3 de mayo de 2022
"Nunca me gustó trabajar en una fábrica o en lugares donde estás muy atado. A mí me gusta el campo, donde siento como que hay más libertad y que uno anda más tranquilo", afirma el azuleño protagonista de esta nota. Al mismo tiempo que está estrenando sus sesenta años de vida, casi la mitad de la misma la ha transitado trabajando en "Las Blancas". Devoto hincha de River y apasionado por el automovilismo, en su historia se destacan también su condición de eximio asador y su fervor por las costumbres y tradiciones argentinas.
En Azul la cabaña "Las Blancas" perteneciente a la firma Delfinagro -de la que uno de sus principales responsables es el empresario y hacendado Alberto Guil- es desde hace casi tres décadas el lugar en el mundo del protagonista de esta nota: el trabajador azuleño Adán Oscar Espán.
"El Ruso" o "el Loco" -como también lo conocen a Oscar- viene desempeñando tareas en ese establecimiento rural desde el año 1993. Y esas mil formas que suele adoptar un hombre que se dedica a los quehaceres rurales, donde además de poner el cuerpo pone el alma a cada una de las labores que desarrolla a diario, son para Espán un modo de vida que, desde que comenzaba su transición de niño a adolescente, forjó en el seno de su familia. Sobre todo, a través de la materna, cuando una vez que terminó la Primaria en la Escuela 28 de Azul decidió que no iba a seguir estudiando -"porque no me gustaba", admite él ahora- y en aquel entonces todos los fines de semana se iba a Las Flores, para ayudar a su abuelo Oscar Viera, el papá de su mamá Aída, y a su tío en las tareas rurales.
"Él y mi tío Miro, que murió hace poco, me enseñaron a hacer de todo en el campo. Me acuerdo que sembrábamos maíz y que después lo íbamos a juntar. En ese entonces yo tenía trece años y ya andaba arriba de un tractor, arando", recuerda ahora.
Oscar, que ayer cumplió seis décadas de vida rodeado de sus afectos, empezó a formar su familia cuando, con apenas 19 años de edad, se casó con Fabiana Dilernia.
Ambos celebraron el pasado 24 de diciembre cuatro décadas de matrimonio. Y en ese formato de unión que para ellos sigue siendo inquebrantable, a pesar de haber atravesado por momentos durísimos, los dos tienen hoy para exhibir -orgullosos- que son padres de cuatro hijos, abuelos de varios nietos y hasta bisabuelos.
La grasera y el "hombreador"
No bien Adán Oscar Espán comenzaba a transitar su vida matrimonial allá a principios de la década del '80, su perfil de joven laburante lo tenía como empleado en la primera grasera que hubo en Azul, que estaba ubicada en el predio del PIDA I.
"Me acuerdo que a los huesos, que después los molíamos porque se usaban para elaborar comida para perros y otras cosas, había que ir a buscarlos en un camión al frigorífico. En ese entonces hacíamos dos turnos. Uno era de las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. Y el otro, desde esa hora hasta las seis de la mañana del otro día", cuenta él de ese primer trabajo que tuvo.
Tiempo después llegaría otra labor para Oscar, bastante dura teniendo en cuenta en qué consistía aquella tarea: se convirtió en empleado del Matadero. Y como tal, cuando el día comenzaba a despuntar, todas las mañanas se subía a un camión que hacía escala en cada una de las carnicerías de Azul, donde a él le tocaba cargar sobre sus hombros las medias reses vacunas -que pesan entre 150 y 180 kilos- que después, ya faenadas a través de sus diferentes cortes, los responsables de esos locales vendían al público.
Oscar Espán y su esposa Fabiana Dilernia. La foto corresponde a cuando, en diciembre pasado, cumplieron cuarenta años de casados.
El contacto que le hizo su mamá
Ya para 1993 se produjo su ingreso a "Las Blancas". Y fue su mamá Aída, teniendo en cuenta que en ese entonces él estaba sin trabajo, quien se cruzó en la calle con Osvaldo Suárez -todavía encargado de ese establecimiento rural- y le contó que su hijo buscaba empleo.
"Ella me hizo el contacto, fui y enseguida entré", recuerda ahora Oscar sobre lo que fueron sus primeros pasos en ese establecimiento rural.
Ya formando parte del staff de empleados de la cabaña, comenzó a hacer de todo.
Para aquella época contaba con las enseñanzas que su abuelo materno le había dejado tiempo atrás, cuando era un pibe que encontraba en el campo la forma de sentirse útil, llevando a cabo una tarea que hasta el día de hoy -según él mismo confiesa- por sobre todas las cosas le sigue apasionando.
"Primero arranqué de alambrador, que es duro y bravo, ya sea si tenés que hacerlo en verano o en invierno. A las siete de la mañana ya estábamos trabajando. Y le pegábamos hasta el mediodía, cuando parábamos para almorzar. Después, seguíamos hasta la tardecita. Estuve un año alambrando, con un hombre de Rauch de apellido Albelo. Después empecé a trabajar como tractorista y, más tarde, con los rollos de pasturas para las vacas. Y también anduve en un fumigador, con uno de esos que le dicen 'mosquito'", recuerda sobre sus inicios.
"Ahora ya hago de todo: trabajo con la hacienda, he estado en la cabaña y hasta fui varias veces a Palermo", teniendo en cuenta esto último que es habitual la participación de "Las Blancas" con sus ejemplares vacunos en la muestra anual de mayor trascendencia del campo que se hace en la Argentina.
A punto de cumplir tres décadas como empleado en ese establecimiento rural, dice que no se imagina haciendo otra cosa que no sea el trabajo que continúa desarrollando.
"Nunca me gustó trabajar en una fábrica o en lugares donde estás muy atado. A mí me gusta el campo, donde siento como que hay más libertad y que uno anda más tranquilo", afirma sin dejar de reconocer que en algunos momentos es "un laburo muy duro" el que hace y del cual espera jubilarse dentro de cinco años, fecha hasta la que piensa seguir trabajando "mientras esté bien de salud".
En "Las Blancas" Oscar Espán es el segundo de los empleados que más antigüedad tiene. "El primero es Carlitos Bogliolo, que hace como treinta años ya que está", cuenta. Y después, al hablar del día a día, destaca que "compartimos muchas cosas entre todos los compañeros. Y hemos trabajado de todo. Por ahí un día andás en el tractor y después estás cortando el pasto o las plantas para hacer leña".
"Uno trabaja tranquilo, siempre la paso bien, bromeando con mis compañeros, que también hacen su laburo y entre todos nos ayudamos. Y ni hablar de comer asados. Siempre que se puede le metemos", señala con la pasión y autoridad de alguien que es prácticamente un artista en eso de meterle fuego a la carne.
Su condición de eximio asador la exhibe casi de manera habitual. Y del mismo modo sucede con lo que, fuera del campo, son sus dos grandes pasiones: River y el automovilismo.
Oscar pudo conjugar su condición de asador y su fanatismo por el TC no hace mucho, en oportunidad de que el ex piloto Guillermo Ortelli estuvo por estos pagos y él fue el encargado de hacerle unas carnes a la parrilla.
Además, en una ocasión le tocó participar -ejerciendo ese mismo rol- de la filmación acá en Azul, en "Las Blancas", de un documental. Un proyecto a través del cual realizadores europeos vinieron a la Argentina para registrar cómo era la vida en el campo y por qué la carne de nuestro país a la parrilla es una marca registrada en todo el mundo.
"Había que hacer la carne y todo, para que vieran cómo era y cómo se comía. Vinieron unos españoles y unos franceses a filmarnos. Prendimos el fuego como a las cuatro de la mañana e hicimos dos costillares", recuerda sobre lo que fue aquella experiencia por la que transitoriamente se convirtió en actor -vestido de gaucho, al igual que suele hacerlo cuando participa como jinete del grupo tradicionalista formado en "Las Blancas"- para aquel documental donde la idea, fundamentalmente, pasaba por retratar las costumbres y tradiciones argentinas.
Hoy, Día Internacional de los Trabajadores, es el día de Adán Oscar Espán. Y a través de su historia de vida, su perfil de empleado rural intenta también ser desde EL TIEMPO un homenaje para todos los que como él desarrollan esta misma tarea en el ámbito del campo.
Además, son días de festejos para el protagonista de esta nota. A sus sesenta años de vida que ya tiene y cumplió ayer, se suma hoy el cumpleaños de su hijo mayor: el único varón de los cuatro hijos que tuvo con su esposa Fabiana. Se llama Oscar como él, aunque todos lo conocen como "Oscarcito". Y también, al igual que su papá, trabaja en el campo, además de que sabe -y mucho- de mecánica.
Pequeñas historias de la vida cotidiana, que en algunas ocasiones salen a la luz de la mano de diferentes excusas. Tal como hoy lo es, por ejemplo, ese ya referido día de los laburantes.
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