quejas por justicia supuestamente cooptada por el kirchnerismo pero que en los hechos absuelve a la oposición sistemáticamente.

Puede ser un exceso de tolerancia, sí; pero aún en este caso, no es responsabilidad principal de quien tolera la violencia sino de quienes la ejercen de manera sistemática y alientan al odio social; mucho menos de la víctima. No podemos caer en niveles tan graves de politicidad machista: nunca es culpa ni responsabilidad de la víctima del odio, la violencia que se ejerce contra ella.

Es por ello que, democráticamente, debemos poder fomentar y sostener en el tiempo espacios de diálogo sincero y fluido para que, basándonos en la realidad histórica y actual, seamos capaces de reformular un nuevo contrato social donde la mentira, el odio, los privilegios de clase, raza, sexo y género sean desterrados de la convivencia social.

Debemos ser capaces como sociedad, desde la escala más pequeña de nuestra comunidad, hasta la dimensión nacional federal, de permitir el encuentro en las diferencias para crecer en comunidad, de comprender la realidad del otro para nutrir la propia, de relacionarnos en cooperación en lugar de en competencia y eliminación comprendiendo que mantener privilegios sólo engendra sufrimiento en quien no los ostenta, que la real democracia implica también democratizar el acceso a los bienes y la renta mediante la equidad ante situaciones extremas y la igualdad de oportunidades en situaciones ordinarias.

La humanidad ha demostrado que es mucho más que el lobo devorador de sus hermanos, es hora de demostrarlo en nuestra Patria también. Los discursos de odio son los precursores de los crímenes de odio, y de eso ya tuvimos suficiente; por ello dijimos #NuncaMás. Honremos la democracia desterrando el odio social.

(*) Abogada-Escribana

Docente en Cs. Jurídicas, Humanas y Sociales

Investigadora en Sociología Jurídica

Maestranda en Cs.Sociales y Humanidades

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