22 de agosto de 2022
Juan Rubolino es un joven azuleño profesor de Historia. Desde hace algunos años viaja a Cacharí, donde dicta sus clases en la escuela secundaria. A menudo no tiene otra alternativa que "hacer dedo" en la Ruta 3 para poder llegar a su trabajo. Por la imprudencia de un camionero, estuvo a punto de perder la vida. El suyo es un caso testigo de lo que ocurre, a diario, a muchas personas.
Como todos los viernes, ese día Juan Rubolino comenzó a dictar sus clases de Historia a las 7,30 en la escuela secundaria de Cacharí, luego de haberse desplazado desde Azul mientras despuntaba el amanecer y la claridad comenzaba a repiquetear en el parabrisas. El día transcurrió con tranquilidad, pero sólo hasta las 21,30, cuando culminó su jornada laboral y debió emprender el regreso hacia Azul. Esa noche tuiteó con desesperación: "Volviendo de dar clases a dedo, nos levanta un 1114. Casi nos hacemos torta contra otro camión de frente". Juan Rubolino aún estaba temblando cuando apretó el "enter".
Relato de un sobreviviente
"Este año yo viajo a Cacharí y durante varios años viajé a Chillar", explicó Juan Rubolino al ser entrevistado por EL TIEMPO. También dijo que, si bien tiene a cargo algunos cursos en escuelas secundarias de la ciudad de Azul, "mi mayor concentración de carga horaria está en Cacharí".
Rubolino informó que "viajo de mañana, la mayoría de las veces, aunque los viernes lo hago de mañana y noche. Es decir, entro 7,30 y me vuelvo a las 21,30".
En este tipo de viajes, hay varios factores que mantienen alerta a quienes viven la experiencia. Por ejemplo, "es muy importante el factor de la niebla. Muchas veces llegamos unos minutos tarde a Cacharí, porque si hay niebla tenemos que reducir mucho la velocidad".
También es clave la cuestión, no menor, de la obligatoriedad del seguro contra terceros. "Yo generalmente vuelvo haciendo dedo desde Cacharí. Voy en auto [con otros colegas] y la mayoría de las veces vuelvo a dedo, con la diferencia que los viernes suelo tener viaje con otra profe, pero justamente ese viernes no viajó y entonces tuve que volverme a dedo junto con otra compañera".
Explicó a EL TIEMPO que, "la mayoría de las veces, son los camioneros los que nos levantan cuando hacemos dedo. Sobre todo, camioneros que van a Olavarría, porque son quizás los que más andan por esa ruta, van y vienen todo el tiempo. Les viene bien subir a alguien y charlar, aunque sólo sean 60 kilómetros".
Aún compungido, Rubolino comenzó a desarrollar su relato: "Lo que pasó el viernes es que tuvimos que volver a dedo con otra compañera. Llegamos a la ruta y a los cinco minutos ya nos subió un camión, un 1114 re viejo que, justamente, iba para Olavarría. El camionero era de La Plata. Y justo se dio la casualidad de que ese finde fue feriado largo [re refiere al de hace una semana]. Siempre, antes de los feriados, hay veda de camiones; es decir, dejan de circular de 6 de la tarde a 9 de la noche. Ocurre entonces que a partir de las 9 de la noche los camiones empiezan a circular y la ruta 3 entonces es un verdadero caos. Ese día yo veía como un hilito blanco, de todas las luces de los camiones que venían de frente, es decir, con dirección hacia Capital", por la ruta nacional N° 3.
Recordó que, "en un momento, más o menos luego de haber dejado atrás Parish unos 15 kilómetros, pasamos al lado de una fila de camiones. Y el último camión de esa fila se tiró a pasar por lo menos a dos o tres camiones, sin ver que no tenía espacio. Fue avanzando, no se pudo meter, pero de igual manera siguió avanzando y... ¡veníamos nosotros de frente! Obviamente, veníamos por nuestro carril. El último camión que venía del otro lado, en posición para que ese camión que se nos venía se meta, frenó un poco; y el camionero que nos traía a nosotros redujo un poco la velocidad, pero solamente un poco. No es que clavó los frenos, porque tampoco podía, y se tiró lo que pudo hacia la banquina. Fue eso: el camión que nos traía hizo banquina y ahí pasó, pero muy justito, al instante, ese camión que venía de frente".
"¿Vale la pena?"
El docente explicó que "me di cuenta de que nos habíamos salvado de casualidad. Primero por la maniobra, a la que pude ver claramente. Y segundo, porque los camioneros suelen estar super cancheros con este tipo de cosas. Y enseguida que nos pasó eso, el camionero estuvo hablando de ese tema, desde que nos pasó hasta que nos bajó. De cómo se había metido el otro camión, de que encima nos llevaba a nosotros y podía tener un montón de problemas, porque si se hubiera tirado a la banquina y volcaba su camión, el problema lo iba a tener él, no el que se adelantó y pasó imprudentemente".
Durante esa última parte del trayecto de viaje hacia Azul, "el tipo que nos traía venía rezongando y, en un momento, llamó a otro camionero para decirle que "esto es un quilombo, no puede ser" y hasta me preguntó si lo había visto [al otro camión, el que realizó la maniobra criminal] como para registrarlo y después ir a quejarse a esa empresa, o algo por el estilo". En el estado emocional en que se encontraba el docente y su colega, aquello fue imposible determinar. Sólo que una mole de hierro se les vino encima. Luego el miedo, que se apoderó de ellos. Rubolino lo explicó de esta manera: "La sensación de ese momento fue realmente terrible. Hice fuerza desde el interior, porque no te queda otra cosa, apretar los puños y pensar "me mato, no la cuento". Me tensé todo y se hubiera tenido espacio me hacía como un bicho bolita; pero veníamos incómodos en el espacio, porque éramos tres. Es decir, tampoco tenía espacio para manifestar lo que pasaba por mi cuerpo".
Finalmente se pudo llegar a la ciudad de Azul. "Llegué temblando a casa. Lo primero que hice fue mostrarle a mi compañera la mano, porque me temblaba. Por todo. Por la angustia, el miedo. Por la impotencia. Y durante el tiempo que duró el viaje, después de esa situación que vivimos en la ruta 3, lo único que hice fue pensar y replantearme, bueno, ¿vale la pena hacer todo este esfuerzo y arriesgar la vida? ¿Para trabajar de lo que uno elige? Sí, pero no elige esas condiciones. Ese es el tema".
Desde esa perspectiva, Rubolino destacó sin dudarlo que "uno elige la docencia. Yo lo elegiría ante cualquier cosa, pero no elijo estas condiciones. Estas condiciones son dispuestas por un sistema de acceso al trabajo que es demasiado injusto".
No es tan simple como pareciera a simple vista, y bien lo saben quienes ejercen la docencia y, más aún, quienes no tienen o no han tenido más remedio que, en algún momento de su vida, emprender viajes diarios hacia las aulas, tanto dentro del distrito de Azul como también con destino a otras ciudades. También ocurre con otras profesiones que adquieren este carácter de "ambulante" por necesidad. Quienes transitan rutas, han observado seguramente efectivos policiales haciendo dedo, docentes, trabajadores rurales, estudiantes de facultades e institutos terciarios, entre otros casos.
Juan Rubolino lo planteó claramente durante su diálogo con EL TIEMPO. "Hay una familia que alimentar; yo tengo una nena chiquitita y hoy en día mi compañera, también docente, no ha podido acceder a demasiadas horas este año, por eso yo tengo que hacer esos esfuerzos. De hecho, me he planteado renunciar a esas horas de Cacharí y no lo he hecho porque, hoy en día, no puedo".
Principalmente para los docentes que recién comienzan a transitar el camino de su profesión -aunque también se prolonga en algunos casos varios años-, no resulta fácil ganarse el pan en la propia ciudad. Las horas cátedra y módulos no abundan y quienes acumulan mayor antigüedad generalmente son quienes ocupan los cursos de escuelas céntricas, de mejor ubicación y mayor comodidad en cuanto a desplazamientos, con riesgos minimizados si se compara con los que tienen que "hacen dedo" en las rutas. Ha ocurrido en muchos distritos, lamentablemente, pero los azuleños tenemos antecedentes trágicos en este sentido, que dejan una marca ominosa en el historial docente (ver recuadro).
Hacia una solución
"Con respecto a los docentes que viajan -explicó Rubolino-, son varios los que lo hacen todos los días; hay muchos que van a la mañana y vuelven a las seis de la tarde. Para el lado de Cacharí somos un montón de docentes que estamos en la misma. Hay muy pocos que hacen dedo porque para el lado de Cacharí hace años que están organizados grupos de profesores que van en autos. Incluso hay una suerte de tarifa establecida. Para el lado de Chillar es mucho más difícil, porque no hay tantos profes que viajen de Azul hacia esa localidad. Y también es más difícil hacer dedo para ese lado, porque si hablamos de viajar para trabajar en Chillar, hay que ir de Azul hasta el cruce [de rutas 3 y 226] y seguir, cuando la mayoría de los camiones doblan en la 226 para el lado de Olavarría, entonces se tarda mucho más haciendo dedo. Por lo general se está entre 20 y 40 minutos haciendo dedo de Azul a Chillar; y de Azul a Cacharí se está mucho menos".
Recordó que, "en su momento, yo lo he hablado con concejales y consejeros escolares, manifestándoles que es una problemática en realidad; porque somos un montón de profesores que viajamos. Obvio que muchos van a decidir poner su auto por una cuestión de comodidad, pero hay otros que no tenemos vehículos, o hay otros que ponen el auto porque no les queda otra. Se podría poner una combi que vaya a las 7,30 de la mañana y que vuelva a las 12; y lo mismo para el mediodía y la tarde. Esto solucionaría un montón de cuestiones, de malestares, de riesgos, de peligrosidad".
Rubolino finalizó reflexionando que "inclusive, a nosotros nos aseguraría llegar bien, en forma y en tiempo a nuestro trabajo".
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