LECTORES
Sr. Director: Mi nombre es Sebastián Armendano y me encuentro alojado en la Unidad 10 de Melchor Romero -de régimen abierto- en La Plata, dependiente del Servicio Penitenciario Bonaerense.
14 de febrero de 2021
Me encuentro aquí desde hace cuatro años y lo único que me separa de la libertad definitiva es un exiguo alambrado derruido. Aun así, escogí quedarme acá para que la justicia hiciese su trabajo y me otorgara la libertad una vez que pagase la pena que me correspondía.
Por los delitos cometidos acepté mi condena.
Hoy por hoy llevo más de veintiseis años detenido.
Soy oriundo de la ciudad de Olavarría, me crié en las calles, institutos de menores y cárceles.
Apenas sabía leer y escribir cuando fui institucionalizado y hoy llevo dos bachilleres de nivel secundario; una carrera de nivel terciario -tercer año de Abogacía y segundo año de Licenciatura en Comunicación Social-.
Vale hacer la aclaración: si no continúe ambas carreras fue por continuos traslados de los que fui pasible.
También tengo cuatro poemarios hechos, de los cuales dos de ellos fueron comprados por una editorial; más de un centenar de cuentos infantiles personalizados vendidos; tres novelas (dos de ellas pasando por la fase de corrección en editoriales); una antología de cuentos infantiles y otra de cuento contemporáneo.
Tuve el honor de ser escogido como uno de los integrantes del jurado en un concurso literario (entre las seis personas que lo conformamos había una diputada, una concejal, una periodista, una profesora de la UBA y un superior a cargo del área educativa del SPB) donde los coordinadores fueron el Dr. Roberto Conti y la escritora Cristina Cuesta.
No estoy pidiendo que me regalen ni que tengan contemplación conmigo por todo lo que vengo haciendo, ya que esto que menciono lo hago y lo seguiré realizando porque es lo que me ayuda a mejorar mi calidad de vida.
Si por algo elegí estar a más de 400 kilómetros de mis seres queridos y conocidos es porque soy un convencido de que la única forma de comenzar una vida de cero es haciéndolo lejos de todas las tentaciones que me llevaron a hacer lo que hice.
En los últimos diez años de mi cautiverio la magistrada a cargo del Juzgado de Ejecución Penal número 1 de Azul y los miembros de la Cámara Penal de ese mismo departamento judicial hacen oídos sordos a una simple suma aritmética que, como único resultado, arroja que ya llevo cumplidos más de veintiséis años privado de la libertad.
Yo me pregunto cuánto más una persona debe padecer la degradación a que nos expone la pena privativa de libertad en las cárceles de nuestro Servicio Penitenciario Bonaerense.
Tengo todo el derecho de opinar al respecto al haber pasado más de la mitad de mi vida en este contexto.
Esto no resocializa a nadie. Es la voluntad de cada uno la que logra hacer recapacitar al detenido.
A mí, quizás, me costó demasiado tiempo darme cuenta de que estaba siendo un engranaje más de esta trituradora de seres humanos.
Pero logré darme cuenta que tenía la capacidad para poder vivir honestamente de la actividad que me apasiona: la literatura.
No deseo hacer un recuento negativo de lo que me llevaré de este contexto el día que recupere mi libertad. Pero la verdad es que los más de cuarenta traslados, las más de veinte heridas de arma blanca y otras cosas más no deseo que las pase ni uno solo de quienes puedan considerarse enemigos míos.
En mi corazón no caben las palabras odio, resentimiento, envidia o rencor. Pero necesito demostrarme, y por decantación que la sociedad misma lo vea, que un hombre con mis características no es un psicópata que hace daño por el goce de hacer.
Me equivoqué y pagué. Es más, sigo pagando. Pero me pregunto cuánto tiempo más deberé purgar esta condena.
El cuerpo se va degenerando (tengo 46 años). Y si deseo ser esa persona de bien que anhelo con todas mis fuerzas necesito serlo con todas mis capacidades lo más intactas posibles.
Tengo una excelente compañera de vida (escritora ella) que me acompaña y alienta en cada uno de mis logros.
Ruego que quienes tienen el poder de arrogarse ser los que imparten la justicia se den cuenta en mi caso en particular que están dejando morir en vida a un hombre que en los últimos diez años no ha demostrado otra cosa más que intentar torcer el rumbo de su derrotero personal.
Sebastián Armendano
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