LA LABOR DE INFORMAR

LA LABOR DE INFORMAR

"Cada historia que visibilizamos a través de los medios puede tener un efecto impensado y mágico sobre otros"

Desde hace más de una década Carolina Di Cataldo le pone su especial impronta femenina, con su cara y con su voz, al informativo del canal local. Detrás de las noticias que cuenta por televisión, la "Gringa" recorre a través de estas líneas su vida ligada al periodismo. Una actividad a la que llegó también desde su formación como locutora. En medio de ese viaje, afirma que se siente una "afortunada" por ejercer el fenómeno de la comunicación siendo parte de la vorágine actual, "en la cual debemos surfear retos a diario".

8 de junio de 2024

Bajada

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PIE DE FOTO 1

Carolina Di Cataldo, con José Inza y Daniel Scioli. La imagen data de enero de 2014, cuando el por entonces Gobernador bonaerense vino a Azul para recorrer, junto al otrora Intendente, las obras de remodelación de la Escuela 17.

NACHO CORREA/ARCHIVO/EL TIEMPO

PIE DE FOTO 2

Escribe: Carolina Di Cataldo (*)

Difícil tema para mi esto de escribir. Contrariamente a lo que muchos puedan imaginar, el periodismo gráfico nunca fue "mi fuerte".

La tarde en que un compañero -colega de EL TIEMPO- me propuso escribir una pequeña columna en virtud de este 7 de junio en que se conmemora el Día del Periodista automáticamente, o instintivamente, lo primero que le respondí fue que "no", teniendo en cuenta (algo que sigo sosteniendo todavía a pesar de que cumplí con ser parte de esta convocatoria) que no creo poder debido a que no me considero buena haciéndolo y -además- porque pienso que no sabría qué decir.

¿Qué decir? Puede sonar extraña la frase "no saber qué decir" para alguien (en este caso quien escribe estas líneas) que dedicó su vida a la comunicación.

Una extraña paradoja que, ahora que lo pienso, al menos merecería un análisis de tinte psicoanalítico.

Técnicamente hablando, no soy periodista. Pero estudié Comunicación Social y, además, me recibí de locutora.

Pero si de revisar mi vida se tratan estas líneas, puedo contar que comencé a ejercer como comunicadora mientras estaba terminando el Secundario en la Escuela Normal de esta ciudad, allá por el año 1993.

Creo, con la mayor franqueza de la que pueda valerme, que jamás dudé de la profesión/oficio que amaba. Y lo manifiesto así porque para mí la comunicación es una pasión. Es amor, es energía, es miles de cosas menos un trabajo.

Cuando me dicen "periodista" confieso que me da un poco de vergüenza. Pero no por ese cliché de falsa modestia, sino porque me considero muy "pequeña" ante tantos y varios hombres y mujeres enormes que ejercen o ejercieron esta bella profesión.

Si están leyendo hasta aquí, probablemente se estarán preguntando por qué -con todo lo que vengo contando hasta ahora- finalmente acepté hacer este breve racconto o relato relacionado con mi vida y, al mismo tiempo, con la profesión que ejerzo a diario.

La respuesta quizás sea porque, más allá de lo convincente que fue mi colega al proponérmelo, también en algún punto podría representar un mínimo desafío (léase también esto que afirmo como una aventura desordenada en cientos de caracteres).

Mi vida profesional comenzó con la radio, un medio de comunicación que adoro en el ancho sentido del término.

La radio me dio la experiencia, la soltura, el "timing" y el "training" indispensables para poder bucear en historias que merecían ser contadas y darse a conocer.

Seguramente, para muchos resulte difícil de entender o incomprensible lo que significa la comunicación para aquellos afortunados (así me siento yo) que vivimos de ella.

Lugares, personajes, realidades -a veces tan distantes de nuestro micro mundo- son sólo algo de lo que la comunicación (mi trabajo, además) aportó a mi vida.

Sentir de vez en cuando que algo rutinario -como una nota, una entrevista, un comentario o una opinión sobre determinado tema- puede generar una transformación en el otro que escucha o te mira es tremendamente importante desde mi punto de vista para el desarrollo de esta actividad.


Carolina Di Cataldo y Nahuel Maumús, uno de los camarógrafos de Somos Azul. Un momento de distensión entre dos compañeros de trabajo, a la espera de una nota para ser contada en el noticiero. NACHO CORREA/ARCHIVO/EL TIEMPO

Cada historia que visibilizamos a través de los medios de comunicación puede tener un efecto impensado y mágico sobre otros.

Esos efectos impensados, no planeados, son pequeños tesoros que a través del paso de los años agigantan aún más ese motor interior pasional que me hace seguir ratificando lo que ya dije: que soy una afortunada. Entendiendo, en este mundo a veces tan vertiginoso y veloz, que cada mínima realidad que se haya visto "mejorada" en función de nuestra labor de comunicar es sencillamente (y aquí llega el comentario que algunos lectores, lo admito, pueden definir como "cursi") un lauro para atesorar.

La falta de entrenamiento o de gimnasia gráfica hará presumiblemente de esta columna un relato desordenado.

Hecha la salvedad, retomo sobre mi vida profesional. Y cuento que hace ya más de una década (exactamente doce años) que la televisión es mi lugar de trabajo.

Permítanme confesar que en ella encontré un espacio que a priori sentía hostil, tomando en cuenta que la imagen suele ser el eje de la TV.

Pero ahora puedo decir que es mi refugio, mi mar.

Al mismo tiempo, funciona como un espacio donde vivo aprendiendo, adaptándome y creciendo día a día.

La comunicación y su mutación en los últimos tiempos forman parte de una vorágine en la cual debemos surfear retos a diario.

Los cambios y avances tecnológicos hicieron de nuestra profesión, tal como la estudiamos, una singular tarea artesanal; como si fuese una madeja donde vamos tejiendo lo aprehendido con lo experimentado y lo incorporado en nuestra formación académica con lo surgido desde la exploración de la virtualidad.

En este sendero me encuentro ahora: en el del crecimiento. Ese camino en el cual, a pesar de los años, sigo eligiendo -como hace tres décadas- sólo y sencillamente comunicar.

"Sólo comunicar", con todo lo que ello abarca e implica.

Colocar en cada historia una mirada amigable.

A menudo nuestra vida es cuasi un torbellino; pero poder tener la serenidad de pensarnos, entendernos y empatizar con otro... Ese es uno de los desafíos de comunicar.

Más de uno de ustedes, ocasionales lectores, no coincidirá ni en una coma con todo esto que expreso. Pero ahí también reside uno de los secretos en esto de comunicarnos.

(*) Locutora y coconductora del noticiero del canal Somos Azul


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