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Parque Municipal "Domingo Faustino Sarmiento"

16 de diciembre de 2019

El 17 de junio de 1899 nació el “Ciclista Club Azuleño”, cuya primera comisión estuvo integrada por Floriano M. Reviere, Silvano Bonnet, Arturo López Claro, Juan Donadío, Héctor Urioste, Remigio Piazza, Manuel Castellár, Pablo Menetret, Hipólito Cassoulet, Manuel Aztiria y otros jóvenes de la ciudad.



Este club desarrolló principalmente sus actividades en la denominada Plaza Marte, terrenos que constituyen las primeras cuatro manzanas de acceso al Parque. A dicho lugar, la costumbre hizo que se lo llamara, aunque muy brevemente, el Velódromo “General Ignacio Rivas”. En dicho espacio se trabajó intensamente para mejorar la pista y rodearla de un alambrado tejido perimetral. También en 1900 se construyeron tribunas.



En aquel sitio, no sólo había competencias de bicicletas, sino que a veces se realizaban carreras de a pie o de un corredor contra un ciclista, y no faltaban las apuestas por dinero.



Lentamente, a la actividad ciclística se fueron sumando otras disciplinas como el tenis y el fútbol. Sin embargo, el auge de este espacio no superó el lustro. Aunque sobrevivió la denominación de “General Ignacio Rivas” dejando muy lejos en el tiempo aquella Plaza de Carretas que era el límite del pueblo a mediados y finales del siglo XIX.



Plaza Marte o Plaza Rivas



En el siglo XIX, los diversos tipos de carretones y carretas que llegaban al Azul, solían parar a descansar en las distintas "plazas de carretas" que tenía el pueblo. La actual Plaza San Martín -cuando era denominada "Mayor", antes de ser "Colón", y no era más que un alfalfar-, la Plaza de La Tablada, para la cual se expropiaron cuatro manzanas cerca del Molino de Marcelino Riviére -actual zona de la Papelera-, y la Plaza o Campo de Marte, posteriormente conocida como Plaza General Rivas, ubicada en las afueras del pueblo, al Sur, a un costado del inicio del "camino de las acacias" -hacia el puente de los Negros, o San Benito-, cerca del Molino Harinero "Estrella del Sud" (1858) de Blas Dhers y su familia, que era el principal atractivo para la llegada de los vehículos con materias primas o la salida de los mismos con la manufactura.



La zona de la Plaza Marte era el límite "urbano" del pueblo, más allá estaba la zona de chacras. De hecho, hasta 1888 la calle Guaminí era la última denominada hacia el Sur. Recién el 4 de marzo de dicho año, mediante el Decreto N° 354, durante la intendencia de Pedro Oubiñas, se determinó: "Las calles que en la actualidad permanecen sin nombres se denominarán como enseguida se expresa: (…) La que sigue de la Guaminí rumbo Norte a Sud, General Rivas, y la paralela, General Paz". Y de todas maneras, tendríamos que esperar hasta 1924 para que la actual calle Falucho y algunas sucesivas fueran denominadas por el Municipio.



Asimismo, a finales del siglo XIX, la Plaza contaba con una pista para la práctica del ciclismo y pedestrismo; y aún se podían visualizar las viejas defensas contra los indios.



Corría el mes de septiembre de 1905 cuando el Diputado Provincial Matías Pinedo Oliver presentó un proyecto de ley ante las cámaras legislativas con la intención de cambiar el nombre de Azul por el de General Ignacio Rivas, para perpetuar en la toponimia bonaerense el recuerdo de sus hazañas para las generaciones venideras. Inmediatamente la comunidad azuleña reaccionó ante la propuesta…



El miércoles 1 de noviembre de 1905 se desarrolló una nueva sesión en la Legislatura bonaerense. A pesar de la insistencia del diputado Pinedo Oliver, viendo las reacciones de los azuleños, la opinión de los Senadores se volcó en sentido contrario a la mentada propuesta, desestimándola. En la misma sesión, tal vez como "consuelo" para el Diputado, se aprobó un proyecto del senador Liborio Luna para destinar la suma de 30.000 pesos a la construcción de un monumento en memoria del osado general Rivas en la plaza homónima. Pero el monumento nunca fue concretado, desconociéndose el destino de los fondos asignados…



Un adelantado



El intendente Manuel Castellár (7 de abril de 1911 – 31 de diciembre de 1911), planteó un importante plan de obras públicas que incluían el embellecimiento de los espacios públicos.



Considerando que la ciudad apenas contaba con tres espacios públicos, es decir, las plazas "General Rivas", "Bartolomé Mitre" (actual manzana de Vialidad de la Provincia, en Av. Mitre y Av. Cacique Catriel), y "Colón" (actual Plaza "San Martín"), el intendente Castellár reflexionaba que "nuestra ciudad carece de paseos públicos propiamente dichos. La pequeña Plaza Colón es apenas un minúsculo jardín y solo en la Av. Mitre encuentra el vecindario el sitio que hace las veces de verdadero paseo".



En consecuencia, anunció que se le había solicitado al ingeniero Jorge E. Bosh, la proyección y el trazado de un futuro parque, teniendo como punto de partida la Plaza "General Rivas", adelantándose casi siete años a la obra real que se materializaría en octubre de 1918. Sin embargo, las obras se verían demoradas…



Salas y Lier



La idea de dotar a la ciudad con un paseo público importante, con múltiples atractivos, era desde hacía ya mucho tiempo un deseo muy sentido. Y pronto comenzaron a sumarse más voluntades que recursos económicos, ya que en la Comuna no se poseían los fondos necesarios para solventar los gastos pretendidos para un proyecto de semejante envergadura. Sin embargo, la comunidad azuleña respondió de manera sorprendente.



El comisionado Municipal, Dr. Lisandro Salas (2 de septiembre de 1917- 30 de abril de 1918), retomó y vigorizó la idea de formar un Parque, siendo su sucesor quien finalmente concretó la obra.



Hacia mediados de 1918, el intendente José María Lier (el primer intendente de la Unión Cívica Radical que gobernara los destinos azuleños), dispuso la nivelación de los terrenos del futuro Parque Municipal y ordenó la construcción de ocho pedestales, una rotonda y zanjas, para comenzar el embellecimiento del sector.



La primera comisión de la Liga Comercial e Industrial de Azul, presidida por Constantino Fernández, tuvo como una de sus primeras iniciativas la propuesta de celebrar "La Semana de Azul". El 23 de julio de 1918, consta en los libros de actas, la invitación al intendente municipal para conmemorar el "Día de la Raza" con una fiesta que duraría desde el 6 al 13 de octubre. Dentro de las actividades del Programa consensuado constaban los siguientes actos: inauguración del Parque Municipal, organización de una kermese, juegos florales, conciertos, juegos atléticos, exposición ganadera y diversos espectáculos de carácter popular.



El día de la inauguración



Finalmente, la Comisión Pro Parque, encabezada por Antonio Esteban Aztiria, el 10 de octubre de 1918, concretó la inauguración del Parque Municipal.



El día de la apertura del paseo, el intendente José María Lier rescató diversos aspectos del trabajo realizado y resaltó:



"Desde que asumí el gobierno de esta comuna, mi primera preocupación fue la continuación con empeño de esta obra y me lo impuse como deber ineludible. Como medida previa nombré y encargué de su realización a esta digna comisión de vecinos, quienes dándose inmediata cuenta de la importante misión que se les confiaba, la aceptaron con entusiasmo y no vacilaron un momento para dedicarle todos sus conocimientos e inteligencia, poniendo a prueba su actividad. (…)… me es satisfactorio manifestar con orgullo que el pueblo del Azul ha respondido en forma tan eficaz y digna de elogio que su ayuda pecuniaria ha sobrepasado los cálculos más optimistas.



Este Parque Municipal queda desde hoy inaugurado, lo entrego a la custodia de todo el pueblo del Azul, para que sirva de punto de recreo y le pido que en el futuro, siempre en constante comunión de ideas como en el presente, con sus autoridades, sea el encargado de velar por su conservación y engrandecimiento. No es esta la obra de un hombre ni de una administración, es la obra del vecindario del Azul…".



Por otra parte, el señor Antonio E. Aztiria, presidente de la Comisión Pro-Parque Municipal y uno de los grandes impulsores del magnánimo proyecto azuleño expresó:



“Señor Intendente, señoras y señores: Sea mi primer palabra de saludo y bienvenida para las distinguidas damas y caballeros que nos honran con su visita en estos días de jubiloso esparcimiento, realzando gentilmente nuestra fiesta.



Señores: Hace poco más de un lustro, durante una progresista administración, cuyos recuerdos perdurarán gratamente en este vecindario, llevóse por vez primera la acción edilicia hacia una parte de nuestra ciudad, acaso la que pudiera llegar a ser más hermosa, pero que, sin duda, había sido la menos atendida. Me refiero a su ribera, que fuera durante muchos años periódicamente azotada por los desbordes de nuestro pintoresco arroyo.



Entre las diversas iniciativas de esa época, algunas pudieron llegar a ser realidad, quedando otras en principio de ejecución, libradas a posteriores administraciones. Todos conocemos la transformación sufrida entonces, por aquellas cuatro manzanas que constituían la plaza General Rivas, que genéricamente denominábamos “Campo de Marte”, y el olvido en que esa plaza permaneció, hasta que el ex comisionado, doctor Lisandro Salas, espíritu emprendedor y moderno, exteriorizó su propósito de crear con esa base un paseo público, cuya importancia guardase paralelo con las diversas manifestaciones de progreso de nuestra ciudad.



Fue ese el génesis de nuestro Parque Municipal, y en esta oportunidad en que nos congregamos para celebrar su realización, quiero señalarlo como un merecido recuerdo para los iniciadores de esa simpática obra, la que satisfaciendo una viva aspiración general, vino a llenar una exigencia impuesta por el adelanto de este pueblo, el que así lo ha evidenciado, concurriendo espontánea y generosamente con su esfuerzo pecuniario a su posible ejecución y prestándole en todo momento, el calor y el estímulo de su presencia.



Es que los paseos públicos, señores, constituyen dentro de las ciudades, no solamente un elemento estético, sino también de salubridad. Son grandes reservas de aire con un coeficiente de pureza mucho más elevado que el de los centros urbanos, y por ello, a justo título, son considerados como sus órganos pulmonares. Es tal su necesidad, que en el concepto de autorizados higienistas de la actualidad, debieran ellos ocupar la décima parte del área de las ciudades, siendo por lo demás altamente saludable que a medida que se tiende a levantar el nivel intelectual del pueblo, se lo prepara orgánicamente para la lucha cotidiana, ya sea ella en el trabajo o en la defensa contra los gérmenes nocivos que constantemente nos acechan. Los pueblos que comparten su tiempo en esa forma, modelando su actividad y su carácter en el cultivo diario de los ejercicios físicos, son más viriles, mejoran sus condiciones étnicas, logrando hacer de sus hijos, espíritus y músculos vigorosos para afrontar las fatigas que comporta el progreso social y ciudadanos prontamente aptos para la defensa de su patria, como acabamos de comprobarlo en la intensa tragedia en que se desangra la humanidad.



Hubiera sido un anhelo de la Comisión Pro-Parque, que al asociarnos con este acto al programa de festejos, que, en homenaje al Día de la Raza celebramos, cumpliendo así el más justo tributo a la madre patria, que nos legó con su altiva tradición de gloria, muchos de los factores en que descansa nuestro progreso, su idioma y en síntesis, todo lo que una madre cariñosa puede dar a sus hijos, -presentar nuestra obra terminada, en digna armonía con el significado e importancia de esta fecha. Redoblar el esfuerzo en ese sentido nos ha sido tarea sumamente grata, pero causas superiores a nuestra voluntad han contrariado ese deseo.



Señores: No debo terminar estas breves palabras sin antes expresar mi reconocimiento a las personas que en una u otra forma han significado su adhesión a nuestro empeño; al bizarro Batallón 2º de zapadores pontoneros, cuyo distinguido jefe, el mayor Saúl Ruda, afrontó desde la primera hora con entusiasmo el complimiento de la obra, haciendo efectivo el más eficaz y decidido concurso, y a nuestro compañero de Comisión, el señor Ángel Sala, cuya abnegada dedicación sólo podemos valorar exactamente los que lo hemos seguido paso a paso en la labor diaria.



Señor Intendente: En nombre de la Comisión que se enaltece presidir y que ha puesto el más íntimo fervor de su esfuerzo y de su voluntad en responder a la confianza en ella depositada, os hago entra de nuestra obra, que es la obra de todo un pueblo, que ha querido demostrar con su ejecución, sus propios sentimientos de cultura y que la seguirá prestigiando con su concurso para hacerla más hermosa, para que responda más y más al propósito que le dio origen y para que dentro de breve tiempo culmine como un altísimo exponente de la energía colectiva aplicada al adelanto comunal, y os invito, señor Intendente, a que declaréis inaugurado al servicio público nuestro Parque Municipal.”.



El alquimista… 



Teniendo en cuenta que toda la extensión del Parque Municipal fue lograda a partir de las diversas donaciones efectuadas por vecinos de Azul, resulta complejo puntualizar con precisión quién donó éste o aquél terreno sin recurrir estrictamente a los planos catastrales. Sin embargo, sí podemos afirmar que con un excelente criterio, el señor Ángel Sala (modesto ideólogo y realizador, muchas veces olvidado), se ocupó hasta del más mínimo detalle para alcanzar la amalgama perfecta de los espacios en el bellísimo paseo que pergeñó.





Poco a poco, la fisonomía del Parque fue mutando hasta alcanzar el brillo actual.





Sector de la compuerta del arroyo.





La fuente de la Garza, desaparecida.


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