91 AÑOS DE DIARIO EL TIEMPO

91 AÑOS DE DIARIO EL TIEMPO

Sueños y coraje

Profesora de Lengua y Literatura, ex Directora de la Alianza Francesa, durante veintidós años dirigió "La Cultura en EL TIEMPO" y en las dos décadas previas participó de su edición. Hoy integra equipos de proyectos educativos en dos Instituciones locales: la Asociación Española de Socorros Mutuos y la Asociación Civil Azul Solidario.

10 de julio de 2024

Por Margarita M. Ferrer

Cuando hace unas semanas Marcial Luna me llamó para que escribiera una columna porque hoy 9 de Julio el matutino cumple 91 años de existencia, me pasaron por la mente, como una ráfaga, dos pensamientos. El primero, el lema del Festival Cervantino 2024 que utilizo como título de esta nota. Y el segundo: ¡cuántos años han pasado!; no sólo para el Diario sino también para mí! Y decidí escribir algo sobre estas dos intuiciones primeras.

EL TIEMPO fue fundado en 1933 por Néstor Fidel Ronchetti y su hermano Carlos Alberto Ronchetti, padre de Alfredo y abuelo de Fernando y de Marcela. Un diario de familia que, a pesar de los avatares de la vida y de los cambios tecnológicos, sigue gestionado por la familia Ronchetti. Ese sueño familiar que contó, en sus comienzos, "con la colaboración de un grupo de jóvenes estudiantes secundarios deseosos de expresarse libremente," se hizo realidad, gracias a la voluntad y decisión de brindar un servicio comunitario que contribuyera a fortalecer la sociedad, la educación y la cultura. Y así ese sueño familiar inicial, potenciado por el entusiasmo de otros, como Héctor Altamira y esos jóvenes del Colegio Nacional Esteban Echeverría que habían publicado, tres años antes, la revista El Bachiller.

Pocos saben que Alfredo C. Ronchetti publicó un libro, de más de quinientas páginas, que no comercializó; es un homenaje a su padre, en donde recoge no solamente su pensamiento y disertaciones expresadas por él a lo largo de más de cincuenta años, sino que también desfilan en sus páginas instituciones y personas de la comunidad, soñadores y corajudos que, con entusiasmo y firmeza, derribaron o esquivaron obstáculos y juntos se animaron "a trabajar con el ejemplo de aquellos pioneros localistas, con proyectos y realizaciones en pos de que Azul vuelva a ser lo que fue en su momento: una gran ciudad". (El entrecomillado es cita textual del libro de Alfredo Ronchetti). [Ver 1, al final de la nota]

El hecho de que aún sigamos teniendo este diario en Azul -con sus más y con sus menos- y que no hace mucho estuvo a punto de cerrarse, es un ejemplo de voluntad, de esfuerzo y compromiso para encontrar alternativas estratégicas y permanecer de pie en medio del sunami tecnológico-digital.

En lo estrictamente personal, mi relación con el diario está vinculada al suplemento cultural. Llegué a Azul en 1966, cuando tenía 17 años, para estudiar el profesorado de Lengua y Literatura. Me casé a los 21 y en 1972, con el nacimiento de nuestro hijo, nos radicamos definitivamente en Azul. El Suplemento "La Cultura en EL TIEMPO" comenzó a publicarse en septiembre de 1977 dirigido por mi marido, Juan Antonio Carrau, hasta su fallecimiento, en enero de 1999. A partir de marzo de ese año, me hice cargo yo hasta que, en el 2019, en otro mes de septiembre, debido a los vaivenes económicos y a los cambios de época y de lectores, dejó de publicarse.

Sintetizar en una línea cronológica cuarenta y dos años de la vida del suplemento es fácil, porque como decía Henri Bergson se trata de un tiempo de almanaque, exterior al individuo, tiempo espacial, expresado en cifras y que puede medirse. Pero, ¿cómo resumir "la duración real", ese otro tiempo subjetivo que es el tiempo vivido de una manera especial y única en cada uno de nosotros? Intentaré acercarme a ello.

Hasta que llegó la modernización tecnológica y se incorporó el sistema offset, las páginas se hacían de manera artesanal. Llegaban los textos que enviaban por correo los colaboradores que no eran de Azul, previamente contactados, y como algunos de ellos estaban escritos a mano, había que pasarlos a máquina (esa fue parte de mi tarea en los comienzos como ayudante y correctora). Carrau armaba las páginas en unos papeles desplegados en los que iba diagramando y pegando textos que habían tenido una primera corrección en el diario y el resto del trabajo se hacía en casa. Pero tal vez lo más interesante eran los contactos "presenciales" con los colaboradores. Los primeros fueron del Profesorado, anexo al Normal, alumnos avanzados y profesores escribían en las páginas. Estaban también los que venían a mi casa los fines de semana para hablar sobre libros, problemas filosóficos, literarios o existenciales. Las editoriales empezaron a mandar libros al Diario. Raquel González Bonorino de Rocca, que hacía poco había llegado a Azul, fue una de las primeras colaboradoras en el comentario y crítica de libros y lo hizo durante mucho tiempo. Roberto Glorioso, por su parte, fue un pilar en la vinculación con poetas- escritores de La Plata a través de los Talleres de Ana Emilia Lahitte, a los que Roberto concurría. Con varios de ellos hicimos amistades verdaderas, algunas de las cuales todavía perduran.

Fueron épocas de conocer mucha gente vinculada al arte, la literatura y la cultura en general. El Suplemento fue una caja de resonancia de la que se alimentaban otras instituciones como el profesorado o el Museo y Archivo histórico, en épocas del Dr Cordeviola y de Norma Rusconi, o la Alianza Francesa.

En 1992, Diario EL TIEMPO recibe el premio CADUCEO otorgado por el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Provincia de Buenos Aires, galardonado en el rubro Mejor Suplemento Literario.

Cuando me hice cargo de las páginas, heredé "la cartera de colaboradores", seguí la misma línea de trabajo, incorporé otras voces, se ampliaron las temáticas, pero ya todo facilitado por el correo electrónico y la ayuda imprescindible, dentro del diario, de Alejandro Pessina.

Diario EL TIEMPO ha sido siempre fiel a esos objetivos primeros: apoyar a la comunidad, en especial a todas las manifestaciones relacionadas con la educación, la cultura y el deporte. Cuando hace dieciséis años soñamos un proyecto para todas las escuelas primarias del distrito de Azul -"Un Quijote para niños ilustrado por los niños de Azul"-, nada hubiéramos podido concretar si EL TIEMPO no hubiese publicado miles de ejemplares del texto adaptado para que cada alumno pudiera tener el suyo. Este es sólo un ejemplo que me toca de cerca.

(1) Ronchetti, Alfredo Carlos (2018): Disertaciones y escritos que reflejan mis ideas y pensamientos. Editorial Azul.


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