20 de diciembre de 2022
Las acciones que llevaron a la fundación del Jockey Club de Azul y su hipódromo. Los sitios elegidos y sus propuestas. La inauguración y las carreras que se disputaron. Ganadores y tiempos.
La fundación del Jockey Club y el Hipódromo de Azul no fue una improvisación, sino una necesidad ambiental, que encontró eco propicio en la clase pudiente de nuestra sociedad, vinculada en su mayor parte a los altos valores porteños, por parentesco o amistad, reflejado también en el intercambio agropecuario con los grandes establecimientos de campo del Partido de Azul, donde el culto a un buen parejero se demostraba día tras día, en el rodeo, en el arreo o en una fiesta campera dominical, con sus carreras, corridas de sortijas, domas y pialadas.
Bien se podría decir que, desde la fundación de Azul y el Fortín de San Serapio Mártir, el caballo era la prenda codiciada del hombre, de nuestro hombre de la campaña y ciudad, que veía precisamente en la caballería su defensa en la pelea y su herramienta en el trabajo; su lujo para el paseo y su "crédito" para los entreveros en las güellas, según las mentas dejadas por la tradición en los corrillos de las Esquinas de campo, donde caía a fines del siglo pasado [XIX] la flor y nata de los criollos de estos pagos, recordando hazañas pasadas, cuando se aguantaba en sus pingos un tira y afloje en la indiada levantisca y salvaje. Y el gaucho de nuestros pagos peleaba para defender su vida, trabajaba para mantener su rancho y, a la par, cuidaba a su flete -ligero como la luz- para lucirse en una cuadrera. Por eso, al evocar esa época de la conquista del desierto, recordamos a Martín Fierro cuando decía: "Yo me le senté al del pampa / Era un ocuro tapao / Cuando me hallo bien montao / De mis casillas me salgo / Y ea un pingo como un galgo / que sabía correr boliao...".
Pasaron los años y llegamos a la celebración del Centenario de nuestro primer grito de libertad: el año 1910; y Buenos Aires y el país todo se vestía de fiesta para festejar tan digna epopeya. Llegaban delegaciones de todos los países del mundo y, entre ellas, las vinculadas al turf internacional europeo y americano. Los señores propietarios de las afamadas caballerizas de Epson, en Inglaterra, Longchamps y Auteil en París; Kentucky en la Unión [EE.UU.]; La Gavea en Brasil; Maroñas en Montevideo, llegaban y se unían a la gente que, en el Hipódromo Argentino, se disponía a presenciar la Gran Carrera Internacional, en la cual participaban los mejores pura sangre argentinos y algunos extranjeros, atraídos por la prima bien dotada; y entre esa gente se hallaban muchos azuleños vinculados al turf nacional, por el intercambio de caballos de carrera provenientes de sus haras. Para ese entonces, el Hipódromo de Palermo brillaba en el continente con luces propias porque, año tras año, se superaban los cracks, descendientes muchos de ellos de padrillos importados, entre los que figuraban Orbit, padre de Old Man y abuelo de Botafogo; y otros que, como Jardy, Cyllene, Saint Wolf, Offembach, Will Bamble, Gladiador, Dusty Miller, Diamond Jubilee, etc., habían dado grandes performers, que batían récords en toda distancia en la pista palermitana, dando lucimiento a los grandes látigos de aquel entonces que, como Isabelino Díaz, el zurdo Laborde, el inglés Englander, tenían fama bien ganada, al igual que Domingo Torterolo, el popular Mingo o "Muñeca brava", que había venido de Montevideo con su padre, Don Pío Torterolo, y su hermano Juan, después de haber cumplido la hazaña de ganar su primera carrera en Maroñas a los 11 años y pesando tan sólo 28 kilos, siendo posteriormente el mejor jockey de su época, a la par de Francisco Arcuri, el famoso Pancho Galera.
Los azuleños, que presenciaron aquellas fiestas hípicas, regresaron de la Capital Federal con el ánimo predispuesto para la creación del Jockey Club en nuestra ciudad, iniciándose las conversaciones, de las que participaron los señores Rafael y Manuel Campos, socios del Jockey Club Argentino, y con establecimiento de campo en el denominado Fortín Irene, a corta distancia de esta ciudad.
Naturalmente que la trascendencia de la cuestión importaba una serie de conversaciones que se prolongaron por una temporada, a fin de llegar a un acuerdo definitivo y de resultados satisfactorios. Por ese entonces, era empresario del Teatro Español un señor de descendencia itálica, de apellido Guglielmoni, quien, para mayor comodidad de los elencos artísticos que provenían de la metrópoli, había establecido una casa de hospedaje en la calle San Martín y Rivadavia, denominada "Pensión Italia", y fue allí, precisamente, donde la idea aquella cuajó y nació el Jockey Club de Azul.
Cuna pobre tuvo el Jockey Club al germinar y fructificar la idea de su fundación en la humilde "Pensión Italia", de la calle San Martín y Rivadavia; pero, en cambio, tuvo en quienes la auspiciaron y concretaron un alto espíritu combativo para no desmayar en la empresa que, por su misma grandeza, tenía sus dificultades de orden jurídico, económico y social. Y a ella aportaron los hombres, empeñando en la tarea toda su influencia y capacidad financiera, que debió ser puesta en juego para darle al Jockey Club y al hipódromo, la jerarquía que, desde el principio, logró adquirir en la provincia de Buenos Aires.
Fue una noche, la del 14 de agosto de 1912, cuando sonó la campana y se largó la carrera... Por invitación especial de los gestores del movimiento hípico, se reunió un importante núcleo de vecinos en la pensión del itálico Guglielmoni y, después de hacerle los honores a una bien servida cena a base de raviolada, que era el plato de lucimiento de la casa, bien rociada con un Chianti importado por el dueño, se puso sobre el tapete la tan debatida cuestión, que tanto preocupaba a la gente vinculada al turf lugareño, y luego de ponerse sobre el tapete la importante cuestión, se labró el acta de fundación.
Al Jockey Club no sólo vecinos de Azul contribuyeron a darle alas, ya que en la nómina de fundadores figuran personas vinculadas al turf nacional y regional, propietarios algunos de ellos de Haras ya famosos en el "elevaje" argentino y dueños también de caballerizas de gran prestigio, en el Hipódromo de Palermo y otros del interior del país, cuyos pupilos, por su calidad, triunfaban en los principales clásicos del año.
Bajo los mejores auspicios inició sus actividades la comisión directiva del Jockey Club; y después de haber conseguido la personería jurídica, inició la principal tarea, para lo que había sido fundado, disponiéndose a construir el hipódromo en un lugar apropiado. Hubo, por ese entonces, una revisión general de terrenos que pudieran adaptarse a tal finalidad, participando en las tareas ingenieros civiles y militares, estos últimos pertenecientes al Batallón 2 de Ingenieros, cuya oficialidad prestó al proyecto su más decidida colaboración. Después de algunas consultas, quedaron dos propuestas sobre el tapete. La una eran las chacras de Toscano, en donde se había construido una pista de carreras cuadreras, situada en la prolongación de la Avenida Mitre y la actual ruta N° 3; la otra importaba la adquisición de un amplio campito, a cuyas márgenes también se había corrido anteriormente, sito frente a lo de Bettinelli, y a la margen del arroyo, resolviéndose, por su extensión y precio, adquirir este último. Y allí se construyó el hipódromo.
Mientras tanto, y a la par que se delineaba la pista de carrera, en una extensión de 2.100 metros y se levantaban las tribunas, la afición turfística azuleña se interesaba grandemente concedía en otros hipódromos del país y especialmente en Palermo, que también renovaba sus canchas bajo el control de Juan Casellas una de las personas más entendidas en esta materia que fue adquiriendo renombre en su profesión y que fue requerida su presencia en otros circos hípicos del país entre ellos el de Azul, poco antes de su inauguración, dándole su aprobación, considerando que tenía una excelente cancha, con dos extensas pistas y un buen colchón de arena. Desgraciadamente las inundaciones que se sucedieron años más tarde y que afectaron grandemente a la campaña de nuestro Partido, se fueron llevando la materia arenosa al arroyo y arrastrada lejos, nunca se pudo recuperar. Ahora se anuncia que la cancha será cubierta con arena, como en aquel entonces, con cinco mil camionadas, quedando de esta manera en excelentes condiciones para el desarrollo de las competiciones.
Brillaba el turf nacional para ese entonces, no sólo en el hipódromo argentino, sino también en Europa, triunfando en Paría, en Longchamps y Saint Clou, pura sangre de studs argentinos pertenecientes a los señores Luis Belaude, Manuel Saavedra, Benjamín Roqué, Ignacio Correa, Saturnino de Unzué y otros, siendo de destacar la campaña cumplida por Madrás, ganador conjuntamente con Cyroneus de algunos clásicos importantes.
De allá llegaban noticias, pero más de cerca las tenían los azuleños de Palermo y La Plata, por vinculación más estrecha. El año 1913 fue el año turfístico durante el cual brillaron estrellas cuyos nombres, a través de medio siglo, no se han apagado y sirven de comparación con los cracks que se van sucediendo en la arena palermitana, y una de aquellas fue la yegua Enérgica, considerada como una de las mejores yeguas del turf nacional, cuyas bondades sólo pueden equipararse a Mouchette, Dijital y Cote D'Or, formidable cuarteto que aún no ha sido superado. La yegua Enérgica se adjudicó, entre otros clásicos, el Gran Premio Carlos Pellegrini, dirigida por Manuel Lema, a quien, por su vida rumbosa en los altos centros de diversiones porteñas, se le llamaba el "magnate Lema". En esa importante carrera, Enérgica derrotó a Charming, dirigida por Mingo Torterolo, pero éste poco después se tomó cumplida revancha al derrotar con Charming a Enérgica, en el Clásico Comparación, cubriendo los 2.200 mmetros en 2'16"... Por algo, por entonces y después, se siguió diciendo que el Comparación era la "tumba de los campeones".
Transcurría 1913, siendo considerados Enérgica como la mejor yegua y el potrillo Irigoyen como el mejor producto de su generación. Entramos después en 1914 y la producción de Old Man y Cyllene encabezaba las estadísticas, ganando también Felpilla, la Polla de Potrancas, y Folleto, la Polla de Potrillos. Saldrían a la pista poco después Tresor, La Ñatita, Canora, Aviceña, Mouchette, Elcano y otros performers que dieron brillo a las tardes de Palermo, en una sucesión de luchas emocionantes.
Atraída la gente con la nueva aventura hípica que se avecinaba en Azul, estaban las miras puestas en las nuevas construcciones que darían cima en ese mismo año, según se aceleraba la obra. Para comodidad del público, se habían levantado dos tribunas: la oficial y la popular, hallándose ambas pistas en condiciones de ser habilitadas en toda su extensión y, a la par de todo esto, algunos studs fueron construidos en las inmediaciones del circo hípico y otros en las inmediaciones de la plazoleta de La Tosquera, los que aún [1965] se utilizan en la renovación constante de los parejeros. Y hubo algo más para el mayor éxito de la empresa, en la cual colaboró en ese entonces un núcleo de vecinos, y fue la actividad desplegada en algunos Haras de la zona, entre los que se recuerdan los siguientes: Haras La Delia, propiedad de Don Luis Saint Germes; actuaba de semental Alférez, de lucida actuación en Palermo. Haras Rigoló, de Félix Armen, con los padrillos Petimetre y Full Hand, este último hijo de Old Man. Haras Bella Vista, de Don Antonio Álvarez, que tenía a Maíz y Martirio. Haras El Cordobés, de Don Antonio Villa, con Greendale de padrillo y otros establecimientos propiedad de los Cristeche, Mentasty, Pumará, Frahan, cuya producción comenzó a actuar a poco de abrir sus puertas nuestro hipódromo y siguió luego por largos años, pudiendo destacarse ahora que varios de esos productos fueron cracks en nuestras pistas.
Ya a mediados del año 1914, la dependencia hípica del Jockey Club de Azul se levantaba airosa y elegante, en el lugar que actualmente ocupa, con una espléndida pista de 2.100 metros y también, al igual que en el Hipódromo de San Isidro, con una diagonal que cubría un tramo de 800 metros, destinada a competiciones extraoficiales, diagonal que más tarde fue suprimida, quedando la cancha como se encuentra en la actualidad, muy bien arenada.
Mientras tanto, la gente allegada al turf local, comenzó a traer los "racers horses" de Palermo, La Plata, Temperley, Rosario, Bahía Blanca, etc., fundándose con ese motivo numerosas caballerizas, algunas de las cuales subsistieron durante muchos años, hasta bien entrado 1927, en que por Ley se cerraron los hipódromos en la Provincia de Buenos Aires, afectando los intereses de los criadores de la raza caballar y de un crecido número de profesionales allegados al turf bonaerense y, también, a las poblaciones en las que realizaban tales actividades. Hubo, pues, trece años (entre el '14 y el '27) en que nuestro hipódromo nació y fue creciendo con algunos altibajos, debido a que la guerra mundial iniciada por aquella época fue provocando una honda crisis económica que afectó todos los órdenes de la vida ciudadana y, como es lógico, a la institución hípica.
Llegamos pues a octubre de 1914 y una inusitada actividad se desplegaba dentro y en las inmediaciones de nuestro hipódromo, ante la curiosidad del vecindario, que veía pasear por las calles del norte de la ciudad a los caballos que iban a competir en la flamante pista, desde el momento de su inauguración, pertenecientes a las caballerizas inscriptas, entre las cuales figuraban, para la primera fecha, las de nombre: Sierras Bayas, Casualidad, Calfú Leofú, Las Carolas, Los Amigos, Novelero, Unitario, Pisco, Los Ombúes, 8 de Julio, Smara Boy, Vaillant, Maiten, El Clavo, Marina, Los Carditos, La Lucha, Buchardo y La Madama, algunos de cuyos pupilos resultaron los ganadores en las cinco carreras disputadas.
Estaba todo preparado para la inauguración del hipódromo, aquel 11 de octubre de hace cincuenta años y, especialmente invitados, llegaron en un tren especial de la Capital Federal, un importante núcleo de personas, integrando la delegación del Jockey Club Argentino, que de esta manera se adhería al feliz acontecimiento, los señores Martínez de Hoz, Bullrich, Tezanos Pintos, Olivera Campos, Frías, González del Solar, Bosch, Luro, Santamarina y otros prestigiosos caballeros, expresando su simpatía a nuestra primera institución en elogiosos conceptos el entonces Presidente del Senado y titular del Jockey Club de Buenos Aires, doctor Benito Villanueva.
También vinieron representantes de otros hipódromos y corrió, a partir de entonces, un convoy expreso de Olavarría a Azul, ida y vuelta, y otro desde Las Flores, en los que viajaban los simpatizantes a las carreras de la extensa zona. El entusiasmo en Azul era grande, pues se iba a salir de una medianía, cual era la disputa de cuadreras, para entrar en las cosas grandes del turf, con sus pur sang, sus componentes y sus jockeys, exhibiendo vistosas chaquetillas y mucha habilidad en el manejo de la fusta.
Poco después de mediodía de aquel 11 de octubre, la gente se volcó hacia el hipódromo en cientos de vehículos, que partían del centro de la ciudad o llegaban desde la campaña, volcando cientos de personas en las instalaciones del hipódromo, y entre aquellos vehículos figuraba, funcionando por primera vez, un antiguo tranvía (traído de la Capital), tirado por cuatro caballos, a cargo de Don Fabián Peluffo, que oficiaba de postillón, cobrando treinta centavos el boleto de la Estación ferroviaria al circo hípico. Era todo un espectáculo aquel viejo tranvía, orgullo del Buenos Aires de antaño, muy útil sin embargo para nuestros burreros.
Cinco fueron las carreras programadas, destinadas a puros y mestizos, que incluía una competición de trote sobre la distancia de 5.000 metros.
Un mundo de gente llenaba las tribunas cuando, por primera vez, sonó la campana y se elevó al tope la bandera colorada, dando la señal de partida para la primera prueba, que iba a ser controlada por el Comisario de Carreras, integrado por los señores Augusto Taliche, Rafael Campos, Luis Saint Germes, Esteban Louge, Juan N. Navas, Pascual Pourtalé y José María Lier.
Cinco eran los pingos que iban a correr, alineándose detrás de las cintas, en el fondo de la diagonal, los siguientes caballos: Pisco, Capricho, Choiqué, Amila y Viento en Popa, y en medio de la general expectativa se largó la carrera, y de punta a punta se impuso Viento en Popa, un hijo de Inocence y Tromba, perteneciente al stud Buchardo, dirigido por su cuidador y jockey Francisco Anzuarte. Segundo entró Capricho, perteneciente al stud La Chumbeada, de Domingo Moreno, integrando Pisco y Choiqué el marcador. Tiempo empleado: 48" 1/5.
La segunda carrera, distancia 1.000 metros, la ganó Espigón, dirigido por el después popular Tuca Álvarez, en 1' 1". Segundo, Pisco, que corrió en doblete.
En la tercera ganó Saltarín, un descendiente de Penitente y Pereza, en 1' 27" los 1.400 metros, logrando doblete Francisco Anzuarte, su piloto. Segundo: La Actriz, del stud Maiten.
En un match sobre 600 metros, la yegua Chola, piloteada por Ferreyra, le ganó en 36" a Temerario, de Moreno, perteneciendo aquella al stud Los Cardos.
Para finalizar la reunión salieron a la pista cinco trotadores, para disputar el Premio Emilio Pourtalé, sobre 5.000 metros, siendo de fama en la región, por su calidad para actuar en esta clase de pruebas y en un final sorpresivo para los aficionados, el zaino negro Menelik, dirigido por Don Belisario Zapata, derrotó al 2 de Línea de Reginaldo Ferreyra, abonando aquel el sport más reconfortante de la tarde: $ 21,05 a ganador y 5,95 a placé, mientras que el pupilo del stud Las Carolas repartía $ 8,95 a placé. En un buen tiempo de 9' 4/5 cubrió los cinco kilómetros el ganador.
A partir de entonces fueron desfilando los escuadrones de pingos por las pistas de nuestro hipódromo, como cuentas de collar en fino hilo, los nombres de los cracks que se llamaron Sarrasín, Legendary, Campero, Río IV, Smile, Idus, Alfereta, Sangolushe, Protargol y tantos otros, en la época de oro del turf azuleño.
[Referencias: artículo firmado con el seudónimo Peter Boy. Publicado en El Tiempo el jueves 16 de diciembre de 1965. El título original es: "Un galope por las huellas de los recuerdos del turf. Nombres que reviven a través de los años". Archivado en Hemeroteca JMO de Azul].
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