20 de mayo de 2023
Ha pasado mucho tiempo desde aquel 21 de mayo de 1971. Ese día, la calabaza, ya bastante deslucida del Teatro Español de Azul, se convirtió en la carroza que me llevó a un viaje con barquinazos pero sin retorno. Ese día, sin encontrar seudónimo artístico que me cubriera, subí al escenario. No fue Shakespeare, ni Lorca, ni Discépolo mi primer abordaje. Fue "Dos Señores Atorrantes", una simple y reidera comedia de Guillermo y Horacio Pelay que protagonizaban Walter Caputti y Julio Antonucci en el querido Conjunto Artístico del Club River Plate Azuleño al cual me acercaron mis recordados María Angélica Luenzo y Miguel Angel Vacca. Tampoco este primer rol era trascendente. Dos entradas, dos "bocadillos" y bigotes pintados para parecer mayor. La escenografía estaba determinada por telones pintados que se alquilaban en Buenos Aires colgados en varillas que pendían de la parrilla y que alternaban una sala señorial y un patio de conventillo. Algunos muebles y la presencia infaltable de la concha del apuntador. Y estreno con un público que acudía gozoso a disfrutar la historia.
Yo había pasado ya por las "clases" de Gregoria Monforte del Centro Cultural Cervantes que me enseñaba a decir los textos de Casona. Ya había ido a "hacer banco" en los ensayos que se realizaban frente al parque. Una pequeña puerta que daba lugar a un estrecho pasillo para llegar a una despojada pieza al fondo que era entibiada con un calentador a kerosene por el maravilloso don Santos Olguín, tipógrafo y actor vocacional, cuya palabra y enseñanza era agradecida y respetada.
Me había recuperado de la secreta frustración de que cuando llegué a Azul desde mi Alvear natal ya había sido cancelado el Seminario Provincial de Teatro donde me había ilusionado con ingresar al enterarme que había montado "El Corazón Extraviado" de Zavalía.
Lo que vino después fue el profesorado de Literatura, ser dirigido por primera vez en un texto de Benavente por María Susana Corsia Hurtado de Mendoza, los cursos como "oyente" de teatro con Enrique Ryma en la primera escuela de Estética que Felisa Schcraiber había logrado abrir y otras experiencias que entonces me parecieron fabulosas.
La historia continuó en Buenos Aires al ingresar a la Escuela Municipal de Arte Dramático. Estudio. Trabajo. Experiencias. Mis primeros textos teatrales. Mis primeros abordajes como docente. Y siempre el contacto con esta tierra Azul a la que adopté mía ya que a pesar de la cantidad de años vividos en la capital siempre me autodefiní azuleño.
Tal vez la historia siguiente es más conocida y pública a partir de fundar el 1983 el Taller Teatral Municipal de Azul con la Profesora Raquel De Paula de Roldán.
Hoy tenía necesidad de rescatar como a borbotones de la memoria este recuerdo que me enternece y me alivia en el seguir andando. Aún conservo pretensiones de tirar semillas en el camino porque lo más bello de la vida y del trabajo es recoger la sonrisa o la lágrima de algún logro en el trayecto. Lo hermoso, aunque pequeño, calma las heridas de la decepción y la ingratitud y da fuerzas para no caer del todo. Y ahí llega el verdadero éxito, el que muchos no toleran y te cobran, seguir en el camino.
FOTO: "ESPECTACULAR 120", aniversario del Teatro Español. El personaje narra la historia de los pioneros que fundaron el edificio y la historia vivida desde el Taller Teatral Municipal y el Equipo Delta.
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