Por Francisco Bariffi

A pesar del título de este texto, me gustaría pensar que la emergencia de las juventudes queer excede la cuestión temporal. Hagamos de cuenta, mejor, que tiene que ver con una potencia de crear formas de vida que todas las juventudes, de cualquier tiempo y lugar, poseen: la oportunidad del desvío, la plasticidad del cerebro, los líquidos que escapan a las condensaciones en que la vida se estanca.

Si uno abre el mapa de las últimas contiendas en Occidente, se ve que hay un punto, a principios del siglo XX, en que jóvenes caminan desnudos por bosques anticipando algo de lo que las juventudes de los 60 y 70 trataron de hacer antes de que se los interrumpiera. Y hay un derecho, según Walter Benjamin, que cada generación tiene: el de buscar, mientras nuestra parte del recorrido está todavía sin dibujarse del todo, los posibles que no llegaron a realizarse en el camino de quienes antes anduvieron. "Fuimos esperados" dice el filósofo; alguien, en momentos de derrotas y repliegues tristes, tuvo que haber deseado que juventudes futuras respondiesen a sus fallidas aspiraciones emancipatorias.

En los rincones europeos de principios de siglo XX, el mapa muestra fenómenos como la fundación en 1897 del Wissenschaftlich-humanitäres Komitee -la primera organización por los derechos de los homosexuales en el mundo-, o como los experimentos de organización comunitaria de grupos que buscaban desvincularse tanto del Estado, la familia, la escuela y la Iglesia, como de las lógicas del Capitalismo. Además de adherir al nudismo, en la rama más joven de las Wandervögel, la Jung Wandervögel, alemanes de entre 12 y 18 años parten en largos paseos por la naturaleza con un profundo gusto por el naturismo y la aventura. Mientras caminan, tocan música y comparten ideas sobre formas de libertad que se relacionan con la autonomía respecto de los viejos autoritarismos y jerarquías de la sociedad alemana. Esta juventud se sustrae de la sociabilidad conservadora para tratar de desarrollar formas de vida durante alegres exilios que no duran más que días o fugaces veranos.

Si bien la Wandervögel tiene una reputación respetable en la sociedad, en los márgenes del movimiento -la rama "Jung"-, se llegan a germinar ideas nihilistas, anarquistas, e incluso relaciones sexuales que atraviesan los límites heteronormales. La imaginación de esta juventud desarma las coagulaciones de la cultura tradicional, y deja un enorme espacio sobre el cual crear nuevas formas de vida a partir de los restos de esa vieja humanidad que arrastran consigo. De este modo, como decía, los espíritus alegres y nocturnos de estas juventudes trazan caminos por los que lxs jóvenes revolucionarixs de los 60 y 70 caminan décadas más tarde: el abandono de valores tradicionales de la modernidad, el humanismo y el cristianismo; la práctica del naturismo y el nudismo; el desarrollo de la disidencia sexual y de formas antiestatales de organización política; la singularización de sensibilidades; las prácticas micropolíticas de soberanía y cuidado de sí.

En una clase de Literatura del siglo XX, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, el profesor Deniel Link dice: "podemos hoy hablar de vegetarianismo, de veganismo, de hippismo, de New Age, de homeopatía, de rechazo a la medicina tradicional, de comunidades esotéricas y de disidencias sexuales, de feminismo, de un enfrentamiento generalizado entre jóvenes -insurrectos- y viejos -burgueses-. Pero todo eso estuvo ya en el comienzo del Siglo XX."

De caminar en los bosques, los jóvenes pasan a luchar en las trincheras en las que muchos de los cuerpos que encarnan los focos revolucionarios son exterminados. De esta manera, la Primera Guerra Mundial es el modo en que el Estado y el Capitalismo interceptan a las juventudes que desarrollaban otras formas de vida ante la normalización con que buscan obturarse las singularidades de lo viviente. Más tarde, en 1933, los nazis prohíben los Wandervögel y todas las otras agrupaciones juveniles que no tengan que ver con las Juventudes Hitlerianas o con grupos de jóvenes de la Iglesia.

Los sueños libertarios de los 60 y 70

Si la guerra y el fascismo detienen a los movimientos juveniles de principios de siglo, es el represivo terrorismo de Estado lo que asegura la derrota de los movimientos de los 60 y 70 en favor del Neoliberalismo que desde entonces, y más allá de cualquier partido político, sigue operando en nuestras economías, sociedades y subjetividades. En esta zona, el mapa muestra devenires de fenómenos previos, pero también acontecimientos y dibujos propios. Por describir solo uno de los rincones del mapa, el Frente de Liberación Homosexual se crea en 1967, en alianza con movimientos como Unión Feminista Argentina y Movimiento de liberación femenina, y se autodefine en su documento "Sexo y liberación" como "anticapitalista, antiimperialista y antiautoritario".

En lugar de caminar por bosques, estos jóvenes caminan por las calles nocturnas de Buenos Aires. Con consignas como "el machismo es el fascismo de entrecasa", el movimiento se propone una crítica social generalizada. Para el FLH, del que participan referentes como Néstor Perlongher, la violencia sexual se inscribe en la violencia del sistema económico y social, y, por lo tanto, es necesaria una crítica radical al conjunto del sistema como la que sostienen tantos otros movimientos juveniles de los 60.

Esta vez, la contrainsurgencia de la máquina estatal-capitalista tampoco tarda en llegar. Escribe Perlongher: "a mediados de 1975, el semanario fascista El Caudillo -ligado al elenco gobernante- llama a acabar con los homosexuales y propone lincharlos, haciendo abierta referencia al FLH." Poco después, ante el golpe de marzo del 76, y mientras el mundo es testigo de otras dictaduras y Papas homofóbicos, el FLH, que para el momento contaba con muy pocos miembros, es disuelto. A lo largo de la dictadura, la energía de los exmiembros del movimiento pasa a focalizarse en exiliarse o en sobrevivir a la represión sistematizada con que el Estado persigue disidencias sexuales y al resto de la juventudes "subversivas".

Los efectos de la represión estatal sobre las aspiraciones radicales de revolución son claros. Retomada la democracia, se crea en 1984 la Comunidad Homosexual Argentina, cuyo referente principal es Carlos Jauregui. En contraposición con el FLH, para esta agrupación la lucha tiene que ver con la inclusión legal, política y social de las personas gay a la normalidad establecida. Pasándose de la radicalidad a la moderación, este grupo muestra caras "respetables" que pueden negociar con los poderes, y, para eso, evita identidades maricas, travestis y lesbianas, dando visibilización principal a la figura del homosexual masculino: el varón casi derechito que promete normalidad al gran patriarca que amenaza con echarlo de la casa.

Mapas futuros

Hoy el mapa nos sitúa en Azul, en donde vamos a marchar ante una historia que nos recuerda que la lucha de las juventudes disidentes es, en última instancia, una lucha por el derecho a crear otras formas de vida que puedan coexistir sin la violencia con que se sigue tratando de obturar nuestras diferencias. Desde el regreso de la democracia, pasaron ya décadas de oscilaciones entre gobiernos neoliberales y gobiernos de compleja voluntad inclusiva, más allá de los que la economía continua individualizando el deseo, reprimiéndolo y hundiéndolo en lo profundo del yo. Ante este paisaje, se vuelve incierto por dónde continuar. Pero quizás siempre lo sea cuando la gente trata de abrir caminos al andar en vez de seguir por los caminos prefijados. Y, a lo mejor, nuestra ocupación de las calles sea un pequeño indicio de que sigue siendo posible buscar formas de operación colectiva por fuera de las opciones que nos presentan la política de Estado y el mundo totalizante del mercado.